22.
James:
Caminé por la habitación que compartía con mi mejor amigo cada que teníamos la oportunidad de quedarnos en casa de mis abuelos. Contuve la respiración la mayor parte del tiempo, era algo común para mí hacerlo cuando estaba nervioso o confundido.
Ni siquiera noté de inmediato cuando por magia accidental tiré de las cortinas grises, tampoco me importó. No cuando mil y un pensamientos diferentes bombardeaban en mi cabeza, una extraña sensación que no creí que fuera posible experimentar.
Si de por sí la noche de Halloween fue una gran tragedia en general —mucho más por lo que le ocurrió al hermano menor de Elaia Zabini, que por la profecía "indescifrable"—, dos cosas además de ello me sacaron de lugar por completo.
Uno, claro, era Diana y su presentimiento acertado.
¿Cómo supo que habría un ataque?
No tenía la menor idea, su rostro de terror la hacía sonar tan segura de lo que iba a suceder. Creí que a lo mejor sus estudios en adivinación rindieron resultados o alguna especie de milagro de último momento nos salvó, quería buscar algo de lógica en ello pues nunca fui creyente de los presagios. No iba a dejar pasar la oportunidad de preguntárselo en persona yo mismo, mucho menos después de que quedaron cosas por decir y temas sin tocar en la Torre de Astronomía.
Recordé su voz suave cuando dijo "también siento lo mismo", sus ojos azules reflejando emoción y sus labios impactando los míos como si estuviéramos destinados a ello desde siempre.
Una gran parte de mí sentía culpa al recordar ese momento como uno de los mejores de mi vida por todo lo que ocurrió después con la llegada de Delphini y la muerte prematura de Zacharie. Pero otra, una egoísta en medio de esta situación, tenía los pies en las nubes al ver mi sueño adolescente cumplirse. Diana Gryffin —el amor que creí imposible — me confesó su amor, la chica de mis sueños correspondió mis sentimientos, ella me amaba y yo la amaba de vuelta.
Si hubiera sido en otras circunstancias, estaría gritando de felicidad por todo el castillo, sin embargo me conformé con hacerlo internamente. Aunque las dudas al respecto no tardaron en llegar.
Calma, James Sirius, fue su segundo beso a penas. Es muy temprano para visualizarte casado con Diana, tener cuatro hijos que adoren el quidditch, y vivir en el campo para juntos ver el atardecer.
Lancé un resoplido cansado, la voz de mi hermano Albus vino a mi cabeza repitiendo una de sus frases favoritas hacia mí: "A veces me sorprende la capacidad que tienes para hacer volar tu imaginación, James."
Y razón no le faltaba. Aún no éramos nada oficial —todavía —, pero quería pensar que había una posibilidad desde que dijo que me amaba también.
Ese ya era un logro, ¿o no?
"Ella nunca será tuya por completo porque no es de nadie más que de sí misma, ni siquiera si te elige. La mayoría de chicos no pudieron con eso, ¿estás dispuesto a aceptarlo tú, Cornamenta?" me cuestionó Elaia una tarde en los pasillos, cuando le pedí ayuda con su amiga. Mi respuesta fue inmediata.
"¿De qué otro modo sería, Zabini? Si no puedo amarla libre, entonces no la amaré en absoluto. El amor no es una jaula".
De más no estaba decir que ese mismo año Diana y yo nos hicimos muy buenos amigos. Una gran parte gracias a los datos curiosos que me daba Elaia sobre ella, otra a mis mejores amigos por ser un equipo en cada plan que tuvimos para cambiar mi imagen de "bromista sin remedio", a Eleonora por convencerla de ocupar el puesto de cazadora del equipo Gryffindor, a mi prima Lucy que me recomendó libros mitológicos para tener temas de conversación y una no menos importante, al Quidditch, que nos unió primero.
Todo había ido de maravilla, se sentía como estar cerca "del todo" y a su vez tener la incertidumbre de "la nada".
Debía salir de mi burbuja de ilusiones cuanto antes, así al menos cuando ella dijese que todo fue una equivocación, no dolería tanto. Error, claro que dolería, tanto como el día en el que rechazó mi propuesta en el Caldero Chorreante (aunque aquello fue culpa de Dax por completo y esta vez sería muy honesta). Supe que estaba perdido cuando me importó muy poco que me rompiese el corazón. Si eso significase tenerla a mi lado, aún como una amiga solamente, me era suficiente.
Además, ya no era un niño para no manejar mis emociones. Lo enfrentaría y viviría lo mejor que pudiese en adelante. Aunque con todo el corazón me aferraría a creer que eso no iba a pasar, que las cosas entre nosotros cambiaron para mejor cuando supo la verdad y mi más grande secreto.
La confianza que le tenía cuando nos hicimos amigos en sexto estaba intacta, como si nunca nada hubiera interferido entre ambos. Así que con todo el valor del mundo le confié mi estado de animago ilegal, algo que solo le había contado a mi grupo más íntimo de amigos. Porque eso hacíamos, confiar, todos codo a codo y a ciegas.
"Sin mentiras, sin secretos", había dicho a Frank en primero cuando decidimos incluir el apodo «Colagusano» a pesar de la mala fama que este traía consigo. La historia no terminaría igual, él sería el encargado de arreglar esa reputación y hasta ese momento lo había conseguido. Con el tiempo, la frase se volvió uno de nuestros lemas más importantes.
Lo que me llevaba a la segunda cosa que me sacó de lugar por completo, y ese era Freddie —mi hermano de otra madre, Canuto, la mente maestra o sólo Fred II —, el secreto que ocultó por años y que se sintió como un puñal.
¿Temía ser juzgado por nosotros? Nunca lo hubiéramos hecho.
El mencionado entró a la habitación unos segundos después como esperando que esta se encontrara vacía, así que no pude evitar dar un carraspeo para anunciar mi presencia. Sus cejas no pudieron evitar levantarse por la sorpresa.
—James —se enderezó de un respingo —, yo...
Miré con detenimiento cada parte de su rostro golpeado, Louis le había dado una paliza. Llevaba una bolsa de hielo en la mano, y sin despegar la vista de mí la puso sobre su ojo morado. Negué despacio.
—Ahora entiendo mejor cada que te escabullías de nosotros en Hogsmeade, las noches en el el castillo, las veces que faltabas a algunos entrenamientos a pesar de tu amor enorme por el Quidditch o ibas a los jardines a "meditar" —enumeré todos los momentos en los que debió ser tan obvio que nos evitaba, yo podía ser algo dramático algunas veces pero esto no se sintió bien.
—Si iba a meditar a los jardines, Cornamenta —se apresuró a corregir —, en lo demás tienes razón, les oculté todo esto..
—¿Por qué? Es decir, sabes que no te habríamos tratado mal, a lo mejor te hubiéramos aconsejado y ya, pero nunca señalado porque nosotros no hacemos eso —
suspiré sentándome en mi cama sin dejar de verlo, no estaba molesto con Fred pero su mirada nerviosa me dió un sentimiento raro de lástima que jamás sentí por él.
—Tenía vergüenza de mí mismo, por eso no dije nada. Mi relación con Elaia al inicio de Hogwarts era terrible y yo mismo la llamé "mortífaga" muchas veces frente a todos, decir que amas a alguien a quien todos creen que detestas es difícil de confesar, además Louis era mi primo y que ambos hubieran terminado en todas las ocasiones en las que estuvimos juntos, no se sentía correcto, la culpa me lastimaba por dentro. Tratamos de detenerlo, y es más, era un secreto que se iba a terminar este año. Pero luego nos vimos en la fiesta de bienvenida, ella no estaba con Louis y habían pasado meses desde que terminé con Vela Martins, sería la despedida.
—Y ahora está embarazada —asintió con lentitud ante mi afirmación —. ¿Serás padre, entonces?
—No —lanzó de inmediato, fruncí el ceño confundido —. Es decir, nacerá pero no será nuestro hijo, lo daremos en adopción. Somos jóvenes, creemos que una pareja más estable le puede dar una mejor vida. ¿Podemos no hablar de eso ahora?
—Entiendo —dije con cuidado—. Si no es molestia preguntar, ¿cómo inició lo de Elaia y tú?
Se sentó a mi lado con cautela y quedó en silencio unos segundos.
—A finales de quinto, casi al inicio de las vacaciones. Ella terminó con Louis por primera vez, estaba enojada cuando nos encontramos en la escalera. Discutimos, como siempre, pero esta vez estaba dolida y le pregunté que sucedía. Fue extraño porque hablamos con tanta naturalidad, una cosa llevó a la otra y terminamos besándonos detrás de una estatua en el tercer piso. Luego nos escribimos en todo el verano, pero cada que ella volvía con Louis o yo tenía novia nos evitábamos. Creímos que sería algo pasajero, cuando los sentimientos se mezclaron todo pasó a mayores así que haríamos como que nada había pasado.
—Diana tampoco sabía, ¿verdad?
—Nadie, en absoluto. Excepto Eleonora tal vez, pero yo...
—¿Se lo dijiste a Elle y no a mí? —lo miré casi ofendido con una mano en el pecho —. Haré como que no dolió.
—Antes de que te pongas en modo dramático, ella nos descubrió una tarde en la biblioteca, le pedí que no dijera nada hasta que me sintiera listo. Cosa que sí hizo —explicó, inclinando la cabeza para encontrar mi rostro serio —. Moría por contarte pero no quería que me miraras diferente, James, me importa mucho lo que pienses de mí más que el resto. Eres el mejor amigo que podría desear, mi hermano, un gran capitán de Quidditch, talentoso en pociones y...
—No me adules, Canuto —me crucé de brazos, girando la cabeza para que no notase que acababa de dejar escapar una sonrisa.
—Sabes que te encanta, Cornamenta, es tu punto débil —levantó una ceja y rodé los ojos —. Así que, ¿todo mejor entre nosotros ahora?
—Todo bien, pero necesito una reunión con los demás Merodeadores cuanto antes.
[...]
El espejo doble sentido fue uno de los obsequios que nos dió tío Neville en primer año para hablar con Frank y Lorcan cada que estuviésemos lejos, y conociendo la cercanía de sus familias, ambos estarían juntos en casa de tía Luna por lo que nos haría las cosas más fáciles. El mecanismo de los espejos se asemejaba mucho a las "videollamadas" que los muggles tenían en sus aparatos conocidos como teléfonos (al menos eso le entendimos a Rose cuando hablaba con sus abuelos maternos). Eran eficaces para armar planes a distancia o tener conversaciones importantes.
—Shh... Lunático, Colagusano, ¿están ahí? —llamó Fred a nuestra cara del espejo por cuarta vez. Ambos a punto de resignarnos ante la posibilidad de que ninguno fuera a responder.
Se oyó un golpeteo del otro lado.
—Canuto, Cornamenta, ¿todo está bien por allá? —Frank acercó su lado del espejo muy cerca de su rostro, conteniendo la respiración. Negamos de inmediato —. Ay, por Merlín, ¿qué te pasó, Fred?
Su mirada se deslizó por el rostro golpeado del moreno.
—Elaia está embarazada y no de mi primo Louis —Fred anunció a secas, dejando espacio al silencio, la cara de preocupación de Frank cambió por una de sorpresa absoluta.
—¡¿De James?!—la voz escandalizada de un Lorcan recién llegado se oyó a lo lejos.
—No —añadí sin más —, de Canuto.
El mencionado se encogió en su posición. Cuando nuestros amigos se enfocaron mejor en la imagen, estaban lo bastante boquiabiertos.
—Creo que no entendí bien, James, ¿de qué Elaia hablamos con exactitud? —Lunático fingió destaparse los oídos con los dedos.
—Elaia Zabini, claro... —respondió Frank casi en un susurro escandalizado.
Se hizo un nuevo silencio entre todos, a duras penas se oían las cortas respiraciones del otro lado.
—¿Qué decidieron hacer, Fred? —preguntó Lorcan con curiosidad casi enfocando toda su cara en el espejo.
—Decidimos tenerlo, pero...
—¿Seremos tíos, entonces? ¡Pido ser el padrino si es niña! —canturreó nuestro amigo castaño con ilusión, como si de la mejor noticia que podría haber escuchado aquella noche se tratara. Frank a su lado le dió un golpeteo suave que captó su atención, bastó una sola mirada para que hiciera silencio.
Después de todo, el rostro serio de Fred no parecía muy emocionado.
—No, no lo serán, a penas nazca él o la bebé, irá a un centro de adopción. Es lo mejor para ambos —contestó el moreno de inmediato aclarándose la garganta, cómo por instinto mi mano se apoyó en su hombro en señal de apoyo —. Sé que no van a juzgarnos por ello, pero era confuso de explicar. Les quería contar antes lo que Elaia y yo teníamos desde Hogwarts solo que no tuve el valor. Lo siento, compañeros.
—No tienes que disculparte, Canuto —animó Frank arrugando sus cejas pobladas y haciendo una mueca —. Aunque no lo puedo creer aún, es mucho para procesar por hoy. De todas formas gracias por la confianza de hacérnoslo saber antes que a nadie.
—Sí, claro...—crucé mis brazos mientras enarcaba una ceja burlesca.
Fred me dió un codazo leve en las costillas y no pude evitar lanzarle una de mis almohadas en respuesta.
—¡Se lo dijiste a alguien más, antes que a tus amigos! —se quejó Lunático, quién fue el primero en entender el mensaje —. La traición me respira en la nuca.
—No es del todo cierto, Lorcan, Eleonora también es nuestra amiga de todos modos, ¿o no? —ante la mención de aquel nombre, el rostro del mencionado tomó un color rojizo hasta las orejas. Frank rodó los ojos chasqueando la lengua y yo me eché a reír —. Estás hecho un tomate, amigo.
—¿Alguna vez le dirás lo que sientes? —le seguí la corriente a Fred, el castaño casi empezó a sudar.
—¿Lo que siento? No sé a qué se refieren —negó con la cabeza, pero las mentiras no eran lo suyo.
Nos acercamos más al espejo.
—No es un secreto que tu corazón ha sido flechado por ella, Lunático, deja de negarlo. Puede que le gustes también.
—Bueno, me rindo. Tal vez, pero...
—Hablando de "secretos" —Colagusano interrumpió como si acabara de recordar algo importante de pronto, y tomó la palabra con más seriedad de la usual —. Tengo que confesarles algo que he estado haciendo en Hogwarts a sus espaldas estas últimas semanas. Creo que después de todo lo que ocurrió, puedo revelarlo al fin.
Y todos cerramos la boca de inmediato listos para oír lo que tenía que decir.
[...]
—Es grupo llamado "La Alianza", formado por jóvenes mayores de edad que se opongan a las ideas promovidas por La Augurie y quieran el bien común. Están buscando derrotarla desde el secreto, pero necesitan personas dispuestas a luchar y ponerse en peligro en diferentes misiones — Colagusano anunció tomando profundas bocanadas de aire —. Se reunirán en el bosque Dean a reclutar más personas en diciembre, aún estoy por averiguar la fecha exacta.
—¿Cómo conseguiste toda esa información, Frank? —fue lo poco que alcancé a pronunciar una vez salí de mi escepticismo.
—Daniel Harris —contestó de inmediato, claro y conciso, sin perder el rostro fijo en nosotros —. Volverá a Inglaterra en unas semanas, él me dió la fuente así que me puse a investigar. El grupo es real, y al parecer existió en la Primera Guerra Mágica.
Y mi cabeza unió los puntos. Daniel, nuestro compañero de casa, un hombre lobo por el que decidí volverme animago, una persona de gran corazón que se fue de un día para otro sin dejar rastro y que volvería en un tiempo.
Genial, algo más para procesar.
—¿Siguieron en contacto todo este tiempo? —Lorcan preguntó con curiosidad, intentando sonar indiferente.
Frank asintió sin mirarlo.
—Me pidió no decirles nada, al menos hasta que investigue por su cuenta y yo por la mía. Pero Delphini lo contactó hace poco, ya saben, porque está registrado en el Ministerio —afirmó preocupado —. Se negó, por supuesto, pero que lo haya hecho no quiere decir que los otros también. La mayoría de hombres lobo está con ella.
—Pero si vuelve a Inglaterra ella lo matará —Fred soltó un quejido.
—A él no le importa —Frank, desde el otro lado, cambió el tono a uno un tanto más severo —. Dijo que prefiere pelear en la guerra que se viene a esconderse observando cómo destruyen todo a su alrededor y ve morir a quienes ama.
—Eso tiene mucho sentido —medité mirando un punto fijo con detenimiento.
Significaba estar lejos de mis hermanos, de mis padres —que sin duda se opondrían antes—, y de mi diosa Diana.
Dejar ir la posibilidad de estar juntos se sentía como una estaca en el pecho.
¿Valdría la pena dejar todo para pelear por un mundo mejor para ellos? Sin duda.
—¿Y qué piensan? —Frank interrumpió mis pensamientos. Lorcan estaba callado y al igual que Fred, analizando que iban a contestar con exactitud.
Valoraba el esfuerzo de los aurores, mi padre entre ellos, pero el poco éxito con el rescate de las personas secuestradas por Delphini me hizo dar cuenta de que faltaban manos.
—Yo me apunto —dije con seguridad sintiendo mi pecho apretarse —. Podemos ser parte de algo importante, ayudar a otros y a los que nos importan. Acabar con Delphini y detenerla.
Pensé en la profecía, en la historia que parecía repetirse. Debía haber otra manera.
—Estoy más que dispuesto a ir, entonces —Fred añadió con solemnidad —, aunque debo hablar con Elaia todavía.
—Genial, Canuto, ¿y tú, Lunático?
El chico castaño que hasta el momento no había dicho palabra se pronunció.
—Oh, vamos. No van a deshacerse de mí tan fácil. Claro que iré con ustedes —levantó su pulgar en señal de aprobación —. Alguien tiene que ser el amuleto de la suerte.
—Sobrevivió a un dementor y cree que debemos hacerlo un llavero colgante —Frank levantó las comisuras de los labios y se pasó una mano por el cabello oscuro antes de que Lorcan intentase despeinarlo.
Y allí estábamos. Los cuatro amigos que un día se prometieron seguir juntos a pesar de todo, recién salidos de Hogwarts, con ganas de enfrentar al mundo por cuenta propia y anhelando pelear en una guerra que no era suya, riendo a mitad de la madrugada.
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