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Una niña, ¿Castigo o Bendición?
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E

n una noche tormentosa hace muy poco aquella niña apareció en su vida, producto de un profundo malestar que al parece casi lo indujo al "coma" se vio despertado por sus lloriqueos a mitad de la noche. Los truenos caían a lo lejos y hacían notar sus "rugidos", un frío tremendo caló todos sus huesos mientras permanecía desconcertado, no sabia que hacer, estaba asustado, aturdido...confundido. Si bien tenia un hijo en casa, cuidar de él no era su prioridad, para ello tenia a Siria quien lo engendró y tenia que hacerse cargo de él. Era tan oscura la noche tormentosa que al acercar a aquella pequeña meciendola con cuidado entre sus debilitados brazos la observo con detenimiento en la penumbra. Quedo horrorizado y se  podía notar aquello en sus ojos, los abrió de tal manera que sus pupilas se contrajeron mostrando simples puntos, hablando exageradamente.

Aquella apariencia, aquella tan escalofriante similitud no era simple coincidencia, era la incidencia de un castigo divino ante su mayor pecado.

Inevitable no recordarla, su imagen autoritaria, la forma tan rígida y estricta que fue en criarlo, aquella manera tan sutil de decirle las cosas d metal forma que no podía no entenderla era cosas entre otras más que más recuerda de ella, más que todo aquel papel ausente de madre.

Arrepentirse era algo que hace un buen tiempo no hizo, no, no se arrepentía en absoluto de haberla victimado en un complot contra la monarquía, envenenado por las convicciones de un pueblo cansado de ser sometido y pasar a una estancia un tanto menos importante se alzaron en armas, el ejercito mismo se fue en contra suya y el general del mismo vio en el la chispa de la así llamada peligrosa "revolución".

Salio siendo hombre de aquel palacio, jamas sus manos la gente vio manchada de carmín, nunca fueron testigos de su barbárico crimen que aquellas paredes y personas tan cercanas ocultaron muy bien con su silencio, joyas que cosieron sus labios, oro que borro cualquier recuerdo de aquel incidente y el poder que hizo a más de uno olvidar quien fue alguna vez la tal " Pahlavi".

Bella pequeña criatura frágil que tenia entre sus brazos, calmándose por si sola entre sus brazos, acurrucandose más próxima a su pecho se sintió extrañado, una rara sensación recorrió su ser, una fría caricia recorrió su espalda, sudaba frío y sus manos temblaban al igual que sus piernas.

Tricolor; verde, blanco y rojo con aquel simbólico símbolo de su madre. No, no era coincidencia que tuviera su misma apariencia. Quien alguna vez le dio la vida entre un mar de lágrimas y dolor ahora yace entre sus manos como un neonato, una hermosa bebé un tanto ruidosa.

—Que...que castigo es este Allah!?.—murmuro ofuscado, no comprendía el porque de esta presencia, porque genia que parecerse tanto a ella.

Dejando a la pequeña con cuidado sobre la cama cayo arrodillado, sosteniendo su cabeza con sus manos mientras agarra grandes mechones de su cabellera y procede a jalarselas, pretendiéndose arrancarse las mismas, provocándose un dolor que fuese capaz de impedirle razonar o pensar en su situación, en ella...en todo.

Cerrando sus ojos con fuerza, la agudeza de sus sentidos le hace percatarse de que en aquella solitaria habitación que ocupa no esta sólo, obviando la presencia infantil había alguien más acompañándolo desde los recónditos lugares de la misma, fulgurantes ojos naranja vio brillar en una esquina y en la otra, la más cercana a su cama vio brillar ojos cían.

Intimidado cayó al suelo observando que al segundo de haber cerrado sus ojos ellos ya estaban frente suyo, juzgándolo con sus miradas acusadoras, seriedad pura vio reflejadas en sus gestos, palabra alguna no dijeron y sobrios respiros casi muertos escuchó de parte de ellos, lo señalaron con determinación mientras en su cabeza hace eco la palabra "culpable".

—¡¡'atalae min rasi!! (¡¡Salgan de mi cabeza!!).—vocifero con tal desespero que su grito se oyó hasta la instancia más baja de su hogar.

Quienes dormitaban de forma circundante a su habitación, despertaron abrumados ante su grito desesperado, confundidos tan siquiera un poco, haber repetido aquello unas dos veces condujo a sus cómplices hasta su habitación.

—¡Hey! Estas bien?. —escucho decir a alguien del otro lado de la puerta, petrificado en si sitio tan solo observó como su mano de forma casi inconsciente se dirigía a la perilla y la cerraba con seguro.

Con terror, siendo esta la primera vez que un sentimiento así se apoderaba de él, miró a aquellas entidades fantasmales familiares, eran rostros aterradores, tan fríos como hostiles se mostraban sus miradas.

—¡A que vinieron, diganme!.—exigia respuestas a quienes entrecruzaron miradas y se abalanzaron contra él.

Entidades que pasaron a través de su cuerpo dejando un simple cascarón de carne y hueso tendido en el suelo mientras una pequeña niña llora con tal fuerza que asusta a quienes han permanecido pegados a la puerta.

¡Por Allah! ¡¿Que c****** paso aquí?!.

—¡Cierra la boca y llevate a esta niña de aquí, has que se calle que no puedo concentrarme!

—Salida de ti, sangre de tu sangre, carne de tu carne estas condenado a quererla aun cuando te niegues a hacerlo. Perderás todo por verla feliz...sentirás aquella sensación que me obligo a ser tan dura contigo...he pagado tan caro por mis errores....

—Tus errores fueron sus errores, tantas advertencias dadas...tantas oportunidades en que pudiste haber evitado esta desgracia...y aun así aquí estamos, tú frente a nosotros, que decepción.

Que quieren de mí! ¡Hablen de una maldita vez sin rodeos!

Exigir a estas circunstancias respuestas a quienes con sus palabras fueron capaces de brindarle era perder el tiempo hablando hacia la nada, en la más completa soledad donde el sonido muere a la par que las luces se apagan a lo lejos los ve marcharse, ¿quien se creía su madre para echarle una maldición?.

Despertó como si hubiese salido de una horrible pesadilla, cruzo de manera fugaz su mirada con la de uno de sus ayudantes y observando su cama se percato de lo sucedido, antes de que pudiese preguntarle si estaba bien él lo empujo y corrió por los pasillos hasta encontrar al otro sujeto que suponía tenia a su pequeña.

En la habitación de susodicho su pequeña aun lloraba de manera incansable que parecía tener unos pulmones de acero, la acurrucó entre sus brazos y al instante en que dejo de llorar escuchó otro llanto no muy lejano, justo en él lugar donde su "visita" descansaba.

❖❖❖

Cinco años después...

Teheran, 13:50pm:.

—..8...9...10, ¿dónde éstas pequeña Persia?.—canturreo divertido mientras buscaba por los alrededores de su amplio jardín.

La pequeña niña permanecía oculta detrás de un bloque de abono, observando en silencio y un tanto ansiosa como es que su padre la buscaba. La busco detrás del gran árbol rojo, por debajo de las carretillas volcadas hasta que en un instante se regreso al interior de la casa.

—Hummm, supongo que debe estar en el interior...—opino en voz alta dirigiéndose con total naturalidad hasta el interior de su hogar.

Sonrió divertido mientras al perderse a través de la puerta simplemente se escondió en un costado lateral de la misma, esperando que su pequeña incauta caiga en su trampa.

No espero mucho, la pequeña salio de su escondite y de manera sigilosa siguió los supuestos pasos que posiblemente su padre habría dado, caminando por todos los lugares de aquella amplia sala fue perseguida por su progenitor quien la seguía de bastante cerca.

—¡Te encontré Persia!.—exclamó victorioso mientras la tomaba entre sus brazos y le hacia cosquillas.

La pequeña tan solo reía mientras intentaba zafarse del castigo de las cosquillas, una vez que termino de reírse ya que por un instante le falto aire, ella hizo lo propio aun sabiendo que su progenitor no tenia cosquillas.

—No es justo.—se cruzo de brazos molesta, inflando sus mejillas de forma tierna, haciendo su tradicional berrinche.

—Persia, nada es justo en esta vida...—la sentó sobre su regazo acariciando su delicado rostro tricolor, acomodando algunos mechones de su hermosa, sedosa, larga y lacia cabellera verde.—a veces solo...hay que mirar a otro lado o simplemente intentar ver lo mejor de uno mismo, no debemos esperar nada de nadie...—peino con cuidado su cabello, mostrando una mirada perdida más allá de lo que aquellas paredes le privan.

La pequeña se acerco y lo abrazo, a pesar de que no entendía nada de lo que le decía tan solo aquella acción le basta para relajarse un poco y volver a estar feliz y no así enojada.

—Papi te quiero.—se aferro más a su cuerpo, sintió sus pequeñas manos aferrarse a su ropa conforme suspiraba con pasividad.

—Yo también te quiero mi pequeña república... Yo también...—acaricio su pequeña espalda conforme deposito un cariñoso beso sobre su cabeza, peinando aun su cabellera.

—Aveces me pregunto si en verdad eres un castigo o una bendición...

Tanto la quería que hasta fue capaz de manipularla para obligarla a hacer un acto atroz, así tal cual alguna vez le dieron la vida y él se la dio, veía posible dársela a alguien más.

...y al ver su sufrimiento quiso remediar sus errores, quiso dar marcha atrás cuando ella pisaba fuerte para avanzar, no se desharía de algo que le brindaba felicidad...no cuando la suya es devota al de su padre. Ha sido maldito y así ha de ser.

Pequeña república, tan asustada que solo aquel ser podría de tus labios sacar una hermosa sonrisa.
Y aun así solo te inmortalizo de aquella manera para la posteridad.



Asustada y Perdida.





República de Persia...tan solo Persia.

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