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Él comienzo de una niñez fragmentada.
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«③»
Brasil flaqueó nuevamente, pero esta vez se cercioró de que nadie se enterase de su buen actuar catalogado de "crimen" y sumamente "prohibido".
En tierras egipcias, el dueño de ellas ha estado con su pequeña, abrazándola con todas sus fuerzas mientras ella lo vuelve a reconocer como su padre, en compañía de Libia ambos salieron a divertirse. Todo para que el gris panorama de su patético matrimonio pudiese tener siquiera un ápice de color que logre darles una felicidad que no esta a lado del otro.
Un día particular entre las calles de El Cairo, observando las grandes mezquitas y su ciudadela ambigua y modernista. Tan solo tomados de las manos caminan entre la multitud. Libia ha tenido contacto con quien menos de espero hacerlo. La criatura que a sido participe de tantos males la ha visitado y la ha sumergido en la oscuridad del rencor...la rebajo a su nivel y ahora la usa como un medio para dañar a quien de por si mucho daño le ha ocasionado. Egipto, aquel hombre a quien amo en el pasado era ahora un extraño con el cual arruinaba su vida viviendo de las miserias de cariño que él le puede otorgar.
—Egisra? ¡Egisra!.—grita histérico puesto que de repente aquella pequeña se zafo de su agarre, perdiéndose entre la muchedumbre.
Libia ni se inmuta, aparentando estar preocupada intenta copiar su acción, llevando tras suyo a la pequeña que es incapaz de verla. Su mirada infantil se clava en los pasos que la fémina da, abriéndose paso entre tanta gente ella es casi lanzada frente a la personalidad de un extraño.
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—Hola pequeña...no tengas miedo...no he de hacerte daño.—comentó con dulzura, intentando acercarse a la infante que retrocede pero se queda quieta ante su comentario.—Me llamo Alí, soy un amigo de tu padre...y conocí a tu madre.
Tal vez aquel comentario despertó la curiosidad en la infante que se acerco cautivada como posiblemente hubiesen sido el extraño color de sus orbes que resaltan de sus medianos ojos sobre una piel extremadamente blanca.
—¿Cual es tu nombre pequeña?.—pregunto curioso, de cuclillas y a su altura se dedico a observarla.
Su falsa identidad era un señuelo, no se le ocurrió un nombre más solo ese, quien detrás de aquella falsa identidad se halla es un misterio, distinto a lo que llega a ser el ente se ha visto cautivado por la inocencia de quien tiene en frente, tomando entre sus manos las pequeñas de la niña que de seguro es buscada por su peor enemigo, su padre de seguro ahora estaría devastado.
—Egisra.—respondio tímida.
Tan solo emitió una risa que nunca salio de sus labios, más solo dentro de su cavidad bucal aquella misma murió.
—que lindo nombre.—elogio con falsedad, creía que aquel nombre era una exageración además de un pésimo nombre.—Que tal si me acompañas, ven...
La pequeña lo siguió, con aquella inocencia nata en un infante siguió los pasos del extraño amigable. Por otra parte las cosas desde una pequeña distancia más al norte se tornan incontrolables.
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Su búsqueda a iniciado, camina sin rumbo alguno, de un punto para otro, volviendo al mismo desde distintos lugares y se frustra cada vez más al no encontrarla o siquiera saber su último paradero. Pregunto y exigió a la gente que le dijeran en donde es que la vieron, puso todo de cabeza para poder así hallarla. El descontento de quienes sufrieron por su descuido era muy visible, la gente murmura y critica en silencio sin mover ni un dedo para ayudarlo. Libia ha estado en silencio, fingiendo no haberla visto y soportando los reproches de su pareja a quien lamente haber escogido para matrimonio.
—Debes haberla visto ¡¿Como es posible que no la hayas visto si estaba a lado tuyo!?.—recrimina a la fémina quien ofendida procede a responderle.
—No es mi culpa que la hayas perdido de vista, soltado entre tanta gente sabiendo que aun es pequeña.—respondió seria, intentando sonar sincera pretendió engañar con sus palabras a quien, nublado por la preocupación es incapaz de notar aquella falsedad.
Camina y caminan sin descanso, buscan con la mirada con desesperación para poder hallarla, preguntan a la gente si es que la han visto transitar por ahí o un sitio aledaño al mismo. Todo en vano, las preguntas siempre eran negativas, la búsqueda con la mirada no da fruto alguno y caminar demasiado y sin descanso por más de una hora cobraba factura.
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Tomado de la mano aparentan ser parientes, tal vez su padre o alguien cercano a la familia quien la cuida. El maquillaje blanco que cubre su rostro ocultando quien realmente es empieza a desvanecerse de un lado. Un pequeño hueco revela parte de su verdadero ser, una piel roja se esconde tras aquella capa blanca y tras aquella falsedad que monta.
En una de las mezquitas se han quedado, la más cercana a la ciudadela de El Cairo, la más cercana al lugar en donde él la tomó para hacer sufrir a quien no tolera.
Hay extrañeza en su mirada de iris verde opaco, como si fuese una extraña curiosidad hacia la pequeña que tiene en frente. Muchas preguntas se hicieron presentes en su cabeza, cada una más alocada que la otra. Se parecía tanto a él, tenia aquella misma mirada, aquella misma característica de su rostro... Aquella inocencia es lo más cautivante que ha visto en su vida.
Se niega rotundamente a hacerle daño como planeo, después de todo solo necesitaba una fotografía para quien se rehúsa a cumplir sus deseos acceda sin negación alguna, sin excusas y sin pelear. Sumisión, tortura y demás, más solo un pasatiempo que lo goza...como no te lo puedes imaginar.
Los minutos pasan, la convivencia con la infante llega a su tiempo limite, tomo nuevamente de su mano, la guió hasta el mismo lugar en donde se vieron por primera y única vez, soltó su mano...la dejo y sin voltear a verla, sin voltear ante sus suplicas debido al miedo que la consume decide marcharse, no era si problema... No lo era.
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P
asaron las horas, volviendo al mismo lugar oyeron a lo lejos a una pequeña llorar, deambulando por el mismo camino al fin la hallo, su corazón que con anterioridad parecía querer detenerse ahora latía con emoción tras haber sufrido aquel evento traumático. La pequeña lo vio y corrió a sus brazos, con lágrimas en sus ojos corrió hasta la presencia de su progenitor, más aun con su primigenia memoria es capaz de recordar el color de la mano que la alejó de su padre para dejarla con su mejor amigo.
—Mi pequeña, mi niña hermosa, al fin te encontré.—comentó aliviado, entre sus palmas tenia el rostro de su pequeña, entre sus brazos la encarceló para no soltarla nunca.
—Papi, tengo miedo...—comento asustada, aferrando sus pequeñas manos al ropaje de su padre.
Siendo alzada en brazos por su progenitor ambos decidieron marcharse, como si fuesen familia se marcharon felices para guardar las apariencias. Después de todo estaba casada y debía mantenerse neutral ante el acontecimiento que acaba de presenciar.
—Jamas volveré a perderte mi pequeño tesoro...—prometió y se lo prometió a la pequeña. Con su dedo meñique extendido le juro cuidarla y jamas irse de su lado algo que la pequeña también juro a su tan corta edad.
Más en aquel periodo de tiempo, aquella visita que tuvo su pequeña dejo en su ropaje un pequeño pero sutil regalo. Pagaría lo que sea para ver como es que conforme la grabación transcurre es capaz de destrozarse a si mismo al saber que eso es su culpa.
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