Etapa IV
El inspector Guilisn dejó a Laura recobrándose en la furgoneta de la policía tomando un té. Cuando volvió a mirar a la ventana del edificio, la impávida figura del ventanal había desaparecido. Decidido, encamino sus pasos hacia la entrada de la institución Mckintlish. En el camino entre los laberínticos pasillos del edificio se topó con otro de sus agentes. Un joven algo despistado con cara de pez. El policía se cuadró de inmediato al reconocer a Guilisn.
—¡Señor! —dijo mientras se llevaba una mano extendida a la gorra en marcial saludo.
—Descanse, agente —respondió Aldeberg gesticulando para que el policía bajara la mano y la voz—. ¿Ha visto por aquí a un señor mayor?
—¿El rector Mckintlish?
—El mismo. —Supuso el inspector Guilisn Aldeberg, algo contrariado.
—Sí, ha pasado hace unos minutos en aquella dirección. —El agente señalaba una amplia escalera descendente con lustroso pasamanos.
—Y usted, en lugar de retenerlo, ha decidido tomarse un descanso contemplando los viejos retratos que adornan las paredes.
El inspector lanzó una aguda mirada al policía, que intimidado, trago saliva de manera sonora.
—Le pedí los datos en su despacho, no encontré motivos para seguirle los pasos, y me fui.
—Bien, bien... ya hablaremos después, agente...
—Bully, John Bully, señor.
Con un hondo suspiro el inspector Guilisn tiró del cuello de su gabardina y se giró camino de la escalera tras la pista del rector Mckintlish.
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