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El desconocido, una puerta a la verdad.
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【ⅤⅠⅠ】

Continuación:.

Llegó a su hogar después de largas horas arreglando ciertos asuntos de suma importancia, estar casi sumergido en deudas le quito el sueño por múltiples años desde que fue incapaz de pagarlas, prestamos y mas prestamos que cobran grandes intereses afectando su economía, aun así sigue luchando por salir, ocultando sus problemas y aparentando estar despreocupado cuando la situación es completamente diferente.

Agotado y algo cansado de ver cifras redondas y grandes marcando gran diferencia en lo que debe y paga decidió irse a la cocina. Dejando su saco sobre el sillón y su maletín sobre los cojines de la misma se adentro a la cocina, de la vitrina donde guardaba sus mas costoso licores y las mejores cosechas hechas vino saco una de aquellas costosas y elegantes botellas, necesitaba ahogar sus preocupaciones para dejar de pensar en ellas, al menos un par de horas.

En un pequeño vaso sirvió el liquido transparente de un licor bastante peculiar, meneando en su copa con lentitud observo su cautivante color ámbar con un exquisito e intenso aroma que lo hizo sonreír de manera vaga. Un gran sorbo le dio antes de verse seriamente extasiado por su sabor que procedió a tomar otra copa más.

A diferencia del egipcio que al probar algo tan bueno desea repetirlo hasta ya no poder, él conocía los limites. Tantas tragedias amorosas con las que lidio y por las mismas bebió para olvidarlas supo que, al beber más, terminaría con una horrible resaca. Si bien lo hizo cuan solo estaba ahora con un pequeño rondando su hogar no podía darse el privilegio de tomar hasta quedar semi cuerdo. Una última copa antes de querer terminarlo todo y ver como una gran inversión se iba por medio de su exigente gusto por la bebida.

—Vaya día...—opino agotado mientras se recuesta sobre el espaldar de la silla que decidió ocupar en la mesa.

Frotando sus sienes para buscar alguna solución pretende escuchar aquella voz angelical la cual deriva de una celestial. Por más dificultades que hubiesen existido, por más problemas y discusiones que hubiesen tenido ambos se hallaba condenado en seguir pensando en él. Las múltiples parejas que tuvo hace miles de años fueron incapaces de provocar aquel impacto que la juventud del turco le provoco. Salir con Chipre solía ser aburrido, no tenían algún tema de conversación y cuando acababan "juntos" no era la mejor de las experiencias; Italia era alguien interesante pero no se sentía atraído en lo más mínimo por el, si alguna vez tuvieron un amorío llego a ser de solo esa noche...más entre amigos en un acuerdo quedaron; Macedonia del Norte tan solo quedo en un choque de copas y un beso accidental que los llevo a "juntarse" y arrepentirse ese mismo instante jurando ambos olvidar el "incidente" y como olvidarse de su tan reciente amante, España, vaya tipo tan peculiar era el español, ante sus gustos se adaptaba y él a los suyos, pero sus exigencias iban más allá de lo aceptable que fue preferible dejar de frecuentarlo en ese aspecto.

Tantos amantes, hablar del pasado es claramente un martirio, recordar a romano es terrible puesto que se acostó con su descendencia, hablar del Reino de Macedonia es hacer hincapié con lo que hizo con romano, una misma historia solo con diferentes personajes.

Dejando de pensar en ello volvió en si, percatándose del silencio de su hogar, cuando llego no lo vio ni lo escucho y eso se le hacia muy extraño, pensando en la posibilidad de que hubiese hecho lo mismo que la vez anterior se levanto de su lugar y procedió a buscarlo con desesperación por todas partes.

Lo llamo en varias ocasiones con desesperación, camino de lado a lado pretendiendo que aun lo encontraría en casa. Cuando llego al patio diviso lo vacía que se hallaba más percatándose de aquella pequeña montaña de latas de pintura ubicadas justo sobre la superficie plana vertical de la pared, sin perder el tiempo supo que lo volvió a hacer y salio corriendo de su hogar. Buscarlo ahora era primordial en vez de estar lamentándose y pensar en sus propios problemas personales.

Pasaron entre media y una hora desde que esta en las calles buscándolo como si no hubiese un mañana, largas caminatas con una seria preocupación plasmada en el rostro decidió no darse un descanso ya que ese pequeño lo era todo para él.

Entre tanta caminata un familiar sonido capto su atención. Quedo y atento se guió por el sonido, aquella musica angelical proveniente de las cuerdas vocales de su pequeño. A una calle de allí diviso algo espectacular.

Su pequeño hijo estaba cantando al compás de las melodías del clarinete de  la bella Alejandría. Que hacia en sus tierras es algo que no sabe con exactitud pero agradecía que ella hubiese estado con su pequeño y que además hubiese sido capaz de despertar la seguridad y la confianza en aquel dulce niñito.

Su voz era mágica y la forma en que la transmitía era fantástica, empleando sus movimientos para transmitir en su canción aquello que lleva dentro desde hace un buen tiempo, aquella desesperación por el reencuentro con el ser más querido de su existencia, aquel anhelo de conocer a aquella otra parte que lo hizo, aquel leve agradecimiento a quien yace cuidándolo desde hace un buen tiempo.

—Pequeño!.—corrió hacia el de manera apresurada interrumpiéndolo en lo que para los expectantes habría sido la mejor parte, el coro de su canción.

Entre sus brazos lo recluyo abrazándolo con todas sus fuerzas, nuevamente sintió el miedo de perderlo y se aferro a él asustándolo. Para aquel pequeño resultaba ser aun un extraño ser bastante peculiar, debido a que no se da la oportunidad de conocerlo permanece atrapado entre aquellas creencias que lleva en la cabeza, pensando que es malo y un desconocido total a pesar de convivir con él desde hace un año.

Quería regañarlo por el susto que le dio, quería decirle tantas cosas entre ellas que se preocupo por el, que casi enloquece al no verlo nuevamente en casa y que se moría del miedo al tan solo pensar que lo perdería.

—Me alegra que estés bien.—lo separó de si y procedió a acariciar sus rostro, peinando su cabellera semi rizada y acariciando sus mejillas vio su inquietud, vaya que estaba cambiando.—Gracias por haberlo cuidado Alejandría.

—No tienes porque, ese pequeño es un encanto de persona—elogió la fémina.—Cuidalo muy bien Grecia.

Ella le dio un pequeño codazo en el brazo de forma divertida conforme decidía marcharse hasta que fue retenida por las pequeñas manos de aquel infante.

—No te vayas.—le pidió.

—Gretur...—semi arrodillada descanso sus manos sobre sus hombros.—algún día nos volveremos a ver pequeño, nunca pierdas las esperanzas ¿vale?

El pequeño asintió y ella un tierno y pequeño beso en la frente le dio antes de marcharse del lugar, mientras que padre e hijo tomaban otro rumbo.

El pequeño guardaría la bella imagen de la fémina egipcia esperando el próximo reencuentro, en tan escasa horas ella logro convertirse en una buena amiga con quien podía desenvolverse con total naturalidad sin intentar fingir y aparentar ser alguien más.

Un día peculiar.

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