Capítulo 6
El ambiente se volvió más pesado, cargado de tensión. Koneko y Akeno estaban listas, sus cuerpos tensos y alertas, mientras Rias mantenía su expresión tranquila, confiada. Era obvio que creía que su Torre y Reina serían suficientes para derrotarme. ¿De verdad pensaban que era tan débil? Todos los sobrenaturales parecían compartir esa molesta tendencia de subestimarme por ser humano.
¿Me molestaba? Un poco, sí. Pero no tenía sentido quejarme, no cuando podía aprovecharme de esa arrogancia a mi favor.
Activé mi Quirk de Escaneo y analicé sus niveles de poder y habilidades. No eran débiles. Si lograban coordinarse y usar sus poderes en conjunto, podrían complicarme las cosas. Aunque, claro, yo también tenía que contenerme. Si las mato, tendría a todo el Infierno buscándome. Literalmente.
El actual Rey del Infierno probablemente enviaría a todas las razas infernales tras mi cabeza, y aunque sabía que mi cuerpo se adaptaba a las situaciones, tenía claro que no era invencible. Podía acumular daño, podía ser abrumado. No era tan estúpido ni arrogante como para pensar lo contrario.
(No... Mejor cambio de arma. Con esta podría matarlas por accidente.) -Miré la Katana del Alma Partida en mis manos y solté un suspiro.
Con un gesto rápido, guardé la katana en mi inventario y saqué la Nube Itinerante, una de mis favoritas. Al principio había sido difícil de manejar, un arma incómoda, pero gracias a mi habilidad pasiva de aprendizaje rápido, la había dominado en poco tiempo. Ahora, el nunchaku de tres partes se sentía como una extensión de mi cuerpo.
Rias entrecerró los ojos al ver desaparecer la katana y cómo esta era reemplazada por el arma.
¿De dónde sacaste esa arma? ¿Y cómo hiciste desaparecer la otra? -preguntó con un tono autoritario, como si tuviera el derecho de saber.
La miré sin cambiar mi expresión y respondí con calma:
-No tengo por qué responder esa pregunta.
Me puse en posición de combate, los nunchaku balanceándose con fluidez entre mis manos, listos para ser usados.
Ara ara, no quiero dañar a un chico tan atractivo, pero si la presidenta da la orden, no tendré opción, -dijo Akeno con su tono sensual característico. Unos cuantos rayos empezaron a chispear entre sus manos, como si estuviera calentando motores.
¿Control sobre los rayos? No hay pedo. Puedo con eso. -La miré de reojo y sonreí con confianza.
El enfrentamiento era inminente. Nos mirábamos fijamente, desafiándonos con la mirada, evaluándonos. Issei, por otro lado, estaba inmóvil, perdido en el miedo y la confusión. Algo en su interior le decía que no debía meterse, que no estaba ni cerca de estar en la misma liga que nosotros.
Rias dio un paso al frente, su expresión más seria mientras su aura comenzaba a emanar de su cuerpo. Era un rojo intenso con toques oscuros que reflejaban su linaje infernal.
-Suficiente. Responde las preguntas.
La miré fijamente, entrecerrando los ojos.
(¿Esta pendeja está tratando de intimidarme?) -Solté un suspiro. -¿De verdad estás intentando asustarme? -murmuré mientras dejaba salir mi aura.
El ambiente cambió en un instante. La sensación de muerte llenó el lugar. Dejé fluir al máximo la intimidación inherente al cuerpo de Shigaraki. Era un aura pesada, oscura, como si la muerte misma estuviera a un paso de tomar lo que quisiera.
Rias se tensó, y aunque trató de mantener la compostura, pude ver cómo el sudor frío aparecía en su frente. Akeno y Koneko dieron un paso atrás de forma instintiva. El aura de Shigaraki no era algo que pudiera ser ignorado. Era puro peligro hecho presencia, una advertencia de que no era un simple humano al que podían intimidar.
El silencio se rompió cuando Rias, claramente más cautelosa, levantó la voz:
-¡Koneko, Akeno! ¡Ataquen ahora!
Y entonces, la Torre y la Reina se lanzaron hacia mí con toda su fuerza.
¡Hija de puta! -solté, esquivando un rayo que salió de un círculo mágico sobre mí.
Akeno estaba jugando en serio ahora. Sus rayos eran más rápidos y poderosos que los normales, y aunque no era precisamente un experto en escalar poderes, no pensaba dejarme alcanzar por esos ataques. Si algo me quedaba claro, era que esos rayos no eran un simple truco visual: dolerían, y mucho.
A gran velocidad, me moví por el área, esquivando cada descarga eléctrica. No era demasiado difícil anticiparme a su patrón, y gracias a mi habilidad de aprendizaje rápido, la adaptación al combate era algo natural para mí. En cuestión de segundos, había detectado un ritmo en los ataques de Akeno.
Ara ara, eres muy rápido, pero qué pena que solo sepas esquivar, -comentó Akeno con ese tono divertido y provocador que parecía característico de ella. Estaba disfrutando de esto.
Bufé, sin molestarme en responder. Mi atención se desvió al notar que Koneko había aprovechado para acercarse en silencio. Intentó asestarme un golpe directo, pero lo detuve fácilmente con una de las partes delanteras de la Nube Itinerante. La fuerza de la loli era impresionante para alguien de su tamaño, pero en términos de fuerza física, yo estaba muy por encima de ella.
-No estorbes, pulga.
De un solo movimiento, giré los nunchakus con fuerza y golpeé a Koneko, enviándola volando hacia atrás. La pequeña atravesó varios árboles del parque, desapareciendo de la vista por un momento.
¡Koneko! -exclamó Rias, notablemente preocupada.
Bufé de nuevo mientras esquivaba un nuevo rayo, más potente que los anteriores. Miré a Akeno, quien ahora lucía más seria. Parece que ver a su compañera salir volando la había hecho reconsiderar su postura despreocupada.
¿Así que ahora sí me tomas en serio? -pregunté mientras me movía con agilidad por el campo de batalla.
Akeno no respondió. Gruñó y continuó lanzando rayos con mayor precisión. Mientras tanto, Koneko, más resistente de lo que esperaba, ya estaba de vuelta en la pelea. Esquivé su patada baja con rapidez, aunque me sorprendió lo rápido que se había recuperado del impacto.
-Maldita enana.
Sin dudarlo, usé Control Alfa en ella. Koneko se quedó congelada, agarrándose la cabeza mientras negaba con fuerza, tratando de resistirse al dominio de mi habilidad. Aproveché ese momento de vulnerabilidad para tomarla por el cuello y usarla como escudo humano, posicionándola frente al siguiente rayo de Akeno.
¡No te atrevas! -gritó Akeno al darse cuenta de mi movimiento.
Sus ojos se abrieron con sorpresa, y a duras penas logró desviar el ataque antes de que impactara contra Koneko. Era impresionante cómo Akeno mantenía el control incluso en esas situaciones. Realmente se merece el apodo de Sacerdotisa del Rayo.
Antes de que pudiera aprovechar la situación, Koneko desapareció de mis manos. No fue difícil identificar al responsable: Kiba había llegado.
(¿Y este cabrón qué?) -pensé al verlo.
El espadachín demoníaco era rápido, pero yo lo era más. Se lanzó hacia mí con una velocidad impresionante, atacando con su espada en un intento por sorprenderme. Moví mis nunchakus para bloquear su golpe sin esfuerzo, aunque no podía evitar pensar en lo molesto que era todo esto.
No les he hecho nada y aún así me atacan solo porque la pendeja de cabello rojo se los ordenó. Pinche manada de borregos.
Kiba, aprovechando su velocidad, trató de moverse entre mis defensas, dirigiendo la hoja de su espada hacia mi cuello. Sin embargo, yo simplemente sonreí.
En el momento en que la espada iba a impactar, una boca apareció en mi cuello, deteniendo la hoja en seco.
¿Qué diablos...? -murmuró Kiba, sorprendido.
Antes de que pudiera reaccionar, lancé una potente patada directa a su estómago. El impacto fue lo suficientemente fuerte como para enviarlo disparado como una bala. Atravesó el aire con violencia, derribando un par de postes y cayendo al suelo con un ruido sordo.
Eres hombre, aguantarás más, -dije con una sonrisa burlona mientras me preparaba para el siguiente ataque.
Akeno y Rias me miraron fijamente, con una mezcla de sorpresa y cautela. Era obvio que se daban cuenta de que no era un simple humano, pero parecía que todavía no sabían hasta qué punto.
¿Qué esperas, Rias? -gruñí, girando los nunchakus entre mis manos-. ¿Vas a seguir mandando a tus perros o vas a pelear tú misma?
(La habilidad de crecimiento corporal puede ser muy útil.) -pensé mientras la boca en mi cuello desaparecía sin dejar rastro, como si nunca hubiera existido.
(¿Qué diablos acabo de ver? Estoy segura de que vi... una boca en su cuello.) -Rias reflexionaba, con el rostro algo pálido, intentando comprender qué era yo.
Mis habilidades, fuerza, velocidad y capacidad de adaptación rápida no coincidían con lo que debería ser un humano. No era algo que pudiera ignorar. Parecía que se estaba dando cuenta de que pelear era un error. Tal vez estaba considerando otra estrategia: convencerme de unirme a su grupo, como había hecho con Issei.
Entrecerré los ojos, leyendo parcialmente su intención. El simple hecho de que pensara en eso me hacía hervir la sangre. Realmente tenía ganas de volarle la cabeza con un golpe de mi Nube Itinerante.
¿Entonces? ¿Van a atacar o no? -pregunté, ajustando mi postura para un posible contraataque.
Koneko y Kiba, golpeados y maltratados, se habían colocado al lado de su líder, listos para seguir sus indicaciones.
Admito que la tenacidad de ambos es impresionante, pero vamos a ver cuánto puede durar. -Esta vez mi tono era más frío. Había dejado de jugar; si volvían a intentar algo, no tendría reparos en ser más agresivo.
¡Alto! -Rias levantó una mano, indicando a su equipo que se detuviera-. Escucha, tal vez empezamos con el pie izquierdo...
¡Cállate! -interrumpí, con irritación -. Viniste aquí exigiendo respuestas, mandaste a tus perros a atacarme. Eso no es empezar mal, es empezar una puta batalla letal.
Rias soltó un suspiro, claramente incómoda. Un leve rubor cubrió sus mejillas; sabía que tenía razón, pero su orgullo no le permitía admitirlo por completo.
Escucha... sí, tal vez no manejé las cosas como debía. ¿Qué tal si simplemente hablamos? -preguntó, intentando calmar las cosas.
(Pinche niña pendeja.) -Pensé, evaluando mis opciones. Lo más lógico sería hablar. Seguir con esta pelea sólo escalaría la situación a algo peor, y en este momento no estaba en mis planes enfrentar a los Gremory al completo.
Relajé ligeramente mi postura.
Bien, pero si intentan algo estúpido, esta vez no me contendré. Les juro que les daré una follada que los dejará temblando. -Enderecé mi postura, dejando claro que no estaba para juegos.
Pervertido. -comentó Koneko con frialdad.
Issei, no te hagas pendejo, tú también vi... -me interrumpí al notar que el idiota estaba tirado en el suelo, completamente inconsciente. Al parecer, uno de los rayos de Akeno lo había alcanzado por error. Me acerqué para revisarlo rápidamente.
Verga... ya se murió. -Solté sin mucho entusiasmo.
Obviamente no estaba muerto, sólo inconsciente. Una buena noche de sueño y estaría como nuevo. Nada que un paracetamol y una coca-cola no arreglaran.
Me levanté con Issei al hombro, cargándolo como si fuera un costal de papas.
Oye, espera. Nosotros podemos curarlo. -Rias intentó detenerme.
Ni en pedo. Un paracetamol, una coca y listo. Mañana quedará joya. -respondí sin detenerme, alejándome del lugar. Ni loco iba a dejar a Issei, así de vulnerable, a merced de estos locos.
Rias y su grupo se quedaron en silencio mientras me alejaba. Por ahora, la pelea había terminado, pero algo me decía que esto no sería lo último que vería de la heredera Gremory y su séquito.
Fin del capítulo
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top