Etapa VIII
—¿A donde crees que vas, maldito bastardo orgulloso?
El rabioso exabrupto cogió de sorpresa al inspector, ya de por sí desarmado ante la presencia de Claure.
—¿D-disculpa? —logró articular Guilisn Aldeberg, como única respuesta, haciendo acopio de fuerzas, aunque sin llegar a hacer frente a Claure.
—Así que simplemente te limitas a escurrir el bulto.
El nuevo ataque consiguió finalmente su propósito y Guilisn se volteó para mirar con fijeza los ojos de la mujer.
—Después de tantos años, lo sigues llevando todo al territorio de lo personal, Claure.
—Un terreno donde el superdotado e infalible inspector Guilisn Aldeberg sigue fracasando estrepitosamente, según tengo entendido. —La torcida sonrisa de Claure salió disparada como una metafórica bofetada hacia el rostro del inspector.
Guilisn, herido en su orgullo, tardó unos segundos en reaccionar, sopesando caóticamente si entrar en el juego de Claure du Roig. Jamás nadie le había causado un efecto similar. Ella era única para eso. Una maestra en desconcertarlo, y bloquear su fría lógica.
—Tal vez lo hayas olvidado. Pero deberías recordar que fuiste tú quien decidió poner término a nuestra relación personal.
—Y todo mejoró de pronto, como si nunca hubiese sucedido.
En ese momento, aunque Guilisn hubiera tenido la suficiente picardía para dar una réplica tan hiriente como la de Claure, la banal conversación de los ex-amantes dejó de tener el más mínimo interés.
De repente, el grupo de ayudantes del departamento 47 gritó a coro el nombre de su jefa. Un segundo después desaparecían engullidos, junto a todos sus artilugios, por un abisal portal de hielo y escarcha.
Guilisn Aldeberg y Claure du Roig, asistiendo horrorizados al demencial espectáculo, no podían mover ni un músculo. Del enmarcado abismo de azul gélido surgió una figura desnuda, humana. El inspector logró reconocer el rostro de la espectral aparición antes de que su mente estallara colapsada.
—¿Dónde está el maestro? —dijo Marc sin apenas mover los labios.
En la distancia, Edard Mckintlish, decano y rector de la institución Mckintlish, reía acurrucado en la celda.
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