Caroline

En un poblado que se encontraba entre los alrededores de un bosque grande, majestuoso pero misterioso, se encontraba un poco a las afueras de este una de las casas más grandes y lujosas donde habitaba una familia muy renombrada, dueños de una fábrica textil; cuya empresa volvía famoso al poblado por ser los mejores creadores de telas finas y hermosas.

La mayoría de habitantes trabajan en dicho lugar para así extender el comercio y fama, a la vez de estar muy agradecidos con los dueños: La familia Weber. Quienes por generaciones habían traspasado el mando de generación en generación.

Los pobladores hablaban de que la familia era muy amables con ellos y siempre brindaban ayuda a estos en cualquier tipo de situación. Actualmente la cabeza de la familia Albert Weber, era muy querido y respetado, pero tenía algo que lo estaba impulsando a más y era un ingenio para la creación de nuevos tipos de tela y no solo para el uso de vestimenta, él quería innovar más.

El señor Weber casado con una mujer pelo azabache, de mediana estatura y unos ojos color miel; era una de sus mejores diseñadoras para la confección de telas. Vivía felizmente con su esposa e hija una pequeña de ocho años la cual amaba corretear en el campo que se encontraba cerca del bosque y jugar con su muñeca preferida, una muñeca de porcelana con cabello largo y lacio de color castaño y llevaba un vestido muy sencillo pero elegante, era su compañera de juego preferida; muñeca la cual obtuvo en su cumpleaños número cuatro de parte de su padre el cual la mimaba con dulzura y un inmenso amor.

Caroline, el nombre de la pequeña amaba a su padre que era todo para ella, él y su madre la cual admiraba por ser bella y refinada. A esta pequeña le encantaba el negocio de sus padres y ella quería ser portadora de ideas a lo cual sus padres la alentaban para que el día que tomara las riendas del negocio lo hiciera en grande.

Una tarde en la linda casa de los Weber la pequeña Caroline jugaba en la sala principal con su muñeca, cerca de un bello piano que se encontraba en el lugar, piano el cual su madre tocaba con gran destreza y que ella un día aprendería a tocar, pero aun no era ese día y ella lo ocupaba como escondite perfecto para cuando no quería ir a comer o bañarse, nunca la encontraban entre el espacio que quedaba entre el piano y un estante. En ese momento entra su padre con un señor de la misma edad que él, con una expresión seria e intimidante, ella ya lo conocía llegaba a menudo a la casa, ya que era un trabajador de la fábrica y el mejor amigo de su padre....el señor Muller, Ernest Muller.

A la pequeña Caroline no le agradaba ese hombre, no le daba buena espina así que trataba de mantenerse alejado de él. Llegada la noche invitaron a quedarse a cenar al señor Muller y luego entre platicas y risas con los señores Weber se izó muy noche y le invitaron a quedarse ya que se rumoreaba que en el bosque que en la oscuridad se encontraba un brujo el cual encantaba a las personas a la luz de la luna llena y las convertía en seres extraños o amorfos, eran leyendas pero aun así no faltaba la piel erizada de solo pensarlo y así fue como el señor Muller se quedó en esa casa. Lo que le extraño a Caroline justo cuando se iba a dormir fue ver muy feliz al señor Muller ya que nunca lo había visto sonreír.

Pasada las once marcaba el reloj y Caroline no conciliaba el sueño, ¿por qué?...pues la linda muñeca que era su compañera no estaba y no lograría dormir sin ella, se levantó de la cama a buscarla a la sala principal que fue donde la dejo; ya llegada ahí escucho un ruido muy extraño parecido a el ruido cuando salían a cazar con su padre, al asomarse a la puerta percato una silueta que se acercaba lento y luego cayó frente a ella y vio a su madre  por la espalda llena de una mancha color carmín, la pequeña asustada hablo a su madre.

-cariño escondeté...co..corre...te a...amo- fue lo que le dijo con la poca conciencia que le quedaba, después de eso el cuerpo inerte de la madre quedo.

En las escaleras logro escuchar una pelea donde pude reconocer la voz de su padre exigiendo que parara, pero en eso entre la puerta logro ver como caía su padre de las escaleras y luego de ese sonido parecido al que escucho anteriormente observo que se encontraba su padre en un charco del mismo tono carmín que su madre, asustada sin saber que hacer se fue a su escondite perfecto, sin llorar ya que el shock de lo que paso la inmuto. Luego de unos minutos escucho como un hombre gritaba ¡BASTARDA DONDE ESTAS! lo cual izo tensarse más y tapar sus oídos. Un tiempo después se percató de un olor extraño y de nuevo escucho la voz de aquel hombre...

No importa donde te escondas aquí terminas tu con tus estúpidos padres!...-para luego de ello vio como el fuego comenzaba a expandirse en la casa y el humo comenzaba a marearla.

Escuchaba la risa estruendosa de ese señor y unos gritos de desesperación que debían ser de sus sirvientes en las habitaciones, sin saber qué hacer y quedándose poco a poco sin oxígeno trato de escabullirse entre las llamas llegando a una ventana y así salir al patio para caer desmayada entre maleza esperando que el destino no fuese más cruel.

El sol ya molestaba sus parpados y lentamente los abrió sintiéndose confundida y adolorida, unos segundos pasaron para que reaccionara y volteara a ver su casa hecha ruinas con un tono negro por las quemaduras de las llamas, a lo lejos escucho unas voces, con la poca fuerza que tenia se paró para pedir auxilio rápidamente y al  acercarse un tono de voz reconocida la izo parar en seco...

-¡Rápido! Debemos buscarlos, seguramente unos contrabandistas lo han de haber hecho, malnacidos.-El señor Muller gritaba mientras les hablaba a varios habitantes del poblado quienes llegaban por pocos mientras se esparcía lo acontecido.

-¡No lo puedo creer! ¡Quiénes hayan hecho esto lo pagaran, esta familia era la más bondadosa que podría existir!-exclamaba un aldeano que sentía furia ante personas que fueron muy gratas con él.

Mientras mujeres y hombres lloraban cuando sacaban unos cuerpos calcinados entre sabanas el señor Muller preguntaba por si reconocían los cuerpos de la pareja y si se encontraba la niña. Al hacer dichas inspecciones y no encontrar nada más que la pequeña muñeca de la niña, concluyeron que el fuego acabo totalmente con ella.

-Si ellos ya no están que pasara con nuestro trabajo-entre sollozos hablaba un trabajador mientras miraba los cuerpos cubiertos.

-El pueblo decaerá si la fábrica cierra y moriremos de hambre-menciona otra mujer al escuchar las palabras anteriores de aquel hombre.

-¡No se preocupen! Sé que mi gran amigo Albert Weber no le agradaría dejarlos desamparado, así que por su bien y en su nombre, tomare las riendas de la empresa y ayudare al pueblo como mi gran amigo hubiera querido.-

Cinismo es una palabra muy corta para este sujeto, pero el pueblo no lo pensaría ya que su buen vivir dependía de ello y entre gratitudes y lastima los aldeanos regresaron a su hogar mientras los cuerpos eran llevados para darles un entierro digno.

Y así fue como Caroline entre los árboles observo todo, sin poder pedir ayuda porque claramente eso sería terminar como sus padres. Ojos sin vida, sin esperanza y tomando en brazos a su única compañera que ya hacia en el suelo olvidada por toda las personas que hace un momento se encontraban, camino sin rumbo entre el bosques sin saber o esperar algo, hasta que sus piernas no dieron a mas y cayó, sin pensamientos y deseos solo cerro sus ojos sin más.

El sonido de búhos la izo despertar y observando su alrededor con temor solo se abrazó a llorar, el viento soplaba demasiado gélido y siluetas comenzaban a observarse entre la distorsión de la luz de la luna y la obscuridad. Entre sollozos y llanto un ruido de una carroza la izo levantar su pequeña cabeza y ya sea por curiosidad o un poco de auxilio se acercó a esta, de repente a sus espaldas un hombre con capucha le exclama:

-Un corazón marchito, una vida arruinada, un deseo oculto, una mirada en llamas...

La pequeña Caroline asustada abrazaba a su muñeca y retrocedía con cada palabra que emitía el extraño con vos profunda y siniestra.

-No me temas, que daño no te are, al contrario  mi ayuda podrás obtener.-hablaba mientras habría su carroza y sacaba una pequeña caja de madera.

-Mi ayuda te daré. Pero gratis no la brindare. Si tu alma venganza queréis, con gusto la podrías obtener. A cambio tu mi marioneta seréis, pero tu fácilmente podrías cometer el pecado que deseáis.-palabras que parecían mas un hechizo resonaban fuertemente en la cabeza de la pequeña.

Ella no comprendía exactamente qué es lo que le ofrecía, pero venganza esa palabra sonó muy dulce para ella, tal vez era muy chica para saber qué sentido tenía esa palabra, pero boba no era y la escucho en alguna platica o leído en algún libro en su casa. Llorar y lamentarse no serviría mas, sus padres no regresarían, ni su vida, ni a su mente llegaría la paz.

-Con la luz de luna y un solo sentimiento en tu corazón el contrato funcionará, un objeto de tu ser necesitaré, un llamado cierto tiempo te permitiré y así un ciclo repetiré...linda jovencita dime tu respuesta.-extendiendo la mano hacia la pequeña y su voz saliendo como un susurro exclamaba un contrato esperando a respuesta de la pequeña Caroline.

Y fue así que con un movimiento de cabeza denotando un sí, un cántico en un lenguaje extraño y una muñeca de porcelana siendo el objeto del ser, provoco el inicio de una venganza a la cual los aldeanos la tomaron como maldición...

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