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¡Seamos Familia!
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[Ⅰ]

(Mes de Junio).

Despierta junto al alba, el sonido de las personas charlando mientras caminan  entre angostas callejas rodeadas de vida, colorido y armonía le dan una sensación de paz, después de todo era momento de olvidarse del dolor vivido hace menos de dos semanas atrás.

Una música tarareada por alguien en la cocina llaman su atención mientras va bajando de las escaleras hacia el primer piso donde se halla la sala. Una dulce melodía es producida por los labios del turco que esta pendiente del té que hierve mientras va preparando el desayuno. Tres tazas puestas sobre la mesa con un mantel del color de la crema son depositados mientras indaga en su mente para deducir para quien era la tercera taza. Apegado en un costado del marco de la puerta con timidez va ocultándose más a medida que ve a un pequeño caminar hacia el turco sosteniendo entre sus manos un oso de felpa color café. Tenia el cabello rizado y detonado de las raíces que empezaba de un profundo rojo acabando en un inmaculado blanco de puntas azules apenas distinguibles.

Va saliendo de su escondite acercándose por el aroma del pan caliente depositado en una canasta sobre la mesa, tenia un gran apetito a primeras horas de una mañana muy inusual.

Papi!.—escucha decir a aquel niño que estira sus manos hacia el turco que lo toma entre sus brazos.

—Mi pequeño!.—dijo de manera dulce el turco siendo abrazado por los pequeños brazos de su niño mientras que su rostro era decorado por múltiples besos de su prole.—Vamos a desayunar pero antes llamo a alguien especial.—

Aquel niño había asentido con la cabeza tres veces mientras era dejado sobre el asiento que lidera la gran mesa.

—Buenos días Turquía!. —saludo casi tímido y algo avergonzado, sus mejillas estaban coloradas mientras cerraba sus ojos emitiendo una gran sonrisa.

El turco estaba anonadado, también estaba colorado por verlo de esa forma, después de todo alguien más sabia la existencia de su descendencia cosa que ninguno aparte del griego sabia hasta el momento.

Bu_buenos días Israel!.—saludo del mismo modo.—ven, tomemos el desayuno que se va a enfriar.

Israel asintió con la cabeza de forma positiva, era muy raro ver a un hijo del turco siendo aún un niño, tal vez nunca supo de la existencia del mismo...después de todo no sabia a perfección como eran los hijos de su buen amigo con el cual tuvo malos como buenos momentos. Los hechos insólitos quedaron plasmados en la memoria de un pasado que trasmite experiencias que ayudan a forjar un futuro mejor para su gente y para si mismo.

Una vez terminado el desayuno el turco procedía a realizar el servicio pero en compañía de un obstinado hebreo que no permitirá por más siendo visita que lavará los trastos, al menos no sólo. Entre un silencio cómodo y repentinos cruces de miradas surge en la mente del turco ambientar el lugar con un tarareo armonioso, aquel mismo que tarareaba al momento de hacer el desayuno.

Israel escuchaba atento sonriendo mientras secaba los trastos, era casi angelical puesto que sus sentidos así lo percibían.

Israel?.—llamo la atención el turco al nombrado.—que te parece si vamos a pasear un rato, claro...si estas dispuesto a hacerlo...—

—Por su puesto que si!.—exclamó alegré, el corazón se le aceleraba de sobre manera mientras su rostro esbozaba una enorme sonrisa divertida.

El turco conducía una camioneta negra y a su lado estaba el hebreo, durante casi dos horas de viaje lo estuvo contemplado en silencio y de forma disimulada, observo las facciones de su jovial rostro milenario, el color de sus orbes al chocar con la escasa luz del sol, la palidez de sus semi carnosos y delgados labios, el movimiento de su cabellera frente a la brisa del campo era exorbitante.

—vamos!.—menciono fuera del auto atrayendo al hebreo con sus palabras.

Una hermosa cabaña se situaba en la lejanía de un pueblo pequeño denominado Isparta. El nombre le sonaba muy curioso cuando lo vio en un letrero de madera y lo oyó de los mismos labios del turco. Aquella cabaña estaba rodeada de colinas de lavanda, un hermoso paisaje violeta se pintaba frente a sus ojos, las flores florecían en aquellas colinas mientras el sol se alzaba con glamour sobre sus cabezas, aun con los nubarrones grises que amenazaban con privarles de la luz del astro incandescente todo se veía espectacular.

—Bienvenido a Kuyucak, Israel!.—exclamo con los brazos abiertos el turco frente al campo de lavanda cerca a la cabaña.

Israel se deslumbraba por lo maravilloso que resultaba el lugar. Observo atento como en turco tomaba de los campos un buen numero de flores lavanda y empezaba a acercarse a su persona, tenia una mirada nerviosa como su simpática sonrisa lo demostraba.

—Toma, son para ti.—ofreció nervioso, su voz lo delataba al igual que su mirada tímida que se forzaba en mantenerla serena.

Gra_gracias.—respondió nervioso aceptando aquel ramillete improvisado de flores lavanda que expelían una vago aroma armonioso.

—¿vamos?.—preguntó el turco ofreciendo su mano, esperando que el contrario aceptara su invitación.

El sendero por las colinas violetas esperaba con ansias llevar a sus visitantes por parajes donde la lavanda empieza su ciclo, donde los capullos de aquellas flores florecen conforme pasa el tiempo. Esperaba la llegada de dos almas dispuestas a encaminarse en un pedazo de paraíso creado por la naturaleza en la tierra de dolor y muerte.

El turco era alguien enigmático en cuanto a pensamientos, muy complicado a y al amar. Un descendiente de un hombre que supo ganarse su lugar en el mundo en base a guerras que ganaba por su perspicacia y astucia. El hijo de un fallecido Imperio.

—vamos...—acepto la invitación depositando su mano sobre la palma expuesta de su buen amigo.

Tomados de las manos se paseaban por el sendero de los enamorados en aquel campo de lavanda que antes llegó a ser un campo de rosas. El aroma sutil de la flor embriagaba sus esencias y sus corazones de una paz y comodidad no encontrada en la ciudad donde la civilización comienza a avanzar arrebatando espacio a la naturaleza que es la maestra a la hora de mostrar a aquellos que valen la pena las bellezas que esconde de aquellos que se disponen a destruirlas.

❝Me perdí en su mirada, es que el color de sus ojos me encantaba; no eran azules ni verdes. Eran del color de la miel, aquella que alegra mis días y me ayuda a conciliar el sueño, jamás me cansaría de mirarlos todos los días de mi existencia. Eran las ventanas que me mostraban lo hermosa que lucia su alma al descubierto de su ingenuidad y su inocencia, simplemente perfecto.❞

Turquía se sentía complementado con la presencia de Israel, se sentía feliz al sostener su mano frente a un paraje que solo las parejas disfrutaban. Aparentaban ser lo. No importaba el hecho de que Israel estuviera aun casado, no le importaba el hecho de que Egipto se empecinara en buscarlo por cielo, mar y tierra y que frente a todos los posibles culpables de esconder a su pareja estuviera él. No le importaba en absoluto el dolor que carcomía al egipcio al perder a quien más amaba...¿porque debería de afectarle cuando el egipcio no merecía al hebreo?. Estaba feliz y aun cuando el hebreo estuviera cargando la semilla de su pareja dentro de su vientre no le importaba hacerse cargo de aquella criatura engendrada entre su peor enemigo y su futura pareja, mientras aquel niño tenga aspectos natos de Israel se privilegiaría de crear una familia con el hebreo. Serian una familia aun cuando el neonato no tuviera su sangre lo criaría como hijo suyo, todo por el amor que le tenia a Israel.

El inicio del cortejo a quien alguna vez llegó a amar demasiado empezaba, curaría las heridas de aquel corazón y pondría parte del suyo para reconstruir aquello que cayo en el vacío de la desilusión. Le daría parte de sus plumas a aquella ave que perdió las suyas en un vuelo a través de una tormenta, volarían juntos y jamás soltaría aquella mano que confió en su amor. Eso era una promesa que jamás rompería. Una promesa de amor incondicional.











Amor...que dulce suenas en los labios de aquel que si sabe amar...y que vacío suenas en los labios de quien perjura saber amar.








Los planes de una boda se llevan a cabo y sera la gota que colme aquel vaso saturado de problemas disueltos en agua, lágrimas has de ver caer al fin de la historia en el rostro de quienes no merecían llorar. Que no merecían ser lastimados.









Olvido...

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