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El desconocido, una puerta a la verdad.
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【ⅠⅠ】
Abril 30.
Pasaron escasos días para su cumpleaños número 5, a pesar de ser un día tan especial las ganas tan mundanas y vagas que tiene de levantarse lo desaniman un montón. Sin su padre no es lo mismo y lo más certero es que aquel hombre ni siquiera sepa su nombre.
A lo contrario de lo que llegue a pensar sobre aquel hombre que aun desconoce el porque su tan similar parecido al suyo, ese hombre se acuerda de el, y como no lo haría si es su padre. No paso ni un solo instante sin saber como estaba, pago hasta adeudarse nuevamente con su propio dinero a espías de calidad para saber todo acerca de él pero tal vez, solo tal vez tenia tantos problemas por lidiar para estar leyendo un pequeño informe de no mas de 12 páginas, siendo esta algunos avances a lo largo de los años de espionaje hasta el preciso instante en que ya no pudo seguir pagando sus costoso servicios.
Estaba tan emocionado que incluso horneó un pequeño pastel y decoro con cuidado a sabiendas de lo que podría ser una presentación estética muy apetecible, hizo su mayor esfuerzo a pesar de no saber nada de repostería, quiso darle la mejor sorpresa a aquel pequeño con aquella muestra que incluso olvido en la tostadora sus panes para desayunar con un buen café negro y sobrio.
En su despacho un pequeño animalito, tan esponjoso que apenas podía ver sus patitas, una bolita de algodón que caminaba por doquier maullando, un simple gatito que acogió de la calle y que baño un día antes y ahora permanecía con el pelaje alborotado, tomando un cepillo especial cepillo su pelaje blanco con tonos grises, su ronroneo calmo sus ánimos mientras veía como amasaba con sus pequeñas manos sus piernas.
Dejo al pequeño descansar sobre su sillón viendo como a la par seguía sus pasos, lo alejó y cerro la puerta para encaminarse en una cita con el futuro, si hacia bien las cosas posiblemente el perdón de aquel pequeño se ganaría más no hacerlo avivaría más el sentimiento que el turco sembró en el pequeño. Tenia miedo, después de mucho algo infantil nunca había hecho y eso lo llenaba de una alegría nostálgica.
Llamo a la puerta de la habitación de su progenie sin recibir respuesta alguna, sus llamados no eran escuchados y empezaba a desesperarse ¿que tal si nuevamente se le hubiese ocurrido salir de casa?.
Sin pensarlo dos veces abrió aquella puerta topándose con el pequeño cubriéndose el rostro con el cubrecamas, se negaba a verlo y por más que intentaba disuadirlo más parecía agravar las cosas, no era su culpa, simplemente aquel pequeño deseaba ver tan solo un momento a la persona con quien compartió gratos momentos felices hasta el fatídico día en que fue alejado de él, secuestrado y enviado directo a los brazos de aquel hombre que tiene en frente y que raras veces lo suele llamar hijo. Comprender de que pudiese tener un hijo similar a el en años era fácil, lo difícil era asimilar la sola idea de que aquel hombre pudiese ser aquel padre del cual nunca Turquía le habló, era absurdo y pensarlo era estúpido ¿como dos hombres engendran a un pequeño?. Se mantenía firme tal cual su padre siempre lo dio a entender, una madre que no pudo llegar a conocer.
Su rostro lloroso oculto debajo de un cubrecamas tal cual un niño pequeño como lo es él se ocultaría tras ver un monstruo producto de su imaginación, no quería que aquel extraño viese su debilidad...no soportaría reflejarse en aquellos ojos celestes de aquella manera tan cobarde, siendo tan siquiera un pequeño aquellos pensamientos fueron mal inculcados por su padre, tal vez el turco quería que en el futuro el no fuese capaz de desmoronarse por alguien que no vale la pena, tal vez intentaba vivir a través de su pequeño, aunque sea desde aquel instante en que se hizo la pregunta ¿que tal si hubiese tomado otra decisión? ¿Que hubiese pasado si hacia esto?
Luego de vanos intentos se dio por vencido, salio de aquella habitación decepcionado para luego irse a la cocina y decidir partir aquel pastel para degustar.
—Feliz cumpleaños hijo mio...—fue lo ultimo que dijo y lo único que escucho aquel pequeño antes de oír como la puerta se cerraba.
Extrañado aun más decidió limpiarse las lágrimas, sus ojos enrojecidos por el llanto del dolor y el anhelo de ver a quien extraña confabulados por su pequeña nariz de un azul más oscuro que el de sus franjas decide salir de la cama y salir por aquella puerta hasta llegar a aquel hombre y al mismo tiempo exigirle respuestas.
Sus pasos apresurados lo guiaron hasta las escaleras que bajo del mismo modo, con rapidez, en el gran salón y en dirección a la cocina, guiado por el sonido que emiten el choque de utensilios, debido a lo escasamente habitada que es el lugar, lo observa.
Su presencia no pasa desapercibida por quien lleva comiendo su segunda porción de torta acompañando con un poco de café negro. El se acerco y el pequeño copio su acción, dejándose llevar por lo que supuestamente aquella infantil mirada parecía decirle decidió abrazarlo, abrazarlo de la misma manera que hace años había soñado y como aquella ultima vez en que pudo verlo, aquella vez donde en un acto de cólera e ira firmó una serie de papeles sin detenerse siquiera a leerlos.
Para el pequeño era alguien muy extraño, aquel repentino abrazo le genero miedo e incomodidad, simplemente se quedo con los brazos plegados sobre su cuerpecito mientras el latido de su corazón se aceleraba más y más. Solo su mirada confundida era la muestra clara de aquello que no comprende, esa forma tan extrañamente cálida en que suele llamarlo hijo...como si lo que dice fuese una verdad que desde hace mucho lleva trancada en el pecho y que no fue, hasta ahora, capaz de decírselo.
—Sientate pequeño, te daré una porción y disculpame por haber comenzado sin ti.—tomo entre sus manos el cuchillo y una pequeña rebanada cayo sobre la plana superficie de aquel plato.
La mirada infantil solo se le quedo observándole en silencio y degustando del mismo de aquella misma manera, en silencio. Sus ojos se cerraron un instante pidiendo un deseo imaginario, aquel mismo que podría liberarlo de semejante confusión que sufre ahora.
—Te tengo una pequeña sorpresa pero, es necesario que cierres los ojos y confíes en mí. —pidio amable siendo el pequeño quien responde de una manera un tanto forzada manteniendo su mueca de desagrado.
Salio casi corriendo hasta su despacho, a aquel minino un listón rojo pudo con decoro y acto seguido salio con el en manos, suspirando dejo al animalito en aquellas pequeñas manos que lograron despertar el asombro en aquel pequeño rostro lúgubre, una sonrisa tan radiante como los primeros destellos del gran Sol, una mirada que irradia alegría y felicidad mezcladas con la nostalgia.
—¡Que hermoso!.—dijo alegre, desbordante de alegría que incluso quiso abrazarlo.
Lo hizo, un efímero y corto instante basto para que quien lo observa se emocione de aquel mismo modo, una sonrisa franca en su varonil rostro lleno de experiencias románticas trágicas salio con naturalidad, sin exigirse forjarla. Aquella misma sonrisa despertó un sentimiento tan olvidado, el recuerdo de que si se lo proponía tal cual el egipcio lo hizo seria capaz de comenzar de nuevo, con la obvia y abismal diferencia de que haría hasta lo imposible para que su relación no llegue a la mortal monotonía de verse y tan escasamente saludarse.
Tener las esperanzas de que aquello que dejaron inconcluso, al menos es lo que piensa, llegue a concretarse de la mejor manera. Comenzar de cero, enfocándose en el futuro de aquel fruto de su desventurado amor.
El pequeño se marcho a su habitación con su nueva mascota a la que bautizo por "Mimi", una cosita tan peluda que calamatia sus penas aquellas noches en que suele pensar en su padre y en como puede este hallarse, la única imagen que guarda de el es esa vez que, siendo llevado sobre el hombro entre gritos de ayuda y suplicas lo vio retenido por varios hombres y luego a lo lejos lo vio tendido sobre el suelo.
—Algun día saldremos de este lugar Mimi...algún día papi vendrá a sacarnos, ya lo veras Mimi...—planteaba una situación ficticia, algo que con fervor quiere creer tal cual alguien muy a lo lejos pretende hacerlo.
Solo con la diferencia de que sus creencias a un no son solidas y mientras estas se solidifican, más los abusos son propensos a agravarse y la piedad se agota, la calma llega a ser un martirio y soñar tan solo una forma vaga de engañarse. Resignación es lo ultimo que pretende hacer, solo esperar le queda más por el momento nada puede hacer.
¡Que día más memorable! ¿No les parece?
Entre la penumbra la vigilancia, entre los rincones los susurros de alguien que pretende arruinar su momento. Abrir los ojos a la inocencia frente a la mentira que le hicieron creer.
—Mas tu padre ha fallado, un engendro a creado y pronto has de saber quien realmente es. Cargaras con su pecado, pagaras por su perversión...tal cual otros ya lo han hecho.
Tan simple como oír a las aves cantar y al viento suspirar aquellos anhelos de los fructuosos soñadores, solo que lo simple se vuelve complejo y pone obstáculos en jóvenes vidas que no merecen pagar por los pecados de sus padres, no lo merecen....
Al menos no merecen pagar por pecados que ni bien no son suyos...
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