1.
•A Roxi_Bi , gracias por quedarte durante todas las correcciones de esta historia.
"No es tu pasado el que te define,
sino las decisiones que tomas para seguir adelante a pesar de él".
—D. Gryffin
31 de agosto, 2021
La primera señal de que algo en ese año sería diferente ocurrió un día después de mi cumpleaños diecisiete.
Con la pandemia aún latente en Londres y el resto del mundo, quedarse en casa aún durante las vacaciones se había convertido en la norma. A pesar de las constantes réplicas, cada tarde a las siete, mi familia y yo nos sentábamos a cenar frente a la luz parpadeante del televisor para ver el resumen de las noticias.
O eso era lo que esperábamos mi padre y yo, pues en general surgían conversaciones que de algún modo terminaban en tensiones entre mi hermana mayor y mi madre.
—¿Por qué no puedo ir, mamá? —bufó mi hermana, haciendo temblar la mesa.
—Sabes lo que opino de eso, Athena. La tía Abby es una persona mayor, está delicada de salud y si por algún motivo te contagias hoy no será bueno para ella —sostuvo mi madre con una expresión seria, limpiándose la boca con una servilleta.
—Pero no me entiendes, es bastante deprimente estar encerrada por culpa de un virus. No he visto a mis amigos desde hace semanas —replicó frunciendo el ceño mientras levantaba su teléfono muy cerca de mi rostro —. Literalmente, esta fiesta está en cada red social, irán todos en Croydon y si no voy mi popularidad se perderá. ¿No te parece, Diana?
—Yo... no sé... —sus ojos oscuros estaban clavados en mí pero no supe qué decir. Mi atención fue hasta mi padre, ambos compartimos miradas silenciosas. Los dos preferíamos ser espectadores en momentos cómo esos, era uno de los muchos aspectos que nos hacían parecidos.
—Oh, porqué me molesto, no entenderías a lo que me refiero. Tú no tienes vida social, ni siquiera sabes usar un estúpido teléfono —apagó el aparato con irritación —. Papá, en serio tengo que ir.
—En primer lugar, no le hables así a tu hermana porque ella no te ha hecho nada —intervino papá, señal clara de que Athena había llegado lejos —. Número dos, tu madre ya dijo que no y con una buena razón, la respuesta es no. En unas horas, después de dejar a Diana en la estación, nosotros estaremos en nuestra conferencia en Brentwood y tú en casa con la tía Abby como le prometiste en navidad.
Tenía la costumbre de contar mentalmente cada vez que Atenea estaba a punto de explotar.
Tres... dos... uno...
—¡Son tan injustos! —gruñó, clavando su tenedor en el muslo de pollo con una fuerza que me hizo temer por la seguridad del plato. Su rostro se había puesto tan rojo como el cabello que compartíamos todas las mujeres de la familia —. Yo tengo que cuidar por dos días a una anciana que repite la misma historia todo el tiempo, mientras que ella irá a un castillo casi por un año.
—A estudiar, no son vacaciones —añadí con falso aburrimiento, aunque por dentro incluso me sentí un poco mal por ella.
—¡Si, lo que sea, rara!
En cualquier otra ocasión, ese insulto habría encendido una chispa de ira en mí, obligándome a contestarle con algo igual de hiriente. Pero esa vez, para mi propia sorpresa, no podía encontrar en mí ni un rastro de enojo.
Porque temprano a la mañana siguiente, yo, Diana Gryffin, regresaría a Hogwarts.
La emoción invadía cada rincón de mi ser, en especial porque estaba a punto de comenzar mi último año. No podía esperar regresar a caminar por los pasillos, con poder hablar con mi mejores amigos Dax y Elaia cara a cara en lugar de depender de las lechuzas. Extrañaba las sesiones de entrenamiento de Quidditch, el acogedor calor de mi sala común, y a pesar que detestaba las aburridas clases de Aritmancia, prefería soportarlas antes que pasar un día más en casa.
No es que me llevara mal con mi familia. Mis padres me amaban, y yo lo sabía, la relación con Athena... era otra historia. A menudo me decía a mí misma que su trato hacia mí era causado por una incomprensión temporal entre hermanas por nuestras personalidades diferentes, que en el fondo me amaba también aunque no lo demostrara. Aunque debía confesar que no me sentía querida por ella, mucho menos cuando me llamaba "rara".
Rara. Odiaba esa palabra.
¿Alguna vez han sentido que no pueden encajar? Como si fueran una rueda de auto que intenta girar en sincronía con las demás, pero sin importar cuánto lo intenten, siempre parece que giran en sentido contrario. Que por más que se esfuercen por seguir el ritmo, siempre terminen fuera de lugar, destinados a no pertenecer con las demás.
Bien, en el mundo muggle me sentía así todo el tiempo.
Desde pequeña, mucho antes de descubrir que había magia en mí, nunca logré sentirme parte de ese mundo. No tenía amigos, y los pocos valientes que intentaban acercarse pronto se alejaban asustados —no los culpaba del todo, si viera a una niña encender un buzón en llamas de la nada seguro también huiría, pero eso no hacía que doliera menos—, los años en la escuela se convirtieron en una tortura, cada día una nueva oportunidad para recordar que para ellos no era más que el "bicho raro" o un "fenómeno". Eso Athena lo sabía.
También la tecnología parecía conspirar en mi contra y los intentos de mis padres por integrarme en cualquier círculo social resultaban inútiles; ellos pensaban que la clase de francés o un campamento de verano podrían ser la solución, yo sabía la verdad: mis compañeros más fieles eran los diarios en los que escribía. Eso, claro, hasta que llegó mi carta y todo tuvo sentido.
Me había quedado atrapada en mis pensamientos con la vista puesta en la imagen de la Virgen María sobre la chimenea, una de esas antigüedades de mi madre que estaban repartidas por la casa pero que pocas veces me tomaba el tiempo de observar en verdad cuando un grito lejano me hizo sobresaltar.
—¡Athena, estoy hablando contigo jovencita! —mi madre se había puesto de pie, escuché sus pasos rápidos mientras subía las escaleras persiguiendo a mi hermana que había salido llena de furia segundos atrás.
En el comedor éramos papá y yo con el sonido vago del presentador de noticias de fondo al que no le prestaba mucha atención. Me costaba creer que así sería la última noche con ellos antes de mi último año en Hogwarts.
—¿Estarán bien? —la pregunta escapó de mis labios más cómo un intento de romper el silencio que por preocupación genuina.
Eran mejores amigas. Claro que sí lo estarían.
—Sabes que tu madre y Athena tienen el mismo carácter, pueden explotar, pero una vez que hablen calmadas todo vuelve a la normalidad —contestó con una sonrisa tranquila luego de probar una cucharada del puré.
—Sí, supongo que tienes razón —Intenté sonreírle de vuelta, aunque una pequeña parte de mí se sentía inquieta todavía.
—¿Todo listo para mañana, brujita? —dijo tratando de cambiar el tema.
—Casi todo —respondí haciendo una lista mental —. Ya tengo la maleta hecha, solo falta empacar mi libro de mitología. Quiero terminarlo antes.
—Esa es mi chica —Papá asintió con esa chispa de orgullo que siempre veía en sus ojos cuando hablábamos de libros.
Al igual que mi padre, un profesor de historia muggle, yo también era una gran fan de la mitología. A menudo, nos sentábamos juntos inmersos en conversaciones sobre dioses, héroes y criaturas. La historia favorita de mamá, que contaba incluso a los nuevos clientes de su florería, era cómo papá había elegido el nombre de mi hermana y el mío: Athena, por la diosa griega de la sabiduría, y el mío, por la diosa romana de la caza.
El sonido característico del noticiero cada vez que se presentaba una "emergencia de última hora" nos hizo mirar la pantalla de inmediato. Jamás era buena señal.
—Dios mío... —murmuró papá con el ceño marcando cada arruga en su frente.
"Interrumpimos nuestra programación habitual para informar sobre un misterioso incidente en el sureste de Croydon. Tres personas han sido encontradas muertas y otras dos están desaparecidas tras lo que se describe como un fenómeno climático sin precedentes. Este es el tercer episodio de caos atmosférico que golpea la región en menos de una semana. Las autoridades aún no han identificado la causa detrás de estos eventos extraños, pero la población local permanece en alerta máxima. Cabe destacar que la última vez que se avistaron estas nubes oscuras fue en mil novecientos noventa y ocho..."
—Eso es a unas calles de aquí —un presentimiento extraño erizó mi piel, el aire se hizo más pesado y me quitó el hambre —. Dicen que es el tercero en una semana, ¿no es eso preocupante?
Mi padre colocó una mano en mi hombro y, con palabras llenas de seguridad, pronunció algo que disipó mi miedo.
—Todo estará bien, hija, tranquila. Ya sobrevivimos a una pandemia, no puede haber nada peor.
Desearía que eso hubiera sido cierto.
[...]
1 de Septiembre, 2021
De pie en la estación de King's Cross, una sensación extraña parecida a la de anoche comenzó a crecer en mi estómago. Me convencí de que era solo ansiedad por el último año, nada más. Con esfuerzo, mantuve una expresión tranquila frente a mis padres; lo menos que quería era preocuparlos a último minuto.
Mamá, como siempre, se secó unas lágrimas rebeldes lamentando lo lejos que me tendría. Papá era todo lo contrario, me sonreía con emoción, había querido cumplir con la vieja tradición mágica y antes de salir de casa me entregó un hermoso reloj de plata. Athena, por su parte, no estaba allí como en los últimos cuatro años, solo que esa vez tenía la excusa perfecta: seguía furiosa por lo ocurrido horas atrás.
—Mi Didi ya es toda una dama —susurró mamá con la voz quebrada pasando una mano por mi largo cabello suelto, observando cada detalle de mi rostro como si fuera a desaparecer.
—Y una estudiante excepcional, nada menos que la nueva jefa de Hogwarts —exclamó papá con orgullo, aplaudiendo sin preocuparse por las miradas curiosas de los transeúntes que paseaban por el andén.
—Se le dice "premio anual", pá —le corregí, sintiendo el rubor subir por mis mejillas al captar los murmullos de un grupo de magos que pasaban cerca con sus familias —. Decirlo así suena... un poco presuntuoso. Son responsabilidades, nada más.
—Es exactamente lo que es, Patrick. "Un premio anual es un estudiante de séptimo año que tiene autoridad sobre los prefectos en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, facilita el trabajo de los maestros, etc... —Mamá recitó como si estuviera leyendo directo de uno de mis viejos libros de texto. Aunque era muggle, se esforzaba por entender todo lo que pudiera sobre el mundo mágico.
—Es lo mismo que ser una jefa, Victoria —refunfuñó papá con una chispa de diversión en los ojos, para luego dirigirse a mí—. Y tú no deberías ser tan modesta, brujita. Sabemos bien cuánto te has esforzado para conseguir esto.
Asentí guardando su consejo muy en el fondo.
—Creo que ya es hora de cruzar —resalté una vez que le di un vistazo al reloj en mi muñeca. Casi marcaban las once.
—A veces desearía que te quedaras un poco más, Didi. Las vacaciones siempre se sienten tan cortas —mi madre besó mi mejilla con ternura. Sus ojos todavía brillaban con restos de lágrimas que amenazaban con salir de nuevo.
—Ven aquí, Diana —dijo papá con la voz ronca, extendiendo los brazos. Me hundí en el abrazo, dejando que su calidez me envolviera una última vez —. Te amamos, no lo olvides.
—Yo también los amo, díganle a Athena lo mismo. Los veré en Navidad.
—¡No te olvides de escribirnos! —gritó papá antes de perderlos de vista.
No solían afectarme las despedidas, pero en verdad sentí que los extrañé desde el primer instante en que mis pies pisaron la plataforma 9 y 3/4. El lugar estaba repleto de gente, tanta que giré mi carrito más de una vez para no chocar con tres niños de primer año que corrían en busca de una rana y una pareja de estudiantes que se besaba en medio del camino.
Una vez en la fila para entregar mis maletas, conseguí acomodar mi bufanda color escarlata y dorado; emblema favorito de la mayoría en Gryffindor. Era curioso pensar en cómo mi apellido se asemejaba a la casa que me había acogido seis años atrás. No podría haber una elección más acertada para mí, por supuesto.
Antes de subir al tren, me detuve en seco al ver el tumulto de gente que se arremolinaba en un rincón. El ruido de emoción provocado por estudiantes, padres de familia, y algunos reporteros. No hacía falta adivinar quiénes eran en el centro de la atención; sucedía cada año.
La famosa familia Potter.
Caminaban con naturalidad, inclinando la cabeza en dirección a las cámaras pero sin perder de vista el tren. Recordé la primera vez que mi familia me llevó al Callejón Diagon en primer año y nos topamos con ellos en una tienda de uniformes. Athena los había llamado “las Kardashians del mundo mágico.” Incluso mi padre, que rara vez se emocionaba por algo fuera de su trabajo, pidió hacerse una foto con el señor Potter cuando entendió por qué lo llamaban "El niño que vivió."
Harry Potter, cómo todos lo llamaban, tenía la cabeza en alto mientras arrastraba el carrito de su hija Lily Luna. Aún después de los años oscuros seguía dedicando su vida a proteger el mundo mágico como un auror destacado en la búsqueda de mortífagos que huyeron en la segunda guerra. A su lado, su esposa Ginny Weasley, corresponsal de deportes del "Profeta" y la mejor jugadora que había tenido el equipo 'Holyhead Harpies' caminaba al lado de su hija menor en una conversación que solo ellas entendían. En un intento inútil por pasar desapercibido, Albus Severus empujaba su carrito con el ceño fruncido.
Sin embargo mi vista no quedó clavada en ellos, uno solo de sus integrantes tendría mi entero interés. El que iba hasta atrás para hacer su gran entrada.
El hijo mayor. El caos.
James Sirius Potter.
Su cabello marrón oscuro se le esparcía por el rostro por culpa del viento, sonreía de lado al pasar frente a un reportero y saludaba con un guiño despreocupado a dos chicas de Hufflepuff. Había crecido aún más en vacaciones, le sentaba muy bien, y sus ojos castaños se paseaban por el lugar en busca de alguien entre toda esa gente.
Por un momento cruzamos miradas. Creí que tal vez, y sólo tal vez... ese alguien era yo.
Me equivoqué.
Sentí el familiar nudo en el estómago, el mismo de la última vez que lo vi. Desvié la mirada cuando una chica rubia, hermosa incluso con el uniforme, lo abrazó por detrás
¿Porqué sería diferente?
James Sirius era un rompecorazones, no iba a cambiar.
Mi corazón se contrajo con fuerza al sentirme una tonta, aunque cualquier intento de autocompasión quedó ahogado por el silbato de las once; me arrancó de mis pensamientos y me devolvió a la realidad, una más animada pues iba camino a mi último año.
El tren se puso en marcha, dejando la estación atrás.
(Ilustración hecha por mí)
Hola rarezas, este es el primer capítulo de Un Solo Momento, espero que les haya gustado.
Están iniciando la historia de Diana Gryffin, y no puedo estár más orgullosa de ello🧡🦋
¿Qué sucedió entre James y Diana?
Quédate a descubrirlo.
GLOSARIO:
Croydon: Un suburbio al sur de Londres, Inglaterra. Hogar de los Gryffin.
Premio Anual: Un reconocimiento otorgado anualmente a estudiantes de Hogwarts (último año) que han demostrado un rendimiento académico y conductual excepcional. Este premio es un símbolo de prestigio dentro de la comunidad estudiantil y es altamente valorado por todos en el colegio
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