A toda velocidad

¡Maldición! ¿Y ahora como le digo? ¿Qué hago? Mi calma se iba poco a poco, porque el tiempo se iba, quizá después de esto de nuevo se iría. ¿Por qué aun la amaba? ¿Por qué sentía celos?

Apreté mi muñeca contra la palanca de velocidades. Y sin pensarlo apreté el acelerador.

—¡Para Hasen! ¡Para!— Oí que gritaba Aruma.

En seguida frené a un lado de la carretera que conducía hacia un viejo terreno abandonado, que lo habían convertido en un autocine. De aquellos que habían pasado de moda, pero a mí me seguían pareciendo románticos. De aquellos que solo eran para aquellos fans de lo retro.

Reaccioné ante los gritos de desesperación de Aruma. Frené y por un momento me quedé pasmado. 

Ahora mismo era una revolución de sentimientos. Y por supuesto no me atrevía a mirarla a los ojos, debía estar asustada. Y yo aún no le podría dar una explicación convincente. ¿Qué le podría decir? 

Algo como lo siento, te he estado buscando desde hace un par de semanas. Más o menos desde que me dijeron que era posible que estuviera muriendo. Y no lo hice antes por cobarde.

De pronto solo quise estar solo, quería que ella se bajara y se fuera, sin voltear atrás. Me había arrepentido de entrar en su vida, de nuevo. Me sentí como un intruso, como un extraño sin derecho a perturbar su vida.

Una nueva sensación se apoderaba de mis pensamientos. Mi piel se estremecía con aquel calor que emanaba de su mano. Pues ella había deslizado su mano sobre la mía, que se encontraba rígida sobre la palanca de velocidades. Sentí como mi mano empezaba a ceder bajo el contacto de su piel con la mía.

Como una respuesta automática en mi cuerpo entrelacé mis dedos con los de ella, y me llevé su mano a mis labios, la besé. Besé su mano con tanta desesperación y devoción. Me sentía completo con ella, como en casa.

—Perdóname, Aruma. Perdóname. Soy un egoísta, soy un maldito egoísta.

Empecé a llorar sobre su mano. Aruma estaba desconcertada, no tenía idea de lo que me estaba pasando. Pero hace unas horas me habían confirmado mi diagnostico. 

—¿Qué te pasa? Tú no eres así. ¿Acaso querías matarnos? Es decir...— Se quedó en silencio por un momento.

No fui capaz de responderle, solo la miré y acaricié su pelo, sus labios con mis dedos. Ella tomó mi mano de sus labios y la puso sobre su mejilla.

—Mírame Hasen. Estoy aquí. Puedes contar conmigo, para eso son los amigos.

¿Amigos? ¡Demonios! Lo había dicho. Solo era un amigo. 

Entonces la tomé de la barbilla con fuerza, y la besé en el cuello. Olía tan bien, un aroma fresco. Té limón, menta y de cilantro. Recordaba que ella misma preparaba sus aceites que usaba como perfume.

Y recordaba también que cuando me había dicho con que preparaba su aceite, no le creía. Lo cierto es que esa combinación era algo especial. 

Volví el rostro hacia ella. Y ahí estaba. Aquella joven de la que estaba enamorado, y que no podía olvidar, a la misma a la que le rompería el corazón y le causaría dolor si seguía con ella. 

Tal vez lo mejor sería ser como su ángel guardián, cuidarla desde lejos. Destinado a solo aferrarme al recuerdo de sus caricias.

—Solo abrázame. ¿Si?— Le rogué casi con lágrimas en los ojos y con las palabras entrecortadas. 

Sentía que algo se comía mi corazón, que estaba desapareciendo en un gran hoyo. La necesitaba a ella para no perderme, para asegurarme de que no fuera ninguna alucinación o sueño. Necesitaba sentirme vivo. Necesitaba sentir que seguía vivo. Que mi corazón seguía latiendo en mi pecho tibio.

Ella deslizó sus manos por mi cuello y se acercó a mí. Me recargué en su cuello, acurrucado entre su cabello. Así me quedé un rato, mientras ella jugueteaba con mi pelo. Sentía como hundía sus manos en mi cabello, como lo solía hacer antes. 

Me quedé ahí, mientras tomaba fuerzas para empezar a decirle y contarle mis miedos. Aunque debía esperar un poco antes de contarle mi enfermedad.

—Aruma, necesito que sepas que antes de encontrarte había estado buscándote. Yo quería encontrarte, aclarar algunas cosas.

—Aclarar algunas cosas? Pero sí se podría decir que sería borrón y cuenta nueva.

-—Como amigos.— Dije en tono irónico.

¿Amigos? ¿Amigos? ¿Cómo demonios podía decir que éramos solo amigos? 

—Aruma sabes que no estoy aquí para ser tu amigo. ¿O acaso es qué quieres a Luca? Porque siendo así yo no tengo nada que hacer...

—No Hasen, pero han pasado tantas cosas. No estoy entendiendo muchas cosas. ¿Por qué me buscabas? ¿Y si me habías buscado antes, porque hasta que nos encontramos, tú decidiste hablarme?

—¡No lo sé! Tenía miedo de que me hubieras olvidado. De que fuera en vano. Pero lo que tenía claro es que si te buscaba, no iba a ser solo para ser tu amigo.

Vi que Aruma estaba confundida lo podía ver en sus ojos y en sus gestos. La conocía muy bien. Respiró profundo y bajó del auto.

Vi cómo se recargo y en seguida tomé aire yo también. Primero que nada debíamos dejar en claro las intenciones de cada uno. Así que bajé del auto y camine hacia ella.

—¿Qué es lo que quieres? ¿Eh?Quieres ir a toda velocidad, estrellarnos y matarnos.— Fue lo que dijo mientras suspiraba.

—No trataba de matarnos, pero si de ir a toda velocidad. Siento que voy a prisa y si alguien no me detiene me voy a estrellar. Me estrellaré y me haré mil pedazos. Siento que pronto no quedará nada de mí. De lo que soy.

Tomé aire y sin saber qué decir solo dije una cosa.

—Quiero escribir el final. Quiero probar tus labios. Vivir aventuras. Quiero sentir que este corazón todavía sigue latiendo. Que no me iré a ningún lado mientras tú me detengas. Mientras tú estés conmigo.

Se quedó quieta con la mirada perdida.

—Vine a terminar esa historia inconclusa. Quiero vivir todos esos y si hubiera. Quiero amarte como debimos hacerlo hace tiempo.

Suspiré y abrí mi corazón.

—Tengo miedo Aruma. Por primera vez en mi vida tengo miedo y tú me haces sentir seguro. Siento que muero poco a poco y tú me haces sentir vivo.

—Por que por irracional y loco que parezca. A pesar de que me dejaste, de que ha pasado tiempo y no somos los mismos chiquillos. Aún te amo.

Ahí estaba todo,  mi corazón, mis sentimientos de nuevo le estaba entregando todo y la estaba dejando elegir. Pero sabía que en el fondo su elección ya esta hecha, lo veían en su preocupación, en sus atenciones. El amor no había desaparecido ni en ella ni en mí.

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