Capítulo 5
¡Te estoy hablando, pendejo! -espeté mientras le daba un sape en la cabeza a Issei, que estaba completamente ido, como si estuviera contemplando los misterios del universo.
¡¿Ah?! ¡¿Por qué me golpeas?! -se quejó mientras se sobaba el lugar del impacto, mirándome como si yo fuera el villano de su historia.
Porque llevo rato hablándote y tú aquí, todo filosófico, como si fueras a resolver los problemas existenciales del mundo. -Me crucé de brazos y levanté una ceja-. ¿Todo bien? Hoy andas demasiado tranquilo... Ni siquiera te has ido con el cuatro ojos y el cabeza de rodilla a hacer tus típicas pendejadas.
Como si el universo decidiera ilustrar mi punto, en ese preciso instante vimos a Matsuda y Motohama corriendo como alma que lleva el diablo. Un grupo de chicas los perseguía, gritándoles: "¡Pervertidos!". Sus rostros reflejaban puro pánico, y aunque hubiera sido un buen momento para reír, sólo suspiré, negando con la cabeza.
Mira nada más... Hablando del rey de Roma. -Una sonrisa burlona se formó en mi cara mientras observábamos cómo el par de idiotas era atrapado sin remedio. -(Qué suerte que no estoy en su liga de estupidez.)
A decir verdad, esos dos me importaban un carajo. Pero Issei... Él era diferente. Tal vez medio pendejo, sí, pero buena persona. Y de vez en cuando, una buena persona merece algo de ayuda, aunque sea para evitar que se mate solo.
No lo sé... Nadie recuerda a Yuma. Sólo tú y yo... -Issei frunció el ceño, con la mirada perdida-. ¿Qué está pasando? ¿Qué era Yuma? -preguntó, con ese tono entre confuso y desesperado de alguien que buscaba respuestas.
Sea lo que sea, te quería muerto. Deberías dejar de pensar en ella y concentrarte en ti. -Me apoyé en el barandal de la azotea, observándolo con calma.
Dijo algo sobre que yo tenía una Sacred Gear y que era un peligro para los ángeles caídos... No entiendo nada. -Issei apretó los puños, frustrado, mientras trataba de juntar las piezas del rompecabezas.
(Yo sí entiendo, pero ni loco te lo diré de frente. ¿Dónde estaría la diversión en eso?) -. Sea lo que sea, una Sacred Gear debe ser algo importante si es tan peligroso como para que alguien quiera matarte por ello. Tienes algo especial, eso es seguro. -Le di un golpe ligero en el hombro, tratando de animarlo un poco.
Mientras lo miraba, no podía evitar pensar en lo injusto que era el odio hacia él en mi vida pasada. Lo pintaban en varias historias como un imbécil egoísta y egocéntrico, pero lo único que veía frente a mí era a un tipo normal: algo estúpido, sí; un pervertido, sin duda; pero en el fondo, alguien que intentaba hacer las cosas bien a su manera.
Escucha. Te salvé. Eso significa que probablemente intenten matarte de nuevo, así que ten cuidado cuando salgas de la escuela. -No me molesté en suavizar mis palabras; la advertencia era clara y directa.
¡¿Qué?! -exclamó Issei, visiblemente alarmado. Sus ojos se abrieron como platos, y por un segundo pensé que iba a empezar a hiperventilar.
Sonriendo para mis adentros, levanté una mano como despedida mientras me alejaba tranquilamente, ignorando su creciente pánico.
Mientras caminaba, empecé a reflexionar sobre lo absurdo de la situación. Esto se suponía que era territorio de demonios. ¿Cómo demonios habían entrado cuatro ángeles caídos y un montón de fanáticos de la iglesia sin que nadie los detuviera?
(Qué clase de vigilancia de tercera tienen aquí... Esto es Konoha 2.0.) -Si alguien tenía la culpa de esto, era Rias Gremory.
Sabía que había un ángel caído en su territorio y no movió un solo dedo para investigarlo o detenerlo. ¿Por qué? Porque todo formaba parte de su estúpido plan.
Ella quería que Issei muriera, así de simple. Su idea era que una vez que Raynare lo matara, podría reencarnarlo como demonio sin ninguna resistencia por parte de Issei. ¿Y qué mejor manera de lograr eso que dejar que un ángel caído hiciera el trabajo sucio?
(Definitivamente, Rias es una mocosa mimada que piensa que el mundo entero está para servirle. No me sorprendería que esperara que hasta el sol girara a su favor.) -Con esos pensamientos en mente, seguí caminando, dejando atrás a Issei con sus preocupaciones y un destino que estaba a punto de volverse mucho más caótico.
Sí, sabía perfectamente que Rias quería librarse de ese matrimonio arreglado, pero eso no justificaba que fuera tan negligente como dueña de este territorio. Tampoco hacía menos grave que hubiera permitido que un tarado como Issei casi terminara asesinado por un ángel caído. Sabía lo que iba a pasar, y aun así no movió un dedo para evitarlo.
Suspiré, tratando de calmarme. Realmente Rias era una mocosa pelirroja con cerebro de chicle. Su plan entero se basaba en reencarnar a Issei como demonio para su propio beneficio, sin detenerse a pensar en las consecuencias. Mejor dejo de pensar en ella antes de que me dé por arrancarle el cabello mechón por mechón.
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Issei se encontraba nuevamente en el lugar donde lo había salvado de morir a manos de Yuma. Parecía perdido en sus pensamientos, con la mirada fija en el agua que caía de la fuente. Tal vez intentaba encontrar respuestas, aunque no parecía estar llegando a ninguna. Por lo visto, ya se le había olvidado mi advertencia de no merodear por aquí como si nada.
De pronto, el cielo se tiñó de un púrpura oscuro y empezó a distorsionarse como si la realidad misma estuviera quebrándose. Plumas negras comenzaron a caer del cielo, alertándolo al instante. El sonido de las plumas al tocar el suelo le provocó un escalofrío, y su mente fue directo a un solo nombre: Yuma.
Vaya, vaya… parece que la inútil de Raynare no pudo acabar contigo después de todo, —dijo una voz masculina a sus espaldas, profunda y cargada de sarcasmo.
Issei se giró de inmediato, el miedo se reflejaba en su rostro mientras buscaba la fuente de aquella voz. Detrás de él se encontraba un hombre de mediana edad, con un aire de elegancia inquietante. Su cabello negro perfectamente peinado, sus ojos de un azul oscuro casi hipnótico y su atuendo impecable le daban la apariencia de un caballero, pero la lanza de luz azul que comenzó a materializar en su mano revelaba sus verdaderas intenciones.
¿Quién eres? —preguntó Issei mientras daba pasos hacia atrás. Su mente se llenó de arrepentimiento. —(¡Maldición, Tenko me advirtió de esto y no le hice caso!)
El hombre sonrió con superioridad, sin molestarse en ocultar lo insignificante que consideraba al castaño.
¿Intentarás huir? Te lo desaconsejo. No llegarás muy lejos.
¿Qué rayos quieren de mí? ¡No les he hecho nada! —gritó Issei, cada vez más acorralado, como un ratón frente a un gato.
Tienes razón, no nos has hecho nada. Esto no es personal, simplemente es trabajo. —La respuesta de Dohnaseek fue tan fría como sus ojos mientras apuntaba su lanza de luz hacia Issei, listo para atacar.
Sin embargo, antes de que pudiera siquiera lanzar el primer golpe, un destello apareció frente a Issei. En menos de un parpadeo, yo estaba ahí, interponiéndome entre ellos con los brazos cruzados y una expresión que reflejaba emoción pero también algo de indiferencia.
¿Alguien dijo chamba? —pregunté en tono burlón, dándole la espalda a Issei y enfrentando directamente al ángel caído.
El castaño, que había caído de espaldas por mi repentina aparición, soltó un suspiro de alivio al verme. Por lo menos tenía algo de fe en que yo podía derrotar al tipo que estaba frente a nosotros, y esta vez no estaba equivocado.
El ángel caído me miró con desprecio y un atisbo de curiosidad.
Tú… Raynare me habló de ti. Dijo que tienes fuerza y velocidad sobrehumanas, pero yo creo que eso fue solo una excusa para justificar su incompetencia. —El tono arrogante de Dohnaseek era evidente. —Al final, no eres más que un simple humano. ¿Qué podrías hacer contra mí?
Su sonrisa de suficiencia era francamente irritante. Me tomé un segundo para analizarlo, ajustando el agarre de la Alabarda Celestial Invertida que acababa de materializar en mi mano. No había duda, a este cabrón sí lo iba a mandar al infierno aquí y ahora.
¿Qué puedo hacer? —repetí con una sonrisa sardónica mientras daba un paso hacia él. Mis ojos se clavaron en los suyos, y mi energía comenzó a desbordarse como una ola imparable, creando una presión que incluso Issei pudo sentir. —Te lo demostraré. Te voy a quitar esa estúpida sonrisa de la cara, maldito brazo de 35.
Qué humano tan impertinente, —gruñó Dohnaseek mientras su lanza de luz comenzaba a brillar con intensidad.
Podía sentir la energía sagrada emanando de esa cosa. Llámala santa, celestial, o como quieras, pero lo cierto es que una lanza de esas era letal para cualquier demonio que se atreviera a recibirla. Pero, claro, ahí estaba el detalle: yo no era un demonio.
Activé Escaneo y no pude evitar soltar una carcajada descarada. ¿Este tipo? ¿De verdad? Apenas estaba un poquito por encima de Raynare, lo cual no era decir mucho. Raynare era más inútil que un paraguas con agujeros, y este sujeto parecía creer que ser un poquito menos inútil lo convertía en el rey del mundo. Definitivamente, las razas sobrenaturales tenían un ego inflado ridículo por tener algo de poder mediocre.
¿De qué te ríes, humano? —gruñó Dohnaseek, claramente molesto por mi reacción.
Respondí con más risas, dejando claro que no me tomaba en serio a este tipo. Como era de esperarse, no le gustó. Lanzó su lanza de luz hacia mí con la fuerza de alguien que creía estar enviándome directo al infierno.
Suspiré y me moví. Con un paso lateral, esquivé la lanza sin el menor esfuerzo, y en un estallido de velocidad me coloqué detrás de él antes de que pudiera reaccionar.
Ahora sí te voy a bajar esos sumos de la cabeza, pinche rata con alas, —dije con una sonrisa burlona mientras él se daba la vuelta, con los ojos desorbitados al darse cuenta de mi velocidad.
Ni siquiera le di tiempo de hablar. Con un movimiento limpio, le clavé la Alabarda Celestial Invertida directamente en la garganta. La sangre brotó de su boca mientras trataba de gritar, pero el corte había sido demasiado preciso. Antes de que pudiera intentar cualquier otra cosa, deslicé la hoja hacia abajo, cortándolo en dos como si su cuerpo fuera mantequilla.
La sangre salpicó al suelo mientras su cuerpo comenzaba a colapsar, pero no había terminado. Tiré de la alabarda, sacándola de su cuerpo, y con un rápido barrido de pierna lo derribé. Mientras caía, clavé la alabarda en su cabeza con tal fuerza que el suelo bajo él se agrietó y levantó una cortina de polvo.
Cuando el polvo comenzó a asentarse, lo disipé con un simple movimiento de mi brazo, como si estuviera apartando una cortina. Con un tajo al aire, limpié toda la sangre de la hoja antes de devolverla a mi inventario.
Eso fue una chamba muy fácil, —dije con una sonrisa de satisfacción, casi aburrido. Ni siquiera me había tomado un minuto deshacerme de este ángel caído.
De pronto, un sonido familiar resonó en mi cabeza.
[*timbre*]
[Felicidades, jugador. Has matado a un ángel caído.]
[Recompensa: 5,000 EXP, Habilidad: Armas imbuidas con magia sagrada.]
[Descripción: Tus armas ahora pueden ser imbuidas con energía sagrada a voluntad. La energía sagrada incrementa su letalidad contra demonios. El sistema las embuira en energía sagrada cuándo lo desees.]
Mi sonrisa se amplió. Su puta madre, mis herramientas de trabajo podrán ser mejoradas. Pensé en las posibilidades. De por sí, mis armas ya eran una pesadilla para cualquiera que me enfrentara. Ahora, con esta mejora, serían aún más devastadoras, especialmente contra los demonios.
¿Lo… lo mataste? —preguntó Issei, quien apenas podía procesar lo que había pasado frente a sus ojos.
Lo miré por encima del hombro con una ceja levantada, antes de responder con sarcasmo:
No, wey. Solo lo puse a dormir. —Suspiré y murmuré para mí mismo: —Las personas a veces hacen preguntas tan pendejas.
Mientras guardaba la alabarda en mi inventario, una voz femenina interrumpió el momento.
Ara ara… parece que lo encontramos, presidenta, —dijo una voz suave y coqueta, pero con un toque de malicia, justo a mis espaldas.
Me di la vuelta con calma. Reconocí ese “ara ara” al instante. Ahí estaban. Akeno Himejima, con su sonrisa traviesa; Koneko Toujo, con su expresión neutral pero intensa; y finalmente, la pendeja de Rias Gremory, con su actitud de siempre.
Rias me miró con un aire autoritario, cruzando los brazos y poniéndose en pose como si estuviera lista para dar órdenes.
Tenko Shimura, —dijo con tono firme, casi solemne. —Como heredera del Clan Gremory y encargada de este territorio, te ordeno que te quedes en tu lugar y respondas nuestras preguntas.
La miré fijamente, y luego sonreí.
¿Quién diablos te crees para darme órdenes, pelos de tomato? —respondí con sarcasmo mientras sacaba mi Katana del Alma Partida. La hoja brillaba con un filo aterrador, lista para el combate.
Bueno, hacer horas extras no me importa. —Me acomodé en posición de ataque, mi sonrisa se amplió mientras sentía la emoción correr por mis venas.
Fin del capítulo
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