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El despertar de la Paternidad.
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Continuación.:
El cielo brilla con total solemnidad, el astro incandescente empieza a decaer de la bóveda celeste que se torna anaranjada con leves toques azules y morados. En un aparcadero cerca a una pequeña atracción ambulante cerca a uno de los muelles de Dallas, tan pequeña que de pocas diversiones podría gozar. La pesca en ahí seria agradable pero no estaba para eso.
Lanzo algunos dardos a las dianas para ganar premios para su pequeño, permiso como osos de felpa o muñecos de series animadas además de bocadillos y algunos dulces. Derribo torres y encestó balones en pequeño aros para ganar los premios mencionados.
Una vez salieron de ahí caminaron por el rustico muelle, varias personas lo hacían. Era magnífico ver como las mansas y tranquilas aguas del mar reflejaban la caída del astro incandescente para renacer con más fuerzas al siguiente día. Como la tenue brisa hace que las mansas aguas formen olas pequeñas y ondas ligeras que parecen ser producto del exceso de pintura en la bóveda celeste.
Sentado en las tablillas que conforman aquel muelle sus piernas cuelgan sobre el agua, su reflejo se ve entre las ondas que lo distorsionan. La curiosidad tan nata en el infante lo hace sonreír. Con una mirada serena y altiva contempla la magnificencia del paisaje siendo obra del grandísimo siendo repetida día tras día y que muy pocos aprecian como si fuese la primera vez.
Es bello estar ahí, sentir sus pies volar sobre el agua mientras cuelgan y se mueven casi divertidos hacia adelante y hacia atrás. El pequeño empieza a copiar su acción, moviendo enérgicamente sus pequeños pies sobre sus muslos mientras agita sus pequeñas manitos y aplaude divertido.
—Eres tan tierno... —miro atento su reflejo, viendo como es que en cada día se hacia más firme la apariencia que posee de sus padres verdaderos.
Aunque no fuese suyo pretendía ver algo suyo en él, tal vez en su sonrisa, en sus gestos o en su risa, creándose espectativas de que parte de su risa se parece un tanto siquiera a la suya. Que su mirada de orbes naranja metálicos tienen aquella sencillez salvaje similar a la suya. Que su tierna y pequeña sonrisa es casi semejante a la suya cuando fue pequeño y que no tiene algo con que probar lo que alega.
—Si tan solo ninguno de tus padres estuviera aquí... No temería perderte como lo hago ahora...—comento suspirando con resignación, aferrándose sus manos al pequeño cuerpo que requiere de sus cuidados y atenciones a toda hora del día.
Tal vez su deseo que resulta ser egoísta es quien nubla su buen juicio. No era correcto privar a un padre de ver a su pequeño como lo hizo hoy, no era correcto desear la muerte a quiénes por circunstancias extrañas no pueden cuidar de él. No es correcto que él se crea padre de aquel niño e intente asumir aquel rol cuando su verdadero padre aun vive y sufre por tenerlo lejos de sus manos.
¿Acaso se imaginaba siquiera en como es que se sentía Egipto sin tener a su hijo a su lado? ¿Acaso podría sentir aquel dolor que martiriza aquel corazón que anhela con todas sus fuerzas recuperarlo?. No, no lo hace. No porque no quiere sino porque no se ve en una situación similar, viviendo el día a día con un enorme vacío en el pequeño que solo la presencia de aquel infante seria capaz de llenar.
El infierno en que la vida de Egipto se hallaba era mucho peor que el que vivió durante la vida de Israel, fue mucho peor que traicionarlo, mucho peor que haber querido siquiera que sus pequeños jamás existieran. Era mucho peor que sus palabras hirientes cuando tuvieron su primera gran discusión y en donde quebranto su relación con el inocente óbito que pecó con tan solo amarlo.
—papa!.—volvia a decir aquel pequeño con si características voz infantil, balbuceando aquellas dos silabas juntas.
—Asi es pequeño, daddy estará para cuidarte...—lo levanto y acerco a su rostro, viendo fijo a la mirada inocente de su pequeño, sintiendo sus tiernas y pequeñas manos tocar su rostro con total curiosidad y diversión. —daddy will always be for you...
Se levanto del muelle y coloco al pequeño en la mochila ergonómica que cuelga de su pecho, saco su biberón del bolso que llevaba y se lo dio, lo alimento con cuidado y dejo que él mismo se alimentará. Sus pasos eran tranquilos y despreocupados. El peso que ejercía el miedo de perderlo se había disipado pero eso era una idea errada. El miedo seguía ahí, se escondió en lo más profundo de su ser, esperando con ansias un evento caótico en el cual presentarse en todo su esplendor... Esperando el día en el cual despertar para hacerle daño.
Un música, tan solo una entre todas de la radio del automóvil hacen a su mente imaginarse una vida con aquel pequeño, verlo crecer con el pasar de los años, escucharle decirle padre a quien tanto cuidó desde bebe. Ver como es que hacia de su vida una mejor y mucho más distinta a la suya, verlo asimilar la religión en la que sus padres había crecido, teniendo su propia identidad, siendo el mismo y no aquello que otros quisieran ver.
—Cuando crezcas esperó llegues a ser tu mismo y no ser lo que con capricho designa la sociedad mundial...—deseo con profundo anhelo, era difícil ser distinto en una sociedad mundial en que serlo era una novedad peligrosa.
Un claro ejemplo era Israel, el único país judío, el único entre muchos que tiene la población judía más grande. Siempre marginado por sus vecinos, siempre atacado y escasamente viviendo en tranquilidad pero con el racismo vigente y latente en su gente, en la gente de sus vecinos que los repudian. Aun cuando muchos de los países se le acercan a brindarle su amistad muy picos son quienes lo hacen con verdadera intención y no solo por la obligación diplomática de sus gobiernos.
Era tan pequeño para el desastroso presente que se crea ante sus ojos y se trasforma conforme el ahora se convierte en un futuro ya vivido pero que se ansia ver más adelante.
—duerme pequeño...mañana será un mejor día, el mejor de todos los que vienen...
Siguió manejando con tranquilidad, sucumbiendo a la tranquilidad de la musica que va pasando y da la bienvenida a otra. Aquel pequeño era un diamante caído del cielo, brillaba por la inocencia tan nata en su ser, era tan apreciado por lo vulnerable que lograba ser, amado porque se convirtió en parte de su vida...Una vida que cambio con su llegada...la reformó e hizo de él alguien mucho mejor de lo que apenas imaginaba ser. Un hombre que vive la vida no solo por vivirla sino con un propósito que a muchos les preocupa y a otros les agrada.
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