Capítulo 11.

Kai pov

Cuando me di cuenta, le veía trabajando de nuevo. Tenía puesta el típico delantal blanco y gorro mientras horneaba y adornaba todos los dulces. Se veía más serio que ayer, he incluso molesto. Tenía el ceño fruncido levemente y mirada fija en lo que hacía sin prestar atención a todo lo demás. Así se pasó casi una hora, destrozando con la mirada a los pasteles y pay's mientras que sus manos hacían las obras más bellas y exquisitas a la vista sin tener error alguno.

-Buenos días, Dodo.

-Ah. Hola Kris.

-Uy, qué frío.

-Perdón. No estoy de humor.

-¿Qué tienes?

-Bueno, yo... – comenzó a hablar, pero de repente un rubor subió a su cara.

-¿Dodo? ¿Dodo que tienes? Me estas asustando, KyungSoo... – el rubio se le acerco preocupado. Aarrggg, ¡Aléjate de él!

-¿Ah? ¿Qué pasó? – regresó parpadeando varias veces.

-No lo sé, dímelo tú. De la nada te perdiste en tu galaxia – le explicó.

-¿Sí?

-Sí.

-Como sea, ve abriendo que ya es hora. – Prácticamente lo sacó de la cocina. El rubio salió refunfuñando levemente, pero obedeciendo.

Los clientes llegaban y él ocupo el lugar de la misión de Chen. Atendía a cada una de las personas seriamente amable, ¿se puede eso? Sí, se puede. Les atendía cortésmente pero no mostraba ninguna expresión en su rostro, como si no hubiera nada en este mundo que lograra perturbar su expresión tranquila. Algunas clientas y clientes que intentaban coquetearle, pero él solo los despachaba con un 'Gracias por su compra' o un 'Vuelva pronto' junto con una diminuta sonrisa, un simple tirón de alguna comisura de su boca, algo fugaz. Al parecer no es una persona que se exprese mucho con los extraños.

-Hoy descanso Minseok hyung, ¿verdad? –Le preguntó el rubio.

-Sí.

-KyungSoo me duelen tus comentarios tan cortantes.

-Perdón, pero es que precisamente hoy que necesito a ese bollo del mal, descansa. –Aclaro Soo, molesto.

-¿Por eso estas molesto? –El tal Kris, que tenía una bandeja plateada en las manos, la dejo en el mostrador y se recargo para hablar mejor.

-Sí... bueno no... ¡Ash! ¡No lo sé, ok! Necesito desahogarme... – el bajito soltó un suspiro.

-Puedes decirme a mí.

-Pero... – hizo como empezar a hablar, pero un rubor subió a sus mejillas. - No entenderías, Kris. – Desvió la mirada.

-Como quieras.

-Disculpe. ¿Podría darme un frappe de café y vainilla para tomar aquí? – le preguntó una muchacha a KyungSoo, un poco temerosa en su voz.

-Claro, en un momento se lo llevan a su mesa. –Contestó KyungSoo aún con sus mejillas encendidas, las cuales se hicieron un poco más llamativas ante la extraña. La muchacha también estaba sonrojada, pero mi Soo era mil veces más bello que ella.

-G-gracias. –La joven regreso a su mesa, donde la esperaban sus amigas y las cuales, apenas tomo asiento, se le abalanzaron y comenzaron a cuchichear y soltar risita tontas.

Idiotas

-Iré a prepararlo. –Dijo Soo y se adentró a la cocina.

Una vez dentro, metió todos los ingredientes en la procesadora y la prendió. El sonido del hielo fragmentándose mientras se mezclaba con el café y la vainilla llenaba el lugar y soltaba un dulce aroma acaramelado, muy dulce para mí gusto pero agradable. Mientras sucedía todo eso en el interior del procesador, KyungSoo tenía la mirada fija en la mezcla que se batía una y otra vez.

Lleno una copa grande con el frappe y salió de la cocina para entregárselo a Kris y tomar de nuevo su lugar atrás de mostrador y junto a la caja.

-En serio, estas en otro mundo hoy.

La voz hizo que diera un pequeño respingo.

-¿Por qué?

-Estas más serio de lo normal, como si planearas un asesinato... o la desaparición de un cadáver... – dijo el rubio – ¡¿No has matado a nadie, cierto?!

-Ay, por supuesto que no –respondió bufando el pelinegro.

-Aaah... –soltó aire el otro. – Entonces ¿a quien quieres matar?

-A nadie. –Sus ojos negros seguían inexpresivos.

-No importa quien sea, me uno.

-Ya te dije que a nadie.

-He visto muchos programas de homicidios y te puedo ayudar a esconder el cuerpo sin que nadie sospeche de nosotros.

-No creo que sea necesario

-Te digo, sé de esto...

-Kris, si sigues fastidiando, el único cuerpo que esconderé será el tuyo. – la mirada fue seria, aquellos profundos ojos negros no mentían.

El rubio tembló.

-Mensaje recibido.

Su turno terminó y con él la tarde. Como el día anterior, KyungSoo fue el último en salir y cerrar el local. Caminaba en dirección a su departamento y llevaba de nuevo una caja de cartón tres veces su tamaño (bueno, tal vez le exagero un poco). Pero la ruta que siguió no fue la misma, se desvió un poco del camino que recordaba. Llegó a una calle abandonada y de mala imagen, entre un callejón había un pilar de periódicos y cartones viejos amontonados, unos depósitos de basura al fondo desprendían un hedor incómodo y la iluminación no era muy buena. ¿Qué irá a hacer KyungSoo en ese lugar?

-¿Niko? ¿Mika?

La voz de Soo sonó en el lugar pero no hubo respuesta más que el sonido de los coches en la avenida próxima. De pronto, el pilar de cartones comenzó a moverse, un escalofrío me recorrió pero KyungSoo ni se inmuto.

-¿Tío Dodo?

Una voz chillona se escuchó y el montón se fue cayendo y salieron dos pequeñas figuras sucias; eran niños.

Los pequeños tenían ropas desgastadas y sucias, el cabello revuelto y sus cuerpos eran pálidos y flacuchentos. Eran un niño y una niña idénticos, evidentemente gemelos.

-Mika... me alegro que estén bien.

-No llegaste ayer... –el pequeño reclamó.

-Niko, lo lamento, tuve un percance y no pude venir, lo lamento tanto. –Los niños se le acercaron a Soo y él bajo la caja para ponerla a un lado y abrazar a los pequeños – ¿Pero adivinen qué? Ya tengo todo listo y pueden venir conmigo.

-¡¿En serio?! –Preguntaron al unísono.

-Sí. Logre conseguir un poco de ropa para ustedes y averigue sobre sus padres. Los fui a ver hace una semana y me firmaron unos papeles donde me otorgaban sus custodias... oficialmente, son míos. –Los niños mostraron unas sonrisas enormes y sus ojitos brillaban, se aferraron más al cuerpo de KyungSoo y sus cuerpecitos temblaban al llorar.

-¿No regresaremos con ellos, verdad? –Niko pregunto hipando.

-No, no, no... Por supuesto que no regresaran, jamás volverán a vivir lo mismo.

-¿Y serás nuestro appa, verdad? –Hablo la niña.

-Nada me haría más feliz, Mika. –Soo le limpio las lágrimas con una mano.

Los niños lloraron de felicidad por unos minutos más junto al cuello de KyungSoo quien los envolvía cálidamente en sus brazos. Se separaron y comenzaron a ir por la ruta que yo conocía, los niños tomados de la mano mientras que Soo con una agarraba a la pequeña y con la otra maniobraba para no hacer caer la caja.

Llegaron al departamento, KyungSoo les hizo pasar. Gracias a la luz del lugar pude ver a los niños mejor: como siete años de edad, piel clara, cabello castaño achocolatado y ondulado, ojos redondos y ligeramente brillantes de un lindo tono café claro, eran niños muy tiernos, no me imagino que alguien pudiera haberles hecho daño y les dejara en la calle a su suerte, en condiciones tan deplorables.

KyungSoo les enseño el baño, a Mika le dejo un baño para ella sola y Soo ayudo al pequeño Niko a bañarse. Una vez aseados y con nueva ropa de su talla y limpio, les sirvió de chocolate tibio y galletas.

-¡Es muy rico! –Exclamó el niño.

-¡¿Verdad que sí, Niko?! ¡Appa Dodo hace cosas muy ricas! –Soltó la niña muy entusiasmada.

-Y les haré muchas más de ahora en adelante. –Aseguró KyungSoo mientras le daba un sorbo a su taza con chocolate y mostraba una cálida sonrisa. Los ojitos de los pequeños ya no eran opacos como al principio, ahora brillaban y mostraban más vida.

Recogieron los trastos sucios y los dejaron el lavabo. Se llevó a los pequeños a la que sería su nueva recámara, acomodándolos en una suave cama con mullidas almohadas.

-Dodo, ¿dormirás con nosotros? –Lloriqueo el niño.

-Por supuesto, Niko. No me iré a ningún lado. -Respondió Soo y se acomodó en la cama, con un gemelo a cada lado mientras le abrazaban.

-Buenas noches, appa Dodo. –Hablo Mika casi en un susurro por el cansancio, pero audible. KuyngSoo cerró los ojos y unas lágrimas brotaron de sus ojos perdiéndose a cada lado de su cara.

-Buenas noches, mis pequeños. –Se aferró aún más cerca los pequeños cuerpos al suyo, protegiéndolos.

-¿Por quién estas aquí? –Una voz desconocida escuche a mi lado.

-Por él. ¿Y tú? –Mi voz sonó natural.

-Por ellos.

Era un Laelu.

-¿Puedo saber tu nombre? Bueno, te veré por aquí mínimo saber quién eres, ¿no? –Le pregunté al nuevo.

-Gerard. – Era un ángel apenas más bajo que yo, tenía los ojos de un color oliva y cabello castaño claro ondulado, piel ligeramente morena, un poco más que la mía, cuerpo grácil y delgado.

-Kai.

-¿Y cuánto tiempo le queda? –Ambos veíamos a los tres que dormían plácidamente en la misma cama.

-Cinco días.

-Mis niños sufrirán de nuevo... pero no importa ya que yo siempre los cuidaré. –El Laelu sonrió amargadamente ante el futuro que pintaba. Mi pecho se oprimió cruelmente haciendo que mi corazón doliera.

¿Sería capaz de arrebatarles la felicidad a esos niños?

××××
El Gerard del que me basé es el vocalista de
My Chemical Romance
💛

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top