☪Capítulo Ⅲ☪
El desconocido, una puerta a la verdad.
°•~━━━━━━━━━✥❖✥━━━━━━━━━~•°
Athenas, Grecia; Abril 23, 14:25pm:.
En si fue difícil acercarse a aquel pequeño, mas aun cuando no puede cultivar en su frágil mente su imagen paterna como tal, un derecho al que renuncio en un momento de cólera contra el turco. ¿Como estaría el en estos momentos?.
La mirada despectiva del pequeño, aquella forma tan cauta en que se le acerca para solo intercambiar preguntas y respuesta, algunas veces saludos y despedidas y muy pocas diálogos vacíos que no llevan a nada concreto. Se sentía feliz pero extrañamente triste, ver que aquel infantil rostro se la pasa nostálgico y melancólico por los rincones le hacen pensar que fue un error arrebatárselo al turco, que podía hacer ¿quedarse callado cuando sabe demasiado? ¿Intentar ser feliz a costa de la infelicidad de los demás?, no podía.
El más grande de todos los pequeños que pudiesen existir en el mundo, su llegada fue el ápice de esperanza para aquellas parejas que ansiaban tener una descendencia que compartiera sus mismos caracteres biológicos como de los de su pareja, en si, aquel pequeño llegaba a ser una excepción llena de sorpresas que pronto a lo largo se descubriría.
Gretur, tan solo el nombre de aquel pequeño, una mezcla entre los términos de su nombre y de su ex pareja, que hermoso sonaba en su cabeza, tan solemne como un canto épico lleno de gloria. Adoraba los segmentos de su piel semejantes a los suyos con la diferencia de que poseía una característica nata del turco, sus ojos...¡ah sus ojos! Celestes como los suyos, como si se tratase de un pequeño pedazo de cielo en sus manos. Alejado de los problemas que pudiese tener el egipcio y el turco con relación a su atroz crimen que niega rotundamente catalogando de calumnia, permanece así sin tener la mínima intención de meterse en aquel lío de categoría mundial.
Lo desconocía, era ver la imagen que siempre amo derrumbándose frente a el dando a conocer una figura atroz tras aquella apariencia amable y divertida que solía manejar cuan joven era. ¡Ah recordar aquellos días de oro! Pensar en que un día asistió a un bar común y corriente con el único motivo de ahogar sus penas de amante trágico lo conoció, tocando la guitarra en un solo con su armoniosa y única voz celestial, una voz sin igual que captó su atención, la forma tan libre en que su alma se hallaba a la hora de cantar en su idioma, la forma en que su mirada conecto con la suya a la par que vio como le sonrió de forma coqueta, recordar que ese día al marcharse nunca olvido el color de sus ojos turquesa.
Tan solo suspiro mientras observa a aquel pequeño quedarse quedo frente a la ventana que da a las distintas ciudadelas que lo rodean, aquellas casas acopladas una cerca de las otras. Le recordaba tal vez a el de alguna manera, esa forma en que suspira, la forma en que sus ojos permanecen hipnotizados por el paisaje de lo que se supone también es parte de su ciudad natal, disfrutando de lo que es en parte su esencia.
—En que piensas hijo?.—se acerco al pequeño intentando romper la monotonía del ambiente sin tener el resultado que esperaba.
—No soy tu hijo, ¡Tu no eres mi padre!.—le grito enfadado, cuanto odiaba que se dirigiera de esa manera, no era nada suyo puesto que solo tenia al turco como su único padre.
Y lo miro marcharse, no seria tarea fácil acercarsele mas tampoco seria imposible. Algo que agradecía al turco era el hecho de que en su peor momento de pareja no se hubiese deshecho de el y hubiese agarrado la valentía de tenerlo aunque había un claro motivo para hacerlo. No dudaba de que detrás de su decisión se hallaba la mano de su gobierno, siendo tan conservadores ¿como permitirían aquello que consideran una aberración?.
Se lamentaba el hecho de haberlo dejado, de haber sido tan cobarde al haber huido de su responsabilidad dejándolo sólo con algo tan importante y único como lo era él, haberse perdido aquellos instantes que siempre envidio de la vida en pareja del egipcio y el israelí, estar a su lado, tal vez escuchar los latidos de su pequeño corazón o siquiera sentir su pequeña patadita en el vientre del turco, sabiendo que todo aquello sonaba raro aun prefería imaginar que era algo muy normal.
Tan solo se imagino al joven turco a su lado como siempre solía estar aquellas veladas en que pasándose de copas siempre acababan en la cama, siempre recordó su grata compañía y vivió siempre con las mismas, siempre viviría con aquel grato recuerdo de la etapa jovial del turco, de su apasionado amor y de la forma tan comprensiva en que solía tratar sus tragedias amorosas en aquellos atardeceres en vela sobre el mar. Siempre se culpo de haber transformado aquel agradable, dulce y tierno niño en lo que es ahora, alguien totalmente distinto a lo que alguna vez llego a ser.
—Siempre viviendo entre tragedias Grecia, todas siempre acaban así...—hablo consigo mismo, una reflexión de su propia vida amorosa, cada historia siempre con un trágico final, cada relación acabando de la peor forma posible a causa de sus miedos.
Quedo pensativo un segundo siendo observado por el pequeño que al parecer nunca se fue, si bien estaba molesto su curiosidad pudo más, salio de su habitación y se dirigió a las escaleras, escucho su soliloquio conforme se aferro a las barandas de la misma.
—Porque Turquía! ¡Porque tenias que ser tan obstinado, porque!.—vocifero con toda su nostalgia y su impotencia al ver que la única persona que realmente amo con locura tomaba el peor de los caminos.
Incapaz de venderlo en nombre del amor que aun le guarda se mantuvo en silencio, presenciando de forma impotente el dolor que lleva consigo y cargando uno de sus mejores amigos vivió todos esos días en que los vio desmoronarse al saber la desaparición de su pareja. No le dijo y no lo haría, más solo esperaría que él fuese capaz de redimirse de sus errores y de sus pecados antes de que fuese demasiado tarde.
Dejaría pasar el tiempo, en todo caso si hay justicia hará pagar de una u otra manera los cuestionables actos de Turquía...y también los suyos.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top