☼Eᴘɪʟᴏɢᴏ☼

╬╬════════════════════╬╬
Hubo una vez en que pensé que
estaríamos juntos hasta el fin, erré.
Fui incapaz de admitirlo y seguí
intentándolo, me aferre a tu recuerdo...ese fue uno de esos errores de los cuales llevas arrepintiendote por el resto de tu vida.

—Anónimo.        

╬╬════════════════════╬╬


Mayo, Tel Aviv- Israel, 15:00pm.:

Han ya transcurrido cinco años, lo sabe por que sus pequeños tiene aquella edad. Con el pasar de los días ansió con vehemencia conseguir su libertad pero aquella misma tuvo un gran coste.

Tendido sobre la superficie plana de una cama de hospital a permanecido estas últimas 17 horas, claramente desde el instante en que fue encontrado, repatriado e internado. Observa a su izquierda un suero de sangre, una trasplante que es capaz de mantenerlo de la forma en que esta ahora, consiente de todo lo que ocurre a su alrededor.

Pasa sus manos por sus antebrazos sintiendo repulsión, pequeños escenarios bombardean su memoria obligándolo a revivirlos con los ojos cerrados. Cuanto quisiera arrancarse su pecaminosa y deshonrosa piel, deshacerse del aroma de su pestilente perfume embriagante, dejar de sentir sobre su cuello sus suaves labios marcando su piel...dejar de verlo en todo su esplendor, con deseo y lujuria en los ojos...con odio, con rencor.

Aun con los ojos cerrados se reprocha en silencio, apretando los dientes en señal de impotencia ya que por aquellos escenarios se halla paralizado es capaz de nuevamente regresar a la realidad. Observar su ser y recordar que hace muy poco entre sus brazos meció a un pequeño que prontamente fue arrebatado de sus manos cuando se negó a alimentarlo, llego a odiarlo desde el instante en que lo vio y escucho llorar.

La puerta se abre con lentitud dejando ver a dos pequeños en compañía de alguien que conoce a la perfección. No podía creer lo que sus ojos veían, sus pequeños dejaron de ser aquellas criaturas vulnerables que sostenía entre sus brazos antes de marcharse para resolver sus asuntos, se convirtieron en niños pero aun vulnerables ante sus enemigos y en especial uno que con descaro fue capaz de confesarle quien era.

—¡Mami!.—vociferan alegres aquellos pequeños.

Agradecía a los cielos que su rostro se halle por lo menos decente para sus pequeños, los moretones fueron cubiertos por capas y capas de maquillaje, inclusive la parte lateral derecha de su rostro estaba vendada debido a que tuvieron que extirparle  el ojo que sus captores destruyeron con sus brutales golpes sin compasión.

—¡Isarel...habibata!.—he ahí su voz, aquella maldita voz que hizo un eco en su cabeza transmitiendo todos los recuerdos bonitos de su relación tergiversandolos con sus experiencias recientes.

Lo esperó, esperó y esperó con ansias su llegada. Como si de un cuento de hadas se tratase; él su caballero azul y él la damisela en peligro (de forma hipotética, claro esta). Maldijo aquellas noches enteras en las que era humillado, lo maldijo a él y a ellos en conjunto. Perdió las esperanzas en los últimos meses de su cuarto año de reclusión, supo desde entonces que sus palabras eran simple labia, palabras sin valor alguno que fueron capaces de envolverlo en una situación de una alegría utópica y tal vez imaginaria.

Por más que quisiera pintar en su demacrado rostro felicidad, una sonrisa siquiera en sus pálidos y resecos como maltratados labios era incapaz siquiera de intentarlo. La presencia de Egipto le quitaba gana alguna de hacerlo, quiso levantarse de aquella camilla, acercarse a él y golpearlo. Propinarle parte de las golpizas que su cuerpo recibió, decirle todo aquello que lleva atorado en el pecho desde aquellos días grises en que su humillación paso a otro grado de nivel, quiso de manera frenética y casi desquiciada tomar en sus manos su cuello y apretarlo de tal forma que le sea imposible siquiera articular un suspiro...romperlo y luego vería si se lamentaría en silencio o seria capaz de gritarlo a los cuatro vientos. Tal vez pensaría siquiera seguirlo en su transcendencia hacia el más allá.

El rencor se apodero de su ser, aquel corazón que con ansias esperaba la llegada de quien se supone es su complemento termino hecho trizas...se mutilo a si mismo y deshecho al amor en su último aliento. Un enorme vacío que el odio, el rencor y el resentimiento unidos por el miedo fueron capaces de llenar.

—Corderito...que te hicieron...—Egipto se acerco, sentado a su costado paso una de sus manos por aquel rostro que ansió volver a ver.

¡Oh cuanto había deseado que este día llegase! Cuando paso su mano por su rostro sintió aquellas sensaciones primigenias renacer en su ser, todo hubiese sido perfecto si él no se hubiese estremecido o siquiera hubiese volteado a verle. Simplemente intento vanamente escapar de su toque, se negó a mirarlo y cerro con fuerza sus ojos...aquello lo dejo inquieto y preocupado, más que todo furioso.

—Acompañenme pequeños.—se alejo de él y tomo a sus hijos para salir un instante afuera y luego regresar.—Israel...

—No vuelvas a tocarme.—interrumpió de manera cortante y fría Israel, de una manera aterradora aquel rostro que siempre lucio amigable se torno molesto, serio...un rostro que demostraba tener pocos amigos e inclusive ninguno.

Con cierta desconcertación empezó a acercarse, haciendo caso nulo a aquel comentario y/o advertencia.

—Mi amor...se por lo que has pasado...—tocar aquel tema y meter entre las palabras la palabra "amor" seguido de "mi" pusieron de mal humor al israelí.

Israel no espero más para estallar y dejar salir aquello que su corazón guardo y que sus labios habían sido privados de decir debido a que no lo tenia en frente.

—¿Mi amor?.—bufó de aquella palabra, tan solo una risa casi sarcástica estuvo a punto de salir de sus labios pero la misma murió dentro de su cavidad bucal.—¡No tienes ni la mínima idea de lo que sufrí ahí! ¡Te espere como todo un completo idiota, aferrándome a la sola idea de que el amor que siempre dijiste tenerme seria capaz de llevarte hasta mí!

—¡Pero yo te amo y aun lo sigo haciendo! Es más, si lo que te preocupa es Libia, nuestra relación acabo hace varios meses atrás. —intento cambiar de tema algo que simplemente agravó más la situación.

—Y que quieres, ¿que te felicite?, ¿que regrese contigo olvidando lo que me hiciste? ¿Que vivamos juntos como una familia perfecta y feliz a pesar de todo? Estas muy equivocado Egipto.—su mirada despectiva fue algo que empezó a hacer estragos en el egipcio quien siempre estuvo acostumbrado a una mirada llena de amor y no una rencorosa.—¡Por tu culpa estoy...estamos tal y como estamos, destruidos!

—Israel, estas siendo injusto con lo que alegas.—cansado de la victimización del israelí utilizó un tono más grave y menos suplicante en sus palabras.—Si, fallé. Te fui infiel, eso debo admitirlo pero no esperes que llegue a pedirte perdón por ello.

He ahí un punto que empieza a colapsar el vaso que retiene sus turbulentas aguas para no desparramarse sobre el suelo y agraviar la situación de sus vidas.

—No esperaba menos de ti Egipto, es más, ya lo venia venir...solo que tardaste mucho en aclarármelo de manera más sutil... —su deshago sacaba las verdades de su relación, escondidas entre palabras melosas que ocultaban sus verdaderos sentimientos del uno hacia el otro, tal vez sus verdaderas opiniones con respecto al otro.

Israel lanzo la primera piedra, piedra que Egipto no dudaría en devolver pero con mayor fuerza.

Por otra parte Egipto había perdido parte de su razón, más que ello su corazón se rindió y se canso de seguir insistiendo con algo que el contrario se niega a recuperar...de intentarlo siquiera.

—Vivi cansado de tu papel de víctima, me aburrí de nuestra patética rutina, es más hasta deseé que perdieras a aquellos niños que son la única razón por la cual aun seguimos juntos!.—con cada palabra dicha más se va hundiendo y con él su relación toma un camino sin retorno y con un final nada agradable.

—Crees que fui feliz contigo!? Te equivocas Egipto. Como deseé muy en el fondo cobrarte todo el daño que me hiciste desde que el maldito destino te puso en mi camino.—la única manera de contrarrestar la desilusión que consiguió con su severa conversación, es la utilización de las palabras hirientes.—No sabes como deseé que Turquía fuese el padre de mis hijos, que él hubiese sido el hombre con quien con el gusto del mundo me hubiese acostado y no así con tu desagradable presencia encontrarme a la mañana siguiente.—mil y un veces maldiceria su lengua, aquella que estupideces fue capaz de escupir pero que muy en el fondo era parte verdadera de un pasado inolvidable.

Para Egipto fue muy duro y un muy bajo golpe a su orgullo, escuchar de los labios de la única persona que amo en su vida que prefería mil y un veces a su enemigo fue denigrante. Sintió como su corazón caía al vacío hasta hacerse añicos, sintió sus manos álgidas y temblar mientras su mirada se clavaba en la ajena queriendo hallar reconfortacion al saber que no lo decía de verdad más solo para herir. Sentía y vivía aquella sensación que obligo al israelí a escapar de sus brazos y refugiarse en los turcos.

—No eras el único, yo añoraba sentir los delicados toques de una fémina y no así encamarme con una persona que esta por muy debajo de mí, mientras lo hacíamos pensaba en cuan otra fémina entre mis manos...no te creas tan especial. Si aun esperas escuchar de mi un "lo lamento" pierdes tu tiempo.—correspondió a aquellas palabras hirientes de la misma manera, empleando aun más mentiras que verdades que el contrario dejaba salir de sus labios como veneno.

—¡No sabes cuanto te odio Egipto! ¡Te maldigo y seas mil veces maldito por todo el mal que me hiciste y por todos los malos momentos que me obligaste a vivir!.—estalló y la habitación se vio ambientada por sus gritos, los insultos no se dejaron esperar, cada uno en el idioma que sutilmente suelen manejar.

—¡El sentimiento es reciproco Israel! ¡Es más...—en su locura, en su estado de desilusión fue capaz de acercarsele y depositar sus manos sobre aquel frágil cuello que con tentación quería besarlo.—...terminare tu sufrimiento y acabare con el mío!.

Ejerció fuerza sobre su cuello, aquellas manos vendadas y conectadas a un suero de sangre intentaban alejarlas de manera vana. Era mucho más fuerte que él y se aprovechaba de ello. Lágrimas se deslizaron por su rostro correspondiendo con las ajenas que se deslizaban sobre un rostro que fruncía el ceño y apretaba los dientes.

Ahí todos sus recuerdos pasaron por su mente, por más palabras hirientes que hubiese utilizado él y sí mismo no podía negar que su mejor historia de amor fue a su lado y que no podia acabar con él y aquella historia de esta manera.

Alejo sus manos de aquel cuello, alejado a una distancia considerable lo vio tomar aire, grandes bocanadas seguidas de un leve masaje sobre la superficie dañada.

—Yo...yo aun te amo Israel...—respirando con cansancio aquellas  palabras tranquilizaron la ira de quien las recibía. Un simple suspiro que transmite un sentimiento poderoso que el otro se niega a dejar.

—Yo...yo...ya no te amo, tu amor es veneno, me lástima... Me mata...—con el pesar del mundo manifestó aquellas palabras para alejarlo de si mismo, ya no era digno de nadie, no merecía los toques de él como tampoco él estaba dispuesto a recibirlas si tan solo supiera su verdad.—Esto...esto es lo que me hace tu amor.

Se señalo a si mismo y acto seguido se quito aquellos electrodos, el suero y las vendas dejando ver su deplorable estado, su cuerpo casi esquelético cubierto de heridas y moretones, algunas heridas de gran magnitud y profundidad.

Empezó a quitarse la venda que cubría parte de su rostro dejando ver el vacío de la cuenca de su ojo, simplemente fue devastador ver que uno de sus hermosos ojos ya no estaba ahí para verlo, un simple vacío que tal vez un ojo de cristal o un implante sería capaz de llenar. Dejo de ser aquel ser que hace años conoció, si, en efecto seguía siendo el mismo pero por dentro era distinto, ya no era ni la sombra de lo que fue.

Egipto se quedo mudo, llorando y quebrantándose por dentro al ver como es que su amor fue capaz de llevar a la única persona que más ama hasta esa instancia donde apenas lo reconoce.

—Lo siento...

—Tus disculpas no podrán remediar todo esto, es tarde para pedirlas cuando el daño ya esta hecho...

Intento acercarse, tomarlo entre sus brazos, abrazarlo y derrumbarse ante sus pies suplicando perdón por algo que no hizo. El simple hecho de la culpa lo obliga a ver desde una perspectiva más deplorable, humillarse del mismo modo en que el lo hizo, sentir el dolor que el cargo por muchos años hasta hoy. Vivió de manera indirecta aquel dolor que él vivió en carne propia.

—Tan solo...solo hagamos el intento...

—Yo no estoy dispuesto a intentarlo...como tú eres veneno para mi yo lo soy para ti...tan solo vete...vete por favor...

—Y nuestros hijos?, que pasara con ellos Israel...no pueden crecer en un ambiente de discusiones y situaciones semejantes a esta.

Israel lo miro, aun con las vendas que cubrían parte de su rostro en sus manos y con la debilidad de su cuerpo queriendo tumbarlo al suelo fue capaz de mantenerse firme en su decisión, no volvería atrás... Ya es incapaz de hacerlo.

—Sabes...me alegra ver que mis hijos crecerán con dos figuras paternas a su lado...simplemente deseo que ambos puedan ser capaces de educarlos del modo en que yo siempre desee.

Hablo en tercera persona, claramente renunciando a lo único que daba sentido a su existencia para no arruinar sus vidas con su amargura y rechazo.

—A que te refieres Israel, solo seremos tú y yo nada más...

—Solo seras tú y ellos Egipto...yo...yo soy incapaz de quererlos...estoy muerto por dentro, los traumas que llevo conmigo podrían jugarme una mala pasada y terminarían llevándome a la locura...

—Entonces...

—Renuncio a ellos y te concedo la tenencia legal de ellos...cuidalos y quierelos de un modo mucho mejor que cuando lo hiciste conmigo...vete...ya llegara el día en que te firme un papel dejando en claro mi decisión.

Anonadado salio de aquel lugar, no renunciaría y seguiría luchando para que él fuese capaz de estar a su lado y consigo criar a aquellos pequeños del modo en que alguna vez siempre quisieron hacerlo. No lo dejaría desamparado, iniciaría desde cero con tal de conseguir aquello a lo cual se niega renunciar.

—Muy bien corderito ~.—canturreo cerca suyo, podía sentir su aliento chocar con su rostro.

Su mirada, aquellos orbes que conoce y desconoce al mismo tiempo ahora lo ven con deseo, con el cinismo del mundo cruzó aquella puerta con un pequeño ramo de flores entre las manos.

—Espero que no le hayas contado nuestro secreto mi amor...

—No...no lo hice, hice aquello que me dijiste que hiciera...ya dejame en paz, dejame solo...

—Porque estas triste, al fin y al cabo te deshiciste de aquello que te estancaba en la infelicidad, ahora seras feliz!

—Infeliz dirás...

—No mi amor, ahora estamos juntos. Ahora compartimos un secreto que nadie más debe saber corderito~

Él tomo entre sus manos sus mejillas y lo obligo a mirarlo, con tan solo hacerlo fue capaz de amenazarlo de muerte si es que no fuese capaz de cumplir sus deseos y caprichos.

—Di que me amas Israel...—susurro en su oído de una forma aterradora mente dulce.—hazlo.

—Te amo Turquía...

—Y yo a ti Israel.

Él lo obligo a besarlo y él se vio obligado a seguirle el juego, un beso amargo que es capaz de destruir todo a su alrededor... Capaz de acabar de una forma atroz con una hermosa historia de amor que nunca mereció este fin.

—Tú me perteneces al igual que yo te pertenezco, ese es nuestro destino tierno borreguito...estar juntos.

Un final bastante amargo...

Fin.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top