🌌💐LXVI💐🌌
Día de Aseo
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—Israel!!.—llamaba preocupado Egipto.
Era para el demasiado raro y pavoroso despertar sin el israelí a su lado,saludandolo con una sonrisa enamorada en su bello rostro y regalándole un pequeño beso seguido de un buenos días lleno de amor y ternura incondicional.
No recibió respuesta alguna, los miedos lo invaden e inundan su mente de terribles posibilidades suscitadas en el preciso instante en que su cuerpo descansaba ¿Habra sido secuestrado?¿se habría marchado?¿Que había hecho mal?¿Habria salido a comprar algo y habría sufrido un percance? Mil y un otras ideas circulaban en su cabeza a medida que se paseaba preocupado por todos los rincones recurridos de Israel sin tener éxito alguno de encontrarlo.
La mesa tenia puesto un mantel blanco y de paso solo lo que se suponía seria su desayuno, una ensalada de frutas con yogurt de coco y seguido un vaso con jugo de manzana, unas tostadas francesas junto con un pequeño posillo de tajini.
Estaba tan exasperado que no podía pensar en degustar aquel delicioso desayuno que tal vez habría preparado Israel antes de ¿marcharse?¿fugarse? Ya no sabia ni que pensar con tan repentina desaparición que no tenia un justificativo. Él siempre le dejaba el recado de si salia a algún lado para no preocuparlo.
—Dónde estas...?.—murmuraba para si mismo intentando buscar algo que le saque aquellas ideas de la cabeza.
De repente, mientras descansaba su mentón sobre una de sus manos en estado pensativo escucho unos sonidos extraños provenientes de un lugar por debajo del suelo, guiado por los sonidos que se hacían más y más cercanos como fuertes en frecuencia se alivio al ver al israelí en lo que se suponía era un sótano, algo que lo tomo por sorpresa.
—Israel.—se abalanzó al mencionado y suspiro aliviado.—Me asustaste mi amor, pensé que...—fue interrumpido.
—Me había ido ¿fugado?¿escapado?.—cuestionó el hebreo enarcando una ceja mientras dejaba aquella canasta donde existía una variedad de objetos antiguos.
—No vuelvas a asustarme...casi me vuelvo loco al no encontrarte en nuestro lecho.—comentó con sentimentalismo a medida que dejaba de abrazarlo.
—No exageres, me desperté temprano, camine por los rincones de esta casa y me tope con una extraña puerta, por curiosidad la abrí y me tope con este sótano.—dijo con simpleza mientras cojeaba del lado derecho.
—Te caíste verdad.—comentó el egipcio observándolo atento y arrebatándole aquella canasta.
—Nooo.—Se excusó casi burlón pero el dolor hablaba atravez de los gestos de su rostro.
—No lo niegues Israel.—habló con seriedad obteniendo la respuesta que busca del rostro bicolor.
—Solo me torcí el pie pero ya se me pasara...—intentaba sonar convincente pero por más que intentara hacerlo sonar de aquel modo Egipto no se lo creía, su rostro lo demostraba.
Egipto observo el lugar, había baldes con agua y seguido escobas, trapos, trapeadores y demás objetos de aseo, había rincones que estaban siendo inundados con agua jabonosa mientras que otros tenían lugares ordenados y objetos que estaban en cajas de cartón que figuraban ser para tirar o simplemente devolver a Grecia.
—Estuviste haciendo el aseo?.—preguntó mientras tomaba un trapeador y un balde con agua en sus manos.
—Si!, ya falta poco.—mencionó tranquilo muestras pasaba una de sus manos por su cabeza con nerviosismo.
—Te ayudaré.—sugirió el egipcio.
—No hace falta yo puedo...—la mirada de Egipto ciertamente lo intimidaba.—aunque no me vendría mal una ayudita por aquí.—argumentó nervioso.
Ambos iniciaron el aseo en el sótano, limpiaron los rincones descubriendo otra puerta que llevaba a un pequeño cuarto donde existían un montón de artefactos para el aseo al cual también limpiaron. Los rincones de la casa fueron desempolvados, descubrieron un pequeño cuarto al cual limpiaron con hondo fervor, bueno, aquello lo hizo Egipto pensando en la posibilidad de que aquella habitación se de un pequeño retoño nacido de su matrimonió.
Una habitación para su utópica prole.
—Sera una buena habitación para el trabajo.—comentó Israel satisfecho de los resultados suscitados al haber limpiado el lugar.
—No lo dudo Israel, no lo dudo.—
Ambos descansaron un largo período, Egipto dio ligeros masajes en el tobillo de Israel con un antiinflamatorio para evitar que la zona se inflamara y acto seguido ayudo a reacomodar aquel hueso que se había torcido, Israel había demostrado valentía ante semejante dolor que habría sido torcerse el tobillo por un mal paso.
Descansaron con satisfacción por el trabajo realizado.
Un día de aseo bastante corto pero emocionante.
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