III: Omar (II)

Apenas balbuceé; el chico, no dudó en tomar mi mano para conducirnos a la barra, sentí un cortocircuito en mi palma al rozar su piel y a punto estuve de liberarme, aunque le permití seguir.

—¡Eres muy alto! —exclamé impresionado porque no esperaba eso, parecía rebasarme quizás por un par de centímetros y eso era decir bastante frente al metro ochenta y cinco de mi estatura.

—¡Estás que ardes! —dijo al mismo tiempo que yo hablé y resultó de lo más gracioso.

Ambos reímos ante la sincronía en cuanto nos sentamos, pero a la vez percibí mi cara en llamas hasta las orejas debido a sus palabras.

—Perdón, Omar, pero tenía que decirlo. —Él suspiró complacido y yo no pude evitar cubrirme la boca ante la pena—. Es que, con ese porte y estilo de barba, la chaqueta de cuero... ¡Uuuf! Pareces un motorizado sexi. Así como un bad boy del tipo Travolta en Grease.

No pude evitar reír, él soltó un silbido de admiración mientras se abanicaba con una mano y yo sentí deseos de escapar, estaba nervioso por la situación y aunque Kevin era amable, me apenaban sus halagos.

—Ya, ya, ya, está bien, no diré nada más de tu apariencia; solo una cosa: ¡Sin duda has alegrado mi cumpleaños!

De nuevo reí por sus cosas, aunque eso último me recordó que llevé algo para él. Introduje mi mano derecha en el interior de la chaqueta para extraer el obsequio, su emocional rostro en cuanto vio el paquete, más al tenerlo consigo, fue todo un poema.

—No sabía qué regalarte, pero ya que estudias enfermería creí que podría servirte.

Kevin se apresuró a desprender el envoltorio con una sonrisa que se amplió muchísimo más en el momento que abrió el estuche duro y negro que contenía diferentes implementos médicos.

—¡Omar, no lo puedo creer! —gritó entusiasmado y el ardor de mi rostro incrementó— De verdad, ¡es increíble! Un estetoscopio Littmann y encima personalizado con mi nombre grabado en estos anillos de acero, oxímetro de pulso, termómetro digital, bolígrafo, led, tijera, martillo, pinzas, un montón de cosas más... todo en este genial y cómodo estuche que puedo llevar a dónde sea. ¡Maldición, Omar! Te pasas, no esperaba esto. ¡Gracias!

El chico saltó sobre mí y me abrazó con tal efusividad que no supe cómo reaccionar. Todo en mi interior se descontroló ante su tacto, de nuevo hice cortocircuito.

—Me-me a-alegra que-que te gu-guste.

Kevin no dejó de reír y regresó a su asiento, apenas notó mi tartamudeo nervioso.

—Perdón —dijo entre risas—, perdón, me emocioné. ¿Cómo? No, ¿cuándo compraste esto? Omar, quiero decir, ¡tiene mi nombre!

—Lo sé...

—¿Hace cuánto planeabas invitarme?

—Te diré la verdad... —hablé dubitativo y lo vi asentir sonriente— pensaba enviarlo a la residencia por mensajería.

—¡Quééé! ¡Nooo! Así no vale. —Se quejó en alto, muerto de risa.

Sentí una mini taquicardia al verlo acercarse un poco, medio apoyado sobre la barra, las ráfagas de fuego que emanaron de sus ojos amenazaban con quemarme. El tono de su voz mutó en uno más coqueto que me erizó la piel.

—Por fortuna, preferiste salir conmigo. Gracias.

Mi corazón se desbocó y lo único que atiné en tal momento fue llamar al barman para pedirle un par de bebidas heladas. Necesitaba bajarle a la sensación de ardor que recorría mi piel.

Captó mi atención el sujeto con acento francés que nos atendió, portaba un parche en el ojo izquierdo e inmenso sombrero de capitán pirata. Pensé que su imagen era parte del estilo del bar hasta verlo con traje formal en una fotografía junto a Mr. Fisher en lo que parecía la inauguración.

—¿Curioso por el parche? —preguntó Kevin antes de tomar su cerveza y presuroso negué en silencio— ¿Seguro? Créeme, es normal y él no tiene problema por contarte, si le preguntas.

Observé a Kevin sorprendido, la verdad me resultaba curioso, pero no quería sonar entrometido. Sin embargo, él volvió a insistir. Continuamos nuestra conversación trivial hasta la siguiente aparición del barman, por un momento me negué a indagar, pero el joven a mi derecha decidió preguntarle por mí.

—¡Aaah!, era eso, marinero de agua dulce —contestó el sujeto de lo más tranquilo, simuló un tono pirata— Te cuento, estaba en una exploración marina junto a mi mejor amigo, el cabrón este... —Señaló la fotografía donde aparecía junto a Fisher—. Encontramos a un pez espada con el hocico atorado en un plástico de six pack, tú sabes, nuestra contaminación les afecta. Entonces quisimos liberarlo y nervioso, me atacó.

«¡Santo Dios, eso es terrible!», pensé consternado y de seguro mi cara denotó tal sensación porque el sujeto se apuró a continuar:

—Yo no lo culpo, es un animal y bueno, son cosas que pasan. —Finalizó con una sonrisa y luego siguió adelante, atendió a su clientela mientras mi corazón se estrujaba.

—¡Eso fue horrible! —le dije a Kevin, impactado, pero el chico sonrió. De hecho, luego de un trago a su cerveza comenzó a reír bastante alto y yo no lograba comprender.

—No te sientas mal, nadie sabe cuál es la historia real, lo único constante en sus anécdotas es que exploraba en algún sitio junto a su mejor amigo, el resto siempre cambia.

—¡¿Me lo juras?!

—La primera vez que vine, me dijo que intentó salvar a su mejor amigo, que fue perseguido por un enjambre de abejas africanas y aunque lo consiguió, una abeja logró consumar la venganza con su ojo.

—¡¿De verdad?! —pregunté sorprendido y Kevin asintió en medio de risas.

—¡El tipo es un mitómano! Vuelve a preguntarle en unas horas y de seguro te dirá alguna otra cosa.

Fue inevitable reír, el sujeto contó aquello con una naturalidad y convicción abrumantes, imposible que mintiera o eso creí.

—¿Te sientes más tranquilo ahora, Omar?

Ladeé la cabeza, algo confundido, como respuesta, y él continuó:

—Te veías muy nervioso, pero creo que ya te relajaste —añadió sonriente y le devolví el gesto. Comprendí que lo del barman fue una excusa para disipar mi miedo.

—Sí, gracias.

Compartimos una sonrisa. Las pláticas continuaron, brindamos por su cumpleaños y luego de un largo trago me atreví a preguntarle aquello que no dejaba de rondarme la cabeza.

—Kevin, ¿por qué preferiste esto a una fiesta con tus amigos, como cualquier chico de tu edad?

El joven hizo una seña con la mano, me pidió esperar un momento mientras tomaba otro trago y luego respondió:

—No voy a mentirte. Mi cumpleaños no es una fecha real... —Contemplé a Kevin, extrañado, y él se apresuró a continuar—: quiero decir, este día no conmemora mi nacimiento, porque la realidad es que no sé cuándo fue, las personas que se hicieron cargo de mí, asignaron esta fecha.

—¡Oh, eres adoptado!

—Digamos que algo así. ¿Sabes qué? Olvida todo esto.

—Bueno, y esas personas, ¿por qué no celebras con ellas?

—Ah —expresó con incomodidad—, no debí hablar de esto. Lo importante es que tú has alegrado mi día y por eso te agradezco.

Finalizó con su galante sonrisa. Comprendí el porqué de la gran emoción en cuanto aceptó salir y la nostalgia detectada en su voz al creer que cancelé: por primera vez disfrutaba tal día. Decidí apegarme a su decisión sobre el cambio de tema, después de todo, él intentó hacerme sentir cómodo todo el tiempo y yo también quería lo mismo.

La noche transcurrió entre tragos, juegos y anécdotas; la verdad, resultó sencillo hablar y compartir con él. El chico era un alma vieja y además tenía cada historia alocada de sus prácticas en el hospital, imposible no reír.

A pesar de pasarla bien, más de una vez, el ruido propio del sitio nos obligó a gritar para comprendernos, entonces, fue él quien sugirió ir a otro lugar más privado. Todo el nerviosismo, pena y pánico que sentí al principio, retornaron con más fuerza; se me trabó la lengua en el acto.

—Omar, quita esa cara —habló en un tono risueño—. Pensarán que te hago una propuesta indecente.

Sentí el rostro en llamas hasta escucharle reír, entonces sus palabras de nuevo buscaron mi calma:

—Oye, no te invito a un hotel... —me dijo en tono bajo y no supe que dejé de respirar hasta soltar todo el aire contenido con brusquedad. Sin embargo, el ardor en mi rostro retornó con su siguiente frase—: bueno, eso solo si tú quieres.

Busqué calma, refugio, santuario y todo lo que necesitara para calmarme, justo en el fondo de mi jarra de cerveza mientras le escuchaba reír y disculparse. Era obvio cuánto disfrutaba jugar con mi inexperiencia.

—Perdón, perdón, no me pude resistir, Omar. Escucha, te lo dije antes, quiero que nos conozcamos más y con solo ir a caminar por la playa juntos, estaré bien; es esa mi propuesta.

—¿La playa? ¿Ahora? Son casi las dos de la madrugada —le dije algo confundido, señalé mi reloj de pulsera, luego de verificar y él se encogió de hombros, sonriente—. ¿De verdad quieres eso?

—¡Claro que sí, Omar! Anda, salgamos de aquí y pido un Uber.

Un lánguido y sonoro suspiro dejé escapar al verlo llamar al barman para cancelar la cuenta, negué con la cabeza y le indiqué que yo me encargaría, después de todo, era su cumpleaños. Por primera vez durante la noche veía un poco ruborizada sus mejillas, al parecer no le gustaba mi decisión, pero aceptó sonriente.

Nos dirigimos a la salida a buscar nuestros teléfonos y una vez más le dije que yo me encargaría en cuanto intentó solicitar el Uber.

—Pero Omar, ¿entonces? —preguntó confundido. Le señalé la motocicleta, quedó perplejo, abrió la boca en demasía— ¡No me jodas, una Harley heritage softail classic! ¡Uuuf, de verdad eres motorizado!

—Bueno, sí, ¿te gustan las motos? —pregunté al acercarme a mi vehículo y él asintió con una enorme sonrisa— ¿Quieres conducir?

—¿De-de ve-verdad me dejarías?

—¡Claro! Es tu cumpleaños.

Me costó no reír ante su emoción, lucía algo pueril. Liberó un suspiro en cuanto abordó, incluso acarició la parte superior de mi bebé, sonreí porque yo mismo solía hacerlo antes de encender. Sentir el calor de su cuerpo contra mi pecho en el instante que subí tras él, aunado a la vibración propia del motor, descontroló todo dentro de mí y supuse que notó mi reacción, ya que lo escuché liberar una risita.

—Agárrame fuerte, Omar, esto será salvaje.

Escuchar su voz grave decir aquello, me produjo un mini infarto y sí que no mentía. Iniciamos la marcha, en cuestión de segundos, ya volábamos por la carretera desierta. El rugido del motor, sumado al viento que impactaba mi rostro, consiguió serenarme, pese a la cercanía de nuestros cuerpos. Kevin no dejaba de gritar entusiasmado en cada incremento de velocidad y eso me sacaba una nueva sonrisa.

—Conduces bien —le dije, apenas aparcamos en un lugar rocoso de la playa al cual iba por vez primera también, con grandes peñascos, rompeolas e incluso en una parte, las inmensas rocas formaban una especie de portal oscuro o al menos lo parecía desde mi posición.

Resultaba curioso que, a pesar de visitar esa playa, varias veces antes con mi familia, fuese la primera vez que notaba tal sitio. Kevin descendió del vehículo y me devolvió una sonrisa.

—Te dije que me gustan, vamos.

Caminamos despacio entre las arenas blanquecinas que resaltaban en la penumbra por acción de la luna llena, hablamos, le conté de mis miedos; él, con una amable sonrisa, dijo que nunca tendría que fingir al estar juntos y así pasamos largo rato entre pláticas.

—Sabes, eres un caso curioso, Omar —expresó en un comprensivo tono al hallarnos sentados sobre un enorme rompeolas donde el mar se estrellaba violento bajo nuestros pies descalzos, lo observé algo confundido y él continuó, sonriente—. Lo digo porque no cualquier padre hace lo que tú con tu hijo mayor, es hermosa la relación que llevan.

—Bueno, sé cómo se siente el miedo al rechazo y no quiero eso para él.

—Entiendo, por eso resulta curioso. Digo, ¿qué te impide aceptarte, entonces? O ¿Por qué temes contarle a tus hijos algo de esto?

Por largo rato no dije nada, él tampoco insistió. Fijó la mirada hacia la negrura del horizonte, donde escasas embarcaciones lográbamos divisar. No supe responder. Temía a la reacción de mis hijos al conocer mi verdad, ¿se molestarían? ¿Me creerían un hipócrita?

—No lo sé, Kevin —apenas contesté, cabizbajo, ni siquiera supe si él escuchó mi murmuración en medio de los fuertes embates del oleaje y el silbido del viento—. Amo a mis hijos y por tolerantes que sean, Mari, me pidió buscarme una novia e incluso lo recalcó antes de regresar a la escuela de música en Barcelona; Mike también desea que no esté solo, aunque quizás para él sería más sencillo comprenderme...

—¿Más que el mayor? ¿Qué no es él tu hijo homosexual?

—Sí, pero de los tres, fue Oli quien convivió más con mi esposa, es quien tiene más recuerdos felices de nuestro matrimonio y temo piense que todo aquello fue falso.

—Oh, comprendo.

—Por eso estoy en esta lucha constante entre quien soy en realidad y quien debo ser por ellos, son todo lo que tengo, me aterra alejar...

No pude continuar mi acelerado y muy nervioso parloteo, cada palabra quedó trabada en lo más profundo de mi garganta ante el repentino beso de Kevin.

Su mano derecha la sentí en el cuello y con cuidado me acarició la mandíbula conforme sus labios se apropiaron de los míos. El contacto fue breve, un nimio beso robado que consiguió callar mis nervios, pero descontroló todo dentro de mí.

—Lo siento, Omar, perdón, no quise... —Kevin se disculpó veloz contra mis labios y aunque jamás tuve tal acercamiento con un hombre, la curiosidad y el anhelo superaron al intrínseco miedo. Me atreví a acunar su rostro y con una nueva dosis de nervios, viajando por cada milímetro de piel, reclamé posesión de su boca. El corazón golpeaba dentro de mi pecho, de abrumadora manera, lo creí destrozarse en cualquier momento.

La suavidad de sus labios era el éxtasis y cada movimiento que su experta lengua realizó dentro de mi boca detonó choques eléctricos hasta mi vientre. Mi mano derecha abandonó su rostro y presurosa se dirigió a su espalda baja para ejercer presión y acercarle más de lo que ya nos encontrábamos en aquel desolado lugar; quería embriagarme con el calor de su piel.

—Omar, es primera cita —susurró en un irónico tono bajo contra mis labios, apenas nos separamos un poco para tomar aire. Aunque comprendí la broma, sentí el rostro arder, a punto estuve de erguirme y descender de aquel sitio, pero su sonrisa me convenció de quedarme.

—¿Qué hace un chico como tú con un viejo como yo? —le dije en bajo.

Su primera respuesta fue un casto beso al cual le siguió una penetrante mirada, de esas que sin parpadear se clavan dentro de ti y son capaces de transmitirte la más pura verdad. Su boca tembló al hablar:

—Al diablo la edad, me gustas, Bombón. 



♡⁀➷♡⁀➷♡⁀➷♡⁀➷♡

Contador total Word hasta este punto: 9.4k

Y nos leemos de nuevo😆 ¿qué les va pareciendo esta cosa?😅

Volvemos prontito, lo juro😜

Este sale con dedicatoria para PaulaMarinkovic7 por el apoyo y cariño que suele brindar a mis historias 💖 muchísimas gracias mi corazón.

A todos lxs lectorxs, gracias por el apoyo a este pedacito de historia, mis dulces corazones multicolor 💛💚💙💜💖

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top