Etapa II
La policía no tardó en acordonar el lugar, alejando así a los numerosos transeúntes curiosos que se habían agolpado alrededor del cadáver.
—¿Algún familiar conocido? —El inspector Guilisn se arrebujó destemplado entre los impecables pliegues de su gruesa gabardina.
—Sí, señor. Hemos localizado a su hermana. —respondió el agente mientras le pasaba una tarjeta con un número de móvil garabateado con prisas.
—Así que el tal Marc era un chico de buena posición.
Guilisn Aldeberg hacía tiempo que sobrepasaba la cincuentena, pero nadie lo adivinaría. Toda una leyenda en el cuerpo, se mantenía en plena forma física, con una presencia solo superada por sus facultades mentales.
—La institución Mckintlish guarda con celo la privacidad del alumnado... —El agente tragó saliva sin terminar la frase al recibir de lleno la penetrante mirada del inspector.
—Pero en este caso no ha tenido más remedio que ceder, supongo, ante tal panorama. —dijo Guilisn señalando al muerto con la tarjeta de la institución Mckintlish sujeta con un par de dedos. Y describiendo una trayectoria ascendente con la mano la detuvo apuntando al ventanal roto que destacaba como un ojo tuerto en la gótica fachada del académico edificio.
Laura apagó la pantalla del móvil con un temblor de manos. Poco después preguntaba a uno de los policías tras la chillona cinta plástica amarilla por el inspector Guilisn Aldeberg. Tras identificarse como hermana del fallecido el agente uniformado le señaló un estirado hombre de pelo negro engominado y gabardina gris.
Laura dio unos pasos con la vista nublada, sintiendo una fuerte opresión en el pecho.
—¿Inspector?, soy Laura, la hermana de Marc —dijo con voz afectada.
El hombre le tendió la mano a modo de saludo. Laura no reaccionó al gesto. Sus ojos estaban fijos en un grupo de personas más allá del inspector. Como atareadas hormigas, con sus blancas mascarillas, moviéndose de un lado a otro, agachadas o levantadas, tomaban fotos, recogían objetos, tomaban muestras. El miedo estremeció su alma cuando descubrió que era verdad. Aplastado contra el adoquinado pavimento yacía su hermano.
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