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¡Seamos Familia!
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[ⅤⅠ]
(Mes de Noviembre).
❝Cuando los hechos lo dicen todo, las explicaciones solo sirven para colorear.❞
Estaba en el pequeño poblado de Isparta, caminando en las callejas de tierra del lugar tan humilde en donde vivía a pocos kilómetro del mismo, tenia una radiante sonrisa en el rostro que denotaba felicidad...una felicidad forzada.
Ya iba por el séptimo mes de su embarazo y a decir verdad le sentaba tan bien que lucia más vivo que nunca. La tersa y jovial piel de su ser brillaba con los contrastes de la luz del sol, su cabellera era aun más abundante y empezaba a dejar de ser tan rizada. Su mirada irradiaba alegría moribunda pero que tomaba fuerzas con los recuerdos del padre de sus hijos.
Caminando entre aquella gente se encontró con quien menos en todo el mundo pensó encontrarse, lo gruesos abrigos holgados ocultaban a perfección su crecido vientre temporal de la mirada acusadora de los demás.
—'iisrayiyl ... kam hu rayie 'an 'ajdak huna. (Israel...que maravilla encontrarte por aquí.).—saludaba forzosamente el iraní teniendo entre sus brazos un hermoso ramo de flores.
—Irán...—alcanzo a articular de manera inesperada puesto que la sola presencia del descendiente de Aqueménida lo ponía nervioso.
—Veo que estas bien, de hecho me pregunto si hiciste lo mismo que Egipto.—comento maliciosamente teniendo una sonrisa inquietante en el rostro.
La curiosidad lo carcomía, era algo inevitable puesto que hablaba de Egipto y él tenia tantas ansias de saber como estaba el mencionado, después de todo aun seguían estando casado pese a estar distanciados y cuya relación parecía haber terminado desde aquella discusión tenida que le abrió los ojos con respecto a lo que tenían. Un error que pagaron con creces.
—¿Qué sucede con Egipto?.—preguntó curioso acercándose cuidadosamente al iraní que mantenía una mirada incrédula.
Irán sonrió de lado emitiendo una silenciosa carcajada que nunca salio de sus labios, mantenía una mirada incrédula siendo esta totalmente falsa, lo que saldría de sus labios lo haría de manera maliciosa, después de todo no tenia nada que perder.
—No lo sabes? Egipto se casó hace menos creo de un mes con Libia.—comentó con tranquilidad observando como Israel ponía una cara triste.
—Mientes...¡Mientes!.—vociferó dolido evitando soltar lágrima alguna que lo hiciese ver débil.
—Si no me crees puedes preguntarle a Siria o inclusive a Turquía, es más preguntarle a Siria. Siria, habibata, acercare por favor. —llamo cariñosamente a la fémina quien se acerco rápidamente. —podrias decirle a Israel que no miento con respecto al matrimonio entre Egipto y Libia?.—solicito amablemente.
Siria le dedico una sola mirada a Irán quien permanecía con la mirada clavada en Israel que parecía desmoronarse por dentro.
—Siria...¿Es eso cierto?.—
Siria asintió con la cabeza en silencio. Israel aun no podía creer lo que escuchaba por parte de Irán, sentía nuevamente aquella horrible y extraña sensación invadirlo sin previo aviso. En ese mismo momento sintió que todo se le venia encima, que todo caía sobre su ser con una fuerza sobrenatural. Sintió como colapsaban sus pulmones, como su corazón caía al vacío, como sus manos se congelaban al instante en que su respiración se aceleraba; en ese preciso momento llegó a desilusionarse. Todo llegaba a ser tan repentino que jamas pensó que algo así le pudiera llegar a pasar, jamás pensó que Egipto llegaría a lastimarlo de aquel modo. Se lamentaba haber creído en las palabras bonitas que le decía el egipcio, ahora después de todo el tiempo transcurrido endurecería su corazón...haría lo posible por borrar rastro alguno del amor que aun después de semejante noticia sentía.
Su mente aceptaba dicha noticia e intentaba asimilarla para no causarse dolor pero su corazón se negaba a aceptar y luchaba contra la razón argumentando que había algo más en aquella noticia, debía de haber razón alguna para que Egipto se hubiese casado con Libia estando casado con él.
—¿Por que te afecta tanto? Deberías estar alegre por Egipto quien encontró el amor en los brazos de Libia, eso harían lo buenos amigos...cualquiera diría que estas dolido por la noticia.—argumentó Irán cruzándose de brazos, disfrutaba ver como el dolor consumía al judío.
—A no ser de que estuvieras enamorado de Egipto...—añadio Siria fingiendo estar confundida por sus palabras.
Aquel matrimonio se hacia el confundido y despistado cuando sabían realmente lo que sucedía con el hebreo, cuando sabían a perfección la prohibida y aberrante relación de él y Egipto, cuanto les desagradaba dicha unión siendo una frente a su religión.
Israel se quedo en silencio observando incrédulo al persa y a la siria quienes parecían confundidos por su reacción, retrocedió dos paso y se hecho a correr con todas las fuerzas que tenia intentando huir de una verdad contada a medias. Corría limpiándose las lágrimas obviando completamente su estado gestante, el latir de su corazón aun más herido de lo que estaba se aceleraba conforme sus pasos intentaban escapar de la realidad; las lágrimas rodaban por sus mejillas mientras sus labios sellados cual tumba temblaban a medida que entrecerraba y cerraba los ojos lentamente. Un mal paso conllevaría a una tragedia...
—Israel!!!.—
Oscuridad y nada más, un llamado de la realidad a la que parece estar muy distante... Daría todo para quitarse la horrible y atroz sensación que lo invade. Cuanto deseaba despertar de semejante pesadilla en la que parece estar prisionero...
La verdadera pesadilla aguardaba ansiosa su presencia.
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❝No se puede renunciar a aquello en lo que no dejas de pensar todos los días.❞
-Paulo Coelho.
Egipto; 18:45 pm.
—Mossad...te lo pido...por favor dime donde esta Israel...—pasaba sus manos por su rostro que mostraba cansancio, tres días había estado pegado al teléfono sin conseguir el paradero de Israel.—...dímelo por favor...
Del otro lado de la llamada la joven agencia de inteligencia de Israel suspiraba con cansancio, aquel muchacho había tolerado constantes llamadas a altas horas de la noche de parte del Egipcio siempre con la misma pregunta e ignorar dichosas llamadas solo agravaban la situación sufriendo un hostigamiento casi infernal todo un día entero.
—Como con anterioridad le he respondido no se nada al respecto, si así fuera lo contrario no estoy en la obligación de brindarle dicha información. Por favor pido que cese las llamadas. Gracias.—colgó la llamada.
Egipto apagó dicho aparato de mala manera, estaba cansado y frustrado, tenía tantas ganas de saber como estaba Israel y su hijo, tenia ansias de ver como era aquella nueva vida y de escuchar el latir de su minúsculo corazón. Cuanto daría por volver a tener al hebreo entre sus brazos y olvidar que alguna vez estuvo dudando del amor que le tenía, olvidar que alguna vez se sintió atraído por la libia que ahora lo acompaña.
Libia se había dado la tarea de alejarse de él, siempre distante se dedicaba a ver a través del balcón el horizonte, suspirando un par de veces mientras bajaba la mirada con resignación y tomaba una postura serena encaminándose directo a la habitación sin cruzar palabra alguna. Una noche juntos fue estar en la completa soledad teniendo compañía del otro lado de la cama que le daba la espalda.
—No merecemos este castigo Libia...—comento con sinceridad al verla cruzar a lado suyo.
Libia se detuvo a escuchar sus palabras, cerro los ojos con fuerza y volvió a suspirar con pesadez antes de poder confrontarlo con valentía. A pesar de todo aun lo seguía amando, odiaba tratarlo de aquel modo en como lo hacia, odiaba aun amarlo cuando jugó con ella a su antojo. Cuanto lo odiaba y amaba al mismo tiempo.
—Se más que tú que lo que vivimos es algo que no merezco...no merezco el falso amor que me das, no merezco la mezquindad de tu cariño falso y forzado.—añadio antes de marcharse con seguridad y una mirada fría y fulminante.
—Libia.—la retuvo de la muñeca con cuidado forzando a que la fémina lo encarara.—lamento haberte hecho daño cuanto lo menos que quería era lastimarte...
Libia cerro sus ojos rápidamente antes de que el egipcio pudiera ver su dolor, antes de que pudiera ver su sufrimiento a flor de piel. Camino rápidamente a su habitación y se encerró en la misma, derramo un mar de lágrimas denotando el dolor que aquejaba a su corazón. Gruesas lágrimas se deslizaban por sus mejillas, sus sollozos eran silenciosos conforme miraba detenidamente su alianza con Egipto. El día que debió ser el más feliz de su vida había sido el más triste de todos porque el egipcio no mostraba siquiera una pizca de felicidad por su unión. Fue ahí que comprendió que Egipto nunca la vería del mismo modo que veia al hebreo, jamás podría amarla del mismo modo que lo amaba a él; viviría atada a alguien que realmente no la amaba y eso era lo que más rabia y melancolía como tristeza le causaba.
Egipto daba pasos lentos conforme depositaba una de sus manos sobre la perilla de la puerta de la habitación que compartía con su legalmente ahora esposa, el silencio del pasillo y de aquel lugar al que llama hogar fueron los cómplices del dolor que sentía la libia y que callaron un buen tiempo hasta hoy. La piel se le erizaba y el corazón se le estremecía al oir los sollozos de la fémina tricolor, aquellos lamentos muy bien camuflados con el entorno del hogar habían sido silencioso con el pasar de los días hasta el momento. Se sentía culpable, se sentía de lo pero era por más horrible que sonase lo correcto. No seria capaz de mentir y engañar a alguien que ama y estima mucho.
—Perdoname...pero no podía mentirte de aquel modo...no puedo...no...—suspiro sobre la superficie de la puerta derramando una pequeña lágrima antes de marcharse en silencio.
✿✿✿✿
Siría; 14:30 pm.
❝Si no abandonas tu pasado, no estas tratando de mejorar tu futuro. ❞
—Siria...por favor permiteme pasar...—suplicaba del otro lado de la puerta Irak.
Siria estaba en un dilema sin escape, quería dejarlo pasar pero temía que lo ocurrido días previos a su boda volviese a suceder, temía que esta vez no pudiera ser capaz de escapar del más puro de su deseo castigado por su devota y firme lealtad a su palabra.
Temía pecar, temía alimentar el amor que tenía por el iraquí... Temía lastimarlo aun más.
—Han pasado varios días desde que te marchaste...hablemos por favor... Escuchame, solo te pido eso.—pidio nuevamente observando como la puerta se abría lentamente dejando ver a una preocupada Siria.
—Pasa.—cedio el paso al iraquí quien poseía en su mirada un ápice de esperanza que lamentaría destruir.
—Siria.—no paso más de un minuto y tomo a la fémina de las manos.—huyamos juntos donde podamos ser felices, yo te amo...te amo.—expreso con vehemencia a medida que acercaba a la fémina a su presencia. —Te amo...
Siria evito mirarlo a toda costa, temía que al mínimo movimiento acabara sucumbiendo a su más puro deseo. Quería aceptar su propuesta, quería tomar su mano y huir con el a donde pudieran ser felices. Quería amarlo del mismo modo que él lo amaba pero al observar su mano, al ver que sostenía la ajena estando casada y pensando en escapar con el sintió culpa. Retiró rápidamente su mano del agarre del iraquí y lo miro con frialdad, aunque le doliera en el alma debía acabar aquello de una vez por todas. Debía porque ahora se hallaba mucho más lejos de su alcance.
—No puedo Irak.—respiró profundamente bajando su mirada.—Yo...yo amo a Irán.
Irak se quedo pasmado e incrédulo, en un momento desesperado tomo las manos de la siria y entrelazo sus dedos con los suyos, su corazón se aceleraba a medida que el tiempo pasaba y Siria se negaba a mirarlo a lo ojos.
—Siria, mirame a los ojos y dime que no me amas, dime que amas a Irán y yo me iré y jamás volveré a molestarte.—habia seguridad en su voz, miedo en su mirar y una franca sonrisa en los labios que mantenian las esperanzas aun vivas.
Siria levanto su mirada y armándose de valor y coraje abrió sus labios para formular una respuesta que pondría en jaque las escasa esperanzas que aun existían en Irak.
—Yo no te amo, yo amo a Irán con todo mi corazón. —habló seria, la voz empezaba a perder seguridad conforme sus palabras se hacían aun más difíciles de pronunciar.
Irak soltó sus manos dejándolas caer al vacío, jamás olvidaría aquella mirada de decepción y desilusión en los ojos del iraquí quien en silencio dio marcha atrás saliendo sin despedirse de su hogar. Pasaron tres minutos antes de que se desplomara de rodillas frente a la puerta derramando lágrimas de impotencia mientras sus lamentos salían de lo más profundo de su alma adolorida y lastimada por sus decisiones.
—Habibata no estés así, tienes que permanecer fuerte porque necesito de tu ayuda...—ayudo a levantarse a la fémina quien limpiaba sus lágrimas.
—Qué necesitas de mí... —
—Eso lo discutiremos después, por ahora solo necesito que cumplas con tus obligaciones.—
Resignada tomo la mano de su pareja y se encaminaron a un "encuentro" lujurioso donde forjarían una vida, de eso trataba. Crear una vida que diera sentido a un matrimonio por conveniencia. Una vida a cambio de su felicidad. El fruto que fortalecería su matrimonio arreglado.
—No olvides nuestro acuerdo...—
✿✿✿✿
❝El amor; es un arte. Es la poesía con la que se viste el viento, es lo invisible que mantiene a este mundo girando.❞
Turquía; 19:25 pm.
—Israel...estas mejor?.—preguntó exaltado al momento en que lo vio despertarse.
—Que me sucedió Turquía?. —preguntó desconcertado observando la preocupación en la mirada de su "pareja".
—Israel... Te caíste y casi pierdes a tus hijos y con ellos tu vida, de no ser por mi rápido actuar...tal vez estuvieras en el reino de tu Dios.—comentó con la mirada baja mientras acariciaba el vientre bicolor con cariño.—sentí por un instante que te perdía... Temí perderte.
Aquellas palabras le hicieron recuerdo a Egipto, aquellas mismas que alguna vez nublaron su buen juicio y lo dejaron a merced del egipcio que lo uso como quiso. Su mirada denotaba dolor y su rostro tristeza que borraron rastro alguno de lo que fue felicidad aquel día por los caminos del pequeño pueblo de Isparta.
—Abrazame por favor... —pidio con la voz entrecortada sintiendo el cálido contacto de quién lo amaba de "verdad".
—Que sucedió para que borras tu hermosa sonrisa y pierdes tu alegría?.—
—Tú...tú sabias que Egipto se volvió a casar?.—preguntó levantando su mirada y clavándola en la ajena.—lo sabías...?
Turquía cerro sus ojos dando un hondo suspiro antes de volver a abrirlos, con sus manos alejadas del cuerpo de su amante tomo su preciado rostro y con sus pulgares limpio de sus mejillas aquellas lágrimas que el egipcio no merecía.
—Sí, lo sabía... Callé para no lastimarte y no perturbarte con algo que no valía la pena, no quería que sufrieras por él... No quería que tus ánimos bajarán por su culpa, no quería que dañes a tus bebes por culpa suya...perdoname.—bajo su mirada con culpa, su voz denotaba arrepentimiento cosa que conmovió a un sentimental israelí.
—solo abrazame por favor...—
Abrazados permanecieron en aquella suave cama en la cual dormitaba todas las noches en su soledad Israel. Turquía daba leves caricias al hombro ajeno que ahogaba su llanto melancólico silencioso en su pecho, su mirada carente de emoción alguna era escalofriante, por más amor que pudiera tenerle a Israel el mismo permanece atado al pasado, atado a Egipto aun sabiendo que fue capaz de casarse con otra persona antes de recordar que seguía casado con él. Lamentaba aquel actuar de su amante, lamentaba que aun siguiera amando a quien tanto daño le había causado. Después de todo eso era amar.
Que errado podría estar pensando en lo que daba y recibía era amor.
Tarde o temprano las cosas caen por su propio peso.
La pesadilla surgida del infierno personal cobraría varias víctimas en un corto lapso de tiempo intangible e irreversible.
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