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A primera vista.
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Han transcurrido cinco años desde lo acontecido, todos vivían en cierta armonía a pesar de vivir en la soledad de las tormentas de sus propias cuestiones y decisiones tomadas.

Se podría decir que en el paso del tiempo se han visto notorios cambios, bastante extraños que dejarían a más de uno sin palabras. En aquellos años Egipto fortaleció su lazo parental con su pequeña hija, ¡ah, como adoraba a aquella pequeña flor de loto! Consideraba su evolutiva belleza semejante a las flores de loto que existen sobre las aguas del Nilo, era aquel más grande tesoro que su historia de amor fue capaz de otorgarle como el mejor de los consuelos aunque la resignación hable más alto que su intento de recuperación, persiste en dejar que el tiempo transcurra ante su sabia voluntad, su destino lo ha dejado en sus intangibles e irreversibles manos que forjaran un camino que tanto como si y no, lo unirán a quien en su interior sigue añorando volver a tener entre sus brazos.

Distante, cortante...resentido y con un profundo desdén en la mirada lo vio por última vez, la única vez que entre tantas ocasiones insistentes terminaron charlando de forma amena sin atacarse el uno al otro entre gritos, regaños y culpas que hacen ver al otro responsable de los sucedió aun cuando ninguno de ellos tuvo la culpa. ¿Qué sentir cuando pretendes sentir algo que difícilmente puedes darle nombre?, ¿Como renombrar una sensación primitiva nunca antes experimentada, como deshacerse de algo a lo que te aferras para no decaer al vacío de la sinceridad y el coraje?.

Fue terrible, sí, lo dejo pasar y con el tiempo aquella herida parece aun sangrar...no tuvo el valor para dignarse a renunciar a aquello que aun cree puede recuperar...aun sabiendo que la lucha ya la tiene perdida y que la victoria se la llevo alguien más.

—Papá! Papá!. —el insistente llamado de la dulce voz de su pequeña lo vuelve a traer a la realidad, dándose cuenta en donde es que estaban ahora.

Hay tantas cosas que contar, tantas cosas que decir pero que es incapaz de contar, al menos no aun cuando siente desangrase cada vez que recuerda lo sucedido y la forma en que un hermoso sueño se convirtió en una terrible pesadilla.

—Entremos...—un tanto ansioso y a la vez nervioso sus pasos lo dirigieron hasta la entrada de aquel lujoso hogar que de arriba a abajo conoce a la perfección.

La entrada yacía decorada de forma un tanto infantil, un arco de globos con colores llamativos además de listones fueron lo que sus ojos vieron, algunas mesas con manteles naranja pálido y pequeños centros de mesa le daban un toque más maduro, técnicamente juraría que vio a un par de payasos del otro lado de la barra de bocadillos degustando todo aquello que les parecía apetitoso.

Al parecer Grecia no escatimo en gastos y tiro la casa por la ventana. Aunque no dudaba tan siquiera un poco en que Turquía ejerció presión para planear toda esta celebración, al fin y al cabo quien cumple años es su pequeño hijo. El que alguna vez fue niño y ahora va convirtiéndose en hombre, el joven Gretur.

Cambio con el paso del tiempo, el color de su piel que anteriormente era una escala entre blanco y azul ahora era entre rojo y blanco, sus hermosos ojos celestes optaron por tintarse más un poco del turquesa de su otro padre, su melena semi lacia ahora era aun más encrespada semejante a la de su padre el griego.

Estaba con sus dos pequeños, uno de ellos más apegado a su presencia y otro por lo mucho más distante. Posiblemente estas fuesen las coincidencias de la vida a la cual siempre tuvo pánico, no estaba ni estaría listo para saber que la pequeña niña que permanece a su lado algún momento de su vida se fijaría en alguien. Era algo que no podía soportar tan solo siquiera pensar en la más posible cercanía de aquel hecho.

—Pueden divertirse pero no se alejen mucho de mi vista ¿esta claro?.—ordenó de forma cálida a sus pequeños algo que era bastante fácil de obedecer.

—¡Si!.—respondieron al unísono, aunque uno de ellos lo hizo con tal entusiasmo que dejaba en clara evidencia la forzada participación de su gemelo varón.

Ambos pequeños corrieron por todo la mansión, entre dulces y juegos que existían en el lugar justo ambos fueron a parar a la segunda estancia. Entre risas quisquillosas y repetidas idas y vueltas se toparon con la presencia de un infante un tanto más alto, claramente hablando desde su perspectiva, que justo venia de observar desde el balcón lo cursi e infantil que resultaba su fiesta de cumpleaños.

Posiblemente fuera la forma tan tierna de su risa aun cuando permanecía impresionada o simplemente el bello color naranja metálico de sus orbes los que provocaron una serie de impulsos en su corazón, era tan solo una pequeña dulce e ingenua y él un joven niño yendo al camino de la hombría sabiendo tantas cosas que sus padres no le privaron y más al contrario le incentivaron conocer. La otra figura a la cual llamo padre por estos cinco años era alguien tan amigable y gentil que no fue tarea imposible agarrarle cariño.

—Ho_hola...—tan nervioso y sumido en el más puro pánico su cuerpo nunca antes había estado, no comprendía el porque de aquella extraña sensación que recorre su cuerpo desde su cabeza hasta sus pies.

Ante la mirada aun infantil les resultaba divertido ver que su rostro se tornaba un tanto colorado, sus mejillas sonrojadas le daban un aspecto un tango tierno pero lo divertido surgió cuando por extraña razón la punta de su nariz se noto más roja que las franjas que decoran su rostro, posiblemente las risas no ayudaron en nada más aun hicieron que los pómulos del pequeño greco-turco se hicieran más calientes debido a la coloración que provoco ver a aquella bonita niña reírse de él de una forma inocente.

Recordando que hace un par de minutos atrás se escabulló en su fiesta para hurtar una de las tantas bolsas de regalos, tomo del bolsillo de su chaqueta blanca uno de las pocas golosinas que habían sobrado aquellas presencias que le aparecieron un tanto extrañas y enigmáticas, claramente sabia lo que significaba cada símbolo de sus  rostros pero como quedo tan embelesado con aquella presencia su mente bloqueo cualquier dato inteligente para sumirlo en la ignorancia y la estupidez.

La torpeza era un síntoma que además del sonrojo lo dejaba en ridículo y sintiendo muy en el fondo bastante vergüenza, se acerco temblando y justo cuando después de tantas risas quería hablarle se atraganto con su propia saliva quedando aun más rojo y un tanto desaliñado.

A ambos niños les regalo un par de dulces que simulaban un anillo, el pequeño Egipel abrió con desespero la envoltura y empezó a degustar del delicioso sabor a naranja de su chupeta, en cambio Egisra se mantuvo observando aquel dulce de un bello color rubí con aroma a fresa y un mero instante, uno tan efímero su mirada se poso en la ajena llena de vergüenza y nerviosismo.

Era tan extraño ver aquel color de ojos, bellos e hipnotizantes, era tan solo una pequeña niña que no podía pensar en lo que realmente podría estarle sucediendo a aquel otro niño que tenia en frente, su inocencia que al igual que la de su hermano eran tan envidiables en alguien que por mucho tuvo que traumarse con ciertas explicaciones que no tuvieron ni el más mínimo tacto al serle contadas de manera bastante explicita.

—Vayamos abajo, de seguro el cumpleañero ya esta ahí!.—dijo Egipel un tanto emocionado, abusar de los dulces provoco cierta alegría y energía en su ser que no paso desapercibida.

Ambos se acercaron y tomaron de la mano al pequeño Gretur, temblaba y sudaba frío, sentía como la frente se le congelaba, las mejillas se le calentaban y sus manos temblorosas apenas sostenían las de aquella niña que tiene a su costado derecho y cuyo hermano lo dirigen hasta su propia fiesta.

Para los pequeños enterarse de que llevaron casi a rastras al cumpleañero no era algo novedoso, tan solo jugar y consumir golosinas era una de aquellas formas en que podían divertirse de una manera un tanto singular.

A lo largo del agasajo lleno de jubilo y algarabía Egipto se había percatado del extraño actuar de aquel pequeño, no era tonto ni mucho menos ciego, de una manera bastante bien camuflada intervino antes de que "corrompiera" a su pequeña. Su sobre protección se ejerció en base al miedo de perder y ver sufrir a uno de sus hijos, no era por hablar mal de su mejor amigo, pero prefería que aquel pequeño...siendo hijo de quien es, permanezca alejado de su hija, no quería verla sufrir pensando en que este sería capaz de copiar y seguir los pasos de Grecia.

Disculpame amigo mío, tan solo quiero lo mejor para mi hija...y tu hijo no es aquello con lo que soñé para mi hermosa Egisra...

Ante todo nuestras miradas volvieron a cruzarse y supimos que mientras más nos impedían vernos, más nos impulsaban a conocernos y a enredarnos de aquella manera peligrosa, apostamos tanto que perderlo todo seria una catástrofe. Contigo hasta el final...hasta el final.

Una fiesta de cumpleaños que quedaría bien grabada en la memoria de los presentes por ser especial. Otra historia, un final compartido.


Un destino irreversible.

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