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Despedida, una última mirada al pasado.
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【Ⅰ】
Enero, 12:25pm:.
❝...Y entre tantos otros lugares tan solo uno es aquel que llamamos hogar, posiblemente no sea un sitio, sino una persona que nos hace sentir protegidos y amados, tal vez aquello sea el así llamado hogar.❞
Fue un pequeño viaje hasta la parte urbana de Berlin, una pequeña vuelta que otra en distintas calles que lo llevan hasta un distinguido y elegante hogar, enorme como una mansión con los estilos un tanto antiguos yacía erguida frente a sus ojos, en las puertas de las mismas una imponente presencia tricolor estaba presente esperándolos.
No hablaron ni cruzaron palabra o mirada alguna en el transcurso del viaje, su progenitor yacía perdido en sus pensamientos mientras que él se deleito con las vistas de la ciudad. Ir hasta aquel lugar claramente tenia un propósito muy importante, intuía que había llegado el instante en que posiblemente el griego se dejo vencer por la gran responsabilidad que supone la crianza de un niño que lo estaba dejando en manos de alguien más capacitado que él.
Si supiera que él tenia serias deudas con el hombre que tiene en frente incluso juraría que lo esta otorgando como una forma de pagar sus deudas, como un objeto de intercambio.
—¿Que hacemos aquí padre?.—pregunto intrigado, una sensación muy extraña y perturbante recorrió su cuerpo como si intuyera lo trágico de aquella parada.
Grecia lo miro, una mirada que transmite cierta tristeza y frialdad, asumiendo seriamente la responsabilidad que su silencio trajo consigo en estos últimos meses y que por culpa de la misma personas han sufrido en demasía, halla redención al tener una única misión, recolectar las pistas que existen en aquel lugar que encontró en su búsqueda para así acabar de una vez por todas con esta tortura.
—Hijo mío, te quedaras con él, es un amigo mio de confianza...promete que te portaras bien y que no seras capaz de huir de él tal cual alguna vez lo hiciste conmigo...prometelo hijo.—exigió a su pequeño progenie que fuese capaz de prometerle y darle su palabra de que no haría aquello que hizo con él.
—Te lo prometo...padre.—cabizbajo prometió y juro para si mismo no romper dicha promesa, estaba triste por la partida de su progenitor pero a la vez asustado por la imponente presencia del tricolor.
Si bien Turquía solía traerle folletos siempre lo mantuvo al margen de saber la identidad de dichas entidades que abrían sus puertas al turismo de las maravillas de sus tierras, si bien conocía los nombres de casi todos los países desconocía como eran e investigar en internet era algo que le prohibió el turco de manera explicita y el griego de una forma bastante sutil que ni siquiera la percibió.
—Hijo, él se llama Alemania, de ahora en adelante hasta mi regreso sera quien te cuide.—un pequeño beso en su frente y un fuerte abrazo del cual no quería separarse y pretendía aferrarse más hasta ser parte de él, escasamente lo conoció y ahora debía despedirse.—Alemania, cuida bien de mi bien más preciado, te lo pido.—una suplica que fue aceptada de buena manera por el contrario quien asintió de forma positiva.
Le hizo un ademán de despedida, del taxi el griego saco una pequeña caja con agujeros en donde traía a su mascota, abrazando aquella caja y dejando de lado su maleta vio a su progenitor partir, un impulso repentino lo guió a correr tras aquel vehículo hasta que este doblara en plena esquina y se marche de forma fugaz al aeropuerto. Quedo y un tanto exhausto debido a su grueso abrigo jadeaba mientras la presencia del alemán se imponía de forma amigable ante su mirada, sintió como aquellas manos amarillas se posaron en sus manos mientras aquella mirada de hermosos ojos verde claro se dejaban ver conmovidos, le sonrió y acto seguido lo guió devuelta a las estancias de su mansión.
Sosteniendo su pequeña caja mientras se adentraba quedo maravillado por lo lujosa que se veía mientras que, por detrás venia el alemán llevando su pequeña maleta y sonriendo ante su asombro, le resultó tierno ver como alguien tan inocente se asombraba y quedaba boquiabierto con cosas tan vacías y elegantes como aquellas que adornan su hogar.
De repente varios ladridos se hacen presentes asustando al pequeño quien permanece petrificado mientras observa sus ojos café chocolate. Pasan por su lado y proceden a olfatearlo, un leve carraspeo hace de aquellos animales dóciles y mansos, juguetones ante la presencia infantil que catalogaron como un sujeto que no presenta peligro alguno para su amo.
—Sientete como en casa, descansa sobre el sillón mientras procedo a preparar tu habitación. —cortez le ofreció un sitio donde descansar, amablemente lo invitó a sentarse en el sofá y esperar por su habitación.
Considerablemente el alemán resultaba ser un tanto distinto a sus antecesores, un linaje ario tan puro que termino con el siendo quien mantiene la pureza de su sangre Sacro-germánica. Descendiente de un imperio antiguo es él último de la linea de sucesión, el ultimo de los arios...quien simplemente quedo marcado por la perdida de quienes amo profundamente en su vida.
Aun así aparenta ser un hombre tranquilo y feliz, aunque se refugia en los deberes y en algunos pasatiempos es imposible quitarse las marcas que dejan las experiencias del pasado, los recuerdos simplemente no lo dejan escapar de los mismos y lo encadena a seguir suplicando en silencio el perdón ante los pecados que se atribuyo en nombre de su padre, asumiendo una culpa que ni es suya...
El pequeño paseaba su vista por los alrededores de la gran sala, observando adornos que aparentaban ser costosos y elegantes, parecían venir de lugares del mundo que desconocía siendo estos parte de su legado cultural y de una herencia de la cual jamas comento ni siquiera a la persona con la que sale las veces en que necesita alguien que lo reconforte y le haga entender que no esta solo y que los errores que carga consigo simplemente no son suyos...
Dejando la caja sobre el sofá, anonadado camina por el lugar, observando los grandes marcos cuyos retratos hechos posiblemente en óleo y pigmentos muestran entidades intimidantes y desconocidas ante su clara ignorancia producto de la sobre protección de sus padres. Posan con atuendos que claramente son militares, llevan consigo insignias que los hace ver ilustres y respetables, poseen rostros marcados por la seriedad y quien posiblemente los retrato capturo la esencia de sus almas al simplemente inmortalizar sus miradas neutras y seguras. Uno de dos tricolores y dos bicolores muestran su implemente presencia en aquellos cuadros, retrato familiar más intimidante en su vida ha visto que a un joven muchacho tricolor posando serio sobre el regazo de su intimidante y aterrador padre. Vaya miedo aquellos rostros le infundían que tembló un instante al sentirse observado por aquellas miradas serias y caóticas.
—Vamos pequeño...—sintió como nuevamente alguien ejercía presión sobre sus hombros de forma delicada tan solo para llamarle la atención. —te llevaré a tu habitación.
Tomo su mano y la apretó de tal forma que parecía no seria capaz de soltarlo, una vez ya estando en la sala soltó su mano y tomo en las mismas su pequeña caja, acto seguido fue guiado por el alemán hasta la estancia que ocuparía de ahora en adelante hasta la llegada de su progenitor. Una habitación enorme con comodidades que en su vida disfruto hasta ahora, amplias cosas parecían pertenecerle de ahora en adelante pero a la vez dichas comodidades lo hacían sentirse vacío.
—Tengo entendido de que lo que traes en esa caja es un felino, no te preocupes...mis mascotas no lo atacarán, puedes dejarlo divagar con tranquilidad por los rincones de nuestro hogar.—ligeras palmaditas le dio mientras una franca sonrisa se lucia en sus labios, vistiendo de una forma bastante formal procedió a marcharse.—Sientete como en casa Gretur.
Extrañamente se sentía bastante cómodo ante la compañía de su ahora nuevo tutor, no se sentía en peligro ni mucho menos disgustado como la vez en que llego a parar en Grecia en manos de alguien que claramente desconocía y al cual siempre hecho la culpa de su "rapto".
—Te extraño papá...esperó que cuando Grecia regrese me lleve contigo... —murmuro mientras acariciaba a su felino cuyos ronroneos tranquilizaron su alma y aminoraron su pequeño dolor.—algún día te mostrare Isparta, de seguro te encantará tal cual me encanta a mí...tal cual le encanta a Ottom...
Bostezo antes de posarse en la ventana y ver el gélido paisaje tras la misma mientras procedía a jugar con los juguetes que le otorgo el alemán para su disfrute y distracción.
Son las noches en vela que promueven que los sueños y anhelos se mezclen en promesas que el destino es capaz de proyectar como un camino, tan solo debemos ver más halla de lo que nos intenta mostrar...muchas veces juega con nuestras promesas y nos hace transitar un camino que tan solo es una absurda decepción.
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