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La calidez de un sentimiento desconocido.
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(⑦)
Acostumbrada a ser lastimada por sus más cercanos hasta ahora ha callado todas las quejas de su corazón. En todos estos años de matrimonio con quien cree que fue su peor error esta cansada de vivir de aquella manera, siendo menos que importante para él, siendo aquella carga que tanto le molesta y que no tuvo ni el mínimo tacto en decírselo en su cara.
¿Cómo había acabado con un hombre así?¿cómo de estúpida había sido al rechazar la gran oferta de quien creía era su verdadero amor?.
Eran dudas que circulan por su cabeza mientras se dedica a hacer los hacerse del hogar, cocinar para un hombre que la valora a su manera tan solo por lo que implica hacerlo, por la obligación de aquellas clausulas que leyó y releyó cuando tuvo aquel acta en sus manos. Sus firmas una paralela a la otra simbolizan su condena.
Un par de lágrimas se deslizan por sus ojos, observando en aquel portarretratos de su sala el vivo recuerdo del pasado y de su ahora. Ahí, con una sonrisa forzada y falsa pretendió estar feliz cuando estaba resignada y triste por dentro. Acerco aquella fotografía a su pecho, abrazándola con recelo empieza a lamentarse. Lágrimas y más lágrimas resbalaron por sus mejillas y una sonrisa rota se dibuja en su rostro conforme se engaña pretendiendo ver al iraquí a lado suyo.
Aun lo amaba, nunca dejo de hacerlo por más que hubiese deseado no pudo sacárselo de la cabeza ni de su corazón. Un hombre tan dulce ante sus ojos, tierno y tímido pero a la vez audaz, elegante y serio. Tal vez fue el hermoso color esmeralda de sus orbes que llamo su atención como lo fueron sus verde claro para él; Pudiese haber sido la forma en que sus almas conectaban como compatibles al estar juntos en reuniones mundiales, conversando temas personales entre pequeñas risas evitando que la organización les llamase la atención.
Podría ser entre esas y otras más las que indujeron a su corazón a amarlo del mismo modo en que él le declaro hacerlo. Dispuesto a cometer una locura con tal de que tan solo tomase su mano...espero y por ser fiel a los ideales de su religión y de bajar la cabeza y obedecer los designios de su superior fue capaz de rechazar aun cuando en el fondo lo que más quería era aceptar.
Sus delgadas manos que saben a perfección usar un arma, aquellos finos dedos que conocen todo el cuerpo de un rifle de asalto sostienen los bordes de aquel portarretratos y lo lanzan con furia al suelo, haciendo que el cristal del mismo terminara hecho trizas sobre el alfombrado suelo. Con fotografía en mano sube las escaleras en dirección a la habitación compartida.
Esta decidida, tomando un marcador negro y permanente procede a tachar el rostro de su cónyuge, con total odio marca sobre su rostro una "x" que ni es grande ni es pequeña. Ha tomado una decisión, no importaría el que dirían los demás, ni de su superior ni de su religión. Tan solo quería estar con quien podría llegar a ser feliz, aquel ser que le prometió una vida dichosa en vez que la desdichada suerte que lleva, de aquella miserable vida infeliz en que se halla sumida gracias a su superior.
Dejo aquella fotografía sobre la gran cama, abrió el armario y del mismo saco sus pertenencias, sus elegantes vestidos y sus comunes, tan escasa pertenencias que no incrementaron con su matrimonio. No le importaba las joyas y por ello las dejo en el mismo lugar sin siquiera tocarlas.
Hizo su maleta y estaba decidida a marcharse y encaminarse hacia un nuevo comienzo, escribir una nueva historia, se redimiría de sus errores y forjaría su vida a lado del iraquí junto con su pequeño. Así es, lucharía por quedarse con su hijo y se iría feliz con Iraq, dejando solo en su tan perfecta soledad a Irán, dejándolo arder en su propio infierno al cual la invito y obligo a quedarse a acompañarlo.
Tomo su única maleta y bajo las escaleras, justo cuando su mano se posaba sobre la perilla de la puerta principal, tuvo la desagradable sorpresa de encontrarse al iraní.
Él no dijo nada, poseía un gesto escalofriante, una seriedad que jamás vio que incluso llego a pensar que su vida corría riesgo. Retrocedió conforme el avanzaba y cerraba la puerta tras suyo, la tomo de la muñeca ejerciendo demasiada fuerza que saco un pequeño quejido de sus labios oscuros.
—A donde ibas habibata?.—interrogó mientras jalaba de su muñeca acercándola a su cuerpo.—Hmm...¡contesta!.
Aterrada cerro sus ojos mientras el la llevaba a rastras hasta su habitación, aquella misma en donde dejo su fotografía. Fue lanzada sobre la cama y su maleta permaneció del otro lado de la puerta, estaba en frente suyo cerrando la misma con cerrojo, tenia miedo y por ese miedo su valentía saldría a la luz.
—Planeabas huir...¿verdad?.—con aquella fotografía en sus manos intento buscar una respuesta que ante sus ojos era más que evidente.
Su silencio otorgaba la respuesta que el ya había formulado desde el instante en que la vio en la puerta con maleta en mano. Paso su mirada penetrante por aquella fotografía, observando aquella "x" sobre su rostro mientras que la de ella seguía intacto. Esbozo una sonrisa divertida y empezó a reírse de forma disimulada.
Cuan patético resultaba el actuar de la fémina para él, no estaba decepcionado ya que desde el principio ella ya lo hizo, tampoco esta sorprendido ya que ello lo veia venir, es más ya se había tardado.
—Estoy cansada, cansada de estar aquí! ¡Cansada de ser tu marioneta, de ser un instrumento más en tu venganza! ¡Ya no más... Ya nunca más Irán he de bajar la cabeza, ni frente a ti ni frente a nadie!.—Y su valor salio, manifestando con emoción y seguridad aquello que por muchos años calló.
Aquellos labios que alguna vez se cosieron a si mismo para no poder imponerse ni decir "no" yacían libres de aquellas costuras, su cuerpo entre cadenas empezaba a romperlas una por una deshaciéndose de aquello que su religión considera normal. Estaba cansada que incluso su voz en aquellas palabras que parecían quebrarse conforme las decía se tornaban seguras y concretas. Incluso juraría que fue su alma capaz de decir aquellas palabras que endurecieron a su pareja.
—Tú no eres nadie, eres débil e incompetente mi querida esposa.—aquellas hirientes palabras ponzoñosas tenían como objetivo dañar su autoestima.—Sin mí, tú seguirías limosneando ayuda económica de los países, aquellas miserias que no cubren tus perdidas... Fui yo quien te dio el dinero para que salgas adelante, ¡Fui yo quien te apoyó cuando nadie lo hacía!, ¡FUI YO QUIEN SE ARRIESGO A DARTE EL DINERO QUE NECESITABAS CON URGENCIA PARA SALIR ADELANTE!.—elevo el tono de su voz, echándole en cara todo aquello que hizo por ella.—y así me pagas? ¡Queriendo huir con Iraq! Te juro que haré que te arrepientas de haber siquiera pensado en dejarme.
La tomo del cuello de su vestido y justo cuando por primera vez estaba dispuesto a levantarle la mano y darle un "correctivo" como solía pensar a menudo, el timbre sonó salvando a la fémina que estaba resignada a recibir aquel golpe.
—Esto no se va a quedar así, regresa tus pertenencias al armario, lavate la cara y ponte hermosa...habibata...—demando autoritario y con cinismo acaricio sus mejillas con delicadeza, acerco su delicado rostro triste al suyo y le propino un delicado y cruel beso.—No olvides nuestra pequeña charla Siria, esto no debe salir de casa...nunca, jamás ¿entendido?.
Ella asintió con la mirada baja, dejando salir el resto de su lágrimas mientras permanecía sumisa ante las peticiones y órdenes de su pareja.
—Cuando me respondas hablame y...—con su dedo índice y su pulgar depositados sobre su delicado mentón la obligo a mirarlo.—mirame, esto lo dejare pasar y espero que no exista una próxima vez.
Dejo caer su rostro conforme él salia de la habitación dejándola sola en su tormento.
Arreglando un poco su traje y su turbante procedió a encaminarse hacia la puerta que desde hace un buen tiempo habían exigido su presencia.
—¡Rusia, que grata sorpresa! Pasa por favor...—cedio el paso con hospitalidad observando que no venia solo sino acompañado.
En aquella compañía observo a su hijo, quedo mudo y emocionado. Por más monstruo que fuese tenia su corazón escondido entre aquellas múltiples capas de maldad y oscuridad. Era tan densa aquella neblina en su ser que era incapaz de reconocerse a si mismo o siquiera ver en que clase de monstruo se había convertido con el tiempo.
—abnay...(hijo mío...).—fue lo único que alcanzo a articular por la emoción.
Se acerco con rapidez hacia el hijo del ruso, quien por un instante efímero se rehusó a ceder a aquella criatura años brazos de quien aparenta con su emoción ser algo del mismo. Moscú observo a su padre quien tan solo asintió solemne ante lo que él mencionado había sido su duda.
Entre los brazos del iraní yacía aquel pequeño que fuese la alegría de la fémina que permanecía en el segundo piso. Si tan solo se lo viera muchos quedarían boquiabiertos y más de uno absorto ante lo que sus ojos proyectan. Una sonrisa franca, de esas que escasamente se ven y que eran inusuales en el florecía en su rostro como el más hermoso tulipán en época de primavera.
—He decidido que tanto tú como Siria estén por un determinado tiempo con su pequeño hijo, que aun los necesita.—se acerco al iraní y acaricio con su pulgar la regordeta mejilla de aquella pequeña criatura.
Más para Moscú era algo difícil deshacerse de algo con el cual se había estado acostumbrando. No ver su regordete rostro infantil, no sentir que hay algo más por lo cual regresar a casa después del trabajo. Tan solo se acerco y asumiendo su tan natural frialdad se dedico a mirarlo para luego proceder a marcharse. Las despedidas era algo que no le agradaba por lo cual pretendió y asumió con seguridad que después de aquel tiempo regresaría a él, tan solo esperaría que aquel día llegase.
—shukraan rusia! (Gracias Rusia!).—se acerco y beso su mano en señal de agradecimiento. —que Allah te recompense con años y años de bendiciones por tu gran benevolencia con uno de sus servidores.
—No tienes porque, si me disculpas debo marcharme. Cuidenlo bien, do skoroy vstrechi. (Hasta pronto.)
Ambos se marcharon dejándolo solo con su pequeño, después de todo...todo andaba de maravilla de acuerdo a sus planes.
Como solía escuchar a menudo desde que era tan sólo una pequeña, soñar no cuesta nada y haría de aquel sueño una hermosa realidad.
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