Parte VIII
Michael de tal modo, ordenó de pronto y sin que nadie de su equipo se lo esperase, una salida de compras por la ciudad a esas alturas de la noche, y el hecho de que fuera una personalidad importante... "Mega importante, la máxima superestrella que hubiese pisado la tierra", en la humilde opinión de Soleil (la cual compartían sus millones de fans); se lo permitió sin mayores obstáculos aún a pesar de que fuesen para entonces pasadas las nueve. Eligiendo ese horario para poder andar tranquilos, según les explicó.
Para sus asistentes solo era cuestión de mover contactos con las marcas de renombre que poseían tiendas en la ciudad y por supuesto pagarles una suma extra a estas compañías por la atención exclusiva y especial. Michael lo encontraba muy simple, cuando se dio a la tarea de exponérselo a ella, aunque a decir verdad Soleil poniéndose por un momento en los zapatos del resto no le pareció del todo así.
"Pero en fin, se trata de la vida del mejor cantante del mundo. Se lo merece... Él mejor que nadie, por brindarle alegría a tanta gente", sin embargo analizándolo, lo justificó.
En tanto aquella decisión como era de esperarse, causó un inmediato alboroto al movilizar a todo su personal que para entonces ya se disponía a descansar, más para sorpresa de ella en muy buen término al contrario de lo que pensaba, puesto que todos parecían encantados con la idea.
Soleil observó así asombrada el gran entusiasmo que se armó alrededor con la ventaja de que nadie reparaba en ella por estar embebidos en sus funciones, hasta que Michael bromista y también atento siempre, sin olvidarse de su presencia la tomó de los brazos de forma sorpresiva con la intención de hacerla asustar, sólo que en lugar de aquello lo que consiguió fue sacarle una sonrisa.
-Como podrás ver no soy el ogro explotador y desconsiderado que adivino por un momento pensaste- muy intuitivo se ocupó de aclararle –Ya que ellos me ayudan en mis caprichos lo menos que puedo hacer es retribuirles de manera generosa y lo aprecian- le compartió, confirmándole de tal forma lo bueno que era con sus empleados, como siempre lo había supuesto. Conmovida por ello y a la vez un poco avergonzada dentro de sí misma de haber dudado unos instantes de su don de gente, le tomó la mano y se la apretó para hacerle saber que también estaba allí para apoyarle y sin esperar recibir nada a cambio.
-Es una buena recompensa por sus momentos de estrés, y esto solo habla mejor de lo increíble que eres- opinó convencida y aún más orgullosa de él (si eso era medible), para dar por finalizado el tema.
De tal manera, una media hora después, se vio embarcada junto a su rey en uno de los suntuosos autos de la comitiva con parte de los miembros de su equipo más allegados; de quienes para esas alturas había notado que aunque no le prestaban a ella mucha atención, tampoco la menospreciaban o la miraban de reojo haciéndola sentir mal por ser una simple chica normal. Motivo por el cual les agradecía, por tratarla sencillamente como si fuese una más de ellos, del staff, con su propia misión por cumplir (la de mantener feliz de momento a su jefe, como bien tenía presente) y sin molestarla debido a eso.
El trayecto hasta el centro comercial más popular de la ciudad no duró por otra parte más de unos quince minutos adicionales, sin embargo allí, a diferencia de lo que Michael esperaba queriendo tener una tranquila experiencia de compra, desde el inicio los recibieron los empleados expectantes y hasta las pocas personas que quedaban en las tiendas o en los patios de comida, en una algarabía total. Habiéndose ya filtrado la noticia de su estadía en la ciudad y respecto a su presencia allí, con probabilidad por parte de los mismos contactos que les ayudaran, según del equipo se encargaron de explicar.
Michael con todo, tratando de no mostrarse incomodado a pesar de que en realidad lo estaba, como Soleil bien pudo llegar a percibir, con un asentimiento de cabeza en un descuido de los otros le dio la indicación para que procediera a comprar la lista de cosas especiales que acordaran en el hotel previo a salir y que ella llevaría como cosas de su elección al entregárselas a sus asistentes para cancelar. Puesto que como su invitada de honor, tenía el privilegio de elegir en todas las tiendas donde ingresaran lo que quisiera.
Y así empezaba la primera parte del plan.
Soleil no obstante, no abusó de ello, basándose nomás en elegir para sí misma algunas mudas de ropa en combinación, tal como hacían los demás, y encima no muy costosas para que tuviese en cuenta que lo único que le importaba era él y su bienestar, y que tan sólo el hecho de que le permitiese estar a su lado de por sí ya era el mejor regalo. Más sí procuró buscar con lujo de detalles todos los artículos que él le pidiera.
De tal forma, entre las cosas anotadas que tomó para poner en el carrito de supermercado, aparte de las que seleccionó para sí misma, se encontraron productos tan variados como comprimidos de melatonina bien cargados, un montón de snacks y comida enlatada, jugos y gaseosas, e incluso una peluca de hombre y un bigote...
Peculiares productos que los empleados sí observaron con curiosidad.
-Son encargos... para mi papá que tiene problemas de sueño y mi hermano menor que tiene este mes una fiesta en su escuela... de disfraces- les explicó por ende, aun cuando no tenía por qué hacerlo, mas no quería que nadie pensase mal de ella, ya pesándole suficiente lo que habían acordado con Michael para llevar a cabo más tarde, de lo cual también por sobre todo intentaba que nadie sospechara.
La cajera, una rubia unos diez años mayor que ella, la miró con algo de desdén cuando le tocó facturarle, con notoria envidia por darse cuenta de que por su edad con probabilidad no era parte del personal del amadísimo Rey del Pop pero aún así tenía la oportunidad de andar con él. Todo un sueño de Cenicienta.
Soleil por su lado, agradeció sin perder la paciencia la para nada amable atención y no permitió que aquel menosprecio le afectara, por lo que al volver junto al resto del equipo que estaba cerca, entre ellos algunos de los guardaespaldas que se encargaban de controlar minuciosamente que nadie ajeno a la tienda se acercara al perímetro donde se encontraban (y sin dejar de lado la concentración aún estando inmersos en un ambiente plagado de gritos de emoción de las decenas de personas que afuera con las caras pegadas a las vitrinas del local clamaban el nombre de su ídolo y el poder verlo) se sintió en extremo contenta al fin y al cabo. De lo más feliz por la dicha única que tenía de poder experimentar en vivo lo que era un día en la vida de Michael Jackson, con todo el estrés y la magia que ello conllevaba.
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Continuará...
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