21.

La sala de la casa conocida como "La Madriguera"era acogedora, lo primero que visualicé fue un sofá de tres piezas pegado a la pared, cojines bordados en los asientos y una chimenea de ladrillos que emanaba un olor a leña en lugar de carbón. Además de una enorme estantería de madera y un reloj antiguo que para mi sorpresa todavía marcaba la hora.

—Vengan, creo que mis tíos están reunidos en la cocina —Fred indicó con cautela y nos guió despacio —. No dudo que James y tío Harry los pusieron al tanto.

No pude evitar sentirme extraña en ese ambiente tan familiar y más por culpa de las circunstancias de nuestra llegada. Fred se detuvo en la entrada de lo que reconocí era una oficina.

—¡Abuela! —el moreno se acercó dándole un beso en la mejilla a la mujer mayor regordeta, de cabello casi blanco y sonrisa gentil que se encontraba de pie junto a un cuadro de una persona que solo había visto en el monumento de los caídos de la segunda guerra. Fred Weasley.

—Freddie —saludó triste, aunque pude ver el destello en su mirada al ver a su nieto —¿Son ellas, no es cierto?

Fred II asintió sin dudar.

—Hola niñas, bienvenidas. Mi nombre es Molly Weasley pero pueden decirme solo Molly —en su voz maternal había angustia, aunque trató de que no se notara —. A partir de ahora y mientras se queden aquí, esta es su casa. No saben cuánto me duele lo que han pasado, me han contado que hubo un ataque a Hogwarts...

Nos apretó en un abrazo tan fuerte que asfixiaba, pero que a decir verdad necesitábamos tanto. Elaia rompió a llorar de nuevo, el rostro de la señora Weasley se arrugó más de lo que ya estaba al momento de separarse y podía asegurar que también el mío, le tomé la mano.

—Debes ser Elaia —ella se cubrió la cara con las manos bajo la mirada de incertidumbre que Fred traía encima —. Oh querida, cuanto lo siento.

—Mi hermanito está... muerto. No pude salvarlo —se aferró a la mujer mayor con desesperación, no podía hacer nada para apaciguar lo que sentía. Estaba llena de impotencia estas últimas semanas pero esta noche todo se expandió.

Molly la tomó en sus brazos con dulzura y le susurró en el oído durante varios minutos que "no era su culpa".

[...]

La habitación se detuvo para mí cuando vi a Ginny Potter-Weasley caminar hacia nuestra dirección con tazas de té. Como buena fanática del quidditch femenino no dudé en volver a las Arpías de Holyhead mi equipo favorito en tercero, muy a mi pesar de que mi mayor ídolo del deporte era la madre del "idiota" de James Sirius. Esos tiempos, por supuesto, ya no eran los mismos.

Las cosas habían cambiado a lo largo de los años, me gustaba el deporte pero no me iba a dedicar a ello, estaba enamorada de James por lo que no era un idiota y sobretodo, había una guerra inminente allá afuera que nos ponía densos en la sala de la Madriguera.

James y los demás primos se habían ido a los pisos superiores para desempacar. Ron y Hermione decidieron que lo mejor era ir con sus hijos a su propia casa para que el espacio en el lugar no fuera tan corto, aunque a pedido de Rose ella se quedó. Fred subió a los pisos superiores excusándose de ver cómo se encontraba Roxanne, en el fondo sabía que iba a hablar con Louis antes que Elaia para no hacerla pasar por más emociones fuertes.

No había rastros del señor Potter en ningún lado.

Todos los presentes restantes hicieron un silencio sepulcral. Pude ver a un hombre pelirrojo con un parche en la oreja, era el señor George, padre de Fred, él tenía el brazo rodeando a una mujer morena de cabellos rizos y mirada ensombrecida que era la señora Angelina. Junto a ellos estaban la hermana mayor de Louis, Victoire y a su madre Fleur —ambas tan rubias como él —sentadas en el sillón. El hombre pelirrojo de pie al lado fue al que reconocí como el señor Bill, este charlaba en voz baja con su copia femenina, Dominique, la segunda hija del matrimonio.

Casi me caí por la sorpresa al ver a Teddy Lupin bajar las escaleras, pues a pesar de sus cabellos azules llamativos, su rostro serio y preocupado lo hacían ver mayor al chico que recordaba en Hogwarts. Además, la bebé acunada en sus brazos de manta morada contribuía a mi percepción.

—Elaia, sé lo que es perder un hermano en estas circunstancias —susurró Ginny acariciando su cabeza. Contuve el ardor en la garganta al ver la mirada destruida de mi amiga levantar la vista, había perdido el brillo en sus ojos —. Su nombre era Fred, y aunque lo extrañamos cada día de nuestras vidas sabemos que su muerte no fue en vano, al igual que la de Zacharie.

Suponía que en esos momentos la noticia se había esparcido y todo el mundo mágico se había enterado de lo ocurrido. El señor George tragó saliva mirando a la nada, o como me gustaba pensar, a sus propios recuerdos.

—Tal vez mi madre tenía razón, debí ser yo y no él —Molly negó de inmediato con el ceño fruncido. En realidad, todos los presentes lo hicimos.

—Una verdadera madre no diría eso, nunca, te lo aseguro. Eres importante, Elaia, más de lo que crees —se recostó en el pecho de Molly. Se hizo silencio de nuevo en la sala, solo se oía un llanto apagado de fondo, uno que terminó a los minutos.

[...]

Cuando Elaia se durmió en el sillón supimos que era hora de instalarnos en una habitación. Ginny fue la primera en hacer algún movimiento, no supe con exactitud lo que le susurró a Molly pero canso ambas asintieron de acuerdo llamaron a Victoire a un rincón. Ella se levantó en un movimiento elegante hacía las mujeres.

La joven rubia era una sensación para todos por su belleza e inteligencia, lo recordaba bien, toda una Ravenclaw de pies a cabeza, amante de los estudios y prefecta. Nunca supe porque no llegó a ser premio anual ni porqué su poco interés por jugar quidditch cuando era gran fan del deporte. De todos modos, desde que la vi por última vez al final de tercer año no me había puesto a preguntármelo.

Al final de la conversación, Victoire se acercó a Teddy y le abrazó por detrás con dulzura. Duraron unos segundos en esa posición, perdidos en la imagen de su hijo durmiendo tan pacífico entre los brazos del peliazul, una tierna imagen familiar que solo pudo ser interrumpida por un tema más urgente.

Mon amour, ¿podrías busca a Dom, por favor? Yo llevaré a las chicas al dormitorio —preguntó cerca de su oído, casi en un susurro.

—Claro, Vic —el muchacho asintió dándole un gesto que se me hizo parecido a un asentamiento, se detuvo para pasarle el bebé a su esposa con cuidado de no despertarla y subió las escaleras con rapidez.

Sabía lo que vendría a continuación, miré a Molly por instinto. La mujer mayor movió a Elaia con suavidad para despertarla, era mejor que durmiera en la comodidad de una cama.

—Pequeña, el sillón no es cómodo y hace frío, ¿te parece ir con Diana a la habitación? —Elaia abrió los ojos poco a poco, seguían hinchados pero se levantó de inmediato buscando mi mirada para asentir —. Perfecto, Victoire las acompañará y si tienen algún problema búsquenme. No importa la hora, ¿entendido?

Ambas asentimos a la vez, la postura de mi amiga era de una persona agotada. Como si estuviera luchando contra el sueño después de haberse dejado vencer, le tomé de la muñeca. Cuando Molly se marchó quedamos cara a cara con la joven.

—Vengan conmigo, se quedarán en mi antigua habitación —animó con calidez —. Elaia, lo siento muchísimo, sabes que puedes contar conmigo para lo que quieras.

Recordé que Elaia pasó dos veranos con la familia de Louis, la buena relación que tenía con sus hermanas y que fue invitada a la boda de Victorie pero por culpa de sus padres no pudo asistir.

—Gracias, Vic —no hizo ningún gesto pero la rubia lo atribuyó a lo que sufrió y al cansancio.

Giró su vista hacia mí y sonrió levemente.

—Diana Gryffin, he oído de ti muchas cosas interesantes —comentó dejándome sorprendida —. Premio Anual, cazadora de quidditch y buena en hechizos. Un placer conocerte.

—No soy tan buena —me apresuré a decir algo avergonzada.

—¿Ah no? Elaia me mencionó lo sobresaliente que eres, James siempre repetía en las reuniones familiares lo emocionado que estaba desde que entraste al equipo y Louis me contó por carta que le lanzaste un perfecto Mocomurciélago —mis mejillas se colorearon con esto último, aunque en su tono no había reproche —. Sé cómo es mi hermano, a veces hace comentarios impulsivos y cuando obtiene consecuencias se porta algo melodramático. ¿No es así, Elaia?

La joven trataba de buscar un tema para distraer a mi amiga, no lo consiguió. Al contrario, Louis era un asunto pendiente.

[...]

Victoire cargaba a su bebé con un brazo mientras dejaba libre el otro para sostener la perilla de la puerta de la que sería nuestra habitación. El sonido de algo golpear el suelo un piso más abajo nos hizo detener y ponernos alertas. Bajando las escaleras con gran apuro a los segundos aparecieron las figuras de Angelina y Fleur con rostros de preocupación, tomando aliento.

—¡Eras mi maldito primo, Fred! —se escuchó de repente.

Un nuevo estruendo nos hizo brincar del susto. Contuve la respiración al darme cuenta de lo que estaba pasando, Elaia me apretó la mano muy nerviosa. Ella no estaba lista para revelar la verdad, no esa noche.

—¡No fue planeado! —se oyó la voz de Fred a la lejanía.

—Fleur, ¿qué sucede? —preguntó asustada la mujer morena, casi deteniendo el pasado de su cuñada.

—No tengo idea, viene del segundo piso. Parece grave —ambas bajaron de inmediato una escalera más.

Victoire reaccionó al instante. Se había puesto nerviosa, y el rostro de Elaia palideció.

—Son Louis y Fred, pero ellos jamás pelearían —la rubia me hizo un gesto de súplica —. Debo asegurarme de que todo esté bien, ¿podrías cuidarla unos minutos?

Asentí de inmediato y me pasó a su bebé susurrando "muchas gracias, si no vuelvo pronto entrégasela a Teddy. Está en el segundo piso, en el cuarto junto a la escalera".

Ahora estábamos solas en el cuarto, pero no dijimos una sola palabra sobre la discusión que ocurría arriba, como si ignorándola esta se desvanecería. Elaia se recostó sobre una de las camas alejada de la ventana y yo me senté en una silla de una esquina rogándole a Merlín por que la bebé —que abrió sus brillantes ojos marrones y me miraba con curiosidad —, no llorara.

—No puedo dormir, Diana —susurró Elaia entre bostezos, sabía en el fondo que estaría dormida en minutos porque la conocía a la perfección —. Cántame, por favor, cómo en Hogwarts.

Muchos recuerdos me invadieron de pronto, las dos juntas desde los once, acurrucadas cada que ella no podía dormir por alguna carta malintencionada que su madre o padre le enviaron. Cantar no era lo mío, pero a Elaia le daba lo mismo, creía que mi voz era reconfortante y no podía negarme.

Menos en ese momento.

I walked across an empty land. I knew the pathway like the back of my hand... —canté bajito. Papá escuchaba muchas canciones de un grupo llamado Keane, según sus palabras porque eran de su tierra natal al sur y tenían buenas letras. Poco después de conocer a Elaia, ella empezó a apreciar lo que mamá, Atenea y yo no lográbamos, los gustos musicales de Patrick Gryffin. Eran pocos los momentos en los que mis padres y Elaia convivían, no porque no quisiesen sino por culpa de los señores Zabini, sin embargo esa canción tenía un lindo significado para nosotros y mi amiga lo sabía —. Oh, simple thing, where have you gone? I'm gettin' old, and I need something to rely on...

Elaia sonrió triste y se aferró a una almohada, yo acunaba a la bebé que se había entretenido con un mechón de mi cabello. Sentía que la voz se me cortaba en la segunda estrofa, extrañaba demasiado a mis padres y pensaba en Atenea a diario. Cerré los ojos con fuerza.

Un ruido de voces llamándome a lo lejos me hicieron sentir mareada. Pero no caí, la sorpresa del mareo pasó a segundo plano cuando una visión me atacó.

"Me observaba en una habitación sosteniendo a un recién nacido en brazos, lo admiraba con detalle sin poder ver nada más. Sus ojos azules resaltaban más que cualquier otra cosa, era tan hermoso como pequeño para el mundo. Cuando empezó a llorar una explosión se oyó fuera y el terror me inundó..."

Abrí los ojos tomando una gran bocanada de aire. Elaia estaba dormida, no notó lo que ocurrió.

¿Cuánto había durado así? ¿Porqué me ocurría a mí?

Un quejido me hizo bajar la cabeza.

La bebé, tan rubia como su madre, hizo un gesto parecido a una sonrisa. Le sonreí de vuelta como si fuera mi cómplice, eso sin duda quedaría entre nosotras. De todas formas nadie más sabía de esto, James presenció algo en la Torre de Astronomía pero no supo que era y por el momento lo mejor era que quedase así.

[...]

Cuando Victoire no regresó a los veinte minutos decidí que lo mejor sería buscarla. Cerré la puerta de la habitación con cuidado de no despertar a Elaia, tomé con mucho cuidado a la bebé y bajé las escaleras hasta el primer piso. Me escondí detrás de la escalera para no interrumpir la charla seria que estaban teniendo las cuatro personas en la sala.

—¡No quiero verlo otra vez en mi vida! —Louis bramó.

—¡No fue algo planeado! —respondió Fred de la misma manera.

—Por favor, ya paren ambos. Son primos, familia, ¿crecieron juntos y así se tratan? —escuché la voz de Molly algo cansada darles un sermón. Los gritos cesaron y pasaron a murmullos que parecían dardos.

—Al parecer crecer juntos no significa tenerse lealtad —soltó el rubio platino con severidad.

La mamá de Louis tenía el rostro confundido al mirar a su hijo, mientras tanto Victoire seguía en su tarea de limpiar la sangre que le escurría por el labio partido, sin embargo se quedaba corto ante Fred, que había recibido una severa paliza y era sostenido por un preocupado George.

—Fred, por Merlín —Angelina cruzando miradas con Fleur —¿Qué hiciste para que te odie tanto?

El moreno no dijo una palabra.

—George, Angelina, estoy seguro que este suceso no se volverá a repetir —aseguró Bill con voz dura —. Tendré una seria charla con Louis al respecto, la violencia no lleva a nada bueno.

—Desquitarse para mí lo es —susurró el mencionado dando una sonrisa de suficiencia, ni los gestos de Victoire pudieron evitarlo. Molly se llevó una mano a la boca y Bill apretó los dientes.

—¡Tu es puni, Louis! (Estás castigado, Louis) —sentenció Fleur ahogando un quejido. Agradecí entender esa frase, que aunque corta era efectiva para que el muchacho suba la escalera lejos de todos siendo perseguido por su hermana y abuela.

—No es necesario que hable con él, tío —Fred levantó el rostro —. También fue culpa mía porque yo...

—Ni hablar, Fred. No importa que haya ocurrido ni de quién ha sido la culpa. Si mi hijo llegó al punto de agarrarse a golpes en los malos momentos que estamos pasando, en casa de su abuela y con visitas en los pisos superiores, ya es gravísimo.

Contuve la respiración. Sabía que el tema de Elaia tenía que salir en algún momento, rogué porque no fuera sin ella presente para dar sus razones.

—Louis y tú son primos, hijo —agregó George, la mujer morena y de cabello hasta los hombros a su lado, asintió compartiendo esa opinión —. No pueden estar peleados por el resto de su vida, menos actuar de ese modo por una tontería.

Sin duda el señor George se equivocaba, no fue por ninguna tontería.

[...]

Volví a subir las escaleras una vez estuvo despejado el lugar, iba en busca de Teddy pues no tenía rastro de Victoire. La pequeña rubia se quedó dormida de nuevo y no podía hacer más que agradecer por ello. Sin duda era una compañera de aventuras muy seria en su tarea, sonreí para mis adentros.

La casa me parecía un laberinto, y más porque casi olvidé donde estaba el cuarto que me había indicado Victoire.

Segundo piso, Diana, no puede ser tan difícil.

Lo sé, conciencia, pero que vergüenza ir de puerta en puerta.

Miré junto a la escalera, algo así había dicho, pero eran dos habitaciones cerradas. Mi brazo comenzaba a doler por el peso de la pequeña, no tenía tiempo de preguntarme cuál era cuál. El viento de la ventana empujó una de ellas antes de que pudiera decidir cuál tocar y la dejó entreabierta.

Y mi curiosidad no me permitió ignorarla.

Estaba oscuro en ese pequeño armario de tres metros cuadrados, el foco estaba roto y salvo por una pequeña ventana que reflejaba la luz de luna desde lo alto no se veía nada más que abrigos en percheros. Teddy no estaba dentro, por supuesto, así antes de salir para hacer como si nada hubiera pasado un Lumos me hizo sobresaltar.

Me encontré a la persona menos esperada dentro.

—Me espantaste, Weasley —lancé con reproche al verlo sentado en el suelo con la varita apuntándome la luz, eso hasta que recordé la conversación de hace unos minutos —¿Qué haces metido allí?

—Lárgate Gryffin, o me vengaré del mocomurciélago que me lanzaste en el tren —amenazó con rabia. Rodé los ojos, era tan extraño porque una parte de mí sabía que no lo haría.

De igual manera nunca había que ser confiado. Así que lo desafié.

—No te atreverías, tengo a tu sobrina aquí mismo —señalé el bulto que traía —. Además, lo del tren lo iniciaste tú. Yo sólo respondí.

—¿Te robaste a Dora? Que sorpresa, Gryffin —su tono era de sarcasmo, al menos se calmó un poco —. Quiero que te vayas.

Así que mi compañera de aventuras tenía nombre, Dora Lupin Weasley, uno hermoso y curioso además.

—Tienes una sobrina muy linda, creo que deberías saberlo.

Dora balbuceaba entre sueños, se la acerqué despacio pero él giró la cabeza haciendo una mueca.

—Lo último que quiero ahora es ver un bebé, Gryffin, aléjala.

La tomé con fuerza, sin duda estaba por irme, su mirada me detuvo.

—Es la última cosa que haría ahora, pero, ¿quiéres hablar? —una parte de mí le tenía lástima al pobre chico.

—¿De quién?¿Elaia o Fred?, no importa porque ambos están muertos para mí —pronunció con resentimiento aunque no creía que eso fuera cierto del todo, me senté a su lado con mucho cuidado. Trató de disimular su sorpresa ante eso —¿Que haces?

—Me siento contigo, ¿no es obvio? —me alcé de hombros, noté sus ojos hinchados. Había estado llorando —. Lamento cómo sucedieron las cosas.

—¿Lo sabías?—preguntó apretando los dientes, negué.

—No tenía idea, en serio. Elaia no pasa por un buen momento ahora, Weasley, no puedo darte su versión de los hechos porque no la sé pero en unos días ella hablará contigo si se lo permites. Estoy segura, la conoces bien —era real, Elaia jamás habló conmigo sobre lo de Fred y aunque lo haya hecho no me correspondía decir nada.

—Creí conocerla alguna vez, ahora no sé quién es. De todas las personas fue Fred, mi tonto primo. Peor aún, se quedó embarazada de él, seguro se casarán y jugarán a la familia feliz. A la mierda, no me importa en absoluto, ya no la amo.

Tragué saliva. Louis podía ser un engreído insoportable, pero en el fondo comprendía que se sentía creer que te habían engañado.

—Sé que no lo dices de verdad, cuando amas de verdad, el amor después de una decepción tarda en desaparecer. Es parte del proceso para sanar enfrentar esos sentimientos.

—¿Qué sabes tú de eso, Gryffin? Cada proceso es diferente. Además, ¿cómo sabes que la amé de verdad y no estuve fingiendo?

—Lo sé porqué cada que hablas de mi amiga se te forma un nudo en la garganta, Louis, y de verdad lo siento —ya estaba por irme cuando oí la voz de Teddy desde fuera, tomé a Dora y me puse de pie. Me detuve en seco cuando me agarró de la manga y me miró con sus grandes ojos azules.

Lo que contestó confirmó algo que sabía ya, y que por más insoportable que sea no podría negar.

—Tienes razón, la amé de verdad —levantó el mentón a mi dirección— ¿Sabes qué es lo peor, Gryffin? Que nunca podré dejar de hacerlo.

Se levantó de golpe y se fue sin mirar atrás dejándome más que confundida.

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