Cada cita, una aventura

La dejé en la puerta de su departamento. No me atreví a besarla a pesar de que sabía que hay oportunidades únicas y que la vida corre deprisa. 

Quería tenerla a mi lado y disfrutar al máximo de la vida. Pero no podía dejar de ser un caballero y tampoco ser impaciente. Apenas estaba volviendo a su vida, de poco a poco, habían pasado años y ambos íbamos con cuidado.

Necesitaba disfrutar de cada momento a su lado. Disfrutar de sus ojos, su sonrisa e incluso de sus gestos y de su costumbre de querer que las cosas se hagan siempre a su modo. Y sobre todo quería que nuestro primer beso verdadero, nunca se borre de nuestras mentes, de nuestros corazones. 

—Soy un egoísta que pretende que nunca lo olvides, Aruma. — Dije en voz alta.

Mi celular sonó y conteste era mi padre.

—Hasen. Recuerda que mañana tienes cita.—Me recordó mi padre.

—Si lo sé. Mañana por la mañana estaré ahí. No puedo olvidarlo. Créeme que no.— Contesté enojado.

—Verás cómo todo saldrá bien hijo.— Mi padre me daba ánimos. Pero algo en mi me decía que mi misión estaba a punto de terminar. Estaba seguro que mi misión era Aruma. Era ella. Tenía que serlo, no había otra explicación para volverla a encontrarla. Claro que de alguna manera así justificaba mi inoportuna intromisión en su vida. Quizás lo mejor era nunca contarle la verdad y desaparecer de su vida antes de que la mía se apagara. Pero eso para ella sería solo venganza por el pasado. Y tampoco quería que me odiará, solo esperaba que me amara.

—Sí papá. Mañana estaré ahí.¿Me acompañas?

—Claro que sí hijo. Mañana nos vemos en el hospital.

—Bien, entonces hasta mañana.

—Hasta mañana hijo.

Terminé la llamada. Mi padre había insistido en que regresara a vivir a la casa. Pero no quería hacerlo aún. Quería disfrutar de la libertad y de seguir mi vida como siempre. Nada me lo impedía y menos aún que había encontrado de nuevo a Aruma.

Ella me daba nuevas fuerzas, para seguir adelante. Aunque me sentía mal por ello, y más ahora que sabía lo de su abuela. No podía lastimarla más, pero tampoco podía ignorar la misión que tenía. Y tampoco nuestra historia inconclusa.

Aunque aún había esperanzas de que no fuera correcto mi diagnóstico, había algo en mí que lo sabía ya. Lo podía sentir, ya no veía la vida de la misma forma, algo había cambiado dentro de mí. Eran de esas cosas que no se podían explicar, solo cuando las vivías en carne propia. Cuando es experiencia propia.

Me sentía atrapado entre la vida y la muerte, y digo no es que no lo estemos, solo estaba más consciente de ello y mis días podrían acabar un poco antes. De pronto Aruma, se apareció en mis pensamientos.

—Si tan solo supiera que he leído sus novelas.—Dije en voz alta.

—Sé que no me has olvidado. Y sé que necesitamos ponerle un final a esta historia, Aruma.

Me fui a acostar pensando en ella. Necesitaba pensar en qué más podía hacer para regalarle una nueva aventura. 

—Cada cita que tengamos será diferente. Y será divertida, será una pequeña aventura. Necesito disfrutar de la vida en tu compañía.

Sentí como poco a poco el sueño me vencía, hasta que a mi mente llego una de las ideas.

—¡Aha! Ya sé que hacer al menos cuando te diga si quieres ser mi novia al fin. Mañana mismo haré los arreglos pertinentes.

En ese instante la luz de calle se apagó, realmente era tarde y era mejor dormir.

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