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El desconocido, una puerta a la verdad.
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【ⅤⅠ】
Han ya pasado seis meses exactos desde aquel incidente que le provoco seria vergüenza, ocultándose y refugiándose en si mismo prefirió guardar aquellos dones para no ser juzgado a base de burlas y demás. Si bien el griego se le acerco para elogiarlo y halagarlo por su magnifica presentación no fue suficiente para él.
Había algo dentro suyo que le gritaba que ocultase todo aquello que de manera espontánea y natural mostró aquella tarde en presencia de su tutor y de un completo extraño que posiblemente sea algo de quien lo cuida. Pero, no siempre podía luchar con aquel deseo casi irrefrenable de poder cantar a todo pulmón o simplemente intentar de distraerse pintando los muros. Aquella música primigenia de su infancia, aquella manera en que puede ser capaz de recordar los tarareos y arrullos de su padre cuan pequeño y cuando tan solo tenia 5 años.
Una tarde esplendorosa que se suponía seria alegre, un día en que planearon un picnic bajo la sombra de un árbol para charlar y seguir practicando su canto. En si, el turco tenia el más grande sueño de que su progenie se convirtiese en aquello que desea, un deseo compartido como el de ser una gran cantante, cantar para el mundo, alegrar aquellas existencias con su melodiosa voz herencia de su padre. Ni siquiera a ello llegaron, ellos llegaron y sus sueños se truncaron.
Estaba aburrido de seguir con esa rutina que tomo como prevención ante la burla por lo que decidió darse un respiro caminando por el patio, si bien siempre su recorrido solía ser el mismo tomo esta vez otro rumbo.
Depositando una pila de latas decidió subirse a la cima de aquel muro para saltarlo y seguir explorando el lugar, si no podía salir por la gran puerta lo haría por cualquier otro lado con tal de no seguir recluido en aquel ostentoso lugar que no siente como su hogar.
Sentado dio un profundo respiro antes de saltar, cojeando un poco por el mal aterrizaje poco a poco recupero su movilidad y entre brincos y caminatas rápidas empezó a recorrer todos los lugares colindantes a su refugio. Su mirada se maravilla al ver algo nuevo y distinto a lo que llevo siempre acostumbrado, si bien en Turquía solo vivió al margen de la civilización, es decir, en margenes de un pueblo ahora vivía rodeado de mucha gente, cada hogar con aquel mismo color de pintura que hace que cada uno sea tan solo diferente en lo que concierne su arquitectura.
Era un pequeño de 6 años apenas en busca de una buena aventura para recordarla por siempre, uno de sus sueños se cumplió al margen de lo que pudiese haber dicho y hecho su padre, un infante tan curioso que quiere seguir con su vida sin que nadie fuese capaz de imponerle reglas que restrinjan sus sueños. Vivir a pesar del dolor que lleva al no saber nada de su padre y tan solo pensar en que el mismo llego a olvidarse de él.
Como le dolía pensar en que su padre hubiese sido capaz de olvidarse de el y a la vez haber dejado de amarlo.
Entre aquellos parajes el destino es muy enigmático a la hora de poner a las personas en el lugar y el momento preciso, caminando distraído casi fue arrollado por un auto de no ser por la inoportuna acción de una bella fémina bicolor.
Piel azulada, casi celestina con toques blancos y unos hermosos ojos ¿verdes? posiblemente hasta incluso ¿dorados? Tan confundido estaba que por un momento los rayos del sol llegaron a sus ojos y le imposibilitaron ver el verdadero color de aquellos orbes. Un tanto aturdido oyó su voz, su delicada voz tierna mientras va mejorando un poco su visión y volviendo en si de tremendo susto que se dio a si mismo.
—¿Estas bien?.—pregunto ella preocupada, semiarrodillada procedió a inspeccionarlo para saber si a simple vista alguna herida se mostrase en su pequeño cuerpo.—¿Te duele algo?
—N_no, estoy bien.—sonrió seguro pasando sus pequeñas manos por su cuerpo para saber si aun estaba completo.
—Menos mal pequeño, debes fijarte muy bien por donde transitas.—la forma cálida en que logra transmitir sus palabras al mismo tiempo en que lo abraza por simple instinto de empatia es suficiente para tranquilizar a aquel niño.—Y...¿como te llamas?.
El pequeño tan solo la miro un instante ¿podria o no confiar en lo que dice? ¿Podria confiarle su identidad sin esperar que ella posiblemente lo raptase?
Ante aquellas dudas permaneció mudo, su apariencia jovial y amigable parecían convencerlo y doblegarlo para confiarle su identidad, recordando los consejos que su padre le dio sobre la gente extraña se refugio en el silencio, planeando la forma de regresar a su hogar sano y salvo, vaya que lamentaba haber saltado la bendita pared para seguir sus instintos aventureros.
Ella también lo miro atenta, emitió una divertida risa pequeña para aminorar un poco el tenso ambiente entre ella y aquel dulce pequeño, tan solo se imaginaba a sus pequeños hermanitos llegar a esa edad y verse aun así de inocentes hasta sobrepasar los 15 años.
—Me llamo Alejandría, un gusto conocerte.—extendió su mano esperando que su presentación hubiese disipado las dudas y los miedos que acomplejan a aquel dulce pequeño.
—Yo Gretur.—respondió algo tímido, si bien su nombre no era algo original ni mucho menos algo por decir lindo, podía sentirse orgulloso de llevar parte del nombre de su padre.
Aunque claramente hubo pequeños lapsus en los que llego a pensar en quien en vida fue su otro padre, a quien podría pertenecerle aquel "Gre" que lleva por delante.
—¡Un gusto pequeño Gretur!.—su sonrisa tan única infundio confianza en aquel pequeño que empezó a soltarse mas con ella.
—Me gusta tu cabello, se parece un poco a la lana de las ovejitas!.—dijo divertido conforme pasaba sus pequeñas manos por la cabellera sedosa y suave de su "nueva amiga".
—Tu crees? Se ve así de lindo?
—Si! ¡Me encantaría tener mi cabello así como el tuyo!
Ella volvió a emitir aquella divertida risita que nunca salio de sus labios, más solo origino una bella sonrisa que motivo al pequeño a sonreír de aquel modo y empezar a reírse para sacar una risa estruendosa en su acompañante, simplemente le provoco hacerlo.
Ella tomo su pequeña mano y ambos caminaron por los alrededores, sabiamente solo dieron unas cuantas vueltas por el mismo lugar, siempre regresaron por callejones aledaños al punto en donde lo encontró, por obviedad se perdió y claramente alguien vendría a buscarlo, de seguro su padre por algún descuido de "x" motivo estaría buscándolo como loco y no tardaría tarde o temprano en encontrarlo por este punto.
—Y...que me cuentas pequeño ¿donde esta tu padre?.—preguntó curiosa, saber quien es su padre seria una pieza ancla para saber la procedencia de aquella criatura.
—Mi papi se llama Turquía, el esta en Isparta...no he sabido más de el...—cabizbajo se mostró ante ella, algo melancólico y triste.
Si Turquía no estaba con él en Grecia ¿entonces quien?¿el griego o alguno de los tantos aliados políticos del turco? Se inclinaba más por el griego, era muy obvio, demasiado obvio a su parecer. Vaya que lamentaba el hecho de haber estado viajando por motivos personales constantemente a Israel y haberse perdido los acontecimientos más importantes del mundo que la rodea.
Se quedo sorprendida al oir que aquel pequeño era en parte hijo de Turquía, indagaba a simple vista que la otra parte seguramente seria Grecia, aquellas franjas que componen su rostro son semejantes a las de él y ¿de quien más podría tratarse si la única pareja del turco llego a ser el griego?.
—Y de ti ¿Quienes son tus papis?.—pregunto el pequeño con aquella mirada inocente mientras balanceaba sus piecitos de forma divertida.
—Mi padre es Egipto, es mi único padre pequeño curioso.—apreto divertida sus mejillas sacando uno que otro refunfuño y risa de aquel inocente ser agradable.
—De donde eres?
—De Egipto, soy egipcia.
—Es verdad que las pirámides están alineadas de forma tan única con las estrellas?
Aquella pregunta la tomo por sorpresa, solo El Cairo podría darle respuesta a aquella pregunta que tomo desprevenida. Quiso hacer memoria para saber si entre tantas de sus conversaciones alguna vez hablaron sobre las estrellas y su alineamiento con las majestuosas pirámides.
—Si, si es verdad, es un hecho bastante asombroso que pasa una vez en cada milenio.—se invento una respuesta que realmente era la correcta, sin saberlo se lamentaba el hecho de estar mintiendole para quedar un poco mas interesante.
Sentados en una banca pasan el tiempo, una pequeña plazuela donde disfrutan de la compañía uno del otro, haciendo aquello que el pequeño deseaba hacer hace un buen tiempo.
¡Cantar!
Continuara...
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