VII: Omar (I)
VII: Omar (I)
—Omar, un tonto emoji no es la respuesta que buscaba a mi foto —me dijo Kevin en cuanto ingresó a la habitación del hotel Mónica, donde lo esperaba.
Durante los meses que llevábamos saliendo, solíamos encontrarnos en aquel lugar para no levantar sospechas, después de todo, uno de mis sitios favoritos era el restaurante Il Girasole, ubicado en la punta. Kevin quedó fascinado la primera vez que lo visitamos juntos, es que esa mágica visión de 360° era fantástica.
Pasé un rato, leyendo El libro del crimen, solo una trama de misterio, detectives y asesinatos me evitaba pensar en el encuentro venidero. Pese a vernos con cierta frecuencia en ese lugar, aún me sentía nervioso. Cerré la novela y le devolví una sonrisa desde el sillón junto a la chimenea.
—Sí, claro, ríete ahora, a ver si lo haces dentro de un rato —dicho eso, acabó de entrar.
En el momento que se sacó el abrigo para colgarlo del perchero, se me escapó una estruendosa risa, traía el mismo uniforme de enfermero que portaba en la fotografía. paso presuroso, pero con rostro de póker, llegó conmigo. Tragué con dificultad y quedé mudo.
Estaba muy cerca, pero no me tocó y al intentarlo yo, palmeó mi mano cual niño chiquito. Del tono avellana en sus ojos, apenas se notaba un leve halo en torno a sus pupilas que asemejaban a un profundo pozo a punto de tragarme. Entonces, vi el botiquín que traía.
—¿Qué piensas hacer con eso? —indagué un poco nervioso.
Sentí mi voz temblorosa. Su rostro continuó imperturbable, también se limitó a posar el pequeño bolso en la mesilla junto al sillón, donde previamente ubiqué la novela.
Apoyó las manos en los reposa brazos para atraparme, solo su ardiente mirada gritaba el deseo y anhelo que su inexpresivo rostro camufló a la perfección.
—¿Responderás mi pregunta? Dime, ¿listo para tu intramuscular? —Ignoró lo que dije para averiguar con esa voz grave y seductora, la respuesta omitida en mi oficina.
Tragué saliva. Deseé alejarme de esa chimenea, me sentí invadido por una abrasadora sensación que inició en mi rostro para luego extenderse por todo el cuerpo. Abrí la boca un poco, me costó respirar, empezó a volverse difícil ante el errático latido dentro de mi pecho. Eso pareció complacerlo, noté una diminuta sonrisa asomarse.
—¿Significa acaso un sí? —Volvió a indagar.
Una sonrisa ladeada expuso un colmillo; luego se acercó más, el excitante y varonil aroma de su perfume me embriaga. Esa fragancia amaderada con notas de menta y cítricos bastó para disparar todos mis sentidos.
—Omar, ni siquiera te he tocado y todo un circo podría funcionar bajo esa carpa.
Un ardor se extendió desde el rostro hasta las orejas y me removí en el asiento para intentar disimular lo que ocurría en mi parte baja, apenas le contesté titubeante:
—E-es tu cu-culpa, Kevin.
Siguió en lo mismo, su sola mirada era intimidante. Acercó el rostro al mío, lo suficiente para percibir el calor de su respiración sobre mi piel, ese nimio contacto me provocó un leve escalofrío. En un acto de valentía me atreví a besarlo, aunque intentó apartarse para continuar su juego, lo obligué a sentarse a horcajadas sobre mi regazo. Si ya el calor era increíble, llenarme con el suyo, sin duda, estuvo a punto de quemarme.
—Si que me extrañaste, Omi —expresó en un susurro quedo y con fuerza le mordí el labio inferior por el terrible apodo que solo le aguanto a mi hermana, Olivia.
—No me llames así —sentencié con seriedad, pero lejos de intimidarse o al menos acceder, sonrió burlesco y añadí—: Hablo en serio, Kevin.
—¡Uuuuy!, ¿qué harás al respecto, Omi?
Volví a besarlo. Con premura, comencé a remover la filipina de su uniforme, sentí un nimio vacío al apartarse por un segundo mientras acababa de sacarle la prenda sobre su cabeza. El calor regresó con mayor intensidad en el momento que su boca y la mía volvieron a buscarse. Disfrutaba sentir el fuego emanar de su desnudez, la tersidad y rigidez de esos provocativos músculos que me llamaban a morder.
Las inquietas manos de Kevin liberaron los botones de mi camisa y con pericia se desplazaron por cada parte de mi torso, le gustaba hacer círculos y enrollar los vellos de mis pectorales entre sus dedos.
Aquella no fue la primera vez que estuvimos juntos, pero me sentía nervioso, igual que si lo fuese. Tampoco éramos un par de conejos que se apareaban a diestra siniestra y quizás por eso solía sentirme de tal manera con cada encuentro.
—Me encantas, Omar —susurró contra mis labios, después llevó su boca hasta mis pezones.
Él era chispa y extintor; encendía todo dentro de mí con una simple mirada, luego, cada embestida o el vaivén de sus caderas aplacaba las flamas y me llevaba a otra dimensión.
De manera vehemente y sin cuidado, liberó mi pene de la opresión del pantalón. Enseguida, me produjo una descarga eléctrica con esa salvaje felación que a nada estuvo de mandarme a volar, todo mi cuerpo se retorció entre involuntarios espasmos ante su experto trabajo.
En algún punto, mientras mi mirada perdida flotaba por las estrellas, me colocó un preservativo; solo recuperé la consciencia en el instante que la estrechez y el hervor de su cuerpo comenzaron a engullirme.
—Kevin...
—Shh, shh, déjame a mí.
El vaivén de su cuerpo inició despacio y poco a poco incrementó. No obstante, la intensidad adquirida, en cuestión de minutos, estuvo a punto de hacerme acabar. Mordí su cuello y trapecio, eso bastó para provocarle una jadeante risa baja y forzarlo a disminuir la velocidad de sus movimientos.
—Perdón —habló en un tono bastante juguetón a la vez que realizó suaves círculos con sus caderas que me obligaron a voltear los ojos más de una vez—, me gusta sentirte dentro de mí.
—También a mí, pero ¿quieres acabar conmigo?
—Más tarde, Bombón, es pronto todavía —contestó con ironía y una risita se me escapó, aunque fue breve, pues me sentí absorbido por él con ese suave y cíclico movimiento de caderas—. Aún sigues sin responder mi pregunta.
Sonreí. Volvimos a besarnos y él a moverse de esa desquiciada forma que de inmediato mandó mi cabeza a reposar contra el espaldar, su cuerpo me consumía, lo sentí absorber cada pizca de mi energía. Pese a eso, me atreví a envolver con una mano la cálida dureza de su pene para acariciarlo con la misma intensidad que él empleaba sobre mí, sus gemidos se descontrolaron y escucharlo resultó todavía más excitante; no estaba muy seguro de cuánto podría aguantar a ese desenfrenado ritmo.
—¡Ay, Omar...!
—Kev... —Cada jadeo salía más débil, la exquisita sensación que su cuerpo me produjo resultó inefable, pero equivalía a flotar más y más y más alto—. No puedo...
—Entonces, no te resistas...
Una ola de placer nació en mi vientre y se apoderó de todo el cuerpo, aun así, su pregunta volvió a resonar con fuerza dentro de mí. No estuve seguro si se notó el leve asentimiento de mi cabeza, pero dejé de luchar por aguantar, permití que aquella sensación me llevara más allá de las estrellas. La estrechez de su cuerpo ganó, el desenfreno de sus movimientos ni se diga, sentí el orgasmo extenderse por cada nervio y entumecer mis músculos durante lacónicos segundos. Él sonrió complacido al percibir el palpitar de mi miembro vaciarse en su interior.
—Sí...
Fue mi nimia respuesta, envuelta en jadeos asíncronos. La pícara sonrisa que me devolvió antes de besarme, con el mismo fuego que sus caderas emplearon al poseerme, habló de sus ansías por escucharla.
Kevin se puso en pie, presuroso, yo estaba debilitado por el orgasmo, respirando a destiempo, a duras penas conseguí remover el preservativo. Sin embargo, su erección a la altura de mi cara lucía provocativa, me sentí como Eva en el paraíso a punto de probar la fruta prohibida. Él iba a colocarse un nuevo condón, en lugar de eso, notó mi anhelante mirada y decidió acariciarme la barba con una mano, de camino a ceñirla entre mis cabellos.
—Hazlo, Omar —exigió con voz ahogada.
Si yo me sentí como Eva en tal momento, él sin duda era la serpiente que me invitaba a pecar y su jadeante tono era una demanda, una orden en extremo excitante que estaba dispuesto a cumplir. Su mano se aferró con fuerza a la raíz y un jadeo escapó de mi garganta ante ese leve dolor que, lejos de incomodarme, fue una feroz invitación. Acepté nervioso, pero con el deseo palpitante dentro de mí.
Con cuidado, mis labios se apropiaron del glande, oírlo jadear conforme introducía su pene en mi boca, equivalía a una fanfarria, me motivó a seguir; el cosquilleo que sentí al interior era curioso, pero agradable, solo superado por los gemidos que brotaban de él y exigían más placer.
Sentí a Kevin en mi boca antes, el último día en San Sebastián; no obstante, aquella no se comparaba a esta. El orgasmo previo hizo estragos conmigo y solo deseaba retribuirle con la misma intensidad, pero jamás imaginé ser capaz de provocarle tal sensación como en ese momento.
El nervio y la pena se fueron de sabático, mi lengua jugaba a voluntad con la dureza de su miembro, marcó caminos traslúcidos desde la base a la punta y luego de varias lamidas al glande, volví a engullir con pericia y desenfreno. Incrementé la intensidad, no supe ni cómo, pero me sentí poderoso al ver sus ojos blanquearse y el rostro enrojecido. Lo extraje una vez más y sus gemidos ahogados de pronto ganaron volumen, mi mano le masturbó con vehemencia y me apoderé de sus testículo con mis labios.
—¡Maldición, Omar! —le escuché en medio de fuertes jadeos.
Sus manos se enredaron entre mis cabellos, ambas, aferradas con mucha fuerza; quizás intentó detenerme o tal vez guiar. Sin embargo, no presté atención, seguí adelante. Era como si mi cavidad bucal hubiese sido diseñada para recibir toda la longitud de su pene y deseé demostrárselo a cualquier costo mientras lo llenaba con ese mismo placer que él me produjo a mí. Sus fuertes gemidos instaron a continuar con mayor fiereza. El sabor de sus fluidos comenzó a derramarse e incluso así, no paré de succionar y masturbarlo hasta extraer la última gota.
El orgasmo estremeció su cuerpo, Kevin casi se desplomó sobre mi cabeza luego de acabar, de hecho, tembló en cuanto mi boca liberó su pene. Su desenfadada respiración, aunada a la debilidad de sus piernas, me obligaron a reír bajo mientras le ayudaba a acomodarse, pero lo hizo a horcajadas sobre mi regazo una vez más. Mi pene cobró vida propia al tenerlo así y se estrelló con fuerza contra sus glúteos.
—Omar, estás insaciable —me dijo con una débil sonrisa entre jadeos.
—Lo siento...
Experimentar un oral de ese nivel con él, me excitó en una manera distinta a las anteriores, sentí el corazón bombear a un ritmo errático. Su boca se apropió de la mía, compartimos un lánguido y profundo beso, pese a faltarnos el aliento.
El miedo me invadió, Kevin volvió a introducirme en su interior, pese a negarme en silencio. No quería abusar o lastimarle, pero él ni se inmutó. Esa vez, la excitación nos ganó, tampoco hubo tiempo de pensar en preservativos, mi corazón casi estalla y aunque él también se halló al borde del colapso, lo aprisioné entre el sillón y mi cuerpo, sus inertes piernas reposaron sobre mis hombros a la vez que aferraba mis manos a su cintura.
—Sé rudo, Omar —exigió casi como una súplica, pero yo no me sentí del todo seguro.
—Kev...
—¡Hazlo, maldición!
Acaté su nueva orden igual que el más obediente de los sumisos.
—¡Sí, Omar, hazme tuyo...!
Cada embestida resultó más intensa que la anterior; entrar y salir de su cuerpo de esa descontrolada manera, sus gemidos, gruñidos... todo sonido que brotó desde lo más profundo de su garganta me provocó una nueva descarga eléctrica en el vientre. Tocó sellar su boca con la mía al tornarse gritos suplicantes de más. Mis dientes se hincaron en su hombro izquierdo en el justo momento que comencé a vaciarme dentro de él, mientras nuestros cuerpos estallaban a la par por segunda vez.
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Hola mis dulces corazones multicolor 💛💚💙💜💖 es un placer volver a leernos. Espero hayan disfrutado el capítulo, lo mismo que la historia hasta este punto 😅
El libro que Omar leía al principio del capítulo pueden encontrarlo aquí en wattpad bajo el título El libro del crimen y les va a encantar, la narracion, redacción, la trama, ¡uuuf! Es una obra maravillosa de la mano de Nefilim_624 la recomiendo harto💖
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