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Entre el Consuelo y el Suplicio.
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[Ⅰ]

Pasan los días y las llamadas se hacían menos frecuentes de lo habitual, aunque los deberes lo habían alcanzado después de mucho se hacia el tiempo necesario para tratar de hablar con el hebreo; haciendo sus deberes laborales en el despacho de su casa y estando levemente cansado tenia un tiempo para dedicarle al hebreo, tal vez era la culpa o la sensación de duda que desde hace un buen tiempo lo embargaba, a costa de ello no recibía respuesta alguna mas solo el irritante sonido del buzón de voz. Mensajes que dejaba que tal vez ni siquiera el otro escucharía ni devolvería.

Como lo haría si estaba entrando en una crisis que muy pocos veían.

Tomaría una siesta no sin antes tomar una ducha de agua caliente para des estresarse de su trabajo, fue un buen tiempo que paso lejos de ellos que se le hacia muy tortuoso hacerlos, por algo el era el representante número uno de su tierra, la tierra de los faraones.

Mientras aquello sucede, el hebreo ha tenido variadas reuniones con su primer ministro, reuniones que lo mantenieron al tanto de lo que sucedió a su alrededor y del cual no estaba al tanto. El peligro lo rondaba, lo sentía y su primer ministro también lo hacía. Estaba preocupado por la situación de su vecina Siria, según tenia en cuenta había quedado temporalmente ciega un buen tiempo siendo aquel mal generado por el americano, el ruso se había encargado de ella desde aquel día. Temía las represalias de la pareja de la siria, el iraní de seguro le echaria la culpa a como de lugar, jurando que de él habían salido las ordenes para atacar en la noche a la mujer tricolor y de estrellas verdes en sus ojos. Aquella de la mirada del color de la esmeralda.

No tenia cabeza para las constantes llamadas que entraban a su teléfono, ni los mensajes ni de los de voz, simplemente se centraba en su trabajo; era de esperarse que el excesivo tiempo que pasaba en su oficina generaría serios daños a su salud y aspecto personal. Su rostro estaba muy pálido, más de lo normal porque se contrastaban sus ojeras, tenia un aspecto decaído y había aumentado un poco de peso, se le notaba en las manos y en la cara, la ansiedad lo habían transformado. Varias noches de insomnio habían desarrollado en su organismo la necesidad de comer durante la madrugada para relajarse un poco, tres noches seguidas de insomnio y solo una vez a la semana podía dormir, era muy raro que las cosas le afectaran de aquel modo.

Tan tranquilo había estado que se había olvidado de sus que haceres durante un buen periodo, paso cómodamente tres años lejos de la rutina oficinista que desde hace mucho habían ayudado a distraerse. Las noches parecían desaparecer cada tres días y llegaba solo uno donde descansaba de forma en que el sueño mismo lo fulminaba al instante.

—Señor...dame fuerzas para seguir porque siento que ya no podre...—suplicaba con cansancio sobre un montón de papeles que temía que revisar.

Era un trabajo que el mismo había buscado, pretendía distraerse con el trabajo para dejar de pensar en tonterías, para dejar de sentir dudas...para alejarse de la realidad que lo embargaba desde que había regresado de República Checa y había sido solicitado en sus tierras a mediados de Agosto o Septiembre, ya ni sabría decirlo a ciencia cierta cuando fue la ultima vez que estuvo con el egipcio o tal vez escuchó su voz. Su presente era su futuro...obviaba que su vida ya no era completamente suya, había alguien con quien la compartía y ni cuenta de ello se daba...estaba perdido y se estaba haciendo un daño...ni que decir...

Llegan las 23:30 de la noche y ha firmado el último de sus papeles, cada uno terminaba con sus asuntos pasando sus manos por su rostro en señal de cansancio; Egipto se enderezaba y al momento de hacerlo tronaron los huesos de su columna, algunas hebras de su cabellera amarrada en un moño alto se escapaban del mismo, tenía una mirada cansada y procedía a servirse un poco de vino, uno añejo que había comprado hace menos de 6 horas cuando tuvo un receso. Volvía a marcar al hebreo teniendo la esperanza de que esta vez pueda atender su llamada.

Por otra parte el hebreo guardaba aquellos papeles en su portafolio de forma ordenada, eran los últimos papeles que tenia que revisar para estar un poco más libre y con el tiempo necesario para distraerse. Tendido sobre su cama y con las luces apagadas daba un suspiro de cansancio mientras aflojaba el nudo de su corbata y empezaba a quitarse su traje, sentado en la orilla de su cama encorvando su postura y descansando sus codos sobre sus piernas vuelve a suspirar cerrando sus ojos. La vibración de su teléfono lo sacan de sus pensamientos y con cierta molestia toma el mismo percatándose de que se trataba del egipcio, su pareja. Su esposo.

—Hola Egipto...—

—Hola Israel!...¿te sucede algo?.—

—Solo estoy algo cansado eso es todo...¿tu como has estado?...—

Israel frotaba sus sienes suavemente, había surgido un dolor en aquella región que borraban la pequeña sonrisa que se formó en su rostro cuando escucho del otro lado del teléfono al egipcio.

—Yo estoy bien...aunque. —emitio una pequeña risa.—aunque estoy algo cansado...y...¿tu como has estado habibata?.—

El egipcio caminaba por su espaciosa habitación buscando en su armario su pijama para descansar mejor, aun estaba con la bata y la escasa agua que había en su cabellera se deslizaba por su cuello concluyendo en la bata.

—Algo cansado...estos días fueron tediosos pero ya termine y podre descansar mejor los días posteriores habibata...—bostezo.—Buenas noches Egipto...—

—Buenas noches Israel...—

Ambos colgaron, uno porque así lo deseaba y otro a la fuerza.

Israel cayo rendido sobre su cama, descansando tranquilamente sobre la misma y aun con el traje que llevaba puesto desde las primeras horas del día, tendido y un tanto alegre se le notaba, aun cuando su rostro demostrara cansancio había un poco de felicidad en la misma. Egipto ya vestido con su pijama poseía en sus manos la camisa de seda que Israel usaba antes de que las obligaciones se lo arrebatarán, aspiraba el aroma del mismo, aquel de jazmines y flores de limón. Lo ponía del lado de la cama que ocupaba el mismo durante su estadía en aquella morada. Recostado so de su cama se quedo un instante con la mirada fija en el techo pensando en sus errores, pensando en lo que podría repararle el futuro. Había un temor que circulaba en su mente mientras observaba aquel lado de la cama que permanecía vacío desde hace varios meses.

—Temo perderte Israel... Temo que lo que hice llegue a tal punto de...de dañarte...—musitó acariciando aquella prenda tendida a lado suyo.

Suspiró y cerro sus ojos lentamente pero al instante de hacerlo el sueño desapareció dejándolo con el insomnio, tomo su teléfono nuevamente y marco un número en particular.

—Hola Libia...¿podemos hablar?.—

Así permanecería toda la noche...hablando con la persona que lo hacia dudar sobre sus sentimientos, aquella persona que lo confundía....













Vaya día....

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