𝗖𝗮𝗽𝗶𝘁𝘂𝗹𝗼#4.
Inglaterra, Londres./ 30 de Marzo.
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𝐆𝐚𝐥𝐢𝐚 𝐑𝐨𝐨𝐬.
Después del ataque de pánico de ayer. Marcus fué a recogerme y la verdad lo agradezco no podía estar un minuto más en esa preparatoria. Era como si mi mente repetiera las escena de una película de terror una y otra vez.
Sentía que no podía respirar el mismo aire, e incluso me sentía acorralada apesar de no haber personas a mi alrededor.
Sin duda fué un momento muy desagradable.
Pase toda la noche es desvelo no podía pegar un ojo. Sentía que en cualquier momento personas sin ningun motivo vendrían por mí. Tenía miedo de tener pesadillas indeseadas y me bastaba con los recuerdos que me estaban atormentado en ese preciso momento como para presenciar otros más.
Por eso hoy es unos de esos días dónde llegas al límite.Donde ya no hay fuerza de voluntad o una fuerza capaz de levantarte de la decepción que sientes de ti mismo.
Uno de esos días en lo que ya no tienes el valor o la energía necesaria de seguir viviendo. Sólo deseas estar sola, escapar, no escuchar nada, solo estar en la soledad luchando contigo misma o tratando de hacerlo.
Quizas hoy es unos de esos días en los que necesitas encontrarte aún cuando ni siquiera sabes si eso es posible. Es como si tú cuerpo necesitará descansar pero tú mente no pudiera hacerlo.
No sabes sí es el agotamiento, o los miles de problemas que cargas encima. En resumen la vida es una jodida guerra constante.
Me siento mal tanto física como mentalmente. Y me da tristeza es saber que mi abuela no sé cansa de llamarme una y otra vez. Preguntándome cómo estoy, Pero como responder a algo así, es decir, sabes que estás mal pero no serás capaz de hacer preocupar a alguien que valoras mucho aún sabiendo que ella también está al tanto de que no estás del todo bien. ¿Entonces como harías en un caso así?.
—Galia Cariño, el almuerzo está servido en el comedor.—Escucho la voz de mi abuela desde el otro lado de la puerta.
Y es lo que estaba diciendo. Como puedo soportar hacer Sufrir a la única persona que me importa.
Yo no soporto herirla pero aveces la peor opción resulta ser la mas fiable en algunas circunstancias.
—Abuela no me apetece comer nada en estos momentos.— Le digo doliendome el alma.—Quizás entré un rato baje.
—Esta bien cariño. —Dice ella con voz comprensiva y al mismo tiempo preocupada, para luego marcharse.
Y en ese momento lloro sin evitarlo.
Muchas veces nos decimos a nosotros mismo que somos cobardes y yo en muchas ocasiones lo he sido. Pero te aseguro que llorar jamás será una de ellas.
Llorar no te hacé débil y mucho menos,es una debilidad.
Porque créeme que cuando el mundo se te vienen encima, y no tienes a nadie.
Cada lágrima de tristeza es un grito a todo aquello que está en silencio en tú corazón.
Y no hay nada más libedaror que expresar todo aquello que guardas.
Llevo todo el día encerrada en estás cuatro paredes de mi habitación, sin hablar con nadie, sin comer, sin tener ánimos de levantarme. Sólo aquí pensando en mi vida y en como está se convirtió en mi infierno.
Los segundos pasan tan rápido, y los minutos más lento. Pero mientras pienso en esos lapsos pequeños ya las horas me han ganado el juego.
Ya son aproximadamente las cinco de la tarde y todavía sigo encerrada. Mi abuela me ha llamado más veces de las que he podido contar. No sé imaginarán lo difícil que fue darle la mismas repuesta en todas. Pero no podía darle una repuesta que la hiciera sentir bien porque ni yo misma lo estaba.
Después de haber pasado todo el día encerrada. Cuando es media noche decido salir de mi habitación. Abro la puerta de mi alcoba, y como lo suponía no hay nadie.
Los pasillos están oscuros, y la mayoría de las personas están dormidas. Pero como no es la primera vez que me encierro todo un día .Ya me se el camino de esta mansión. Así que me escabullo por las escaleras hasta llegar a la cocina.
Abro la nevera y no hay nada apetecible para mí gusto. Pero debo comer algo así que me dicido por un trozo de torta de chocolate. En el momento que me voy a probar el primer bocado soy interrumpida.
—No creés que es muy tarde para comer dulces. —Me dice una voz casualmente tierna.
Me volteo para ver a la persona proveniente de esa voz. Y me sorprendo al ver una chica aproximadamente de mi edad.
—Eh...—Me quedó muda al no saber que decir.— Es como si me hubieran pillado cometieron uno de los peores crímenes.
—Tranquila, no te voy a juzgar.—Dice ella con sinceridad.—Pero no has comido lo suficiente y dudó que ese pedazo de torta sea la mejor opción para tí.
—Lo entiendo perfectamente, pero no había nada apetecible, aparte de esto en el refrigerador.
—Lo suponía.—¿Quieres que te prepare algo en específico?.— Inquiere ella.
—¿Sabes cocinar?.—Le respondo una pregunta con otra.
Ella me mira con sus lindos ojos negros.
Para luego reírse a carcajadas, su risa es contagiosa de hecho hasta me dió ganas de reírme también. Pero luego las reemplaze de inmediato.
—Trabajó aquí, pues obvio que sé hacerlo.—Me notifica con una sonrisa.
—Entiendo.— Le digo sin saber que más decir.
Socializar con las personas no es mi fuerte. Y al parecer ella lo nota.
—Por cierto me llamó, Layla Wilson, la chica de cero amigos, hija de una cocinera, con una vida poco económica, pero apesar de todo me siento orgullosa de quién soy.
—Dice ella extendiéndome una mano.
— Galia Roos, la chica rada de esta mansión, nieta de Carme Roos. La que trata de salvarse a si misma aunque la mayoría solo la juzgue por eso.—Le digo con sinceridad.—En fin mi vida no es sencilla.—Termino extendiendole mi mano.
La entrelazamos y no se porqué pero sentí que en ese momento que había creado un vínculo con esta chica.
—Entonces te prepararé una sopa, algo sano y al mismo tiempo ligero.—Me asegura y yo solo me limitó a asentir.
Layla picas las verduras y hortalizas. Está tan entretenida cocinando, tono que sin duda es algo que le apasiona mucho. Nada más en su manera de hacer las cosas y la dedicación en la que lo hace.
Después de aproximadamente unos treinta minutos ya la sopa está lista. Ella me sirve en un plato de vidrio. Lo coloca delante de la mi con una cuchara y luego hace un jugo de naranja. Del cual Sirve dos vasos del mismo.
Ella se sienta con su vaso de jugo de naranja. Mientras que yo técnicamente devoró mi sopa. Estar horas sin comer no es factible. Terminó mi sopa, y ahora disfruto mi jugo.
— Layla, gracias por preparar ésto para mí.—Le digo un poco avergonzada.
Ella estaban tan entretenida que se olvidó completamente de mi presencia.
—Es un placer, Galia.—Dice ella con una sonrisa.—Es la primera vez que alguien me agradece algo,es decir, aparte de mí mamá y la señora Carmen.
—Entonces esas personas no saben apreciar los pequeños detalles. Pero creeme que aprecio este gesto de tú parte.
Ella me mira y se le salen algunas lágrimas de nostalgia. Y sin darme cuenta me abraza. Al principio no sé cómo reaccionar no estoy acostumbrada a las demostraciones de afecto, pero luego le correspondo.
—Gracias, lamento si te hice sentir incómoda.—Dice ella apenada.
—No te preocupes, solo me sorprendió.—Le digo restándole importancia.
Terminó mi jugó y ella igual. Ambas recogemos los platos y lo lavamos juntas.
Salimos de la cocina y nos encaminamos las dos en la oscuridad de los extensos pasillos. Hasta que llegamos al final de las escaleras que se encuentran en la sala principal y es aquí donde ambas debemos separarnos.
Y no se porque, pero me entristece un poco.
—Espero verte pronto, Layla.—Le digo con sinceridad.
—Y yo espero que apartir de está noche seamos amigas.—Dice ella sorprendiendome completamente.
—No entiendo lo que estoy sintiendo.
—Le digo con sinceridad.— Pero creo que ya en otra vida eras mi mejor amiga, por lo tanto siempre lo has sido en está.
—Que tengas buenas noche,Galia.— Dice ella regálandome una sonrisa genuina.
—Buenas noche, Layla.—Le digo con amabilidad.
En ese momento amba se fueron por caminos diferentes, pero que apesar de ser distintos en cualquier circunstancia ambas se volverían a encontrar.
Porque esa dos chicas una peliroja, y la otra rubia se convertiría en las mejores aliadas. Y la oscuridad que las acompaño, fue testigo de esa unión.
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Los rayos del sol se colaron por mi ventana. El resplandor me pega en la cara,trató de abrir los ojos pero los párpados me pesan. He podido dormir solo dos horas anoche y no se cómo eso fué posible.
Me levanto de mi cama, y voy al cuarto de baño. Lo primero en ver es mi reflejo, sinceramente es espantoso, ojeras demásiado notables, sigo igual de delgada, lo único que considero lindo es mi corto cabello rubio, porque mis ojos verdes están demasiado apagados. Me lavo la cara ,me cepillo mis dientes, y luego me adentro a la ducha. El agua caliente relaja mi cuerpo por transcurso de segundos que apreció.
Salgo embuelta en una toalla, y me voy directo al armario. Veo vestidos, faldas y muchas otras ropas que solía usar antes de todo esto. Pero que ahora no me gustan, me dicido por una camisa negra un poco ancha y un jean negro del mismo color. Me coloco unas sandalias doradas y dejó mi corto cabello suelto.
—Galia, por favor abreme la puerta cariño.—Dice mi abuela, casi en súplica y no sé imaginan como eso me dolió.
Así que sin poder resistirme al sentimiento de culpabilidad. Le abrí la puerta, al ser más importante en mi vida, mi abuela. Ella al instante me abracé y si lloré porque de verdad que hacerla sufrir a ella me dolía más ami.
Luce un vestido rojo muy bonito, con una falda amplia.
—Cariño ,por favor no me asustes de esa manera.— Me dice ella con lágrimas en sus ojos.
Juró que si pudiera lo prometiera, pero no quiero hacer promesas que sé que no puedo cumplir.
—Lo intentaré, Abuela.—Le digo con sinceridad.
Talvez no sé lo prometí, pero almenos lo intentaré por ella. Aveces muchas personas hacen lo correcto por ellos mismos, pero porque almenos una vez en sus vida no pueden hacer lo correcto por otros.
Estás bien ayudarte a tí mismo creeme que sí. Pero también es bueno resivir ayuda , cómo al mismo tiempo poder ayudar a muchas otras que lo necesiten.
Y si todo el mundo pensará de esa manera que gran diferencia hubiera en la humanidad.
—Eso espero Galia me tenías preocupada, no solo a mí.— Dice ella señalandome.—Si no a ese pobre chico.
Ya van como que chico.
Acaso Emiliano, vino ayer a preguntar por mí. Se que la mayoría se preguntarán qué si me emocioné.
Pues obvio que estoy emocionada.
—¿Cuál chico?.—Le preguntó a mi abuela haciéndome la desentendida.
—Con la esperanza de que el único chico que pasa por mis pensamientos sea el mismo.
—Cariño, el hijo de Natalie.—Dice mi abuela .—De hecho ayer te espero toda la tarde con la esperanza de que salieras de tu habitación, y justo hoy también se encuentra en la sala principal.
La información me sorprende, encerio le importaba a ese chico tanto para esperarme toda la tarde en mi casa. ¿No?, mejor no me hago ilusiones, el es mi guía es su deber y responsabilidad.
—Abuela, lamento lo que te hice pasar ayer.—Le digo con sinceridad.— Pero si me disculpas necesito hablar con el chico que está en la sala, en estos momentos.—Le digo con las mejillas sonrojadas.
—Esta bien cariño, te quiero nunca lo olvides.— Me aseguro.
—No podría olvidarlo.— Le digo.
Salgo de la habitación a toda velocidad, camino por los pasillos de esta inmensa mansión. Bajos las escaleras como si mi vida dependiera de eso, literalmente.
Tanto así que tropiezo con Layla. La cuál venía con la la cesta de la ropa sucia. Y como imaginarán todo la ropa se callo de está. Ella se levanta mientras yo sigo en el piso,me extiende la mano y me ayuda a levantarme.
—Lo lamento muchísimo.—Le digo apenada.—Tenía prisa.
Layla no me reprocha, simplemente me mira con cara comprensiva y me regala una sonrisa.
—No te preocupes Galia, fue un accidente.— Me asegura.
Si un accidente ocasionado por las estúpidas emociones que solo Emiliano ocasiona en mí. —Me digo a mi misma.
—Encerio, lo lamento.—Vuelvo a decirle arrepentida.
Así que la ayude a recoger la ropa sucia de las escaleras. Tardamos un poco, pero no importa hay que ser responsables de nuestros actos. Así que después de eso le ofrecí mi ayuda para llevar la cesta a la lavandería.
—Gracias Galia, eres una gran amiga.
—Dice ella.—Aunque me vas a contar,¿por qué tanto apuro?.—Me señala, pidiendo una explicación.
—Si te prometo que te lo cuento luego, pero debo irme.— Le digo casi en súplica.
—Esta bien, nos vemos mejor amiga.
— Dice ella con sinceridad.
Y juró que muy dentro de mí , en una parte muy oculta, mi corazón le sonrió a ese chica peliroja.
—Nos vemos luego mejor amiga.
Salí técnicamente corriendo de la lavandería, pase alrededor de tres pasillos para llegar por fin a la sala principal.
Y ahí estaba.
Emiliano llevaba unos jean blanco y una sudadera roja, con unos zapatos del mismo color. Estaba entretenido en su teléfono pero al parecer nota mi presencia y aparta la vista de su móvil y la centra en mí.
Mis ojos verdes conectan con el marrón de los suyos, y los latidos de mi corazón se descontrolan al instante.
—Galia.—Dice el sorprendido.
—¿Estas bien?.— Es lo primero que pregunta.
Su voz sigue siendo dulce y tierna. Algo que me hace sentir cómoda cerca de su presencia.
—Trato de estarlo.— Le aseguro.
El me mira como tratando de entender el significado de esas palabras. Y me mira con compresión.
—Se qué estarás bien Galia.
Quisiera decirle que si es verdad, pero no pienso mentirme a mi misma y mucho menos a él.
—Yo no estaría tan segura de eso.— Le digo cabizbaja.
Siento pasos acercarse hacia mí y se qué es él. Pero aún así no soy capaz de levantar la cabeza. El está parado en frente pero no lo miro aún.
—Galia, mírame.—Dice Él , levantando con delicadeza mi rostro, para mirarlo directamente.
Mis ojos conectan de nuevo con el intenso marrón de los suyos y siento qué el tiempo se detiene , que no existe nada si no nosotros. Porque el momento se vuelve hiptonico.
—Sabes porque estoy seguro de que serás feliz. Porque eras la chica que me ha demostrado que los valientes también tenemos derecho hacer débiles, y eso no los hace menos humanos. Es todo lo contrario.
—Lo hace seres humanos.— Completó la frase y el asiente.
Me centro en detallar su rostro, ahora que lo tengo cercas logro apreciar que tiene algunas pecas las cuales lo hacen ver mas tierno.
—Exactamente Galia , la diferencia es que tú no eres igual al restos de las personas.— Me asegura y la verdad, sé qué me lo dice con sinceridad.
—Entonces,¿Quién soy?.— Le preguntó porque ni yo misma sabía la respuesta de aquella pregunta.
El me sonríe y me mirá con ternura.
—Tú eres la chica con mil problemas en su corazón, pero con la fortaleza de solucionar cada uno de ellos. — Lo dice con sinceridad concentrandose en mis ojos verdes.
—Como estás tan seguro de todo lo que dices.—Le pregunto dudosa.
— Galia tu eres ese caos de emociones que nadie quiere cerca. Pero que te aseguro que yo no puedo soportar tener lejos.
Y sólo esas palabras bastaron para hacerme sentir un huracán de emociones. Mi corazón latía sin parar y éso solo me pasaba cuando estaba con él.
Pero luego mi parte insegura, salió a flote. Porque en mi vida siempre he tenido más inseguridad que seguridad.
—Solo lo dices porque eres mi guía y es tu deber.— Le digo con tristeza.
Lo miro a sus ojos y se que mis palabras no fueron la que esperaba. Y que de cierta manera lo lastime con ellas.
— Es mi deber guiarte en la preparatoria y prevenir que nada te pasé Galia.— Más no es mi deber preocuparme por tu bienestar y mírame estoy aquí preocupados desde ayer, en tu casa que sé encuentra muy lejos de nuestra preparatoria.
—Entonces esto lo haces porque te preocupas por mi o lo haces de corazón.— Vuelvo a pregúntarle.
—Simplemente lo hago porque se trata de tí.— Me asegura.
Los dos nos quedamos en silencio.
Esa respuesta no me la esperaba, pero sinceramente me encantó y me conformó con ese hecho.
— Por cierto gracias por lo que hiciste por mí en la preparatoria.— Le digo con sinceridad.— De verdad que sí no me hubieras ayudado a superar ese ataque de pánico no estaría en este momento aquí.
—No me agradezcas.— Me dice con honestidad.— Lo haría mil veces más.
—Pero Yo quiero agradecertelo.
—Entonces, fué un placer chica que casi me mata.— Me dice con un sonrisa genuina y juró que en ese momento mi mundo se detuvo.
Porque esa sonrisa tenía que ser tan hermosa. Era la sonrisa que quería presenciar por el resto de mi vida, eso lo tenía más que seguro.
—Oye si quieres puedo pasarte un vídeo, riéndome.— Dice él con una sonrisa arrogante y yo lo miró con cara asesina.
Pero luego la reemplazo con cara de vergüenza, me acaba de pillar.
Mis mejillas deben estar rojizas.
—No gracias, en mi galería sólo hay cosas importantes.— Le aseguro.
Y el muy engreído se ríe a carcajadas y obviamente me quedó como una boba viéndolo reír.
Entonces el me mira y saca su teléfono del bolsillo del pantalón. Yo lo miro con el ceño fruncido.
Y sin darme cuenta me toma una foto.
—Borra esa foto ahora mismo, Emiliano.—Lo amenazó.
—¿Y si no lo hago?.—Me reta, desafiandome.
Bueno al parecer no soy muy buena con las amenazas.
—Si no lo haces, te denuncio por acoso.— Y él vuelve a reír a carcajadas.
—Por Dios Galia es una foto, no un álbum.— Dice dramáticamente.
Lo sabía perfectamente, pero no quería que el tuviera una foto mía en su teléfono. Y más cuando ni yo misma apreciaba mi propio reflejo.
—Lo sé, solo que no quiero que veas un espanto cada vez que entras a galería.—Le digo, en voz bajita para que no me escuchara del todo.
El me da un abrazo, que me hace sentir mil emociones en milésimas de segundos. Aveces me preguntó cómo esto que siento es tan complicado y al mismo tiempo tan hermoso .
—Galia, no dudes ni un segundo de tu belleza. Porque créeme que desde el primer día en que te ví, yo me perdí en ella.
Levanto la vista lo miro a esos ojos que me hacen sentir segura y por ese pequeño momento. Me olvidó de que estamos en la casa de mi abuela, me olvidó de que existe un mundo allá fuera y solo me concentró en apreciar aquello hermoso que estábamos creando el y yo.
— ¿Sabes?, Nunca imaginé que una persona me dirías las más bellas palabras en menos de una tarde.
—Le confieso.
—Yo tampoco sabía que podía hacerlo.—Me confiesa, mientras me acaricia mi corto cabello rubio.—Pero no me arrepiento de haberlo hecho y mucho menos quiero detenerme.
—Vas a borrar la foto.— Le digo, haber si lo hago cambiar de opinión.
El deshace el abrazo y siento que una pequeña parte de mi también se rompió con éste.
—Eres buenas arruinando, los hermosos momentos,¿Sabías?.—Dice con sarcasmo.
—Nada puede ser perfecto.— Le digo.
—Lo sé, pero aquel momento no era perfecto ni imperfecto, sino especial.
— ¿Especial?.— Inquiero dudosa.
—Galia, no importa si un momento es perfecto o imperfecto. Lo importante es apreciar lo especial que puede llegar hacer esté y más si es compartido con personas que son especiales.
Siempre he dicho que Emiliano es muy sabío para la edad que tiene y no duda en demostrarlo.
—Ahora lo entiendo perfectamente.
—Le aseguro y el me sonríe.
—Bueno chica que casi me mata, lamento ser el qué tenga que arruinar el momento ahora, pero debo irme.—Dice el con una sonrisa triste.
Y esas palabras tuvieron un gran peso porque de verdad no quería que se fuera. Pero también sabía que debía hacerlo.
—No te preocupes, lo entiendo.— Y el me regaló una media sonrisa.
Los dos salimos de la sala principal, atravesamos algunos pasillo para luego dirigirnos a la salida de la mansión.
Él se voltea y me regala una sonrisa genuina. La cuál me hace sentir millones de emociones.
—Nos vemos mañana en la preparatoria.—Chica boba.
—Hasta luego, chico engreído.—Le digo con amabilidad.
Lo que ocasiona que él se ría a carcajadas.Para luego darse la vuelta y marcharse. Lo vi alejarse más y más hasta que mi vista ya no pudo verlo.
Y en ese momento supe que lo especial de la vida no simplemente pueden ser momentos inolvidables.
Sino también personas.
Porque aquel chico engreído, de ojos marrones. Hiso que por primera vez en la vida apreciada cada bello momento.
Porque a su lado todo era mejor.
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Nota de la autora: Hola mis queridos lectores, lamento la tardanza pero es que tenía un bloqueo escritor horrible. .
Pero como dicen por hay.
"Lo bueno Se hace esperar".
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