☬¹³³☬

La calidez de un sentimiento desconocido.
❛ ━━━━━━━━━━・❪ ❁ ❫ ・━━━━━━━━━ ❜
(⑨)

Han pasado ya algunos meses desde que vio por "última" vez a Irán. Sentada en la mecedora con su pequeño en su regazo va recapacitando sobre su vida, reflexionando sobre sus acciones y sobre aquellas que pretende llevar a cabo mucho mas adelanté.

Pensó en el iraní con otra perspectiva, dejó de pensar que era un monstruo ya que vio aquella faceta escondida al descubierto aquella tarde donde le prometió cambiar para que su hijo creciera en un ambiente propicio, para que creciera en un verdadero hogar. Aquel hogar que ella siempre pensó que encontraría en la compañía del iraquí.

¡Ah Iraq! No pasaba ni un solo día sin pensar en él, pensar en su hermosa sonrisa y su mirada coqueta como su actitud ante su presencia que siempre era tímida.

Y al parecer el contrario hacia lo mismo.

Para Iraq ella era lo más importante en su vida, pasaron cosas juntos, compartieron ideales y lucharon hombro a hombro contra las oscuras garras de ISIS, una ardua lucha en donde la siria siempre resultaba lastimada...poseída por aquella fuerza oscura radical que amenaza su salud mental. Daría todo para que ella estuviese a su lado para protegerla de aquella oscuridad a la que esta muy susceptible de pertenecer.

En el reloj de la sala vio pasar las horas que se le tornaron eternas, en aquellas manecillas del reloj dejo su más grande anhelo, esperando con ansias que se cumpliera. Vio en aquellas mismas la vida que dejo atrás antes de estar donde se halla ahora, hecha madre y casada con quien menos separaba estarlo.

El timbre hace su presencia sacándola de aquella profunda reflexión sobre su vida.

Con el pequeño entre sus brazos decidió atender aquel llamado, al abrir aquella puerta se encontró con él, se veía cambiado como si algo dentro de él hubiese muerto de una manera atroz.

—Siria...—sonaba tan entusiasmado que aquella pena que su mirada transmite se transforma en una felicidad melancólica.

Se acerco y cuando estuvo por abrazarla vio que entre sus manos un pequeño descansaba, si en si estaba mal por los golpes que su cuerpo posee y que cubre con sus vestimentas, el dolor que transmite su alma es mucho peor que el de su carne. Supuso y estaba en lo correcto al creer que aquella criatura era el hijo de Irán.

En un silencio nada grato cruzaron miradas, la de ella intentaba de todas las maneras aminorar el dolor de aquel corazón que estaba dispuesto a esperarla el tiempo que fuese necesario. Iraq quedo atónito cuando aquella mirada que conoce a perfección le contaba con tan solo verla su tortuosa vida con quien perjura no amar.

¿Y si no lo amara porque razón le daría una descendencia?.

—Mi hermosa Siria...—acerco una de sus manos, aquella que menos vendas poseían para tocar aquella delicada piel tricolor de su amada, sentir la suavidad de aquella piel que siempre fue bañada entre un mar de lágrimas.

Ella se apoyo en aquella mano con ansiedad, aquella misma de sentir la mano de quien ama sobre su rostro tal cual siempre debió ser.

—Nunca deje de pensar en ti Iraq...—menciono con ternura mientras besaba el dorso de aquella mano que con anterioridad acarició su rostro con suma delicadeza.

—Ni yo en ti mi querida Siria...si tan solo te hubieses dado la oportunidad... —bajo su mirada encontrándose con aquel pequeño que desde hace un buen tiempo parecía mirarlo intentando conseguir su rostro.

—Las cosas hubiesen sido diferentes, tal vez ahora viviría contigo y este pequeño podría haber sido tu hijo...—completo aquella oración que el contrario había generado.

Estaba nostálgica por el pasado, pensando tan siquiera volver a aquel instante en que le dijo "no" para quedarse a lado de Irán.

Cuando aquel pequeño empezó a moverse entre las manos de la fémina que por todos los medios intentaba calmar su inquietud, el iraquí observo que aquella criatura se parecía más a ella que al iraní, aquello lo lleno de dicha y alivio pues significaba que Irán no había sido tan predominante en las tierras sirias para imponer su genética en su descendencia.

—¿puedo cargarlo?.—sugirió con notoria ansiedad a la fémina que asintió contenta y se lo cedió con todo el gusto del mundo.

¡Oh que tierno era aquel pequeño! Tenia aquellas hermosas estrellas que poseía su madre en el mismo lugar como si fuese su más notoria marca de nacimiento, reconocía aquel patrón en su piel tricolor; el verde esperanzador con el cual ella lució sus primeros años independientes lejos de las cadenas de la opresión que imponía el francés; el blanco que aun decora su rostro angelical también se hallaba en el de su pequeño como en la mayoría de algunos de los integrantes de la Liga Árabe; y el negro, aquella oscuridad que hace más bella a Siria como a su pequeño.

Paso por su cabeza la loca idea de llevársela de aquel lugar, salvarla de aquel ser monstruoso con él que vive. Las marcas que lleva en su cuerpo no soportaría verlas en la de ella, vio la peor parte del iraní y por ello mismo estaba ahí, frente a quién ama haciendo tiempo para formular las palabras correctas para así convencerla de fugarse con él para ser felices juntos a costa del veneno de Irán.

—Huyamos juntos Siria, seamos felices tal cual siempre soñamos ser lo..—pidió sosteniendo su delgada  mano, esperando que esta vez ella aceptara su propuesta.

—Iraq...yo...—tartamudeando apenas asimilaba aquella propuesta luchando contra si misma, una parte suya la impulsaba a aceptar aquella propuesta y otra se negaba a hacerlo.

Era una lucha entre su razón y su corazón la que lo ponía en un serio debate consigo misma.

—Estoy dispuesto a aceptarte Siria, aceptar a tu pequeño y criarlo como si fuese mi propio hijo.—intento sonar más convincente para así poder convencerla de irse con él.—es una promesa que pienso cumplir en nombre del amor que te tengo.

Ella después de pensarlo mucho tomo una decisión.

—Esta bien Iraq, voy a irme contigo!. —estaba tan contenta que aquella felicidad se la contagio a su pequeño que sonreia junto a ella.

—Cuando nos vamos?.

—Dentro de algunos meses, debo ganar la confianza de Irán para que así no logre sospechar sobre nosotros.

—Yo esperare no te preocupes, así como te espere por años puedo ser capaz de seguir esperando algunos meses más...

—Te amo Iraq.

—Y yo a ti Siria.

Ambos se dieron un tierno beso que por mucho era prohibido, uno que habían deseado por mucho crear y fue mágico. Era como unir aquella parte de sus corazones con su parte complementaria y así mismo recrear aquello que entre ambos no se dio pero que si existió y fueron incapaces de decirse el uno al otro.

Aquella propuesta jamás se  concretaría, no cuando aún existiese un propósito para la fémina en los planes de su esposo.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top