VI: Kevin (I)
VI: Kevin
—Ke-Kevin, para, a-aquí no...
Omar pedía detenerme, sin embargo, sus manos se aferraron a mis cabellos para impedirlo. Seguí adelante, deleité mis papilas gustativas con la dureza y sabor de su miembro.
Necesitaba recuperar el control de la situación, después que escapé de Cory durante toda la noche. Cuando acepté acompañar a Omar, lo hice sin saber que asistiríamos a su gala benéfica, eso me tomó por sorpresa; solía llevarse a cabo en Renacer, su centro de operaciones de Santa Mónica, es decir: en casa.
¿Cómo saber que decidió mudar el evento ese año? Creí poder fugarme al viaje con Omar sin problemas, igual que otras veces, pero en ese momento, mientras le daba el oral de su vida, esperaba haber pasado inadvertido.
Como no fue suficiente terror, topar a este tipo entre los asistentes me produjo escalofríos, jamás esperé encontrar a alguien como él en un sitio así. El enano llevaba la razón, gente de la high y cuerpos de seguridad estaban mezclados en todo eso, aunque debí saberlo hace años.
«Ya no más, idiota, concéntrate en Omar», me dije a mí mismo.
Nunca antes puntué a un tipo de Grindr con un cinco, sin embargo, ese fin de semana me di por bien servido y, ya que lo presencié en vivo y directo, lo cual me ahorró trucos de cámara, se llevó un diez sin dudar.
Llegué a preguntarme: «¿Habrá algo que no sea increíble en Omar?», mientras me aseguraba de embarcarlo en un viaje al espacio sin necesidad de encender o abandonar el auto. Sentí deseos de sacarnos la ropa allí mismo y permitir que su fuego me volviera cenizas.
—Kevin, baaasta...
Tiró con fuerza de mis cabellos justo en el instante que comenzó a escurrirse, eso respondía a mi pregunta anterior, todo en él era increíble, incluido su sabor. Despacio liberé su miembro, enseguida reposó la cabeza en el espaldar, respirando de manera entrecortada, mi mano siguió masajeando, pese sus débiles súplicas por parar.
Me lamí los labios antes de juntarlos con los suyos en un beso urgido. Se notó en él la necesidad de sentirme y obvio, no podía negar que yo estaba igual.
—Kevin...
—Solo deja que fluya, Omar —susurré contra su boca y una vez más volví a besarlo, aceleré el juego con su pene sin despegar nuestros labios. Sus gemidos ahogados eran música en mis oídos y enloquecían cada uno de mis sentidos; así seguimos hasta alcanzar el clímax y yo sonreí por la placentera expresión de su rostro.
Una risa baja le devolví, él respiraba con dificultad y no paraba de repetir mi nombre entre susurros. En la penumbra conseguí divisar su enrojecido rostro, lo mismo que el azul de sus ojos, aunque estos se tornaron un océano profundo y cristalizado, la incredulidad por lo que acabábamos de hacer fue evidente.
—Perdón —susurré sonriente, igual que un niño travieso y luego le acaricié la mandíbula con mi nariz antes de dirigirme a su oído—. Hace rato que quería probarte.
—Ke-kevin, e-estás lo-loco.
Reí en bajo por su tono titubeante, resultaba demasiado obvio cuánto lo disfrutó, pero su miedo seguía allí, enorme como un elefante a punto de aplastarlo.
—Eso fu-fue mu-muy a-arries, arriesgado.
—¡No inventes! Es de noche, estamos en un sótano y el auto tiene ventanas polarizadas.
Yo hablaba con el mismo tono travieso, pero él no dejaba de sacudir la cabeza en una ligera negación. Decidí recurrir a la infalible mirada del gato con botas, acompañada de un puchero.
—¿Me porté mal? —Omar negó en silencio y yo continué—: ¿No te gustó? —Mi tontería bastó para sacarle una buena risa y volvió a halarme.
Me gustó sentir el calor y dureza de su cuerpo, sus fuertes brazos transmitieron una sensación de... ¿Seguridad? Quizás, cómo fuese, acarició mi nariz con la suya y luego juntó nuestras bocas otra vez.
Sus besos eran iguales al sexo: ardiente, pasional, posesivo y de verdad estaba loco por experimentar todo aquello con él, ese diez entre sus piernas era una promesa de que la pasaríamos increíble.
—Claro que sí —respondió en bajo, completamente apenado—, pero no pases de cero a cien tan deprisa, soy nuevo en esto.
Le regresé una sonrisa al asentir y volví a probar sus labios. Su inexperiencia era encantadora, disfrutaba ser el guía, su maestro Jedi de las relaciones y el sexo homosexual.
Aunque no suelen gustarme mucho las barbas, las cosquillas que me producía la suya se sentían geniales, además, le iba de maravilla. Las veces que vestía de terno, como aquella noche, lucía refinado y con mucha clase, mientras que en modo casual, con sus jeans desgastados y chaqueta de cuero, era el arquetipo de un bad boy. Sin duda, un hombre excitante. Aquel que habita mi ropa interior se convirtió en un mazo y concedió la razón.
—Ángel...
Tal nombre lo escuché en un susurro e involuntariamente temblé, abrí los ojos de la impresión y el hombre a mi lado dejó de ser Omar, se convirtió en un robusto moreno de cabeza rapada que me miraba con una macabra sonrisa ladeada «¡R!». Aquella sensación de seguridad se desvaneció en segundos, reemplazada por un escalofrío en la nuca que, rápidamente, se apropió del resto de mi cuerpo.
Intenté forcejear para alejarlo, pero no tenía la fuerza suficiente, en realidad, ni siquiera era mi cuerpo el que intentaba luchar, sino otro más pequeño y débil. Pese a no comprender, lo único claro en mi mente era el deseo de huir, no quería tenerlo cerca y sentí el corazón a un ritmo errático...
—Ángel...
—Dé-déjame ir...
—Quietecito, Ángel...
—¡Aléjateee!
Me incorporé, temblando. Escuché mis latidos igual que un fuerte martillo al interior de mis oídos, todo daba vueltas y mi cabeza recibía un ataque punzante y constante, insoportable. Estaba empapado en sudor, miré alrededor y corroboré que me encontraba en la residencia estudiantil, a solas en la recámara semi oscura debido a la persiana negra que cubría casi por completo la ventana, solo permitía el ingreso a escasos rayos de sol por un lateral.
—Una pesadilla —me dije en bajo y llevé ambas manos a la nuca mientras estiraba el cuello para intentar liberar algo del estrés acumulado.
Hacía muchos años que no soñaba, menos aún, tener que lidiar con pesadillas, pero desde un par de meses atrás no dejaban de asediarme y estaba seguro de que todo se debía a tal encuentro inesperado que pausó mi vida y la dejó en suspenso, a la espera de algo horrible.
—¡Maldición!
Golpeé el colchón con ambos puños a mis costados. El pasado amenazaba con volver a arrastrarme y no estaba seguro si sería capaz de escapar otra vez, todo por mi culpa.
—Debí negarme en su casa.
Solía reprocharme desde que las pesadillas iniciaron y un largo suspiro dejé salir. R llevaba dos meses acechando mis sueños.
«Ángel».
Cada vez que escuchaba tal nombre me producía escalofríos y lo peor fue que mi mente decidió reproducirlo en un bucle. Me levanté de la cama, tomé mi toalla y bolso de aseo de la cómoda, una diminuta e involuntaria sonrisa se me escapó en cuanto vi allí mismo el estuche médico que recibí en mi cumpleaños.
—Omar... —Mi voz salió en un susurro quedo.
Él era igual a una solitaria luciérnaga que intentaba iluminar el camino en medio mi oscuro momento. ¿Pensé ser su maestro Jedi? No, en realidad, yo temí arrastrarlo al lado oscuro.
Salí de la habitación, todavía confundido y en dirección a los baños. Realicé algunos ejercicios de estiramiento en el camino.
Intenté fingir una sonrisa y un guiño para las chicas que me topaba en el corredor, pero la realidad era que las pesadillas me tenían distraído. Estaba tan ensimismado que ni siquiera me quejé de la cola para entrar y en cuanto logré ingresar a las duchas, me perdí largo rato bajo el agua fría, esperé que esta llevara consigo cada amargo recuerdo. Funcionó.
Mientras me secaba, sentí que volvía a ser yo, por eso lancé un par de besos a un chico de anteojos que contemplaba mi paquete sin discreción alguna.
—¿Lindo, verdad? ¿Quieres probar? —le dije con ironía y sus ojos se abrieron demasiado, yo continué en el mismo tono—: Aquí, sin pena, anda, ¡hagámoslo!
Lo vi sonrojarse y abandonar el lugar a toda velocidad. En medio de una risa burlona que se extendió hacia otros chicos alrededor con quienes choqué puños, caminé hasta el lavabo. Me afeité por completo, también decidí cortarme el cabello, aunque casi podía escuchar los gritos del tiktoker argentino que me gustaba, como lo hacía en su sección "reaccionando a cortes caseros". Una vez listo, salí como nuevo, sonriente y coqueteé a las chicas del corredor.
Habría deseado faltar al hospital, no me sentía en la mejor condición, pero luego de esa pesadilla, tampoco quería quedarme solo en la recámara o dormir; entonces, me puse el uniforme, tomé mis cosas y partí a trabajar. Aunque ya iba bastante retrasado porque no escuché la alarma matutina, preferí un jalón de orejas que cualquier otra cosa en ese momento.
Me desplazaba por las calles, a bordo de mi lindo descapotable, lo bueno de la hora era el poco flujo vehicular, podía ir a una velocidad considerable, claro, sin sobrepasar los límites. No necesitaba atraer la atención de Cory y eso justo pasaría, si me buscaba un lío gratuito con la policía.
«Debería contarle», el pensamiento cruzó veloz y arrugué el rostro al negar con la cabeza. No podía decirle sobre ese tipo, estuvo a punto de montarme una guardia real desde que supo de mi regreso a San Sebastián; creí pasar desapercibido aquel fin de semana, pero nada más lejos de la realidad y así me quedó claro, apenas volví a trabajar:
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Buen día, mis dulces corazones multicolor 💛💚💙💜💖 es un placer volver a saludarlos, espero hayan disfrutado la actualización y les esté gustando la historia hasta este punto.
Como una celebración atrasada del día del libro, hoy les traigo doble actualización 😊 espero les guste💖
¿Saben? Estoy teniendo problemas con la idea inicial (como cosa rara😂), pero la verdad, me gustan los capítulos venideros😆 así pos qué siga mutando😂
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