11- Pinhood Conoce La Ira
—Creo que me he pasado de duro —murmuraba Pinhood caminando de un lado a otro—. Además le he hecho daño...
El miedo que invadió los ojos de la rubia durante aquel arranque de ira lo atormentaba. No quería lastimarla. Pinhood echó la cabeza hacia atrás y presenció como el cielo volvía a sus colores oscuros con las estrellas adornando.
—La ira altera la visión, envenena la sangre: es la causa de enfermedades y de decisiones que conducen al desastre.
La voz en el hombro de Pinhood lo sorprendió tanto que su primer impulso fue dar un manotazo al grillo “que hablaba”, el cual se posaba sobre el muñeco para darle consejo.
El pobre apenas pudo decir “cri- cri- cri” y quedó duro.
—Ah, qué asco —dijo el azabache al ver su mano llena de un pegoste verde proveniente de las entrañas del bicho. Observando su alrededor, intentando no ser visto, pasó su mano por entre sus ropas para limpiarla—. Bueno, pero este grillo de mal agüero tenía razón. La ira me ha dominado y ha sido para mal. Debo pedir disculpas.
Estaba por correr dentro de la casa, cuando un nuevo pensamiento lo detuvo en seco.
«Y ¿si no me perdona? Yo ni siquiera me he perdonado», volvió sobre sus pasos y se echó sobre el césped, frustrado. «Quizá si duermo pueda obtener una respuesta», cerró los ojos como había visto que hacían los demás, creyendo que él no sería capaz de conciliar el sueño. A los segundos cayó profundamente dormido.
Horas habían pasado cuando abrió los ojos, optimista. ¡Sí había obtenido una respuesta! Durante sus sueños recordó como en un trayecto del viaje por el bosque, antes de entrar en los pantanos, Snowzel se había detenido a recoger flores.
Si le daba algo que le gustaba la rubia lo perdonaría.
Fuera de la cabaña de Lily había un par de arbustos con rosas rojas y blancas para adornar la entrada, fue hasta ellos.
Dado que era de madera, las espinas no podían siquiera ser enterradas en sus manos. No provocaban en el chico dolor alguno, por lo que sujetó del tronco el ligustro y de un tirón lo arrancó del suelo llevándose hasta las raíces.
–¡Esto le gustará a Snowzel!
La sonrisa se extendió tanto por su rostro que sus ojos se cerraron.
Entró a la casa y se dirigió al cuarto que suponía habían compartido ella y Lily. La pelirroja se sobresaltó al escucharlo entrar. Aunque no tenía razón de hacerlo, se probaba frente al espejo el conjunto que se había quedado la noche que pasó con Beast en el castillo.
Como si hubiera sido atrapada en medio de algo ilícito, se sonrojó y trató de cubrirse.
—Yo solo... Me gusta cómo se me ve. Es bonito, lo mejor que he tenido hasta el momento. —Le prestó más atención al chico y se llevó ambas manos a la cadera—. ¿Esos son los rosales de mi papá?
—Le traigo a Snowzel flores para que se contente conmigo.
Lily pasó su mirada por el camino de lodo que había dejado el muñeco al llevar aquel matorral y frunció el ceño. Era otro desastre que le iba tocar limpiar a ella.
—Snowzel no está aquí —informó, confundida—. Creí que habían pasado la noche juntos. Ya sabes... —Lily movió la pelvis para darse a entender—. Arreglando las cosas. —Le volvió a echar otro vistazo ahora fijándose más detalladamente en su entrepierna, lo señaló para preguntar con irreverencia—: ¿Si te sirve aunque seas de madera?
—Eh... —Meneó la cabeza dejando de lado el asunto. Mejor hacer caso omiso a eso—. No estuvimos juntos. He empeorado la situación y peleamos. —Pinhood dio un largo suspiro—. Snowzel no quiere regresar a su casa, ¡se le ha metido en la cabeza buscar a Fairy para hablar con ella!
La pelirroja encaró las cejas.
—¿Por qué? Es un ser malvado y cruel que la quiere matar. ¿No es como servirse en bandeja de plata el ir hacia su encuentro? —Lo pensó por unos cuantos segundos—. Aunque no estoy desacostumbrada a ese deseo suicida, me parece una locura.
—Lo mismo le dije yo... —Cada vez un presentimiento peor invadía a Pinhood dándole un mal sabor de boca—. Mejor voy a buscarla.
Salió fuera a recorrer el perímetro alrededor del lugar, conforme más avanzaba una sensación de desesperación se extendía por su cuerpo y el mal presentimiento se hacía más intenso. No parecía haber señales a la redonda de la rubia ni de la bestia.
—¡Pinhood! —gritó una voz femenina atrayéndolo de regreso a la cabaña.
Lily se dirigía a donde estaba, sacudiendo en el aire un sobre con su nombre escrito.
—Creo que es una carta de Snowzel. Estaba en la mesa de la sala —informó cuando se toparon y el chico recogió de entre sus dedos la hoja.
Pinhood se apresuró a abrirlo. Lily se asomó por encima de su hombro para alcanzar a ver lo que decía. Quería mantenerse al tanto de todo.
“Querido Pinhood:
Lo siento, espero que no me odies por esto, pero no puedo regresar a casa a pasar mis días encerrada.
He entendido que nadie hará nada por mí, así que yo decido ser quien afronta la situación y lucha por cambiarla. No quiero seguir dejándome controlar por el miedo y pedir que esas cadenas me priven como han hecho por estos catorce años. Así que voy a buscar a Fairy aún si es en contra de tus deseos.
No tienes porqué seguirte preocupando por protegerme, Beast Toad me acompaña y es lo suficientemente fuerte para evitar que me pase algo, así que te libero de ser mi protector.
Gracias por todo el tiempo juntos, te quiere:
Snowzel.”
Lily fue la primera que soltó un silbido por lo bajo apenas terminó de leer.
—Humm... Ahora entiendo porqué sus padres la encerraron en una torre. Esta chica no tiene mucha noción del peligro.
Pinhood apretó el papel. Snowzel lo había reemplazado por Beast y no le gustaba.
Ira, ira, ¡ira! Eso era lo que empezó a carcomerlo, llegando al punto de sentir que sus miembros habían sido usados como leños para prender una hoguera y las llamas lo consumían. Cada astilla de su ser era devorada por esta emoción y su ceño se fruncía a tal grado que en un ser humano causaría dolor.
Sus puños se apretaban con frenesí. Quería desahogarse dando contra algo hasta que sus dedos quedaran destrozados entre sus manos. Y ese algo sería Beast.
Quería golpearlo en su deformada cara con todas sus fuerzas por quitarle a su lugar, por quitarle a su princesa. Casi sentía que le habían escupido a la cara.
Y Snowzel... ¡Qué malagradecida le parecía después de que había hecho tanto por cuidarla!
No podía simplemente dejarlos ir, se ajustó la correa de su porta flechas y emprendió camino. No, ni siquiera sabía por dónde se habían ido. Dio varios pasos en círculo y finalmente volvió con la pelirroja.
—Lily, dime, ¿por dónde queda el reino de las hadas? —preguntó después de unos segundos.
—Si mis conocimientos de geografía no me fallan... —Se llevó un dedo al mentón mientras rememoraba—. Al noreste, el viaje desde aquí llega a tardar semanas enteras.
Pinhood estaba por volver a partir cuando la chica lo sujetó del brazo.
—Ni siquiera sabes dónde está el noreste. Ven, cálmate un poco. Tengo algo que te ayudará.
Ambos regresaron a la casa y pasaron al cuarto de Lily. Ella sacó del librero un mapa desgastado.
Lo extendió y permitió que Pinhood lo observara antes de proceder a explicar:
—Para llegar al reino de Fairy hay que pasar por varios reinos y aldeas. Usa como referencia los dos principales; el reino de las nieves y el reino Mazapán, que es el que colinda con el reino de las hadas. —Lily le extendió una brújula oxidada que apenas podía cumplir su función. Su padre hacía años se la había regalado—. Ten, te servirá más de lo que a mí. Dudo salir de aquí por mucho tiempo.
Las últimas palabras de la chica fueron escupidas con amargura de sus labios. En una época ella misma había fantaseando con irse a explorar, por esa única razón conservaba aquellas útiles herramientas, apesar de que sus sueños hacía mucho habían quedado marchitos.
—¿Tú no vienes, Lily? —preguntó el Títere sorprendido.
—Lo siento, acabo de llegar de un viaje suicida, no estoy interesada en emprender otro de momento.
—No será suicida, iré por Snowzel y, aún si tengo que arrastrarla por los cabellos, la llevaré a casa para ponerla a salvo.
—Sí, buena suerte con eso. Algo me dice que es más terca que una mula.
Pinhood enrolló el mapa y lo acomodó junto con sus flechas, mientras echaba su nueva brújula en un bolsillo.
Lily acompañó al Títere hasta la puerta, compartiendo un abrazo de despedida. Era el momento de emprender caminos diferentes.
—Nos vemos, Lily, que el destino quiera volvernos a juntar —dijo Pinhood estrechándola con afecto.
—Así será, Pin... Dale un abrazo a Snowzel de mi parte. —Al separarse dejó ver su semblante decaído. No le gustaban las despedidas—. No pude despedirme de ella.
El azabache asintió dando media vuelta, listo para irse. La pelirroja permaneció apoyada contra el marco de la puerta hasta que el chico quedó lejos de su campo de visión.
Lily suspiró, era momento de volver a la rutina. Se dirigió a buscar a su padre, desde su llegada no había tenido oportunidad para saludarlo y se moría por informale que estaba bien. No había muerto como todos suponían.
—¡Querida hija! —saludó el mercader, quien trabajaba arduamente en los campos, apenas la alcanzó a vislumbrar—. ¡Qué gusto verte bien!
La chica corrió hacia él y se fundió en un gran abrazo con su progenitor.
—Llegué ayer, papi. Pero no he podido verte —contó con una gran sonrisa al separarse. Eso sí era una bienvenida.
—Sí, he pasado días desde la primera hora de la mañana a la última de la noche, trabajando los campos —explicó el hombre secando su húmeda frente y echando un vistazo a las hectáreas de terreno a su entorno—. Pero dará resultado en la cosecha, tengo fe en ello. ¿Cómo sobreviviste a Beast Toad?
—Es una larga historia...
—¿Por qué no te cambias las prendas y te traes al burro con el arado para hacer esto más rápido? —interrumpió el hombre—. Ahora que estás en casa puedes ayudarme con las labores.
—Ya me encargo de las de la casa... —balbuceó entre dientes Lily, mirando hacia otro lado.
—Recuerda, mejor es la mujer que domina varios ámbitos. Es más capaz y mejor para el matrimonio.
La pelirroja cambió su peso de un pie a otro, incómoda. Ahí de nuevo recordándole que debía estarse preparando para conseguir marido, su nueva inquietud. No poder aprovechar su juventud.
Hizo un esfuerzo casi sobre humano por mostrarle una sonrisa a su padre.
—Sí, papá. Voy por el burro.
—Esa es mi nena. Por eso eres mejor que tus hermanas —le recordó volviendo a sus labores de amasar la tierra.
Lily caminó hacia el establo, pero el sendero que siguió Pinhood atrapó sus ojos. Y ¿si...? Mordió su labio inferior indecisa y volvió sus orbes plateadas a donde su padre trabajaba arduamente. Se sentía en medio de una encrucijada. ¿Seguir sus deseos o sus deberes? Era la pregunta que atormentaba su cabeza.
Con el corazón dando violentamente contra su pecho empezó a correr, siguiendo a Pinhood por el bosque. No sabía lo qué hacía y tampoco le importaba mucho, quería vivir una aventura, conocer antes de asentarse.
Romper las cadenas que a ella la limitaban.
—¡Pinhoood! —llamó a los gritos al Títere apenas lo alcanzó a ver.
No le permitió siquiera reaccionar, se lanzó sobre su espalda, tirándole al piso.
—¿Lily, qué haces aquí? —cuestionó el azabache esforzándose por mostrar una sonrisa.
Los dos se levantaron al mismo tiempo y se sacudieron las prendas de vestir.
—Decidí..., que no puedo dejarte con ese humor. Necesitas quién te controle y resulta que soy sumamente controladora —explicó Lily encogiéndose de hombros, a continuación le brindó una palmada sonora en la espalda—. Vamos por esos dos.
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