🌌💐LXXVIII💐🌌

Rumbos distintos.
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[ⅠⅩ]

(Día 2).

De la seguridad a la confusión.:

Era el día de la celebración al que cumplía años, el mencionado estaba más que satisfecho con aquella hermosa fiesta, todos alegres al margen de las tradiciones, aunque algunos las mantenían a cabalidad como era el caso del saudí.

Estaban aun en aquel lugar tan espectacular en donde se había llevado la recepción en donde la luz de sus ideales de había encendido buscando la fortaleza entre quienes consideraba sus hijos, muchos de ellos debían estar juntos aun cuando ninguno se podía dar cuenta, la cuestión era saber el porque el egipcio llevaba una alianza en su mano, con quien pudo haberse aliado de aquella manera. Era un enigma.

El sol estaba en la cúspide de la bóveda celeste, todos estaban en el gran salón, las damas habían preparado un numero especial de danza y la mayoría de ellos compartían sentados de forma cómoda una shisha, todos tan tranquilos y relajados.

Todos quedaron en silencio y severamente embobados por la belleza de las damas en aquellas vestiduras que dejaban ver más de su piel que de lo habitual, la que comandaba aquella danza de velos y el movimiento de sus caderas y vientre fue la joya de Medio Oriente, era Siria.

Sus suaves movimientos sin importarle aquellas marcas en su cuerpo eran tan hipnotizantes al igual que su mirada coqueta donde sus labios cubiertos por un velo dorado dibujaban una sonrisa ladina, sus compañeras la acompañaban con delicadeza en sus movimientos tan elegantes y emocionantes, todas parecían seres celestiales que deleitaban a sus miradas de un espectáculo magistral y magnánimo en belleza sin igual.

Era la tentación disimulada para el egipcio quien simplemente se mantenía expectante y en silencio total, siguiendo con su mirada a quien lo había cautivado desde que había atravesado las suaves cortinas de terciopelo del gran salón, nada menos que la libia.

Libia tenia un cuerpo escultural, sus suaves movimientos lo hacían estremecerse del deseo, su mirada sobre el velo celeste que cubre sus labios transmitían una sensación de lujuria, se sentía atraído hacia su belleza, una belleza prohibida. Una a la cual no estaba preparado para lidiar.

"La carne es débil".

Sentía una culpa por aquellos vanos pensamientos mórbidos que cruzaban por su mente, aun cuando convida con aquellos a quienes considera amigos o tal vez hermanos, sentía que traicionaba con su mente a aquel que le había prometido amor y fidelidad eterna, observo el anillo de su dedo con detenimiento, sintiendo la añoranza de volver a tenerlo entre sus brazos como los anteriores años después de su matrimonio, añorando que todo volviese a ser como antes. Cuando todo lo que necesitaba era simplemente su amor, su cariño y su persona para sentirse totalmente completo. Ahora exigía más que ello, era mucho mas que eso...

Cuando aquella danza había acabado y las damas se habían ido a cambiar de vestimenta en una solemne ovación, todos habían acordado visitar las playas de El Cairo, no seria tarea difícil conseguir cabañas o algunas lanchas o yates, el dinero no era problema, y en aquel día muchas cosas podrían llegar a suceder, todo era posible.

Lejos de lo que fuese tradicional se subieron a un hermoso yate, seria un viaje sobre mar donde convidarian mientras algunos se magnificarían con las hermosas vistas sobre el mar, aquel yate tenia un fondo de cristal en donde podían ver las maravillas del fondo del mar, como algunos peces nadaban casi sobre el arrecife.

—Te noto distraído ¿pasa algo?.—preguntó la libia posicionándose a lado suyo mientras observaba el horizonte.

—No sucede nada, solo son recuerdos...eso es todo.—dijo con simpleza observándola fijamente a los ojos.

—Te conozco, te sucede algo, puedes decírmelo. —deposito su mano sobre la ajena incomodando al egipcio.

Egipto observo aquel detalle y alejo rápidamente su mano, estaba nervioso, estaba confundido y a la vez asustado por aquellas sensaciones tan extrañas y primigenias que su cuerpo llegaba a experimentar, eran tan similar a las sensaciones que Israel despertaba en él solo con la diferencia de quien las revivía por así decirlo era Libia, se sentía atraído por su belleza, por aquella forma suya de ser, tan amigable, risueña y extravagante aun cuando provenía de una religión en la cual la vestimenta femenina exige bastante ser muy cubierta.

—Disculpa...debo irme...—se excuso nervioso observando la confusión en el rostro ajeno.

Ella lo miro y asintió claramente confundida, sentía que estaba más cerca de cautivar el corazón egipcio de lo que antes estuvo, creía con firmeza que aquella argolla era un simple adorno, una idea que le había impuesto la Liga cuando se entero de su interés, eran alianzas  estratégicas, alianzas específicas con las cuales las relaciones diplomáticas se fortalecerían y crecerían favorablemente entre ambos, eran estrategias, unas de lazos inquebrantables.

Mientras aquella confusion rondaba por la mente del egipcio ya habían otros problemas suscitandose en el  mismo lugar solo que esta vez era un serio problema entre dos personajes sobre una misma persona.

—Irán debes ayudarme...—respiro profundamente el iraquí para luego proseguir. —estoy dispuesto a declarar mi amor por Siria hoy.

El iraní lo miro con una seriedad inquietante que borró la sonrisa esperanzadora que poseía el iraquí, observando como la misma empezaba a desvanecerse para dejar una linea severamente curva.

Irak...debemos hablar seriamente.—mencionó con clara neutralidad en su voz.

—¿Sucede algo?.—preguntó.

El persa hacia un ademán a lo lejos llamando con la misma a la Liga que llevaba del brazo con delicadeza a la siria.

—Lo siento...—manifestó con una falta de emoción en sus palabras y en su rostro.

Irak! Tenemos frente nuestro a la futura pareja del siglo!¿no es emocionante?.—exclamó alegre la Liga mostrando como las manos del persa y la siria llevaban argollas idénticas de plata.

El iraquí estaba anonadado, destrozado por dentro por lo que observaba, traicionado por aquel en quien confiaba sus secretos y manifestaba sus sentimientos como tales, aquel a quien consideraba un buen confidente se volvía un enemigo mortal, un hombre que había aprovechado sus conocimientos para cortejar a quien el amaba, a la hermosa siria a quien consideraba el amor de su vida.

Siria mostraba una vaga felicidad, como si no estuviera contenta por lo que sucedía, fue convencida de aceptar y ahora se arrepentía. Un arrepentimiento que jamas se manifestaría por que ya había dado su palabra, ya había dado su mano al persa en una promesa de matrimonio que se celebraría después de algunos meses, aun la fecha debía ser planificada por los gobernantes de ambos países.

—Lo..los felicito a ambos...con su permiso necesito tomar un poco de aire...—salió rápidamente de aquel lugar, había un singular brillo en sus ojos.

El rocío de primavera que decora los pétalos de las hermosas flores se manifestaba en su rostro en forma de gotas salinas que se deslizaban por sus mejillas mientras limpiaba cada una de ellas con sus puños, estaba dolido, se sentía engañado y sentía un fuerte dolor en su pecho. Como si aquel músculo latente que lleva dentro se hubiese roto en mil pedazos.

Miro el horizonte observando en su vista periférica a un egipcio preocupado, caminando de un lado a otro como si lo que le atormentara fuera lo peor del mundo.

Mantuvo una postura seria, evitando a toda costa recordar lo que había vivido, evitando pensar en su dolor. Evitando pensar en Siria.

—Te sucede algo?.—preguntó al mismo tiempo en que depositaba su mano sobre el hombro ajeno.

—Eh, no...nada...solo...emm...—tartamudeaba con nerviosismo, intentando buscar una excusa.

Irak se situó a lado del egipcio quien tenia la mente perdida en otras cosas, simplemente se quedo en silencio, mediando sobre sus sentimientos, intentando no sentirse tan dolido como ahora lo estaba, intentando olvidar el dolor que le causo aquella noticia que de seguro seria pregonada durante la entrega de presentes como el mejor de todos.

—Sera un largo viaje...—suspiro con pesadez captando la atención del egipcio.

—No dudes de ello... —agregó más calmado observando al iraquí que desprendía en su mirada tristeza.





El camino se traza...ya no hay marcha atrás, ha decido su destino...













El destino al infierno en la tierra, el infierno personal del cual todos temen.

Continuara...

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