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La seguridad de una decisión.
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«②»
Pasaron los días convirtiéndose en semanas así de repente. Sus ideas se hicieron más solidas conforme los días pasaron hasta concluir los meses y llegar hasta este en donde, con más ansias esperaba recibir mensaje alguno de su "amante".
En el patio trasero de su hogar ha permanecido bajo la gran sombra de un vetusto árbol que el iraní cuida con receló, disque que aquel árbol nació de las entrañas de alguien especial, su mayor admiración yace en aquella corteza que fue creciendo y esparciendo sus ramas formando una hermosa copa del color carmín que tanto le encanta.
Permaneció mirando los muros de su así llamado hogar, su pequeño la acompañaba recostado sobre sus piernas mientras acaricia con ternura su suave melena verde con leves toques rojos. El pequeño gran amor de su vida, la luz de sus ojos, aquella fulgurante luz que ilumina su oscuro sendero llevándola hasta el camino del cual nunca jamás en su vida debió desviarse.
El pequeño con sus dulces caricias quedo dormido mientras ella permaneció distante de la realidad, pensando y reflexionando. Poco a poco creía fervorosamente que se debía hacer justicia, que lo que curada debería salir a la luz aunque por ello pueda perder todo aquello que ama, pero le dolería más perderlo cuando el se hubiese hecho un hombre y fuese incapaz de perdonar su crimen.
Tuvo un sueño hace poco, soñó que el creció fuerte y simpático, hermoso como el espejismo de alguien celestial, escuchó su varonil voz en la lejanía pero el camino que la unía poco a poco se desmoronaba dejándola alejada de él. Tan solo su mirada fría fue capaz de provocarle un punzante dolor en el pecho, su seriedad y la forma en que se le dirigía fue doloroso. «Tus mentiras, tus acciones, todo aquello que te envuelve en un ser tan despreciable...me convierten en ti, y yo jamas he de perdonar que me hayas hecho esto, que Allah te castigue por haber sido tan mala madre.»
—Mi pequeño...no permitiré que te conviertas en alguien semejante a mí. —siguio acariciando su pequeña cabeza, el remordimiento que aquel sueño transmite fue pieza fundamental para aferrarse a su ideal.
Suspiro con nostalgia, permaneciendo aun erguida y con la mirada fija en la copa de aquel vetusto árbol, sus grandes hojas carmesí con bordes naranja empezaron a caer frente a sus ojos, hojas que la rodearon pero fueron incapaces de tocarla, una suave brisa las alejo mientras transmitía un leve susurro a sus sentidos, un anhelo...un sueño que alguien encargó a la naturaleza, una promesa que llego a sus oídos antes que a su destinado.
Tan complejo era escucharla, tan difícil descifrarla, incluso le fue imposible seguir oyéndola cuando aquella promesa transmitía dolor y desesperación.
—Te prometo que cambiare para no dejar que aquella horrible pesadilla se haga realidad, mi pequeño solecito de verano...te lo prometo.—un pequeño beso selló su promesa, uno sobre su pequeña frente antes de tomarlo entre sus brazos y adentrarse a su hogar.
Se sentía casi asfixiada al entrar a aquella oscura "caverna", quien podría ser capaz de decirle que aquel lugar en donde reside fue el mejor escondite para quien en su juventud huyó de su mayor pecado y/o delito.
Solo aquellas paredes han sido capaces de escuchar el lamento de un alma atormentada por la presencia de alguien que no descansa en paz, solo la oscuridad de sus rincones ocultan lo que presenciaron cuando llego por primera vez sumido en la desesperación y la culpa. Tan solo aquella casa sabe los secretos que esconde el dueño de la misma tras varias décadas después del "incidente".
Salio nuevamente después de recostar a su pequeño en su cama, una corazonada la llamo hasta aquel patio en vez de dejarla acompañar a su pequeño. Una corazonada certera pues detrás de la gran corteza de aquel árbol volvió a aparecer.
—Iraq...—solto casi en un suspiro antes de correr a sus brazos y abrazarlo con todas sus fuerzas.
Su corazón latía a mil conforme sus ojos emitían un brillo especial a conectar con los ajenos.
—Mi bella Siria, mi hermosa flor del desierto...—correspondió el abrazo conforme sus labios repartían múltiples besos en la cabeza y el rostro de la fémina.
Ella se separó para observarlo a detalle, aparto con sus delicados dedos los mechones lacios de su rojiza cabellera que cubrían los estragos que dejaron aquellos golpes propinados por su actual pareja. Alguna que otra cicatriz de gran longitud se extendían por sus mejillas, un leve moretón que parece no querer desaparecer es muy notable sobre uno de sus párpados mientras cojea con levedad del lado izquierdo.
—E_estas mejor q_que la anterior vez.—con algunas lágrimas en sus ojos formuló apenas aquellas palabras.
Iraq sonrió de manera leve mientras sostenía su angelical rostro tricolor y la obligaba a verlo, levanto su mirada e indagó en la misma para hallar el motivo por el cual andaba algo triste. No tardo mucho, ya que al conocerla desde hace bastante tiempo dedujo lo que sentía y se aterro al descubrirlo.
—¡No, Siria...—sus ojos aterrados buscaban consuelo en los de ella que se negaban a confrontarlo.—Siria recapacita... No lo hagas!
Alterado sostuvo con firmeza sus hombros, agitándola con levedad pretendía hacerla entrar en razón para así evitar que sucediese una verdadera catástrofe.
—lo siento Iraq...—cabizbaja permaneció en silencio mientras percibía el terror que consumía a su acompañante.—debo hacerlo, debo hacer justicia...debo hacerlo por mi pequeño, por mi hijo.—levanto su mirada hallándose con la devastación que reflejaban aquellos ojos verdes.
Iraq entro en shock, permaneciendo con unos ojos tan dilatados como platos soperos expresaban en su silencio el miedo que lo embargaba, aquel terror que consumía cada parte de sus ser sin perdón alguno. Verla con aquella triste determinación hizo y provoco un enorme cambio en sus pensamientos de ahora en adelante.
Si ella estaba dispuesta a acabar con los planes del ente, entonces no tenia motivo alguno por el cual seguir a su lado, estar bajo sus ordenes cuando el motivo y la persona por la cual se sometió ha decidido armarse de valor y confrontarlo con su verdad. Al igual que ella tomo aquella riesgosa decisión.
—Siria...—acarició sus mejillas con notoria melancolía, suponiendo que esta seria la ultima vez que tocaría su tersa y delicada piel femenina.—Te amo más de los que cualquier ser es capaz de hacerlo...y por ello estoy dispuesto a apoyarte, yo también declarare frente a la ONU mi versión de los hechos.
Con determinación sostuvo sus manos, entrelazando sus dedos la miro fijamente.
—Te prometo que no te dejare desamparada y cuando todo esto acabe, cuando este infierno se extinga haré hasta lo imposible para que tu pequeño permanezca a nuestro lado...te lo prometo.—besó el dorso de sus manos con amor antes de volver a sonreirle.
El viento jugaba con las hebras de sus cabellos mientras pretendía llevarse sus penas y borrar sus lágrimas, después de todo era un momento mágico que no merecía ser arruinado por el dolor, la pena y el miedo.
—Te amor Iraq.
—Y yo te amo a ti Siria.
Un último beso antes de separarse, pasarían algunos años antes de volver a verse. Como inducían, la verdad tendría un gran coste.
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