IX: Kevin

El nuevo año llegó, las pesadillas habían disminuido desde que decidí contarle a Cory sobre ese tipo, al punto de que en los últimos cuatro días solo en dos oportunidades, R volvió a asecharme, esperaba pronto volviera a ese rincón oscuro de mi mente del cual nunca debió salir.

Omar continuaba en España, aunque hablábamos con regularidad, a veces me daba por buscar lugares de Madrid en internet e imaginar qué estaría haciendo él, luego sacudía la cabeza, extrañado por los tontos pensamientos y abandonaba el computador.

Seguiría libre en la U por algunos días más y en lugar de salir por ahí con mis amigos, permanecí recluido el fin de semana en mi alcoba. Ricky y los demás, varias veces me invitaron a jugar baloncesto, ir al club o lo que sea, pero extrañamente, escogí hacer tarea, en eso estaba el domingo temprano cuando caí en cuenta de lo aburrido que había sido mi finde y grité horrorizado mientras lanzaba los libros y cuaderno a un lado.

—¿Por qué haces tarea el fin de semana? —me pregunté extrañado— ¡Eso es para dos horas antes del curso!

Me levanté de la cama y dirigí hacia el computador, quería distraerme con algo que no fuese educativo, busqué ese departamento de ensueño junto al mar, me imaginé perdido en la gran vista panorámica; sin embargo, no hubo rubia bautizando el balcón conmigo. El calor y fuerza de un par de brazos me envolvieron y un golpe en el pecho me obligó a abandonar la ensoñación.

—¡Pero ¿qué mierda?! —me dije espantado, poniéndome de pie.

Miré el iPhone que Omar me regaló para reponer el que arruinó por error la última vez que estuvimos en el hotel; aunque no fue del todo su culpa, ambos estábamos locos por arrancarnos la ropa y bueno, mi pobre teléfono pagó la calentura.

—Te dije que no era necesario... —Se me escapó en tono bajo y hasta mordí mi labio inferior con la vista fija en el aparato que reposaba junto al teclado. Me di un bofetón cuando fui consciente de mis palabras y gesto estúpido—. ¿Cómo no va a ser necesario, idiota? —Volví a reprocharme, molesto.

En retrospectiva, me di cuenta de que cualquier cosa que Omar me regaló fue por voluntad propia, jamás le pedí nada, y esa era la razón de que cada día viera más lejano mi soñado depa. Los dinos y yo solíamos aclarar todo desde el principio: tipo de relación o más bien atención que ellos buscaban, tiempo de duración apropiado para ambos o de qué forma nos complaceríamos mutuamente; algunos decían cosas tipo: "vamos viendo en el camino", lo cual se traducía en: quiero mimitos y mucho sexo.

Sin embargo, no fue el caso con él. En SugarDaters todos saben de qué van este tipo de relaciones, después de todo, es la función de esa app: conectar parejas sugar idéales de manera segura; pero a Omar lo conocí en Grindr y si bien al principio me interesé por ese Rolex de oro que exhibía en su foto de perfil, a esas alturas, jamás hablamos sobre eso.

«Si le digo a Cory sobre Grindr es capaz de comprarla como a SugarDaters con la única intención de vigilarme», sentí un escalofrío ante el pensamiento.

«Aunque ya ni siquiera tengo claro lo que quiero», volví a abofetearme después del intrusivo pensamiento. Por supuesto que sabía lo que quería con Omar: lo mismo que con cualquier otro.

—¡Maldición! ¿Por qué todo lo que pienso tiene que ver con Omar? ¡Es solo un dino platudo!

Dejé de darle vueltas al asunto, tomé el celular y regresé a la cama a jugar al Call of duty.

Después de un rato, masacrando adversarios, una notificación de WhatsApp ingresó e inmediatamente presioné sobre ella, sin importarme en lo más mínimo la partida. Omar me había enviado un selfie, estaba recostado en la cama del hotel y llevaba un suéter de lana con colores navideños, mostraba una mueca triste que me provocó una risa baja.

Omar: Tengo frío sin ti😞

Kevin: 😱 Omar, qué atrevido! Me pides que te caliente? 🔥😏😈

Kevin: No sabía que te gustaban esos juegos 🙊

Kevin: pero encantado le entro 😈🔥

Omar: ¿Qué?😳

Omar: No

Omar: Yo no dije eso

Reventé en una fuerte carcajada, el nerviosismo de Omar resultaba una ternura y también divertido, no paraba de enviar un mensaje tras otro e incluso se disculpaba por la insinuación. Me encantaba molestarlo.

—Eres adorable, Omar —le dije entre risas, mediante una nota de voz que contestó enseguida:

—Y tú te haces el inocente.

No pude evitar reír con mayor fuerza.

—¿Inocente? Jamás en la vida he conocido el significado de eso.

—¿Nunca?

—Ni de niño —repliqué entre risas, pero no recibí una respuesta.

De hecho, regresé al juego después de unos diez minutos sin una contestación suya, asumí que fue con su familia o algo por el estilo. Luego de varias matanzas, iniciaba la segunda partida cuando recibí una notificación de Omar, se trataba de un emoji apenado que no comprendí y así se lo hice saber, él contestó enseguida:

Omar: sé que me pediste no indagar y decidí darte tiempo para contarme, si así lo quieres, pero Kevin, cuando haces comentarios como ese.

Omar: lo siento😟 me preocupo por ti.

Omar: no quiero entrometerme.

Omar: perdón, olvida lo que dije.

No supe qué responder, de hecho, sentí algo raro dentro, incluso, aunque borró los mensajes. Acabé haciendo el celular a un lado y me desplacé por la habitación, estaba nervioso y ni siquiera entendía el motivo.

Me sentí extraño, igual que aquella vez en el hotel porque por momentos, algo en mi interior quería expresarse a gritos, pero ¿de verdad había desarrollado ese nivel de intimidad con él? ¿De verdad podría mostrarme de esa manera a él?

Negué con la cabeza en silencio a tales preguntas que rondaban mi cabeza. No podía hacerlo, estaba seguro de que si, él sabía algo de eso, dejaría de verme de la encantadora y fascinada manera en que lo hacía. No quería su asco, mucho menos lastima o rechazo. Sin mencionar que podría comprometerlo si llegaba a enterarse.

«Por otro lado, ¿qué puede importarme su opinión? Solo es un dino más. Basta con bloquearlo en redes y buscar otro candidato que sí entienda de qué va esto, ¿cierto?». El pensamiento rondó mi mente largo rato y a nada estuve de ponerlo en práctica, Omar comenzaba a ahondar en terreno minado y eso no me convenía.

Entonces, regresé por el teléfono y me recosté en la cama, dispuesto a iniciar la operación "Kevin, cambio y fuera", pero cuando estuve a punto de presionar el botón de bloquear, una extraña sensación se apoderó de mí, muy similar a lo que sentí aquel día en su casa o allá en San Sebastián la primera vez que estuvimos juntos. Una especie de raro vacío con el cual no sabía tratar.

Él estaba en línea, quizás expectante a una respuesta de mi parte. Contra todo mi revoltijo mental, emocional o lo que fuese, suspiré fuerte y sonoro antes de proceder a escribirle:

Kevin: aún quieres que te caliente?

Omar: ¿Qué?

Kevin: no se te antoja?

Omar: Kevin te dije que no necesitas desviar mi atención con sexo.

Kevin: limítate a entrar en el juego.

Kevin: yo sí tengo frío, Omar.

No respondió, en vez de eso, me hizo una video llamada que contesté con un gesto perverso, mismo que murió apenas vi su rostro apagado. «Maldita sea», fue el veloz pensamiento porque era obvio que seguía preocupado y suspiré fastidiado con eso.

—Omar, no empieces...

—Kev, lo siento, de verdad quise acceder a tu petición, pero no puedes hacer comentarios como ese y esperar que...

—¡Omar, para! Estaba bromeando —contesté entre risas, pero su rostro seguía en el mismo estado e incluso se desinfló en un larguísimo suspiro.

—Kev, lo de aquel día no fue una broma, lo vi en tus ojos.

Empezaba a molestarme y no tenía idea de cómo podría reaccionar si seguía insistiendo.

—Por eso te pedí no preguntar —le dije fastidiado mientras me masajeaba las sienes con una mano—, pero aquí estamos, de nuevo...

—kevin...

—Omar, maldición, ¡claro que alguna vez fui un niño inocente! Uno tonto que soñaba ser enfermero, aunque lo apalearan por eso —le interrumpí con mala cara, estaba hastiado de que quisiera saber más, harto de ver su mirada en esa pantalla, mostrándose así de preocupado mientras se hallaba al otro lado del océano, pero sobre todo, estaba harto de ese revoltijo de sensaciones, emociones o lo que fuesen que por culpa suya empezaba a experimentar dentro de mí, no tenía una puta idea de cómo manejar todo eso—. ¡¿Eso querías oír?!

—Kev...

—¡No, Omar, no tengo una familia, me la jugué en la calle, ¿estás feliz?!

—Kevin, lo siento...

—¡No!, no te atrevas a volver a mirarme de esa manera como si fuese el "pobrecito niño de la calle, tengámosle lástima".

—Kev, no...

Finalicé la llamada y furioso, lancé el aparato a la cama, golpeé mi almohada, tiré de mis cabellos como demente, grité maldiciones un largo rato hasta que acabé de rodillas junto a la cama; sentí algo muy extraño, mi interior se fragmentaba, vértigo, náusea, incluso me llevé las manos a los ojos en cuanto noté la extraña humedad.

—¿Son lágrimas? —me pregunté confundido y furioso a la par, mi voz sonó trepidante también— ¿De verdad estoy llorando? ¡¿Por qué diablos?!

Mi cuerpo comenzó a temblar a la vez que el extraño llanto no paraba de emerger, «¿por qué no puedo detener esto?», me pregunté en silencio, volví a golpear con mis puños contra el colchón.

El celular repicaba y me negué a contestar, no estaba dispuesto a mostrarme así ante Omar, pero el incesante sonido me hartó y en un arrebato, le respondí a gritos, sin pensar o medir mis palabras:

—¡¿Sabes qué quiero hacer contigo, ahora?! ¡Solo abrazarte, refugiarme en ti en este momento que todo dentro de mí se ha vuelto un caos!

—Kevin...

Finalicé la llamada preguntándome: ¿qué mamada acababa de decirle?, pero para no volver a recibir otra, apagué el celular, estaba molesto con él por provocarme todo eso y lo peor era que no sabía cómo detener la maldita sensación, iba en caída libre y posiblemente, pronto aterrizaría en un enorme pozo de mierda que antes no había enfrentado.

Algunos días transcurrieron y solo salía de mi habitación lo necesario, seguía del asco, lo peor fue que las pesadillas retornaron y me hacían más difícil todo, en ellas no solo me veía en peligro, sino también a Omar; dormir se volvió un infierno.

Intenté distraerme con una serie, veía El amante del príncipe y, en medio de mi caótico estado, terminé lloriqueando porque el burdel se incendió y posiblemente el esclavo murió. Abandoné la app y empecé a hacer zapping, a la espera de que alguna tontería me llamara la atención en tv, lo hizo un programa de chismes donde hablaban sobre Dyland Ford, el protagonista de la serie, que había sido captado en algún aeropuerto con apariencia de indigente o maleante y todos se preguntaban de qué huía; suspiré cansino. El tipo se veía abrumado en las tomas.

—Me alegra no ser famoso, pero amigo, entiendo cómo se siente querer desaparecer.

Apagué la tv y enterré el rostro en la almohada. No supe que tiempo pasó, por fortuna, Ricky apareció armando escándalo, empezó a pelear y gritar por no lograr comunicarse conmigo, sin embargo, al ver mi estado, no dudó en abrazarme.

—Kevincito, ¿qué rayos ocurre? Tú no lloras...

—¡Lo sé! —contesté con obviedad y una vez más intenté detener el molesto llanto, restregándome los ojos—. ¡Esto es culpa suya...!

—¿De quién?

—Necesito alejarme de Omar.

—¿Qué te hizo?

—¡¿Qué, no me ves?!

—Pero Kevin...

Rico se sentó, acomodó mi cabeza en su regazo y sorprendentemente permaneció callado, yo no podía dejar de lagrimear en silencio por más que así lo quisiera al igual que me costaba creer el mutismo de mi amigo. Él solo se limitó a sobar mi cabello.

En algún momento consiguió calmarme. Sin embargo, estaba completamente ajeno a todo, perdido en la enorme nada y me preguntaba mil veces, ¿qué diablos pasaba conmigo?, entonces, Rico realizó un comentario que se ganó mi atención y me acomodé para observarlo, extrañado:

—¿No que era negocio? —preguntó mi mejor amigo con ironía, rodé los ojos y le contesté entre gimoteos:

—¿Quién dice que hay algo más?

—¿Además de todo este extraño drama? Fíjate que no lo sé, quizás las conversaciones soft y vainilla que mantienen...

—¿Qué? Si es lo que él quiere, ¿por qué negarme?

—Lo que digas, pero mira, ya no lloras y ahora sonríes como tonto, sin mencionar que adoro tu rubor natural —replicó aún más irónico que antes, el pedazo de tonto ese.

«¿Enamorarme de un Dino? Sí, claro», el pensamiento cruzó mi mente, es que era una tontería lo que Rico insinuaba. «Pero él no es cualquier dino», pareció gritar una voz interna y sacudí la cabeza para desechar tal idea.

—A ver, ¿me refrescas por qué no podrías enamorarte como lo estás ahora? —Una vez más, Ricky insistió.

Decidí agarrar una almohada e impactarla contra el idiota ese para ver si conseguía callarlo y que dejase de insinuar tonterías. Claro que me gustaba pasar tiempo con Omar, obvio, íbamos a sitios caros, le fascinaba regalarme cosas, la tenía de diez, cogía increíble... «Sin mencionar que es amable, tierno, dulce y considerado», rodé los ojos y arrugué el rostro ante las palabras de esa maldita voz interior que se negaba a callar, mi mente parecía confabular en contra de mí.

No obstante, tampoco fui consciente del momento en que una sonrisa boba consiguió colarse y mi acompañante decidió empezar a burlarse hasta que contraataqué:

—Que tu mamita se haya casado con su sugar, no quiere decir que yo me enamoré de Omar —bastó decir tal cosa para que comenzara a ahorcarme mientras gritaba, molesto:

—¡De mi mamita no vas a estar hablando!

—Ri-cky, es bro-ma. —Conseguí medio articular hasta que me soltó.

Me acomodaba en la cama para intentar recuperar el aliento, cuando un ataque de risa volvió a invadirme, lo que provocó una nueva arremetida de su parte. Ricky se lanzó sobre mí e intentó darme puñetes, pero soy más fuerte y grande que él. Nos giré sobre la cama para aprisionarlo y me fui en una descarga de cosquillas que culminó luego de que pidió clemencia.

No paraba de reír, el switch melancólico se había apagado y encendió el de la alegría boba porque era como si ese desbarajuste emocional, rápidamente quedó en el olvido, sin duda, estaba hecho un lío. Procedí a levantarme, per di un grito de horror cuando noté mi iPhone tirado en el suelo porque ese animal lo dejó caer en cuanto decidió atacarme...

—No, no, no, no... ¡Mi bebé nuevo! Ricky, ¡¿qué hiciste?!

—¡Es culpa tuya! Tú te metiste con mi mamita.

—¡Idiota! Cómo eres, ¡es el último regalo de Omar!

—¡Ay, cómo si te costara mamársela y sacarle otro! —respondió en tono burlón, aunque probablemente tenía razón y hasta me reí con su comentario, me dolió dañarlo, tenía poco tiempo conmigo—. Tampoco quería parecer interesado... —Terminé de murmurar y mi amigo se reventó a reír.

—¡Pero si justo es lo que eres!

Le impacté un puño al brazo en medio de risas y luego lo halé para abrazarlo. Ricky correspondió mi gesto enseguida, aunque no de manera silenciosa, lo típico.

—¿O acaso me dirás que eres un sugar boy enamorado?

—¡Cállate, tonto!

Un leve toc-toc oímos desde la puerta y ambos concedimos la entrada a unísono, así que, como era nuestra costumbre, el uno impactó un puñetazo al brazo del otro en medio de risas que se extinguieron enseguida cuando vimos al visitante. 





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Hola, mis dulces corazones multicolor, 💛💚💙💜💖¿qué tal les va? Es un placer volver a leernos, creo que pasó una semana desde la última vez. 😅

¿Qué les va pareciendo hasta ahora esto? Me encantaría saber su opinión 🙈

Este capi sale con dedicatoria para una escritora que admiro burda, chamo, y que es un honor tenerla a bordo de este desmadre; mi novia sakurasumereiro 😆💖 autora de mi libro favorito de Wattpad El amante del príncipe y como curiosidad añado: Dyland Ford es el protagonista de su nueva historia Gritos en el silencio, un BL misterioso, intrigante, paranormal, a huevo les digo que está muy bueno.

Sin más que comentarles por ahora, me despido mis corazones y nos leemos prontito😊 los loviu so mucho.

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