IV: Kevin (II)

Omar liberó aire con brusquedad, luego de hacerme una seña con su mano, me pidió esperar. Lo vi dirigirse al frente, hacia una rinconera de cristal negra donde reposaba el hermoso retrato de una mujer en un marco dorado, asumí que era su difunta esposa, lo tomó entre sus manos un largo rato, quizás meditó qué hacer. Tras ubicarlo boca abajo, sobre la tapa del piano de cola oscuro que se hallaba a un lado, regresó conmigo un poco tembloroso. Su imagen tierna y nerviosa me obligó a morderme el labio un segundo.

—Omar, ya te dije...

Fue lo único que conseguí murmurar. Él me interrumpió con un beso, uno que empezó medio torpe y tímido, pero que despacio ganó intensidad y fuerza. Lo juro, su lengua asaltaba mi boca de manera orgásmica, sentí fuego y electricidad en mi vientre.

Omar me llevó de espaldas hacia el inmenso y mullido sofá, el cuero rechinó cuando, él me tumbó sin una pizca de cuidado, no pude evitar reír. Tomó mi camiseta y con manos temblorosas intentó quitarla, sus ojos parecían pedir mi permiso; así que solo sonreí al sacármela ante su atenta visión.

El fuego bailaba en su mirada mientras contemplaba mi torso desnudo. Cauteloso, empezó palpar con los dedos sobre mis músculos, igual a un niño que toca plastilina por primera vez, lucía fascinado y eso era increíble.

—E-eres he-hermoso, Kevin —tartamudeó y a la vez sentí la dureza de su entrepierna moverse contra la mía. Una maliciosa sonrisa le devolví.

—Lo sé —contesté con ironía. Conseguí hacerle reír antes de juntar nuestras urgidas bocas en un nuevo beso—. ¿Quieres probarme, Omar? Hazlo.

Dudó un segundo, pero se decidió. El débil tacto de sus dedos fue reemplazado por su boca que, después de degustar la mía, empezó a desplazarse despacio por mi cuello, pectorales... Hizo una pausa y me devolvió una mirada de preocupación al notar las viejas cicatrices a mi costado derecho, enseguida me cubrí con un brazo y le regresé un gesto que buscaba restarle importancia. Omar no indagó, siguió el camino de besos por el abdomen; mi deseo se multiplicó con cada sensación.

Largo rato, Omar, permaneció a la altura de mis caderas con sus temblorosas manos en la pretina del pantalón. Ya deseaba que llegara justo al punto de gloria.

—¿Prefieres que yo me lo quite? —pregunté en tono bajo y llevé mis manos hacia el botón.

Empezaba a cansarme de esperar, anhelaba sentir su cuerpo desnudo contra el mío. Sin embargo, él me detuvo.

—No-no, Ke-kevin, lo siento...

Su voz sonó nerviosa y me costó comprender lo que dijo hasta verlo escapar a toda velocidad. Huyó a las escaleras sin decir algo más, me dejó solo y con la excitación a flor de piel. Suspiré, resignado, es que estaba demasiado caliente. Agarré un cojín del sofá y lo metí en mi boca para ahogar un grito de frustración. «¡Me dejó con las ganas a mil, ¿cómo pudo?! Eso me enoja».

Hice berrinche un rato sobre el sofá hasta alcanzar algo de calma, pero en lugar de largarme, decidí seguirlo. La segunda planta era igual de impresionante que el piso de abajo: suelo revestido de madera pulida, blancas paredes con techos a desniveles, varias puertas macizas de un tono caoba oscuro, difícil saber tras cuál se encontraba él. Un nuevo suspiro de frustración se me escapó. Revisé una a una, por suerte, la tercera fue la vencida.

A pesar de que ya eran casi las siete de la mañana, la habitación de Omar lucía bastante oscura, las persianas cerradas mitigaban la luz exterior, escasos rayos conseguían colarse.

Lo hallé sentado en el felpudo del suelo, abrazado a sus rodillas junto a una inmensa cama king size que habría sido maravilloso bautizar. La luz exterior que logró colarse, resaltaba ciertas partes de su cuerpo, haciéndolo lucir como un condenado en su celda. No dije nada, tampoco acabé de cruzar por temor a interrumpir o incomodar, pero después de un rato de solo mirarlo, él levantó el rostro y fijó los ojos en mí.

El brillo luminoso enfatizaba esa parte de su cara. Pude ver con claridad un océano embravecido en el azul de sus ojos y a la vez, una expresión con la cual parecía disculparse por la manera en que detuvo las cosas. Se veía temeroso y arrepentido de algo más, como si ese él que siempre fingió ser le reprochase a su verdadero ser por intentar mostrarse. Toda una batalla parecía librar en su interior.

La extraña sensación retornó, deseé irme y olvidarme de todo; en cambio, acabé de entrar. Lucía más atemorizado a cada paso, por eso, me detuve cerca de un metro de distancia, previo a arrodillarme frente a él para hablarle:

—¿Quieres que me vaya?

Sus ojos temblaron y luego negó en silencio.

—¿Me dejas acercarme?

Obtuve la misma reacción anterior, pero su boca se abrió para intentar decir alguna palabra que nunca salió y solo le escuché un temeroso jadeo.

—Está bien, me quedaré justo en este punto, ¿te parece?

Asintió con la cabeza, bastante nervioso. Por algún motivo sentí algo en el pecho, no supe si por cómo se veía él o la nueva y efímera imagen que atravesó mi mente: el tembloroso y vulnerable niño tembló frente a raras sombras. Apreté los puños y con vehemencia los froté sobre mis muslos hasta que aquello se desvaneció. Volví a centrarme en él, lucía confundido, probablemente por mi reacción.

—Kevin, perdón por rechazarte —me dijo como si fuese ese el motivo para mi comportamiento y después continuó—. Tú has sido increíble, de verdad, pero yo no estoy listo.

—Basta. ¿Crees que me molesta lo que pasó?

Un mini flashback de mi pataleta de niñito en el sofá cruzó mi mente por un segundo «pero eso no tiene por qué saberlo», me dije a mí mismo antes de continuar:

—Omar, me habría sorprendido si lo lograbas a la primera.

—Ese es el problema, no sé si de verdad pueda.

—No intentes forzar las cosas. Me gustas y todo lo que pasó abajo, ¡uuuf! —Lo vi sonreír y eso provocó que la extraña sensación se desvaneciera un poco, ¿sentí alivio? Quizás—. Me invitaste a un viaje, ¿cierto? Ya habrá tiempo y si no, tranquilo.

Me levanté con una sonrisa y le di mi mano para ayudarlo también a él. Omar dudó un poco en tomarla, pero al hacerlo, una nueva y desconocida sensación me invadió, su mirada y la mía retomaron una silenciosa batalla que perdí en cuanto me jaló.

Guiado por lo que expresaba el azul profundo de sus ojos, cedí hasta estar a escasos centímetros de él, tragué en seco, ni siquiera comprendí por qué me sentí de la manera que lo hice. Su cabeza estaba a la altura de mi vientre, el calor de su aliento percibí en mi piel por un instante antes de ser reemplazado por sus labios. Sus manos liberaron mi pantalón con algo de torpeza y lo deslizó hasta quitármelo sin dejar de besarme el abdomen.

Tragué saliva en el momento que su rostro bajó a mi entrepierna y me acarició sobre la tela del bóxer, no pude contener un jadeo. Sus manos retornaron a mis caderas y creí que le diría adiós a mi ropa interior; sin embargo, me forzó a sentarme a horcajadas sobre él.

—Me excitas demasiado, Kevin —dijo con voz ronca y ahogada, le devolví una sonrisa de obviedad porque se notaba en todo él—. Estoy muy nervioso, pero tú, ¿por qué tiemblas?

Ladeé la cabeza, un poco confundido y sin comprender. No fui consciente de eso, pero algo era claro: me costaba mantener el control de la situación con él; incluso me maldije porque intenté responder con seguridad y acabé trabado al hablar:

—Yo-yo no lo-lo sé... —Tomé una enorme bocanada de aire y luego de soltar con brusquedad, busqué sus labios de nuevo—. Creo que me pones nervioso.

La sensación extraña hacía estragos conmigo y aunque ambos quisimos concretar el asunto aquella mañana, estábamos empalmados. Él admitió nunca estarlo de esa manera; aun así, no pudimos completar la operación.

—Espera, espera, tú, ¿estabas nervioso? ¿Tú? —preguntó Ricky sorprendido, luego de escucharme.

Entonces, volví a asomarme desde debajo de la almohada, vi su boca formar un enorme círculo perfecto, fue inevitable reír ante ese gesto. Aproveché de quedarme en pantalones para estar más cómodo sobre la cama y él volvió a indagar:

—Kevin, entonces, ¿no pasó nada con él?

—No dije eso —contesté sonriente y enseguida me miró con ceño fruncido—. ¡¿Quééé?! Pepe, no empieces, yo no obligo a nadie. —Un nuevo almohadazo me gané y enseguida se la arranqué para evitar otro ataque.

—¡Eres despreciable! —gritó, fastidiado, al verme llevar la almohada sobre mi ingle para simular una cabalgada mientras gemía guarradas como: "¡Oh, Kevin, sí, qué rico, más duro" o "¡Eres lo máximo, qué grande lo tienes, vas a atravesarme el esófago!". Aunque no fue eso exactamente lo que pasó en el viaje.

Ricky se levantó de la cama y caminó a la puerta, no paró de regañarme durante el trayecto mientras yo seguí con la misma tontería. Entonces, a punto de salir, volví a llamarlo con la única intención de fastidiarlo una última vez:

—Ya, pues, modo serio. ¿Qué hay de ti? —Él ladeó la cabeza sin comprender y yo continué, muerto de risa—. ¿Te decidiste? ¿Prefieres al abogado pan dulce o el arquitecto amargado? Mi consejo de hermano es: sácale provecho a ambos.

—¡Ay, cállateeeee!

El portazo que dio al salir retumbó la habitación entera, incluso una repisa con sus libros locos cedió y morí de risa; solo levanté Heaven porque estaba más cerca, además, la portada se me hizo sexi.

Volví a acomodarme en la cama, una vez calmado el ataque de risa, e intenté dormir; pero el recuerdo de cierto encuentro que omití contarle a Ricky me obligó a fijar la vista en el techo, largo rato, preocupado. Sentí miedo por tratarse de alguien que habría deseado no ver en San Sebastián durante el viaje y solo esperaba que el pasado no me alcanzara de nuevo.

Sacudí la cabeza y decidí leer esa historia de amor prohibido entre un par de chicos en la España de los años ochenta, para despejar la mente, hasta ser vencido por el sueño.




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Y he aquí la segunda actualización del día de celebración 💖, espero hayan disfrutado 🤗

Heaven de TriciaRoss2 , un BL ambientado en la España de los años 80s donde un par de adolescentes que estudian en un colegio cristiano comienzan a experimentar una pecaminosa atracción que amenaza con quemarlos. Tienen que leerlo porque está hermosamente escrito💖

Ahora sí me despido y nos leemos prontito mis corazones 💖

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