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Entre el Consuelo y el Suplicio.
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[Ⅳ]


Despertaba nuevamente frente al alba aunque prácticamente lo vio nacer, no tuvo la oportunidad de dormitar y hacer descansar a su cuerpo que ahora le haría pagar por ello, el cansancio plasmado en su rostro tal cual un artista cincelaria  de forma grotesca un grabado hermoso en una pieza de madera, piedra o cuarzo. No pudo dormir, su mente lo torturaba con los acontecimientos que se habían suscitado hace cuatro días atrás. Nunca hasta el instante recibió llamada alguna o mensaje del hebreo, no hasta ahora y aquello, aquella desatención o desinterés lo lanzaban a los brazos de la mujer que lo esperaría el tiempo necesario. Necesitaba tiempo...necesitaban un tiempo...

Hace muy poco había empezado a fumar, el estrés se esfumaba al instante en que calaba un cigarrillo y observaba el humo de color ceniza que salia de sus labios y se perdía en el aire en un día espléndido, la ceniza se impregnaba en sus dedos y el amargo sabor del tabaco en sus labios, la situación era más grave de la que cualquiera pudiera pensar, estaba aterrado por lo que sentía, le aterraba pensar que sus errores, su error lo llevaría a la infelicidad, algo que pensó jamás pudiera suceder pero se daba, de forma lenta se construía a costa suya sobre su cabeza de forma precaria para luego caer sobre él y dejarlo inconsciente.

Una última calada a aquel cigarrillo, sus labios generan una pequeña abertura por donde exhala el humo del tabaco con total libertad, con la completa tranquilidad que ansia poseer desde que comenzó a frecuentar a Libia. El sonido del timbre de su hogar lo llama y lanza la colilla de aquel cigarro por encima de su balcón.

—Grecia!? ¿¡Pero que te ha sucedido!?.—dijo asombrado a medida que lo examinaba con la mirada.

Si de por si en aquellos pocos días los moretones tomaron una tonalidad más violácea y que clara muestra de ello era aquel moretón que poseía en el ojo derecho lo que más delataba el flagelo eran las costras que poseía en el labio inferior y sobre su ceja izquierda y mejilla derecha que parecía llevar cortes profundos.

—Puedo pasar?.—cuestionó de modo que su voz aun se notaba débil y cojeaba mucho del lado izquierdo.

La paliza para mantener su boca sellada dejaban serios estragos en su cuerpo, cuanto lamentaba mucho traicionar la confianza de quien lo ayudaba ahora a pasar. Todo por haberse preocupado por el turco que lo despreciaba.

—¿Que te paso?¿acaso tuviste un altercado con un delincuente?.—preguntaba a medida que acercaba una taza de té rojo a su invitado.

—Si...eso fue lo que paso...pero descuida, él no se fue sin ningún rasguño.—decía intentando sonar valiente, su voz débil ocultaba la quebradez de sus palabras.

Quería llorar, llorar como nunca antes lo había hecho, llorar de la misma forma en que hizo noches enteras cada vez que recordaba al turco después de que su relación acabo en una ruptura entre discusiones y reproches proveniente del descendiente otomano a quien tanto amaba y ahora odiaba.

—Como...como estuvo la fiesta de La Liga Árabe?. —preguntó a medida que tomaba aquel delicioso té, sus manos temblaban pero no lo suficiente para derramar aquel liquido sobre su cuerpo o el suelo.

Egipto se quedo mudo, como si la sola pregunta lo hubiese dejado en blanco. Y como no si todo lo malo que le sucedía ahora comenzó ahí, justo en aquella fiesta, justo en aquel ultimo día...justo en aquella maldita noche en donde perdió mucho y gano muy poco, perdió demasiado cuando decidió tomar entre sus manos el rostro de la libia y se dejara llevar por el dulce sabor de aquellos carnosos labios que lo pusieron en medio de un dilema.

El de dejar o no dejar a Israel, lo amaba pero ¿quien le haría algo semejante a quien amaba?. Tenia entre sus manos las manos de Israel y Libia y tenia la "difícil" decisión de soltar una, no sabia cual...todo era muy confuso. Cuando uno verdaderamente ama jamás duda de lo que siente hasta el instante en que el "jamás" se convierte en una mundana palabra que pierde su significado conforme se va perdiendo lo que alguna vez se llego a sentir. Cuando ya no estas seguro de lo que sientes, cuando ya no estas seguro de que tu amor es lo suficientemente fuerte para superar la adversidad.

Egipto?...¿pasa algo?.—volvió a preguntar, con su maltratado rostro formaba una mueca de confusión que derivaba en la preocupación.

—Todo...todo salio...no puedo, no puedo seguir ocultándolo más. —menciono de manera explosiva a medida que sacaba del bolsillo de su pantalón un cigarrillo y empezaba a encenderlo.

—Que...de que estas hablando Egipto...¿desde cuando empezaste a fumar?.—todo era muy confuso, su amigo tenia una expresión de cansancio y frustración, su tono de voz era de preocupación. Todo era muy extraño.

El griego tomo de sus temblorosas manos el encendedor y opto por quitarle aquel cigarro que llevaba entre sus labios, el griego calaba con necesidad aquel cigarro y exhalaba pequeños aros de humo que se destruían en su rostro, el aroma intoxicante del tabaco era lo peor, ahora razonaba con más claridad que desde hace menos de tres días había tomado el habito de fumar, envenenaba su cuerpo...lo sabia pero prefirió escapar del habito sano y refugiarse en algo que prontamente le dio la sensación de paz que su alma y conciencia exigían a gritos.

—Ya ni se lo que hago, siento que...que daño a todos los que me rodean, me daño a mi mismo con aquel tubo delgado de cáncer que tienes en la boca, daño con mi amor a quien no se lo merece...me siento una basura...—caminaba de un lado a otro, estaba sumamente nervioso, pasaba reiteradas veces sus manos sobre su rojiza cabellera con una mueca de preocupación.

Calmate un poco...que fue aquello tan grave que desato la tempestad en tu alma de tal modo que no consigues aun la paz?.—sostuvo entre sus dedos aquel cigarrillo que ya iba por la mitad, el dolor que lo aquejaba desde hace días se disipaba dándole la sensación de que se había recuperado.—que fue lo que sucedió en aquella fiesta?.—

—Yo...yo bese a Libia, la bese y lo peor de esta historia es que me encanto y me siento profundamente atraído por ella. Ya lo dije y aun así no me siento tranquilo ¡no lo estoy!.—estaba exaltado, sentado sobre el sillón de su sala descansaba sus brazos sobre sus piernas suspirando de forma frustrada.

—Como que la besaste...como es eso de que estas enamorado de ella?.—movía lentamente su cabeza en forma de negación, todo salia de acuerdo al plan de quien lo tenia en sus manos.— ya no amas a Israel?. —

Egipto elevo su rostro y a la vez su mirada, se le notaba confundido y aquella  palabra, aquel comentario genero más estragos de lo que ya existía en su alma.

—Yo aun lo amo! ¿¡Como me preguntas algo como eso!? Solo...solo estoy algo confundido por lo que siento aquí. —señalo su pecho reiteradas veces de forma efusiva. — aquí es donde se origina el verdadero complot en contra de Israel.—

Grecia lo miro apenado, sabia o pretendía saber lo que él sentía, aquella sensación que te separa de quien amas, era además de la confusión el miedo de perder a quien amaba. Veía como Egipto se convertía en él en la época en que aun estaba con Turquía, sabia en lo que aquel miedo mezclado con la confusión derivarían. Si Egipto no reaccionaba a tiempo acabaría perdiendo al hebreo. Sabia que la aparición de Libia tenia que ver con Él.

—Solo tu puedes hallar la salida frente a este enredo, solo debes escuchar a tu corazón y no a tu mente, más no puedo hacer...no puedo ayudarte, debes hacerlo tú. —se enderezó y empezó a caminar en dirección a la puerta, cojeando lentamente tomo la perilla de la misma y empezó a salir de forma silenciosa.

Egipto se quedo ahí, sentado y pensando en aquellas palabras que habían salido de la boca del griego, razonando sobre su estancia hasta ahora inestable, cerraba sus ojos e intentaba escuchar a su corazón frente a las constantes alegorías de su mente. Quien diría que amar era tan complicado.

Solo el podía crear un camino que lo llevara devuelta al sendero de la felicidad. Solo el era capaz de encaminar su vida a lado de la de Israel.



















Podía...y aun con la oportunidad no fue capaz de hacerlo....era demasiado tarde...fue demasiado tarde...

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