Capitulo Seis.

—¿Yuma? ¡Yuma!

Cerrando la puerta de la habitación del dueño del nombre, Matt caminó pesadamente por el pasillo y se dirigió directamente a las puertas francés que daban al patio trasero. Había pasado solo una semana y ya sentía que eso comenzaba a convertirse en una rutina para ellos. Sin importar como las palabras habían sido dichas, si en orden o en simple ruego, el pelinegro parecía pensar que Matt se estaba dirigiendo a las malditas paredes, porque pasaba de él completamente.

Y Matt ya comenzaba a hartarse de esa actitud.

Saliendo a través de las puertas, dirigió su mirada a las tumbonas ubicadas bajo la sombra de la terraza, justo a tiempo para ver al objetivo de su búsqueda terminar de acomodarse en la una de ellas. Estaban en primavera, el sol era escaso si es que lograban obtener algo de él, así que entendía porque el chico aprovechaba cuando el astro salía para tumbarse bajo su tibieza. Pero podría al menos avisarle antes.

Llegando a su lado, se tomó un instante para absorber la imagen de su bonita y lánguida figura. Yuma llevaba pantalones amplios ahora, lo suficiente para que su yeso cupiera por ellos. Una camisa de lino gris combinaba perfectamente con la tela oscura de la parte inferior. Había recogido su cabello en un pequeño moño mientras que sus lentes de lectura descansaban sobre la punta de su nariz.

Pareciendo percatarse de su presencia, el chico abandonó la atención en su lectura y lo miró, elevando una ceja como si esperase que explicase su intrusión. Si esa mirada altiva no fuese tan bonita, Matt podría haberlo estrangulado.

—Creí que te había dicho que debías hacer reposo —dijo, y aunque sus dientes estaban apretados juntos, intentó sonar amable—. Dañarás más tu pierna si sigues así.

Su mirada le decía cuan insoportable lo hallaba—. El reposo absoluto tampoco es recomendable en mi caso —dijo—. Ya hice todo el reposo necesario cuando me operaron la pierna, estoy bien ahora. La quietud intensiva podría ser contraproducente también.

—Tu historial médico dice-

—Mi historial dice que me recibí un golpe en el último ataque, me mandaron reposo por tres días. Estuve dos días en el hospital acostado en una camilla y otro aquí, creo que cumplí las indicaciones —recostándose hasta ponerse cómodo, volvió a abrir su libro—. Ahora, si no te molesta, intento leer.

¿Cómo se podían tener tantas ganas de besar y estrangular a alguien al mismo tiempo?

Antes de ceder a uno de los dos impulsos, se giró y regresó a la casa. Odiaba ser tan insistente con ello, pero su mayor temor era que Yuma terminase dañando su pierna de forma irreversible. El chico parecía no entender o no importarle el hecho de que lo que le había sucedido no era tan leve como parecía. Una fractura nunca era algo que se pudiese ignorar o pasar por alto.

El problema era que la idea parecía no hundirse dentro de ese duro cráneo.

Dado que ya se le habían acabado las formas de comunicarlo, buscó su teléfono mientras encendía el horno para comenzar el almuerzo, antes de marcar el número de Noah. El castaño respondió al segundo pitido, pareciendo demasiado agitado.

¿Por qué llamas? ¿Sucedió algo? —soltó—. ¿Yuma está bien?

Matt rodó los ojos—. Para quien te escuchase, creería que Yuma es tu mejor amigo o tu hermano favorito, pensé que ustedes dos apenas se conocían.

Noah gruñó: — Al parecer somos almas afines —dijo—. Este último mes descubrí que tenemos muchas cosas en común, nos unimos rápidamente. Ahora dime, ¿cómo está él?

—Él esta bien —dijo finalmente—. Siendo todo un mocoso malcriado, pero sano.

El silencio se extendió por un largo instante, y cuando habló nuevamente, Matt juró escuchar ese tonito burlón que pensó que solo los Baker eran capaces de administrar: — ¿Por qué ya no escuchó ese tonito de tonto enamorado en tu voz? ¿Ya logró acabarse tu paciencia y amor al mismo tiempo?

—La pequeña mierda es irritantemente terca. —aceptó.

La risa de Noah inundó el auricular. Obviamente, se le habían pegado las mañanas de los Baker totalmente.

Oh, chico —habló entre risas—. Debería grabar esta llamada, estoy seguro de que Darius amaría escuchar esto.

—Quizás termine escuchándolo en las noticias, cuando ceda a mi impulso y lo estrangule —se quejó cuando el otro terminó de reírse—. ¿Por qué es tan malditamente terco? Solo quiero ayudarlo, ¿acaso no puede solo aceptar mi ayuda?

Tomando una gran bocanada de aire para recomponerse, Noah la soltó lentamente antes de hablar: — Debes tener paciencia con él.

—¿Más de la que ya he tenido?

Debes tener mucha paciencia —corrigió sus propias palabras—. Él no es como tú, Matt. Yuma viene de una familia rota que lo trajo al mundo y se desligó de él, dejándole crecer solo sin nadie que se preocupase realmente por su bienestar. Ahora esa misma familia es quién quiere herirlo, las personas que deberían cuidarlo y protegerlo son quienes atentan contra su vida, ¿no estarías tu también a la defensiva de estar en su lugar?

—Solo intento cuidarlo.

Lo sé, pero creo que nadie ha querido eso antes, al menos no en un largo tiempo. Esta luchando contra ti, porque no sabe como manejarte, debes tener paciencia, ¿sí? Deja que se acostumbre a su propio ritmo.

Golpeando sus uñas sobre el mesón, suspiró—. No pareció luchar tanto cuando tú te acercaste a él.

¿Bromeas? Estuve intentando acercarme a él durante todo el último año —dijo—. Él me arrojó lejos cada vez.

—¿Enserio? ¿Y que cambió?

No tengo idea —admitió—. Cuando sucedió lo de su casa, él me llamó a mitad de la noche y me pidió que lo ayudase. Estando bajo los efectos de los analgésicos, me confesó que había dudado en hacerlo, no quería arrastrarme nuevamente al fango, pero sabía bien que no podría hacerlo por si mismo. Me dijo que era la única persona que no lo había abandonado jamás.

Eso le hizo fruncir el ceño: — ¿La única? ¿Acaso no tiene a nadie más? ¿Más familia? ¿Amigos?

Por lo que me dijo, todos le dieron la espalda —suspiró—. En realidad, no es como si me sorprendiese, así funciona en casos así. Debes entender esto, Matt, aunque parezca irreal o exagerado, Yuma y yo hemos nacido y vivido en un mundo completamente diferente al de ustedes. En ese mundo, todo es frío, clínico y medido, y si no sigues sus reglas, entonces te conviertes en una paria. Ser un bastardo como nosotros, es equivalente a tener lepra para ellos.

—¿Tanto así?

Así y peor —dijo—. Al menos para Yuma. Yo al menos tuve a los Baker a mi lado, llenándome de cariño durante toda mi vida, él ha estado solo todo el tiempo. Se acostumbró a existir bajo sus reglas, a seguirlas sin discutir. Su actitud es solo su forma de mantener al mundo a distancia, su forma de protegerse.

—¿Cómo el colmarme la paciencia le ayuda a protegerse? —preguntó, porque realmente estaba confundido.

A puesto a que la última vez que lo hizo, solo te giraste y te alejaste de él sin mirar atrás.

Se enderezó: — ¿Cómo supiste eso?

Porque le estas dando exactamente lo que quiere —dijo—. Estoy seguro de que para este momento ya se percató de que él te importa, quiere alejarte. Es su propia forma de autosabotaje.

—Pareces conocerlo bastante bien, ¿lograste descifrarlo en solo un mes?

No es el único que utiliza métodos estúpidos para protegerse a si mismo y a quienes lo rodean —musitó, y su voz estaba cargada de una extraña emoción que se sacudió en la siguiente frase: — ¿Quieres un consejo sincero?

Matt tarareó su aceptación.

No lo agobies, pero tampoco retrocedas —dijo.

—¿Cómo se supone que haga eso? Si no lo presiono, ni siquiera me hablaría.

La risa de Noah sonó como campanas en su oído: — Si le agradas, él va a dejarte entrar, pero será lento —dijo—. Intenta ganártelo, demuéstrale que eres alguien en quién puede apoyarse, y no le permitas ocultarse de ti, sé su roca en toda esta tormenta que lo está atacándolo.

Matt comenzó a asentir a eso, pero a medio movimiento, se detuvo: — ¿Por qué estas aconsejándome ahora? Pensé que no te gustaba que fuese detrás de Yuma, dijiste que no había forma de que me pusiese atención, lo de los niveles y toda esa cosa.

Te dije eso cuando hablábamos del Yuma que yo pensé que era, del que se mantenía en su altar, completamente intocable —dijo—. Pero el Yuma que tú tienes ahí, ese esta completamente roto, Matt. Aunque no lo demuestra, su interior esta en pedacitos y lleno de heridas, le han hecho mucho daño. Y aunque tu eres un tonto a veces, te he conocido por el tiempo suficiente para saber que estas repleto de amor y que puedes tener la paciencia y suavidad suficiente para sanar su dolor.

Hubo una pequeña pausa.

Pero, Matt —Noah llamó—. Si no estas completamente dispuesto a entregarte, si no estas seguro de que puedes enamorarte de él completamente, entonces no insistas. Él no necesita que más personas lo abandonen.

—Yo-

No —lo cortó—. No quiero una respuesta ahora, apenas lo conoces en este instante, no podrías ser sincero ni contigo mismo. Tu mismo te darás cuenta cual es la dirección que quiere seguir tu corazón, cuando lo sepas con certeza, solo sigue ese camino y haz lo mejor para ambos, ¿sí? Por el momento, solo haz lo que mejor sabes hacer y mantenlo a salvo, aun cuando juegue con tus nervios.

—Lo haré —prometió—. Lo mantendré a salvo a través de todo, te lo prometo.

Terminando la llamada cuando uno de los bebés lloró al fondo, empujó el celular dentro de su bolsillo y suspiró. Paciencia, al parecer esa era la clave. Matt tenía mucho de eso, por suerte.

Moviéndose por la cocina, comenzó a preparar el almuerzo y ordenó todo sobre la mesa antes de salir en busca del pequeño y tosco sol que parecía intentar quemarlo en cada uno de sus intentos de acercarse. No se sorprendió mucho de ver que sus perros estaban allí con él. Choco y Latte parecían tener un imán hacia el chico, donde Yuma iba, ellos iban detrás. Lo gracioso era que el chico en realidad no les ponía mucha atención, aunque Matt lo había atrapado acariciando la cabeza de Latte con la punta de sus dedos un par de días atrás.

Ahora, ellos parecían haber encontrado una de sus pelotas de juguete y se la habían llevado. Cada vez que Yuma la lanzaba, los dos tontos prácticamente se atropellaban entre ellos en un intento de llegar primero a ella para devolverla a su lanzador. Ambos tenían cuidado de dejar la pelota sobre el final de la tumbona, como si supieran que el chico aun les guardaba cierto recelo.

Mirando el juego, no pudo evitar reír.

Pareciendo escuchar el sonido, Yuma le echó una mirada sobre sus lentes—. ¿Qué es tan gracioso?

Trayendo la pelota, Choco la dejó ordenadamente en la tumbona y se sentó a esperar el próximo lanzamiento. Latte a su lado.

—Lo gracioso es que, en los cinco años en los que he criado a esos dos, jamás me han devuelto la maldita pelota —dijo—. Y ahora aquí están, haciéndolo para ti.

—¿Enserio? —Yuma parecía sorprendido mientras miraba a los perros—. Ellos trajeron la pelota, supuse que querían que se las lanzara.

—Si, les gusta que se las lance, pero nunca la devuelven luego del primer tiro. Estoy sorprendido que sigan jugando contigo así, parece que realmente les agradas.

Una pequeña sonrisa curvó el borde de sus labios—. Ellos me agradan también.

Con movimiento lentos, se acercó y se sentó en la tumbona a su lado, mirando sus movimientos sin querer ser evidente—. Entonces, ¿te gustan los perros?

—Me gustan. —dijo, y la forma en que lo hizo, le hizo sentir a Matt que quién hablaba era el niño pequeño en su interior.

—¿Alguna vez tuviste una mascota?

Yuma negó—. A mi madre no le gustan los animales.

—Ya veo. Pero ¿y de adulto? ¿por qué no conseguiste una mascota luego de salir de casa de tus padres?

Se vio pensativo por un instante, sus ojos tornándose extrañamente tormentosos—. Todo muere cuando está cerca de mí. —susurró, levantando su mano, arrojó la pelota, viendo a los perros ir detrás de ella.

—¿Eso que quiere decir exactamente?

Girando su cabeza para verlo, Yuma parpadeó—. Tengo hambre —soltó—. ¿El almuerzo ya está listo?

Y ahí iba otra frase extraña de esos labios.

Sacudiendo la cabeza, Matt se puso de pie—. Vamos, te ayudaré a llegar dentro antes de que se enfríe la comida.

Aunque el chico se quejó, no retrocedió, medio cargándolo hasta el interior. Con las palabras de Noah rebotando en su cabeza, todo tenía un significado más oscuro a sus ojos. ¿Cómo había sido realmente la vida de Yuma? ¿Qué tan malo había sido para él?

Matt tenía la sensación de que no quería saber.

Sentándose sobre el inodoro cerrado, Yuma apretó la toalla a su alrededor mientras miraba con ira la restricción en su pierna. Acababa de ducharse y ya estaba todo sudado de nuevo, ¿por qué nadie le había advertido lo cansador que era llevar un yeso? Mantener el equilibrio era un infierno, y mantener la jodida cosa seca era una misión imposible. Por suerte, Matt había insistido en envolver la maldita cosa con nylon antes de entrar a la ducha, pero aun así había hecho malabares para que el agua no cayera directamente sobre esa zona.

Ni siquiera quería hablar de lo que había sido el movimiento de entrar y salir de la ducha, casi había besado el suelo en más de una ocasión.

¿Por qué tuvo que ir y fracturarse la pierna? ¿Por qué no podría haber sido uno de sus brazos? Maldición, aun si hubiesen sido sus dos brazos la estaría pasando mejor.

Mirando la pila de ropa sobre la tapa del canasto de la lavandería, soltó un nuevo y largo suspiro. Vestirse era un nuevo reto, más cuando parecía no acostumbrarse a medir distancias y terminaba dejando sus prendas casi al otro lado de la jodida habitación. Comenzaba a pensar que caer desde un segundo piso también había afectado su jodida inteligencia. Por suerte Matt insistía en mantener la calefacción de la casa como si estuviesen preparándose para ir al infierno, así que mientras estaba allí sentado, pensando en su idiotez, al menos no se congelaba hasta los huesos.

Decidiendo que ya tenía bastante del momento de autocrítica, se puso de pie y balanceó su peso. Estaba tan ocupado mirando donde iba a descansar su pie herido, que ni siquiera miró cuando extendió su mano para aferrarse a la mesada cercana. Su mano húmeda resbaló por el mueble en la loza, su otra mano alcanzó a enganchar la repisa donde se acomodaban las toallas, pero cuando su pierna buena perdió fuerza, le fue imposible mantenerse en pie.

Su cuerpo no hizo un sonido cuando se desplomó sobre la alfombra, pero las cosas que cayeron con él simularon un maldito derrumbe.

—Auch. —masculló para si mismo, sintiendo el dolor explotar en todas las partes de su cuerpo que habían impactado con el suelo.

Un segundo después, la puerta se abrió y Matt entró como si el mismo demonio estuviese en sus talones.

—Mierda, Yuma —se quejó, apresurándose hacia él. Apenas logró darles un vistazo a sus zapatos antes de que el rubio lo levantase del suelo como si de una muñeca de trapo se tratase.

—¡Auch! —se quejó al ser tratado con tanta facilidad.

—¿Te duele? ¿Dónde te golpeaste? ¿Te lastimaste en algún lugar? —las manos del rubio rasparon con aspereza la piel desnuda de sus brazos buscando heridas, su rostro fruncido con la preocupación—. ¿Dónde duele?

Levantando su mano, frotó el punto de dolor en su barbilla, la cual había dado de lleno con el suelo—. Estoy bien, no fue tan malo.

Aun así, Matt lo analizó de pies a cabeza antes de dar su visto bueno y finalmente solo fruncirle el ceño—. Te dije que me llamases si necesitabas ayuda.

Había escuchado más esa frase en la última semana, de lo que la había escuchado en toda su vida.

Y comenzaba a hartarse de ella.

—Estoy bien —insistió—. Y puedo hacer las cosas por mi mismo, no necesito tu ayuda.

—No, por supuesto que no, seguramente querías un moretón en la barbilla para hacer juego con el corte en tu mejilla —dijo, y con saña, apretó su pulgar sobre el área adolorida—. Cosita terca.

—¡Ay! —golpeó su mano lejos.

Y repentinamente, como si hubiese sido una idea tardía, recordó que él aun estaba medio desnudo y que Matt estaba demasiado malditamente cerca, una de sus manos había pasado a descansar en su brazo y la otra se acomodaba en su cadera, ayudándole a mantener el equilibrio. Ese pensamiento envió shock por todo su cuerpo, el tacto que un instante antes se había sentido cálido ahora quemaba en su piel. Era extraño como el estar enojado con Matt le hacía olvidar ese tipo de cosas, pero una vez que entraban en su atención, como si alguien presionase un botón dentro de su cerebro, su cuerpo entero se ponía en alerta.

Matt, como el buen entendedor que había estado demostrando ser, retrocedió un par de pasos, dándole su espacio al ver lo que seguramente era un rostro completamente pálido y aterrado.

—¿Yuma? —su voz fue suave, preguntando.

Le costó un momento, podrían haber sido minutos, salir de ese estado. Pero en todo ese lapso, Matt solo lo observó desde una distancia medida, como si estuviese preparado para saltar en auxilio de ser necesario, pero a la vez, esperando para ver qué sucedería a continuación.

En cuanto sus pulmones pudieron volver a funcionar con normalidad, asintió hacia él, haciéndole un gesto breve con su mano para mantenerlo a distancia—. Estoy bien.

Pudo ver la pregunta escrita en el rostro del otro, pero como antes en el jardín, Matt solo sacudió suavemente su cabeza y no preguntó. Yuma estaba realmente intrigado por eso, era la primera persona que no intentaba indagar en su vida al ver sus reacciones.

—Te ayudaré a vestirte. —Matt anunció.

—No es necesario.

—No te pregunté, dije que lo haría.

Y como si Yuma estuviese gritándole a las paredes, Matt se movió con la firmeza de un robot, ayudándole con cada prenda hasta que estuvo vestido y rojo de la ira. Para cuando la última prenda estuvo puesta, Matt se veía malditamente orgulloso mientras Yuma planeaba formas de asesinarlo en su imaginación.

—Tu no conoces la definición de "espacio personal", ¿verdad? —siseó.

Matt sonrió enorme, demasiado orgulloso de si mismo—. Vamos, pequeño Sol, solo estaba ayudando.

Ah, lo mataba, Yuma realmente iba a asesinarlo en breve.

—Lárgate —siseó, con los dientes apretados—. ¡Fuera!

Lanzándole una toalla por la cabeza, bufó cuando el otro solo se alejó riéndose como un imbécil.

Sintiéndose sonrojado y enojado, Yuma miró el espacio que había dejado el rubio antes de mirar abajo, al pijama blanco que ahora vestía, y gruñir, recordándose a si mismo que solo estaba soportándolo porque Noah se lo había pedido. Solo un mes más, en cuanto todo lo de su hermana se solucionara, él podría golpear al idiota tanto como quisiera.

Solo un mes más. 

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