Prefacio
—Miénteme Aruma, dime que me sigues amando. Dime que aunque me vaya me recordaras. Que tu amor seguirá intacto, solo necesito que mientas una vez más, por favor.—
Me suplicó aquella figura tumbada en la cama de hospital. Una figura que se perdía en la cama de hospital, con la piel pálida, aunque hacía que su cabello se viera más oscuro de lo que era. Esa figura era lo que quedaba del hombre que había amado tanto, del hombre que había sido mi todo y mi nada.
No tenía fuerzas para negarme a su petición. Desde que había recibido su carta, un símbolo de amor, de esos que se consideran pasados de moda, algo se removió en mi interior.
Descubrí que ese amor se aferraba a todo recuerdo, a toda ilusión que aun quedaba, aunque ese amor nos había dañado de muchas formas. Y aún así seguía ahí, insistiendo, aferrándose, negándose a extinguirse. A pesar de que sabíamos que ese amor nos había hecho crecer, sufrir, soñar.
No me atreví a mirarlo a los ojos. No quería llorar, no quería despedirme. Así que ignoré sus palabras y el nudo en mi garganta que hacia que mi voz saliera en una forma distorsionada por no querer dejar salir el llanto. Hacia pausas porque me estaba esforzando por no sollozar.
Saqué el empastado que llevaba,era una novela que había estado escribiendo desde que él había desaparecido de mi vida o más bien desde que yo lo había sacado de mi vida. Era nuestra historia, una historia considerada ficticia para muchos, y a decir verdad no sabía que tanta realidad había en ella. La había escrito para no olvidarle, pero seguramente mucho de lo que estaba narrado era solo la idealización de nuestro amor nada perfecto, más bien una amor un poco destructivo, había mentiras que me conté a mí misma para hacer más llevadero mi dolor. Pero también había omitido las verdades que lastimaban.
A esta historia solo faltaba el final, un final que la vida nos había impuesto. Un final amargo, para una historia de amor no tan dulce. Definitivamente no era una historia perfecta, solo la historia de dos personas que se tropezaron una y otra vez. Era una historia de un amor que no quería morir, un amor auto destructivo, que solo con la muerte acabaría, tal vez por eso ahora estábamos en este hospital con el ruido de esas espantosas máquinas.
Cinco años llevaba tratando de escribir el final de nuestro amor, cuando él me buscó para que fuera yo quien estuviera a su lado los últimos días de su vida. Aunque yo no lo sabía entonces. No sabía que buscaba una despedida, una definitiva.
Abrí el empastado y me dispuse a leer la historia desde el principio, aunque me moría de vergüenza por lo que había escrito, pero que más daba, necesitaba también su punto de vista. Aunque no fuera a escribirlo, al fin y al cabo la historia era mía, y yo la escribiría.
—No leas la primera parte Aruma. Solo quiero saber el final. Quiero saber que es lo que te hubiera gustado vivir conmigo. Qué es lo que yo te hubiera dado.—
Sé que se refería más que nada a él. Quería irse tranquilo. Y lo conocía tan bien que sabía lo que él hubiera hecho e incluso lo que hizo por él, por mí, por ambos.
Por eso desde que se había ido no pude evitar que mis dedos se deslizaran entre las teclas de mi laptop para escribir nuestra historia de amor. O tal vez para no olvidar ningún detalle, para creer que nuestra historia era real, qué había sucedido en realidad, que no era solo una bella mentira de mi mente.
Aunque por otra parte quise matarle entre mis páginas, entre líneas, la ironía era que ahora iba a ser real, aunque el final no lo había escrito yo, sino la vida misma.
Para él habían sido tantos años de espera. De ansiedad por volver a ver a la mujer que él amaba. Y qué pensó podría olvidar, pero con esfuerzos vanos. Ni siquiera probar otros besos, otros labios hicieron que olvidara su perfume y su mirada. Qué olvidaran su calor. Él sabía que esa mujer que amaba también lo seguía amando. Lo veía en su mirada esquiva que trataba de chocar con la suya. Porque sabría que en sus ojos leería la verdad, y ella no podría negarlo.
—Vine a terminar lo que nunca terminamos. Fuiste por mucho tiempo esos puntos suspensivos que dolían, que lastimaban, sobre todo porque el principio del nuevo capítulo estaba escrito, pero no puedes empezarlo sin terminar.— Fue una de las cosas que me dijo, cuando lo volví a ver, después de 5 años de espera. De no escribir el siguiente capítulo en sus vidas. Al menos no de su amor.
Aunque él en el fondo se sentía un egoísta, porque sabía que si bien me daría un final que escribir, ese final no sería uno de cuentos de hadas, más bien sería una lucha que esperaba, esta vez luchara a su lado. Un final doloroso, que le enseñaría una lección de vida a ambos. Los haría más fuertes aunque al principio no lo pareciera.
Quizás si era verdad que el amor, ese que solo se aparece una vez en tu vida, pueda soportar todas las pruebas. Incluso cuando está condenado a tener un final. Un final que solo con verdadero amor y aunque con lágrimas, se tendría que escribir.
Así comienza esta historia mezclada entre la realidad y la fantasía. Quizás más realidad que fantasía, o más fantasía que realidad.
Eso es algo que dejaremos a la consideración de quien la lea. Por que ni siquiera yo misma confío en que todo esto haya sido real. Ya que al escribirla dudo de mi imparcialidad.
No es una historia con final feliz, pero si es una historia de un amor de esos que marcan, de esos que sufres, y te llenan de alegría.
Tal vez de eso se trata el amor, de vivir todos los sentimientos que existen, de saber de dolor y alegrías. De querer olvido pero también de querer eternidad de unos pocos momentos que se saben no volverán.
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