Diosidencias
Tres es solo un número para algunos, uno de la suerte o relacionado con la magia, para otros solo un simple número más, sin nada especial. Para mí el número tres era el número de veces en total que aquel hombre se había atravesado en mi camino. Tres veces eran las veces que aquel extraño ser se había interpuesto en mi camino, que lo había dejado ir, pero que también lo había amado, extrañado.
¿O era yo la que estaba en su camino? Creo que todo depende de cómo lo veamos, o de cómo queremos que se cuente la historia. ¿Quién había sido el entrometido en la vida del otro? ¿O acaso era yo la que de una u otra forma llegaba a su vida?
Como dicen la historia es de quien la escribe y aquel que la lee la hace suya. Esta historia a veces me parece sacada de una novela. De un sueño que también parece una pesadilla.
La primera vez que nuestros caminos se entrelazaron, nunca nos esperábamos volver a encontrar y menos que entre nosotros pudiera haber un sentimiento tan extraño. Un sentimiento del que muchos hablan y es tan conocido en el mundo, y el cual solo unos cuantos lo experimentan de verdad. Un sentimiento que pasó por todas las etapas. Y que me hizo vivir diferentes sentimientos.
Pero esta vez empezaré por la última vez que se cruzó en mi camino y que hasta ahora se ha quedado.
Iba al hospital a recoger a mi abuela junto con mi mamá y mi tía. Me habían asignado como chofer oficial, para ir del hospital a la casa de mis abuelos y de ahí para mi departamento y la universidad.
Aquella tarde iba tan distraída que no lo ví. No ví a aquel joven aunque mi corazón debió presentir que nuevo lo encontraría, por que aquella tarde me sentía emocionada y mi corazón no dejaba de palpitar fuertemente, me sentía rara, pero también nerviosa.
Dicen que los corazones hablan un mismo idioma y se reconocen mucho antes que nosotros lo sepamos. Y el mío conocía bien a aquel corazón, que lo había hecho palpitar y estremecerse por primera vez.
Al voltear a verlo ahí estaba. Se había convertido en un joven apuesto y con rasgos más varoniles. Y aquella mirada, junto con esos labios que por una o por otra razón nunca había probado del todo. Sólo nos habíamos dados pequeños besos, de esos que se dan con inocencia.
No supe qué decir. Titubeaba. Pensaba que nunca lo volvería a ver o escuchar su voz. Pero aun así nada en él me parecía ajeno, o extraño.
Me pidió mi número de celular y dude en dárselo. Por unos instantes recordé aquel viaje, y como se había convertido en mi primer amor.
—Por los viejos tiempos. —Terminó por decir.
Me voltee y le pedí su celular. Escribí mi número y lo guardé en la lista de contactos. Me despedí. Ahora solo deseaba secretamente que el tiempo pasara y que él me llamara.
Seguí mi camino hacia donde me esperarían mi abuela, mi mamá y mi tía. Sólo que no podía evitar tener una gran sonrisa dibujada. Por más que trataba de estar seria, no podía conseguirlo, no podía gritar de felicidad, pero también quería callarlo por sí había imaginado verlo.
¡Dios! Era una boba. No era justo que solo bastará que lo viera de nuevo, para que esos sentimientos que había tratado de esconder en lo más hondo, de la nada resurgieran como sí nada.
Sonrieron al verme llegar.
—Llegas un poco tarde. ¿Alguna distracción?— Comentó mi tía. Dándome a entender a qué distracción se refería.
—¡Vamos! Seguro que has visto a uno de los médicos que no duda en pasearse por acá cuando sabe que vendrás. Es joven y muy guapo. Podrías tener un médico de cabecera que bueno falta nos hace.—Continúo mi tía.
—Los médicos no son mucho de mi agrado. Aunque se ven guapos con su bata, pero no son lo mío.—Contesté. Odio los hospitales y mientras menos tenga que ver con ellos ¡mejor!
—¿Y qué es lo tuyo? ¡Ya se! Un caballeroso inglés. O un romántico italiano.— Continuó mi mamá.
La voltee a ver y me sonrió.
—¿Acaso me equivoco?—Dijo con una sonrisita malévola.
—Bueno primero tengo que darle yo el visto bueno a mi nieto.— Continuó mi abuela.
—Y si se resiste pues entre las cuatro podemos secuestrar y ponerle un mandil para que nos atienda. Sólo dime para traer un costal y a ver si se resiste.— Dijo mi abuela con mucho animo.
—¡Ay abuelita! — Protesté.
La enfermera ayudó a mi abuela a pasarse a la silla de ruedas. Luego nos dirigimos hacia la salida.
Nos preparamos para irnos. Pero mi madre no contuvo su intriga por saber qué había pasado porque me conocía tan bien.
—Ya dime. ¿Realmente por qué tardaste tanto? Tú no acostumbras llegar tarde a recogernos.—Suspiré.
—Si supieras mamá. ¿No crees que la vida tiene extraños caminos y formas de hacer que ciertas personas regresen a tu vida? Muchos dirían que son coincidencias, pero más bien creo que son Diosidencias.—Le contesté. Y sin más me subí al auto.
Manejé y como por alguna artimaña del destino. Empezó una canción, que era mi canción con aquella aparición que de nuevo había visto. Muchas veces la había cantado a todo pulmón pensando en él.
Le subí el volumen y canté. Mis pasajeras quedaron extrañadas.
—Pareces jilguero. —Dijo mi abuela, mientras me miraba intrigada.
—Los jilgueros no necesitan alguna ocasión para andar de buen humor, solo disfrutan y le cantan a la vida.— Contesté. Lo que las extraño aún más. Pero ninguna de ellas se atrevió a interrumpir mi felicidad.
Llegamos a la casa de mis abuelos y comimos. Luego de un rato de platicar e ir y venir me despedí. Tenía cosas que hacer, y la universidad no me daba un respiro. Iba a salir de la casa de mis abuelos, cuando mi celular sonó. Al verlo el número aparecía como desconocido. Mi corazón se aceleró al pensar en la posibilidad de que fuera él.
Todos en la casa se quedaron a la expectativa pues saben que de haber sido mi hermano o mi padre. Hubiera contestado rápidamente y además les hubiera comunicado quien era.
—¿Bueno?— Contesté.
—Hola. Espero no te interrumpa, pero... La verdad no quería esperar más. Necesitaba escuchar tu voz.— Escuché esa voz que en el fondo tenía los mismos tintes de sinceridad, pero que con los años se había hecho más varonil.
—Pero hace unas horas nos vimos.— Dije lo primero que vino a mi mente.
—Lo sé.— Se hizo un gran silencio.
—¿Sabes? Últimamente he puesto en práctica eso de no dejes para mañana lo que puedes hacer ahora. El tiempo pasa muy rápido y no quería que pasara otro segundo más sin que nos viéramos. ¿Te parece que nos veamos mañana? Tú pon la hora y paso a recogerte.— Dijo con seriedad, sin cabida a una negativa.
—No. No lo sé, tengo unas cosas que hacer en la universidad.— Dije tratando de procesar lo que estaba sucediendo.
—Vamos. Deja de ser la odiosa de siempre y acepta en hacer una locura. De eso se trata la vida.— Sabía cómo picar mi ego, o mi orgullo.
¡¿Odiosa?! Seguía siendo el mismo de siempre. Ni si quiera sé por que me había enamorado de él.
Había algo en su voz que si parecía diferente. Algo en sus palabras y en su emoción.
—Está bien. Mañana a las cuatro de la tarde.—Respondí.
—Perfecto, paso por ti a la universidad. Solo dime qué edificio.
—Es el dos. Espérame en la entrada. Y tú tampoco has dejado de ser un odioso.
—Hasta mañana.— Fue lo que dijo y colgamos. Aunque, no le había dicho que universidad con exactitud, al menos... Al menos que me stalkeara, fui a mi perfil y me avergoncé de las cosas que había publicado y efectivamente estaba el nombre de la universidad.
<<Grandísima idiota.>> Pensé en mi mente.
—Bien, ahora es hora de que nos digas. ¿Con quién te vas a ver mañana? Por qué dudo que si te preguntaron por el edificio donde estas, te vayas a ver con ese muchacho que luego sales. ¿Cómo se llama?.— Dijo mi mamá mientras atendía a mi abuela.
Interrumpí a mi mamá.
—Hasen. Y no, no es él.—Mi mamá me miró más intrigada aún.
Es solo un amigo de hace tiempo. Nos vimos esta tarde en el hospital y me pidió mi número. Se lo di y quedó en llamarme. Y como oyeron mañana nos veremos.
— ¿Qué amigo? Aruma.— Preguntó con algo de seriedad mi madre, pero me subí al auto y escape del interrogatorio.
Al llegar, revise de nuevo mi celular. La llamada estaba ahí, nada había sido producto de mi imaginación. Tecleé unas cuantas teclas de mi celular y quedó agregado como contacto.
Volví a mis tareas, me esperaba una buena desvelada. Pero no podía quitarme de la cabeza nuestro encuentro.
¡Dios! Aún hacía que mi corazón latiera tan rápido como le era posible sin causar un paro cardíaco.
¿A quién engañaba? Lo seguía queriendo de alguna forma.
Por años había imaginado un encuentro perfecto con él. Una película, un concierto. ¡Pero no! Había sido en un hospital. Uno de los lugares que menos me agradaban en este planeta.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top