《 Capítulo V 》
Se despertó extrañamente exaltado. Sintió un impulso. Se incorporó rápidamente en lo que parecía ser una mullida cama de sábanas color verde claro.
Y ahí fue cuando la realidad le cayó como un bote de agua fría en pleno invierno.
Había huido. Si. Pero no podía hacerlo por siempre. La desesperación del momento lo había llevado a tales actos. Pero ya no podía volver atrás en el tiempo.
Toco su cabellera ya seca y enredó sus delgados dedos, jalando un poco sus rizados cabellos castaños. Sintió una punzada en ambos brazos, que lo obligaron a bajar nuevamente sus manos y posicionarlas en su regazo.
Maldita sea. Pensó. Necesitaba irse y arreglar las cosas, solo que no sabía cómo. Seguramente mamá está preocupada.
Paró en seco. ¿Cuando su madre se preocupó por él? Un repentino sentimiento invadió su pecho y sintió su estómago retorcerse y garganta arder, de ira y ganas de desmoronarse una vez más. Corrió hacia la habitación contigua, la cual era el baño.
Apoyó sus manos en el borde del lavabo, para seguidamente inclinarse y tratar de reprimir sus impulsos de expulsar todo lo de su interior. Cosa que no sirvió de mucho.
Una arcada. Dos. Tres. Se agachó en el inodoro y lo soltó. Una combinación de cansancio y agitación era presente en la atmósfera cerrada del reducido cuarto de baño. Lágrimas saladas se resvalaban por sus coloradas mejillas. Le quedó un sabor agrio y asqueroso en la boca. De la comisura de sus labios caían hilos de saliva que no pudo detener en el momento, pero luego acercó una de sus temblorosas manos y se limpió.
Sus piernas débiles y, aparentemente, de gelatina lo impulsaron al lavabo nuevamente, abrio el agua y empezó a hacer gárgaras para sacarse el sabor nauseabundo de la zona bucal.
Cuando el sabor desapareció de su boca, cerró los ojos y suspiró repetidas veces. Al abrirlos vio su rostro pálido en el espejo. Cabello desparramado y apegado a la frente por el sudor, ojos apagados y ojeras preocupantes. Era poco decir que estaba mal. Parecía un muerto viviente.
Se tensó al sentir unos brazos pasar por detrás de su espalda y terminar por apretujarlo en en abrazo. Era obvio quién era. Ni siquiera lo había visto entrar.
— ¿José? ¿qué...? ¿qué haces?
No esperaba una respuesta ante la pregunta tan tonta. Pero si una explicación que justificara la repentina acción del más alto. El de lentes solo ocultó su rostro aún más en el hueco del cuello de su amigo.
— Lo lamento.
— ¿Qué lamentas?
No recibió respuesta. Sino que a los pocos segundos sintió el cuerpo ajeno temblar levemente y su hombro se humedeció. Estaba llorando. Y al parecer el había causado aquello. Se sintió detestable, había hecho llorar al alguien que no tenía la culpa de nada.
Trató de tranquilizarlo acariciando en cabello de José. El otro solo respondió aferrándose más a su contrario.
Tomás no pudo evitar escuchar algún que otro quejido de parte del otro. Seguía sin entender como podía ser tan empatico con los sentimientos y dolores del otro. No era sano. Pero tampoco deseaba que lo dejara solo en todo lo que estaba pasando.
Sentía lástima.
─────────────────── 音乐
Ambos sentados a cada lado del gran sofá color bordó. Sin mencionar nada de lo que había sucedido minutos atrás.
Tal vez no había sido el mejor momento para mencionarlo. Pero tampoco podía ocultarle por siempre el hecho de que sus problemas en casa estaban yendo de mal en peor. Mejor ahora que nunca. Vale la pena intentarlo, pensó. Pero fue solo eso, una idea a corto plazo. Que en unos pocos segundos se esfumó como la niebla.
Para cuando decidió abrir la boca, su amigo ya ni siquiera le dirigia la mirada. Contemplaba el piso. Parecía furioso e intranquilo a la vez. Y tan rápido como la abrió, la volvió a cerrar.
Habían pasado ya dos horas y media desde su desmayo. Estaba destruido, hipotéticamente. Sintió su mundo volverse para un lado y oscurecerse de la nada. Había dicho algo que no era capaz de explicar en esos momentos. No a él. No ahí. No ahora.
Pero por lo visto, tendría que hacerlo.
Se sentía, pero realmente no estaba, obligado a hablar.
¿Era necesario que siempre tuviera que explicar él? Por lo general, lo que es obvio no se explica, a pesar que aquello era más complejo.
Ya empezaba a sentirse incómodo. Un escalofrío lo recorrió desde la punta de los pies, recorrió su espina dorsal, hasta erizarle los pelos de la nuca. Tendría que mantenerse firme, a pesar de seguir atolondrado por el golpe que se pegó en la cabeza y su estómago sensible que le había jugado una mala pasada.
Y todos los demás golpes emocionales que se hacían presentes cuando el no lo deseaba.
— ¿Y qué dice tu madre?
Al fin alguién rompió ese silencio desesperante.
— Ya la conoces, no le importa. Y no puedo hacer nada al respecto.
Intentó levantarse lentamente, pero eso no sirvió de mucho. Ya que cayó estrepitosamente al suelo y soltó un quejido. José al instante fue a ayudarlo.
— Te recomiendo que descanses un poco más.
Un sonrisa tímida se asomó en su rostro. El otro asintió.
Su cabeza aún daba vueltas y sentía como si tuviese una resaca. Se maldecía a si mismo por ser tan pobre en palabras y expresiones. Se resignaba a si mismo a expresarse. Y lo seguiría haciendo.
Realmente no se sentía listo para dar explicaciones. Tal vez nunca lo esté.
Pero necesitaba ayuda. Y si no le proveía la información suficiente, nunca la iba a conseguir. Sin embargo, José no tenía porqué involucrarse en los problemas ajenos, pero aún así él mismo decía querer ayudar.
"Ayudar al prójimo" parecía su lema oficial.
Como querer sentirse bien haciendo lo posible para el bienestar de una persona y experimientar comodidad con uno mismo.
Cosa que desde su punto de vista parecía irónico. Ya que le estaba causando mas problemas que conformidad a su amigo.
— Mira, no me... —Pausó.— No me siento listo para explicar todo lo que está pasando, tal vez más adelante...
— Siempre me dices lo mismo. No lo tolero más. Déjame serte útil. Pero si no me cuentas yo no... —Se acomodó los lentes.— yo no sé como ayudar.
Suspiró. Exigía una respuesta concreta y la quería ya.
A su mente lo único que se le vino fueron las palizas y llantos desesperados de su madre. Llantos que desde pequeño escuchó por detrás de la puerta de su habitación. Palizas que no solo fueron de parte de ella, sino que también las recibió. Su madre no era la persona más estable del mundo, pero tampoco él podía acotar mucho.
Sus manos estaban frías y las muñecas aún portaban aquellas vendas ya manchadas con sangre seca. Pensó unos segundos lo que iba a decir y finalmente habló.
— Está bien. Pero antes de que te cuente lo siguiente, espero que no hagas nada al respecto. —Antes de que el otro objetara algo, añadió.— Solo espero que entiendas mi situación y me dejes afrontar mis problemas solo.
Tuvo como respuesta un refunfuño y una mirada un poco consternada.
— Bien.
El de lentes se inclinó un poco hacía delante para escuchar, por segunda vez en la noche, lo que tenía que decir el más bajo. Y esperaba que esta vez le contara desde la raíz todo lo que lo atormentaba.
Porque era lo menos que podía hacer.
Por la persona que siempre lo apoyó en silencio durante sus desniveles emocionales (que eran leves a comparación con los del otro) y tonterías que hizo en el pasado. Como también acciones que llevaron a cabo juntos o individualmente para el beneficio mutuo.
— Todo comenzó cuando era pequeño...
Y a partir de ahí no había vuelta atrás. Todo lo que hizo, lo que dijo y lo que hará, quedará plasmado en la linea de tiempo que conllevaba su vida entera.
La vida que deseaba poder cambiar.
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