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Él comienzo de una niñez fragmentada.
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«②»
Un pequeño viaje que término en menos de media hora en un pequeño parque colorido para infantes, había columpios, resbalines y demás en donde niños bajo la observación de sus padres jugaban divertidos sin preocupaciones. Pero, aquel lugar por más pintoresco que resultase se hallaba a cercanías de una carretera, haciendo peligrosa el simple descuido de dejarlo de vigilar.
—Ve, puedes jugar pero con cuidado.—advirtió preocupado a su infante que con solo sonreír mostraba una respuesta positiva.
Vio a su pequeño correr divertido con su disfraz, pues iban a ir hacia un rodeo pero decidieron hacer un paradero en un pequeño parque que le resulto pintoresco y algo familiar, la mirada la tenia pendiente en el pequeño que jugaba con otros niños. Tan solo se divertía despreocupado que en un par de segundos, confiado de que su pequeño estaría en el mismo lugar con aquellos pequeños decidió echar un vistazo a su teléfono móvil.
Aquel pequeño descuido fue artífice de su ahora histeria y preocupación, alarmado por la desaparición de su pequeño se sumerge en el pánico. Corriendo por todos los rincones de aquel lugar, buscando en aquellas atracciones sin tener éxito alguno busca con desesperación a través de su mirada tan sea una pista de donde es que podría haberse ido, pregunta a todos los presentes si lo han visto y la negativa de los mismos lo hacen sentirse de lo peor, con el corazón apunto de salirse de su pecho a través de su boca no desiste en seguir buscando, sin saber que aquel pequeño esta justo ahí, no se a ido y jamas se fue, se oculto en un pequeño castillo a perfección porque jugó con un hombre que recién conoció, preocupando a su tutor a punto de enloquecer por su repentina desaparición.
Aquel pequeño tapa su boca con sus pequeñas manos, procurando no reír porque piensa que quien lo llama es su padre confabulado con su amigo que inicio el juego, las reglas eran simples. Mantener el silencio a toda costa y buscar un lugar en donde esconderse, así de simple.
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—Hola pequeño, ¿como te llamas?.—pregunto curioso el extraño ente que salio de entre los arbustos.
Tan solo sonrió divertido, puesto que su padre jamas le mencionó que nunca debía hablar con extraños y que nunca debía decirle su nombre a un desconocido total.
—Egipel.—respondió risueño, su voz infantil provoco una sonrisa en el rostro de su acompañante.
—Que bonito nombre, eres un pequeño muy tierno amiguito...—de cuclillas removió divertido su rizada cabellera roja.—que tal si jugamos ¿te parece?.
El pequeño tan solo asintió curioso ante su propuesta.
El ente presente tomo con sus álgidas manos blancas el rostro infantil, acariciando sus mejillas con ternura...recordando con la acción a alguien en especial.
—Te pareces tanto a tu...a tu mami.—comento nostálgico, tan solo quien lo oyese notaria la falsedad de sus palabras que escupe con disgusto. En aquella falsedad hay una verdad...una inquietante.
Pero, aquella mirada infantil provoco repulsión en su ser, queriendo a toda costa borrar aquella semilla de la tierra, borrar su sonrisa, apagar el brillo de su mirada, destruir la inocencia de su alma...como detestaba a aquella criatura que consideraba una aberración de la naturaleza. Sabia de su origen y aquello le causaba más repulsión. Cuando el infante cerro sus pequeños ojos cuando se lo dijo quiso ahorcarlo, sus manos temblando por la prohibición de ser depositadas en aquel infantil cuello y romperlo como si fuese la rama de un árbol decidió abstenerse ante semejante oportunidad que nunca se ha de repetir. Se abstuvo de hacerlo porque no era ni el lugar ni el momento propicio de hacerlo. Quería vengarse por todo el dolor que esa criatura y su contra parte le provocaron.
—Contare hasta tres, abres tus pequeños ojos y buscas un escondite ¿entiendes? De eso trata nuestro juego amiguito.—instruyo al pequeño que abrió sus ojos y asintió repetidas veces con la cabeza.
Lo vio correr hacia un pequeño castillo, se hizo de la vista gorda y se fue, ¿por que?, que mejor que ver al idiota de su tutor sucumbir al pánico al ver que a quien cuida desaparece en un abrir y cerrar de ojos. Lo disfrutaría en demasía porque ahora tenia lo que quería.
La fotografía de aquel pequeño a quien tanto odia.
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Texas sucumbe al pánico, histérico y sobre todo asustado decide marcar al 911, exigiendo a los mejores policías para buscar a su pequeño desaparecido. Temía y pensaba en lo peor, temia que su pequeño haya sido secuestrado, temía que algún degenerado se lo hubiese llevado para hacerle cualquier barbarie. Se culpaba y no era para más, tan solo se distrajo un instante con el teléfono que aquella distracción duro más de media hora; se culpa porque no instruyo a aquel pequeño para que no hiciese caso a cuan extraño se le presentase en frente; por no explicarle que sólo él y sus "tíos" serian quienes podrían llevarlo a todos lado.
Con las manos en su rostro donde las lágrimas se acumulan en sus ojos dispuestas a iniciar su trayecto esperan el visto bueno quedandose en silencio, intentando asimilar la situación y pensar positivamente en aspectos que no pintan a ser buenos. Entro en pánico y si en las próximas horas aquel pequeño no fuese encontrado era de seguro que enloquecería, perdería la cordura y no sabría que haría con su vida. No podía pensar en una vida sin aquel pequeño, sin tenerlo entre sus brazos nuevamente, sin poder abrazarlo o oír su infantil voz. Como haría para sobrevivir sin él, como pensaría siquiera continuar su existencia sin aquel pequeño dentro de sus planes a futuro, como daría la cara a su padre y a la organización con su responsabilidad extraviada.
Desesperado por seguir esperando la ayuda que pidió y que parece jamas llegara decide volver a buscar, incluso pondria de cabeza aquel lugar para encontrarlo, removería cada atracción hasta dar con él, interrogaría incluso a los más pequeños para saber en donde vieron a su pequeño por ultima vez. Buscó y buscó, cayendo cada vez más en la desesperación puesto que las lágrimas siguen resbalando por sus mejillas mientras su manos tiemblan por la impotencia y su corazón parece dar indicios de que si no logra encontrarlo se detendría. Buscó y buscó, removió cada atracción, busco entre los arbustos destruyéndolos por completo, su traje quedaba sucio por la tierra y el sudor confabulado con sus lágrimas. El silencio abunda mientras aquellos padres toman a sus hijos y se quedan a observar sin siquiera querer ayudar, una atracción queda en pie y es ahí donde procede a buscar y lo encuentra.
—Egipel...—suspira aliviado después de haberse quedado en shock al encontrarlo en aquel pequeño castillo.
La emoción apenas pudo dejar formular su nombre, el pequeño no se mostraba asustado más simplemente aquella diversión en su rostro quedo en preocupación y miedo. Texas lloro con emoción, aliviado tras encontrarlo, abrazándolo con todas sus fuerzas, aspirando el aroma de su cabello y piel, besando sus mejillas y prometiendo que jamás lo perdería de vista.
—Mi pequeño, mi niño...que bueno que estés bien.—lo separo de su cuerpo, revisando si había lesiones en sus manos o su rostro.—¿te hicieron algo?¿te golpearon?¿te asustaron?¿que te paso mi pequeño? Dime, puedes decirme todo sin temor Egipel...—suplicaba con preocupación, posando sus manos en su infantil rostro intrigado, acariciando sus mejillas con recelo y extrañes.
—papi, ¿porque tus ojos lloran?.—pregunto y sus pequeñas manos llevo hasta sus mejillas siendo estas mismas empapadas por aquel rocío de tristeza y preocupación que emanaban de los ojos de su progenitor.
—My little Egipel...my children...my little cowboy...—lo abrazo aun más fuerte, teniéndolo entre sus brazos salio de aquel lugar.
Con el pequeño entre sus brazos que limpiaba con sus manitos sus lágrimas se dirigió a su automóvil, se llevo el susto de su vida, jamás saldría de los limites de su hogar, jamás volvería a sufrir de aquel incidente una vez más. No dejaría que aquel pequeño saliese más halla de los limites de su hogar, no permitiría que se hiciese daño y con ello aprender del mismo. Lo minaría y sobre protegería para que olvidase aspectos de la ciudad y se acostumbrase a la simpleza del campo en que viven.
—Prometo jamás volver a perderte pequeño...es una promesa.—se juro a si mismo en un murmuro, viendo a través del espejo retrovisor de su auto al pequeño jugando con su oso de felpa como si no hubiese sucedido nada.
Por otra parte, aquel que fue el artífice de semejante crueldad se reía a carcajadas de lo que observo en primera fila, deleitándose con el sufrimiento de aquel ser que parecía que en cada minuto sucumbiría a la locura, tal vez pensando en cuanta barbarie podría estarle pasando.
Vaya que lo disfrutó, conoció a aquel pequeño... Solo faltaba conocer a la pequeña para hacer que sus planes lleguen a ser un rotundo éxito, doblegaría con sus fotografías a quien se rehúsa a cooperar con él en su maquiavélico plan. Doblegar a quien se rehúsa a cumplir sus más bajos caprichos...
Tan solo era cuestión de tiempo para que todo saliese a la luz.
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