𝗖𝗮𝗽𝗶𝘁𝘂𝗹𝗼#9.
"Todos tenemos momentos de debilidad que nos vuelven frágiles. Pero también nos vuelven resistentes".
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Inglaterra, Londres./ 10 de abril.
𝐆𝐚𝐥𝐢𝐚 𝐑𝐨𝐨𝐬.
Han pasado tres días desde que salí del hospital. Los mismos tres días en lo que no he salido de mi casa. Y en los cuales Layla me ha ignorado por completo, por lo sucedido aquella noche.
Me preocupa mi mejor amiga no lo niego. Pero tampoco quiero presionarla.
Lo mejor cuando alguien tiene una carga con la que no sabe lidiar. Es darle su espacio. Darle tiempo de que ella pueda ordenar su caos y sus problemas. Pero sobretodo dónde pueda encontrarse así misma.
Porque sé que cada persona tiene sus propias carga. Y aveces necesitamos desahogar una parte de nosotros,que ni nosotros mismos sabemos cuál pueda ser.
Hay millones de palabras con las que podemos expresarnos. Y no todas serían suficientes. Del mismo modo que hay muchas razones para desahogarnos de todos nuestros problemas y no encontramos lo manera de hacerlo. Porque no sabemos con exactitud que tan pesada sea la carga que hay en nuestro interior.
Cada uno esconde sus pensamientos e ideas. Y aveces eso que escondemos en nuestra mente termina con nosotros mismos. En que sentido que nos ponemos a pensar en lo que hubiese evitado. O que hubiese pasado si hubiera tomado está decisión y no otra.
Pero todos en algún momento hemos pasado por situaciones similares qué nos han puesto entre la espada y la pared. Hastá incluso yo, que hace unas semanas atrás estaba de la mimas manera. Dejándome guiar por otras personas las cuales creían consolar mi dolor. Sin embargo era todo lo contrario. Me hacían más daño.
Porque nadie sabe la magnitud de tu dolor, que sientes o como soportas lo que sientes. Quizás traten de comprender tu situación, más nunca sabrán el dolor que guardas en tu corazón.
Por lo cual tienes que levantar tú voz. Y hacerme escuchar. Porque pará sanar tus heridas debes hacerlo a tú manera.
Y era justamente eso lo que tenía pensado hacer hoy. Empezar a vivir de la manera que me hacia sentir mejor.
Con esos pensamientos me levanto de la cama. Para ingresar al cuarto de baño. El agua de la ducha cae sobre mí cuerpo y siento por un momento que la vida no es tan mala después de todo.
Visualizo mis cicatrices las de mis muñecas. Y las de mis muslos. Me doy cuenta que ninguna te limita o te detiene
Solo son eso una marca que te enseñan.
Si sabes aprender de los golpes ellas solo serán una enseñanza de vida.
Pero las que todas las personas solemos tener las internas. Esas que se clava en tu alma , son tan fuerte que hay veces que podemos estar bien como otra veces pueden sangrar. Pero depende de nosotros el proponernos a sanarlas.
Después de algunos segundos salgo del baño e ingreso a mi armario. Dónde me decido por una camisa negra un poco grande y unos jeans blanco. Luego me coloco unas sandalias plateadas y dejo mi corto cabello rubio, suelto. Visualizo mi reflejo en el espejo y sigo igual que haces unos meses. Delgada, con ojeras por el insomnio. Pero mis ojos tienen un poco de brilló y esperanza. Y sin evitarlo me sonrió con una sonrisa de boca cerrada. Porque no hay amor suficiente
que aquel que debes sentir por tí.
Bajo a la segunda planta para llegar a la sala principal y visualizo a mi abuela en la sala con un vestido verde de mangas largas. Y a su lado se encuentra Layla con el uniforme de todas las chicas de servicio.
Al bajar las escaleras me acerco hacia ellas.
—Buenos días.— Digo con amabilidad.
—Buenos días cariño.— Me dice mi abuela con una sonrisa deslumbrante.
—A dónde vas tan guapa.— Inquiere mirándome de pies a cabeza.
Yo nos respondo porque mi mirada recae en Layla la cuál me ignora por comprleto. De hecho en ese momento se levanta y se marcha a la cocina. Y como me duele su actitud conmigo.
—Galia estás bien cariño.— Inquiere mi abuela confundida. Al ver mi expresión.
Yo la miro, niego con la cabeza y luego asiento.
—Si abuela.— Le digo con una sonrisa de boca cerrada.—Podrías decirle a Marcus qué me llevé al consultorio de la psicóloga.
Mi abuela me mira anonada pero no comentá nada al respecto.
—No deberías comer primero.— Me recuerda con preocupación al ver que no he desayunado.
Bueno tenía razón pero no me apetecía nada. Sin embargo tampoco podía estar sin comer.
—Esta bien.— Le dije para no preocuparla.
Me encamine a la cocina donde pedí una ensalada. La cuál segundos después me trajeron y la colocaron delante de mí. Devoró la ensalada con rapidez. Le agradezco a las cocineras. Y sin más salgo del comedor.
Minutos más tarde me encuentro en la salida de la mansión bajando las escaleritas. Llegó al aparcamiento e ingreso al Ros Royce azúl dónde siempre me transportan. Al ingresar Marcus enciende el motor y el vehículo empieza a andar por la calles de Londres.
Yo me recuesto de la ventana para visualizar el paisaje. Veo algunas familias, personas riendo y niños jugando. El transcurso fué tan rápido que sin darme cuenta ya estábamos en el frente del consultorio.
Bajo del vehículo e ingreso. Veo a muchos pacientes los cuales se nota que no están del todo bien. Hay niños, adolecentes entre mi edad y menores que yo. Y como desearía que las personas no sufrieran tanto. Trato de ignorarlos en lo posible y me encamino a los pasillos. Cuando veo la puerta del consultorio de Luz. Sin evitarlo se me dibuja una sonrisa.
Abro la puerta y la veo rescostada en su escritorio con todo los papeles de siempre. Lleva su típica bata de doctora. Y su cabello negro recogido. Sus ojos avellanas se centran en mi para luego sonreírme ampliamente.
—Galia.—Dice con unos sonrisa genuina.
—Que te trae por aquí.— Inquiere con un poco de preocupación.
Yo le sonrió para luego sentarme delante de su consultorio.
—Supongo que mi abuela ya te informo sobre mis faltas. Y te comento la decisión que tome haces unos días.— Le digo apenada.
—No querida.— Me dice con esa compresión tan propia de ella.— Pero me gustaría saberla.— Dice apoyando sus codos en el escritorio. Mirándome atenta.
Trato de agarrar aire para llenarme de valentía. Para poder decirle el porque estoy aquí.
—Cuando empecé toda esta aventura de sanar. Mi vida cambio de una manera indescriptible.— Le digo con una sonrisa genuina y con sinceridad.—Intente nuevas cosas, conocí nuevas personas. Pero también aprendí y descubrí una parte de mí que no sabía que tenía. Y eso hizo que por primera vez en la vida fuera capaz de abrir mis ojos y me diera cuenta de la realidad. De mi realidad.— Le digo desviando la mirada un poco triste.— Necesito sanar y todos lo saben. Pero también necesito amarme y tener la suficiente confianza para hacerlo. Y no creo que toda esta presión que han impuesto sobre mí. Me ayude a lograr ese objetivo.
Ella me mira anotada como si lo que acabará de decir fuera malo o bueno.
En realidad no tenía idea pero estaba nerviosa por su repuesta. Hasta que ella amplió su sonrisa.
—Tú eres única Galia.— Es lo primero que dice y yo la miró como si tuviera dos cabezas.— Eres la primera paciente que se ha propuesto a tener la autoestima suficiente para empezar a sanar sus heridas. Porque eso técnicamente es lo último que hacen las personas cuando tienen tu condición.—Me asegura y yo le regaló una sonrisa triste.
— Yo siento que me asfixió si sigo sonando de esa manera.—Le confieso con sinceridad.—Necesito tener la suficiente confianza en mí . Y en cuando la tenga no dudes que vendré.
Ella me mira con orgullo y compresión. Se levanta de su asiento para pasar el escritorio. Y sin dudarlo me envuelve en un abrazo que me hizo sentir súper segura y feliz.
—Todos merecemos aventurarnos algunas veces en nuestras vida.
Descubrir y vivir. Y si es lo que quieres hacer. Tienes mi apoyo Galia Roos.— Dice rompiendo el abrazo para mirarme con alegría.
Sus palabras me conmueve y sin evitarlo las lágrimas se resbalan de mis ojos. Soy muy sentimental. Tenía miedo a su reacción pero todo esto salío mejor de lo que pensé.
—Gracia, Luz.— Le digo con sinceridad mirándola directamente a sus ojos.—Eres la mejor psicóloga que una persona pueda tener.
— No me agradezcas yo soy la que tiene el honor de que seas mi paciente.— Me asegura.—Me enseñaste que nunca hay que ponernos límites. Sino intentar y luchar por lo que creemos correcto.— Dice enlazado nuestras manos con delicadeza para darme apoyo.—Así como tú vas a luchar por buscar tu bienestar.
—Gracias por tus palabras y apoyo Luz. — Digo con sinceridad.—Espero volver muy pronto.— Terminó diciendo, mirándola con nostalgia.
—No importa cuántos tardes. Yo estaré aquí esperándote.— Me asegura y yo asiento en respuesta.
Con esas palabras en mi mente salgo del consultorio. Con algunas lágrimas de nostalgia. A pasos apresurados me dirijo por los pasillos. Y finalmente salgo de ese lugar. Marcus abre las puertas del auto para mí. Ingreso en este y luego él se encarga de poner el auto en marcha. Conduce por las calles de la ciudad con tranquilidad.
En el trayecto quedó perdida en mis pensamientos. Sin poder evitarlo.
Pienso en algunas situaciones. Y algunos que otros problemas.¿Porque?.
Hay tantas cosas en la vida que aterran.
Y vivimos con ese miedo durante varios años. Hasta que somos capaces de dejarlo aún lado.
Y por fin somos valiente de enfrentarlo.
Cuando tomes una decisión no es solamente él luchar por lo que creemos correcto. O si la decisión es correcta.
También en ocasiones tenemos que hacerlo por lo que nos hace sentir felices.
Porque durante toda mi vida siempre pensé en que la felicidad no era nada. Hasta que un día me quedé sin ella. Y fué en ese momento que supe valorar el gran tesoros que había perdido.
Por esa razón siempre atesora tú felicidad.
Esa que deslumbran en tu rostro.
Que te llena de alegría y esperanza.
Y la cuál demuestra que si te lo propones. Puede existir un mañana.
Ya que él mañana es un regalo de oportunidades.
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El día de ayer fué un día en el que deje una marca de un antes y un después.
Un día de sentimientos y enseñanza.
Pero sobretodo aquel que transformaría mi futuro e iniciaría desde entonces un nuevo presente
Los rayos del sol le dan inicio a un nuevo amanecer. Me levanto con sueño solo pude lograr dormir cinco horas anoche. Algo que considero un recor para mis noches de insomnio.
Decido levantarme con la pereza que domina mi cuerpo. Me dirijo con mis ojos adormilados al baño. Me lavó mis dientes e ingreso a la ducha. El agua cae sobre mí cuerpo. Y después de terminar de ducharme salgo al dormitorio.
Dónde me llevo una gran sorpresa al ver a Layla sentada en mi cama con mi desayuno. La miró anonada.
Ella se da cuenta de mi presencia y me sonríe con una sonrisa triste. Yo la miró con compresión para luego ir a mi armario. Decido vestirme en el cuarto de baño para no correr a Layla . Pero también para que no pueda ver mis cicatrices.
Me alistó con una camisa negra y un jean del mismo color. Y salgo de cuarto para sentarme a su lado.
—Lamento mucho el haberte ignorado estos días.— Me dice ella con tristeza.
—Yo necesitaba...— Se corta y desvía la mirada.
La miró con compresión absoluta para luego terminar su frase.
—Tiempo.— Me limito a decir y ella asiente.
— Todo necesitamos espacio en ciertas ocasiones Layla. Y está bien porque no somos de hierro. Tenemos sentimientos, sentimos y el sentir las emociones suele ser aterrador. Porque hay días, en que ellas nos vencen.— Le aseguro con sinceridad.
Ella me mira con profundidad. Y luego desvía la mirada.
—Tienes razón.— Se limita a contestar.—Las personas aveces tienen que darse un tiempo de encontrarse a ellas misma.
De tocar fondo y hundirse en la profundidad del mar. Porque después de eso, su única opción es devolverse a la superficie.— Me confiesa mirándome con tristeza.
Entendía el dolor de mi amiga. Su pasado la había limitado durante mucho tiempo, y lo seguía haciendo. Pero también sabía que solo ella era la que tenía que buscar las armas para vencerlo.
—Layla, pero ya estás en la superficie.
Tú decides si te vuelves a hundir. O si permaneces aquí.— Le digo mirándola a sus ojos avellanas.— Tú eres la que tomas las decisiones sobre tu vida. Si quieres seguir hundida hasta que te sientas mejor. O si quieres seguir aquí enfrentando la marea.— Digo con una sonrisa genuina.— Es tú decisión descubrir lo que te hace sentir mejor.
—Estar aquí hablando contigo. Es lo único que me hacé sentir mejor.— Me asegura mirándome con lágrimas en sus ojos y mi pobre corazón cae en picadas.
Yo limpió con mis pulgares el rastro de lágrimas que hay en su carita.
—No siempre todo es felicidad. Hay días en los que nuestras momentos de debilidad nos vuelven frágiles. Y solamente debemos ser fuerte a la hora de superarlo. — Le aseguro con una media sonrisa.
— Así que señoras y señores. Es el turno de que Layla Wilson sea valiente.— Digo levantándome como si estuviera delante de un público.
Ella me mira como si estuviera loca. Pero luego sonríe por primera vez. Y comienza a reírse a carcajadas.
El reir no es felicidad, pero es una parte de ella. Sin embargó está vez era su sonrisa, su rostro y esencia lo que me hacía entender que Layla estaba feliz.
Y ese momento para mí era algo insólito. El como las personas que no estaban bien. Aún así eran capaces de hacer felices a otros.
Como yo estaba haciendola feliz a ella.
—Gracias Galia.— Me dice ella con sinceridad y me envuelve en un abrazo.
Ella suspira deshace el abrazo y me mira con profundidad.
—Deseo contarte mi pasado.— Dice segundos después. Yo la miró y niego con la cabeza.
Me acerco a su dirección para sentarme a su lado nuevamente.
—Layla no quiero que te sientas presionada. Hazlo cuando te sientas mejor.— Le digo regálandole una sonrisa genuina.
—El problema es que quiero hacerlo.— Me asegura.— Por primera vez deseo enfrentar la marea sin sentirme sóla.
Sin evitarlo los ojos se me ponen aguados pero no dejo que las lágrimas caigan. Y como se me fué la voz. Sólo asiento en su dirección en repuesta.
Ella sonríe con tristeza para luego narra su historia.
» Cuando tenía cuatro años . Tenía la vida perfecta como todas las personas la pintan en los libros. Mi mamá era la mejor y mi padre era aún mejor que ella. Me cuidaba y siempre estaba atento a todas mis necesidades.
Sin embargo cuándo se enfermo de hepatitis. Todo se fue a la borda.
Pues aunque se recuperó ya no era la misma persona que solía ser. Y en mi familia ya nada era lo mismo. Técnicamente mis padres perdiendo el razonamiento.
Mi papá empezó con las apuestas y mi
mamá nunca estaba en la casa. Pues desde que había enfermado papá siempre se refugiaba en un bar hasta llegar muy ebria por la noche o aveces ni siquiera la veía sino días después.
Así que técnicamente mi infancia se resumió a eso. Ver a mi madre ebria todos los días y a mi padre apostando en casino en los que siempre se endeudaba.
En ese momento mi única esperanza era Alya. Las sirvienta de mi casa. Ella me cuidaba como si fuera su propia hija.
Era lo único bueno entre todo mi caos.
Sin embargo nada están perfecto.
Mi mamá siguió ingiriendo alcohol.
Y mi padre en una de sus deuda hizo que nos saquearan. Y no queradamos sin nada.
Pero apesar del saqueo su deuda era demasiado enorme. Debía mil dolores los cuales no teníamos. Y eso no era el problema. Sino que se lo debia al líder de unos de los bandos mas peligroso de la cuidad.
Así que mandaron a algunos de sus hombres a matar a una persona que fuera lo más preciado en su vida. Las cuales se resumía en mamá y yo.
Esa noche de 19 de febrero. Tocaron a la puerta y sin dudarlo la abrí. Pero lo que nunca imaginé era que detrás de la misma se encontrarían hombres armados. Ellos ingresaron y me llevaron a la fuerza. Me amarradon a una silla y me apuntaron con un arma y en ese momento ví mi vida pasar antes mis ojos. Lo tenía demasiado claro hiba a morir.
Pero justamente esa noche apareció mi madre como esas de las doce. Al ver tal escena gritó lo cual hizo que dejaran de apuntarme con el arma. Porque ella apesar de su estado de embriagues.
Hizo lo que toda madre haría en su lugar. Rogar porque me dejarán con vida.
Por lo cuál ella recibió el disparo por mí. Dió su vida por la mía. Esa noche ví morir a mi mamá delante de mis ojos sin poder hacer nada. Sin poder evitarlo. Solo ví como su cabello rojizo estaba cubierto de sangre, como sus ojos azules como el cielo se habían cerrado. Y como su corazón el cuál me había mostrado una de sus mejores versiones había dejado de latir. Lloré como si mi vida dependiera de éso, con la esperanza de que me la regresaran.
Pero nunca pasó. Nunca hiba a pasar.
Después de su entierro nunca supe nada de mi padre. Sin embargo también me quedo claro que no hizo nada para evitar mi sufrimiento. Y sabes que es lo peor Galia. Todas la noches escucho los gritos de mi madre . Y ese bendito disparó que recibió en el pecho.
Y que apesar de eso no odio a mi padre. De hecho me hubiera gustado que él hubiese sido mi apoyo.
Pero lamentablemente nunca lo fué.»
En ese momento soy un mar de lágrimas, al igual que Layla también. Las dos lloramos como si nuestra vida dependiera de éso.
Cuando ambas estamos más calmadas. Soy la primera en hablar.
—Lamento todo tú dolor.— Le digo con sinceridad.
Ella sonríe con tristeza.
—Eso paso hace años y aunque todavía me afecta. Alya me dió el Cariño y apoyo que necesitaba.— Me asegura.
Ahora que lo menciona con razón no tienen un gran parecido. Porque Alya no es su mamá materna.
—La quieres no es cierto.— Le pregunto con una sonrisa.
—No la quiero Galia , La amo. — Me asegura.— Mi apellido antes era Castillo. Pero Alya hizo un papeleo y logra cambiar mi apellido a Wilson. Y me siento orgullosa de portarlo.
—Me alegro de que almenos la vida te haya dado algo bueno.— Le digo honesta.—Pero y tú padre.— Le preguntó mirándola con compresión.
—No hay rencor en mi corazón hacia su persona. Y si en algún momento el destino nos une. Simplemente lo valorare.
—Eres muy valiente Layla.— Le aseguro.
—Somos Galia.— Dice sonriendo.
—Quieres que hagamos una pillamada más tarde.— Le pregunto con una sonrisa en mi rostro.
—Me encantaría.— Dice con una sonrisa genuina para luego marcharse.
Y yo me recuesto en la cama pensando en todo lo sucedido estos días. He escuchado historias tan tristes. Cómo la de Amber, la chica morena que me enseñó que las heridas están marcadas en nuestra piel más no definen quiénes somos.
Tambien Emiliano me contó parte de su vida. Porque siento que hay tantas cosas que ocultar bajo esa mirada. El me enseñó que hay que aferrarse a lo positivo. Y que la persona que en verdad te ama. Te hará brillar.
Mientras Layla me enseñó que en medio de la tormenta. Siempre sale el Sol.
Pero todos ellos me enseñaron algo en específico.
Todas las personas tenemos dolores y pasados que aun no vencemos.
Todos tenemos grietas y heridas que aúnque hayan cicatrizado, en ocasiones pueden sangrar.
Que hay tormenta que arrasan con toda nuestra esperanza. Pero que en medio de ella siempre hay un abismo de brillo.
La vida te enseña cada día cosas nuevas e indefinidas.
Yo aún no sé cómo somos capaces de hacer reír a otros. Cuando ni nosotros mismos podemos hacerlo.
Cómo tenemos las palabras correctas si nunca la hemos escuchado.
¿Quizás sea porque alguna vez deseamos oírla?
Es decir que...
Algunas veces no tenemos las palabras que otras personas desearían escuchar.
Pero somos capaces de decirles aquellas que algunas vez nosotros necesitamos oír.
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Nota de la autora: Hola mis queridos lectores. Lamento la tardanza.
Cómo saben entre poco empiezo las clases y no tendré el suficiente tiempo de actualizar :(. Pero prometo hacerlo lo más constantemente posible. Pues mi objetivo es que "Un segundo", llegue a su final este año y espero que ustedes lleguen al final conmigo.
Muak los quiero 💘
¿Que tal el capítulo de hoy?.
Les traigo a los protagonista principales.
Emiliano Reyes.
Galia Roos.
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