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Una amarga Infancia.
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«②»

Han pasado varias semanas y henos aquí. Él tomando de su pequeña mano decidieron dar un pequeño paseo por la ciudad de Moscú, viendo todo aquello que llama la atención a los turistas. ¡Oh que tiempos aquellos! Viviendo en el lujo y la bonanza sentía aquel extraño aroma a ambigüedad envolverlo de manera espectacular, recordando más los buenos que los malos momentos de su vida. Guerra tras guerra, una muerte tras otra y serios conflictos que llevaron a su nación a donde esta ahora, una de las más grandes potencias del mundo.

Sentía aquella misma emoción de cuando era pequeño, solo que esta vez él era la imagen de su padre y aquel pequeño un reflejo suyo de ese entonces. Apenas un pequeño que lleva en su corazón la más grande de todas las tristezas que le imposibilita deslumbrarse por las maravillas del invierno ruso, cabizbajo y mudo permaneció todo el recorrido, manteniendo firme su agarre mientras cierra sus pequeños ojos intentando pensar que quien lo toma de la mano es su madre.

¡Oh pequeño, si tan solo supieras que aquel mismo dolor lo compartes con tu madre! Tan cercano a ella vivió parte de aquella vida que recuerda, cada sonrisa de ella, cada mirada llena de alegría a pesar de las penas y del sufrimiento que conlleva haber cometido el peor error de su vida, de aquellos que pasas lamentándote por el resto de tu vida sin querer intentar cambiar.

Para Siria tampoco era fácil conllevar la situación actual, alejada de su pequeño en la más profunda depresión ha caído. Regreso a sus tierras después de tanto, volvió a estar en compañía de sus hijos para sentirse segura y querida, aunque sea un poco. Apenas ha hallado un segundo de consuelo ante aquella abrupta despedida que tuvo con su pequeño, los moretones leves que lleva en su rostro, el maquillaje apenas los cubre para disimular ante los demás. Abrazando una almohada pensando que entre sus brazos tiene a su pequeño permaneció varios días postrada en su cama, con la mirada perdida en un punto cualquiera de la habitación mientras sus ojos dejan caer el rocío del sufrimiento sobre aquel esponjoso objeto.

Sus hijos fueron incapaces de ayudarla, maldiciendo en un idioma un tanto distinto al que suelen manejar condenan al iraní. Maldicen al gobierno y maldicen a la Liga por semejante bajeza. Sintiéndose frustrados por no poder ayudarla uno de ellos ha emprendido un riesgoso viaje. Damasco se ofreció para ir a tierras rusas y convencer al ruso de que puedan tener aquel encuentro que años anteriores ellos permitieron sin rechistar.

Armando su maleta y dispuesto a dar hasta el último de sus argumentos para convencerlos ha decidido dejar su hogar y encargar a su madre a sus hermanos. Tras el marco de la puerta se va despidiendo, encomendándose a Allah y pidiendo que aquello por lo cual va se cumpla a cabalidad para brindar felicidad a su hogar, para devolverle la vida a su amada madre que, siguiendo los patrones que sigue, estaba muy propensa a enfermar.

Para este instante aquel pequeño escapo de la protección del ruso, escabulléndose entre la gente acabo perdiéndose en un intento vano de recordar todo el recorrido que hizo con su padre en un taxi hasta llegar al hogar de Rusia. Caminando despistado choca con la presencia de alguien, una fémina que se sorprende al verlo después de tanto tiempo.

Que pequeño llega ser el mundo a estas instancias, tan pequeño que las coincidencias son tan hermosamente extrañas.

—¿pequeño, estas bien?.—preguntó un tanto preocupada viendo la tristeza en aquel rostro infantil sucumbiendo al miedo.

El niño simplemente la miro y por un instante sintió ver a su madre frente suyo, aquella forma tan dulce en que se le dirigía le hizo recordar a quien permanece ausente y alejada de su lado. Entre un mar de lágrimas se le acercó corriendo, abrazándola y estando sobre sus brazos ahogo su llanto, llanto que no muy a lo lejos llamó a aquel de quien se escapo.

Para sorpresa suya, quien sostenía a su pequeño era aquella misma dama por el cual todos sus sentimientos y emociones se volvían un frenesí extraordinario. Todo se mezclaba del mismo modo en que se hace una ensalada.

—Berlin...—asombrado soltó casi en un suspiro, sus ojos se clavaron en los de ella sin pretender dejar de verlos.

—Moscú! Que bueno es verte una vez más!. —se acerco un tanto alegre de volver a verlo, claramente con aquel pequeño aferrado a su cuello y que es incapaz de voltear a ver de quien huyo.

Él esbozo una sonrisa nerviosa, de esas que no acostumbraba mostrar a menudo.

—Veo que ya te reencontraste con Sirian.—intento acercarse a aquel pequeño que simplemente se aferraba aún más a la fémina.

—Vaya que ha crecido, pero ¿porque lo perdiste de vista?.—pregunto un tanto intrigada a quien mantuvo una postura seria después de su grato reencuentro.

—De hecho, el se zafó de mi agarre y acabó perdiéndose, agradezco que halla parado en tus manos y no en las de algún degenerado.—comento con total tranquilidad conforme sus manos exigían de forma disimulada la presencia infantil.

Berlin entendió su mensaje y sin hacer larga su espera le dio a aquel pequeño, quien se calmo después de haber reaccionado y haberse dado cuenta de que ella no era su madre. Su perfume era muy distinto al de ella, el aroma de su cabello no se asemejaba siquiera al de su madre, su voz era tan distinta que hasta incluso sus leves caricias eran como vagos intentos de copiar a un ser que era único e inigualable.

—Bueno, los dejo, fue un gusto haberte encontrado por aquí. bis bald!.—se despidió de forma cálida mientras se iba perdiendo entre la multitud.

Quedo observando aquel lugar de donde el al poco a poco iba desapareciendo de su vista, levanto la mirada intentando buscarla pero su intento no dio fruto alguno. Volviendo en si observo a aquel pequeño que aun triste tuvo el valor de mirarlo con aquellos tiernos ojos, que por tanto llorar se tornaron un poco rojos. El pequeño lo abrazo fuerte mientras se ocultaba en su cuello mientras que él daba ligeras palmaditas a su espalda en un intento de consolarlo y darle a entender que comprendía su dolor.

Acercarse a el mostrando aquella faceta sensible que oculta permanece ante el mundo.

Un simple acercamiento que provocaría un gran cambio en su ser hasta el instante en que terminaría refugiándose en aquella coraza que le impide expresarse con total libertad y sin el miedo de verse débil. Las experiencias de otros lo guiarían a tomar una drástica decisión. De aquellas por las cuales se arrepentiría por el resto de su vida.

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