𝗖𝗮𝗽𝗶𝘁𝘂𝗹𝗼#20.
"La valentía no se mide por la ausencia de temor, sino por el miedo superado".
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Inglaterra, California./ 08 de Enero.
𝐆𝐚𝐥𝐢𝐚 𝐑𝐨𝐨𝐬.
4 años antes.
—La custodia completa de Galia Roos, quedará bajo la responsabilidad de...
Cuando el juez pronunció aquellas palabras.Todas las personas en aquella habitación estaban expectantes a la decisión final.
Mis progenitores tenían meses peleando por mi potestad .Y ahora solo me encontraba a una sílaba de saber quién será el responsable de mi bienestar, por completo.
— La señora Evangeline Miller.—Asevero el jurado como decisión final.
Al escuchar el golpe del maso. Todo lo que sucedía alrededor de la sala lo veía en cámara lenta. Sentía las lágrimas resbalar por mi rostro. Mientras miraba a mi papá a la distancia.
Sus ojos cristalinos conectaron con los míos. Y con una agilidad atravesó la multitud para envolverme en sus brazos haciendome sentir protegida.
—Perdon por haberte fallado.
Lo mire con compresión, sin sentir ningún tipo de rabia.¡Quizás perdió el juicio, pero también sé esforzó por ganarlo!.
¿Cómo molestarme con alguien que lucho hasta al final?. Simplemente no era capaz de hacerlo.
—No es tu culpa.—Le aseguro.— Hiciste lo imposible, y lastimosamente no funcionó.
Él me mira con tristeza para luego con delicadeza agarrar mis dos manos.
—Te prometo que te visitaré.—Me dice con una sonrisa cálida.
Lo miro un poco dudosa mientras estaba pendiente de que nadie escuchará nuestra conversación.
—Ella no te dejará.—Le dije desanimada.
—Pero al menos lo intentaremos.—Dice con sinceridad.—Confias en tu papá estrellita.
Mi pequeña sonrisa se dibujo por mi rostro. Mientras asentía en respuesta.
—Siempre.—Le digo entusiasmada.
En ese momento el sonido de unas fuertes pisadas se escucharon. Y cuando desvíe mi mirada a las escaleras. Mi sonrisa desapareció.
Mí madre se encontraba en el último escalón. Luciendo un vestido negro, tacones blancos , y unos aretes dorados en forma de una flor. Su cabello negro lo llevaba suelto. Y en la distancia nos miraba con mala cara para luego encaminarse a nuestra dirección.
—Es un justo verte Brandon.—Comentó mordaz.
—Lamento no poder decir lo mismo.—Dijo mi padre con desdén.—Aun no comprendo como ganaste cuando eres la menos apropiada para tener a mi hija.
Ella se rió cínicamente con esa elegancia que la caracterizaba. Y luego lo miró con superioridad.
—Te recuerdo es nuestra hija.—Dice furiosa.—Ademas cariño no hay nada que mis atributos no puedan conseguir.—Le aseguro para luego guiñarle un ojo.
Mi padre apretaba los puños a sus costado tratando de contener la impotencia que contenía.
—Manipulaste al juez.—Digo señalandola.— Cuál es tu plan Evangeline.—Le pregunto ya perdiendo su paciencia.
Mi madre fingió inocencia para luego mirarlo con autoridad.
—Ninguno.—Dijo con voz firme.—Solo alejarte de lo que más ama.
Y sólo eso bastó para ver cómo los ojos de papá se oscurencian.
—Te aseguro que la tendré muy pronto conmigo.
—Le deseó mucha suerte con eso.—Le dijo con ironía. Para luego mirarme fijamente.—Y tu mocosa vienes conmigo.
Mi mamá se adelantó y antes de seguir sus pasos. Mire los ojos de mi padre ,pidiéndole internamente que me salvará de está situación.
Y luego con mucho autocontrol, sin mirar atrás, seguí a la persona que menos me agradaba en el mundo. Cuando salí de aquel lugar la brisa del exterior desordenaba mi largo cabello.
—Cariño—Escuche el llamado de mi abuela. Y sin contenerme corrí hacia donde estaba.—Perdimos cielito.
Las lágrimas corrieron mientras asumía esa tan devastadora noticia. Tanto que nos esforzamos por ganar y habíamos perdido de la peor manera.
—Lo sé, abuelita.—Dije con tristeza.—No puedo soportar vivir con ella.
Su mirada me miró con compresión. Y luego con sutileza acaricio mis mejillas.
—Recuerda que tú eres una estrella y dónde vayas siempre alumbradas.—Me confesó.— Solo soportar la oscuridad mientras intento librarte.
La miré a sus ojos azules y sonreí ampliamente. Porque confiaba tanto en su palabra que estaba muy seguro que en verdad me salvaría.
—Galia , debemos irnos.— Sentenció mi madre.
Yo le di un último abrazo a mi abuela. Para luego murmurarle: "Confío en tí".
Seguí los pasos de mi progenitora hasta el estacionamiento donde ingresamos al Bentley que tenía como vehículo. Y cuando el motor rugió alejándonos cada vez más del lugar. Asumí que toda mi vida ya no sería igual.
California nunca fué agradable antes mis ojos. Simplemente me parecía un lugar lejano de lo que en verdad me hacía feliz.
Las carreteras se hacían interminables. Mientras miraba por la ventana las diversas personas, o los carros que se encontraban en la autopista.
Entramos a la ciudad pero al ver que él carro no se detuvo. Estaba conciente que hiba a vivir más lejos de lo qué pensaba. Hasta que una media hora después llegamos a un lugar muy alejado de la población. Nos detuvimos en una pequeña casa pintando en rosado pálido, su fachada no era las más moderna pero al menos no parecía una casa de terror.
Baje del carro y visualice que no teníamos vecinos, y las carreteras eran solitarias.Ésto técnicamente estaba abandonado.
Podrías cometer el climen perfecto. Sin miedo hacer descubierto. Y no era una broma.
Llevaba tres maletas como equipaje pero no podía cargarlas todas. Así que decidí ingresar a la casa simplemente con una maleta en mano. El lugar tenía cierto aspecto espeluznante. Las paredes estaban pintadas de un tona amarillento. Y el lugar no me hacía sentir segura.
—Te recuerdo que para estar aquí. Cumplirás algunas reglas.—Me informó para luego caminar hacia el pasillo con sus tacones altos.—¿Qué estás esperando?.—Preguntó molesta.
En ese momento comprendí que debía seguirla. Así que con pasos apresurados me encamine hacia el pasillo que dividía la sala con los dormitorios. Las dos principales habitaciones estaban a simple vista.
Al menos solo éramos nosostras. Sonreí genuinamente mirando el lugar por completo. Hasta que sentí las mirada penetrante de alguien sobre mí espalda.
Cuando me voltee mi cuerpo tembló. Estaba un hombre de aproximadamente treinta años. Su cabello negro combinaba con el de mi madre. Y sus ojos solo transmitían maldad. Mi progenitora sonrió tan ampliamente que incluso pensé que estaba alucinando.
—Hija te presento a Adrián.—Dijo de manera alegré para luego agregar.—Mi pareja.
En ese momento sentí qué un balde de agua fría cayó sobre mi cuerpo. Su pareja acaso ésto era un chiste, porque no tenía nada de divertido. Los miré a los dos aún anotada por la situación.
—El vivirá con nosotras.—Pregunté con temor de que eso los ofendiera a ambos.
—Acaso no entendiste.—Dijo ella frustrada.Para luego mirarme con seriedad señalandome.—Espero que lo respetes porque te aseguro que a la primera falta de respeto hacia su persona. Te echo a la calle.—Me amenazó.
No deberían dolerme sus palabras porque a la final siempre me ha dejado claro que no le importó .
Pero me dolían demasiado.
Es los libros las madres cuidan a sus hijos como si fueran un tesoro muy valioso. Pero en la realidad, aveces las madres no desarrollan ese amor sobreprotector. Y supongo que mi madre nunca lo desarrollo.
—No te preocupes.—Le aseguré mientras contenía las lágrimas.—Respetaré siempre y cuando me respeten también.
Sus ojos grises me miraban fijamente, Y yo también la desafíe con la mirada.
No lo tenía miedo, y jamás le tendría.
—Bien.—Comento tajante.—Vete a tu habitación .—Ordeno para luego señalar la última habitación que se encontraba en el pasillo.
Les dí la espalda y con una confianza que ni yo misma sabía que tenía. Camine por el extenso corredor hasta llegar a la puerta de mi respectiva recamara. Al sostener el pomo y girarlo visualice la habitación, sus paredes eran de un verde claro, algunas paredes estaban deterioradas y no me sorprendía. Había un pequeño armario de madera con detalles florales.
Cuando ingresé me sentía extraña al no estar en mi verdadero hogar. La cama estaba cubierta de sabanas blancas. Camine un poco y encontré la puerta del baño. En el cuál se encontraban cosas de aseo personal. Así como también un pequeño lavamanos y una regadera.
Después de haber organizado algunas cosas. Decidí ducharme, por lo cual me despeje la ropa para ingresar a la ducha. El agua resbalaba por todo mi cuerpo, llevándose la suciedad con ella. Pase el jabón por mi delicada piel, y después de unos segundos deje caer el agua nuevamente.
Me envolví en una toalla para poder salir del baño. Luego camine al armario donde elegí una falda de color rosado, y una camisa blanca que mostraba un poco mi plano abdomen, y llevaba plasmada la imágen de un hermoso prismas reflejando los colores del arcoiris. Recogí mi largo cabello rubio en una coleta, el cuál ya llegaba a la mitad de mis glúteos.
Me fascinaba lo largo que estaba. Ya me sentía Rapunzel apesar de faltarme mucho para serlo. Al verme en el espejo, me sentía tan confiada.
Me amaba tanto que nunca había tenido inseguridades.
Escuché toques en la puerta de mi habitación. Un poco confundida la abrí para encontrarme a Adrián del otro lado.
Su mirada inmediatamente me visualizo de pies a cabeza de manera tan intensa que quemaba mi atuendo con esos ojos.
Carraspee incómoda, mientras sentía como un escalofrío recorría mi columna vertebral.
—Traje el resto de tu equipaje.—Menciono.—Donde quieres que lo dejé.
Tenerlo en mi habitación no me agradaba. Porque cada vez que estaba cerca de su persona,una pequeña vocesita en mi cabeza me susurraba: "Estas en peligro".
Y por alguna extraña razón en su mirada presentía solo eso "MALDAD".
—Puedes dejarla en la puerta. Yo me encargaré de lo demás.— Aseguré y el asintió.
Cuando se marchó, pude sentirme nuevamente a salvó. Logré posicionar las maletas al lado de la cama. No desempaqué mis pertenencias porque aún tenía la pequeña esperanza de que volvería con la abuela y papá.
La noche cayó pero no me apetecía comer nada. Simplemente cambie mi atuendo por unos shorts cortos y una camisa de tirá.
Me recosté en la cama, pero no coincibia el sueño. Mire el techo por horas creyendo que en algún momento me quedaría dormida pero nunca sucedió.
En medio de la oscuridad de mi habitación. Sentí la mirada de una persona viéndome a lo lejos. Me levanté y encendí la lámpara que se encontraba en la mesita de noche.
Camine a la ventana y rodé un poco las cortinas para ver hacia la calle. Pero todo estaba sólo, y esa sensación de ser observada no desaparecía.
Con un poco de temor cerré las cortinas, apegue la lámpara. Me acosté en la cama arropandome de pies a cabeza. Y esa noche por más que intente dormir , no fuí capaz de hacerlo.
"Porque aquella sensación de que algo se acercaba no desaparecía, como si un depredador hambriento estuviera acechando cada movimiento en busca de una oportunidad."
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¿Algunas ves te has sentido observada?
Nunca pasó esa pregunta por mi mente. Hasta que todos los pasos que daba me hacían sentir perseguida por otros.
Y quizás estaba exagerando un poco.
O talvez no...
Pero a dónde fuera.
A dónde estuviera.
Me observaban.
Y la pequeña vocesita en mi cabeza me susurraba a cada segundo: "Ponte a salvó", "corre lejos"," estás en peligro".
Pero como encontrar la oscuridad.
Cuando está en todas partes.
Los cazadores no llevan un letrero que advierta sobre sus intenciones predatorias. En cambio, su manto atrayente cubre sus garras y agudos dientes, atravesando la mente de sus presas para hacer que desciendan sin ser conscientes del peligro que representan.
¿Y saben porque?.
Los cazadores son expertos en ocultar su verdadera naturaleza. Vestidos con la máscara de una presa inofensiva, se infiltran en la seguridad de las presas, esperando pacientemente y acechando el momento perfecto para revelar sus verdaderos colmillos y atacar sin miedo a matar.
Cerré el cuaderno donde había escrito aquellos pensamientos. Las semanas habían pasado tan rápido y aquella sensación de ser vigilada nunca se esfumó. Y sólo deseaba el preciado momento en el que papá y abuela me salvarán.
Salí de mi habitación y me encamine al pasillo. Agarré una taza de café con la intención de encerrarme nuevamente en la recámara a estudiar. Pero antes de lograrlo mi madre me lo impidió.
—Necesito hablar contigo.—Dice con seriedad.— Vamos al comedor.
Un poco confundida la seguí. Sin entender muy bien que cosa tan importante necesitaba decirme.
Al llegar a la mesa del comedor mi mirada se centro en la carpeta marrón que se encontraba encima de está.
Un poco desconfiada me senté. Esperando pacientemente que hablara conmigo.
—Abre la carpeta.—Me autorizó.
La agarre entre mis manos con confusión. Y al leer su contenido quedé aún más anotada porque no podía creer lo que estaba leyendo.
—¿Qué es ésto?.—Le pregunté aún creyendo que era una broma.
—No me digas que no sabes leer.—Dice con frustración.—Es un permiso para que trabajes.
Eso fue lo único que necesite para saber que no estaba bromeando. Mi propia madre me estaba mandando a buscar un empleo.
Mis ojos se cristalizaron pero me negaba a derramar una lágrima en su presencia.
—¿Que quieres que lo firme?.—Pregunté tratando de no derrumbarme.
Su mirada inexpresiva me dió a entender que no le importaba en lo absoluto lo que pasará conmigo. Solo le interesa ella misma, y eso nunca iba a cambiar.
—Tienes tres semanas para conseguir un buen empleo. Porque sino tendrás que dormir en el calle.—Me amenazó.
Sonreí con superioridad mientras la miraba a sus ojos grises.
—No puedes echarme a la calle porque te recuerdo que eres la primera responsable en darme un techo.— Le dije molesta.
Aquel comentario la enfureció tanto que lo siguiente que recibí. Fué una sonora cachetada qué dejo la piel de mi cara ardiendo. Y el impacto me dejó en el piso.
Me levanté sintiendo el dolor en mi mejilla. No llore, no hice nada, sólo la miré con despreció. Para luego firmar los documentos.
Subí a la recamara me cambié por algo más formal. Agarré diversos papeles cómo: Currículum, copias, mi identificación, entre otros.
Y salí de casa para buscar un trabajo decente.
Viaje técnicamente por toda la ciudad. Pero nadie me aceptaba por tener catorce años. Seguí buscando en otros lugares como bares y discotecas pero recibía la misma respuesta, "Te llamaremos"
Cuando llegó el anochecer caminaba por las calles desiertas de California. Mis ánimos estaban por los suelos, y fué aún peor cuando sentí las gotas de lluvia empapar mi atuendo.
Corrí bajo un pequeño techo de un negocio abandonado. Y no tuve más opción que esperar que secera la tormenta.
—Estas desanimada.—Dijo una voz a mis espaldas.
Al girarme encontré a un señor mayor con algunas canas en su cabello, usaba lentes, y tenía un bastón que lo ayudaba a caminar.
Le sonríe pero la sonrisa no llego Ami rostro. Y el lo notó.
—Los ojos son el espejo del alma. Aunque se intente camuflajear la tristeza, el rostro puede no revelarlo, pero los ojos tienen una revelación inconfundible de la pena que yace por debajo de la superficie.—Dice con sinceridad.
En ese momento deje salir todo lo sentía. Porque el dolor me estaba consumiendo.
—Mi vida es un desastres.—Le confesé mientras una lágrima rodaba por mi rostro.— Tengo catorce años y se supone que debería tener una juventud normal. Pero en cambio es todo lo contrario.
»Quiero ser fuerte, pero hay días en los que todo me sobrepasa.
He intentado de todo para encontrar un empleo. Porque es lo que me exigió mi madre. Pero ya no tengo la menor idea de que más hacer»
El me miró con compresión, para luego sonreírme con ternura.
— Estás atrapado en un laberinto, pero no hay que temer. Un laberinto no es un callejón sin salida, sino un enigma que se debe desentrañar.—Me dice sabiamente .—Tu camino podría ser largo y tortuoso, pero cada paso te aleja de donde estás ahora y te acerca más a tu destino.
»Aveces los laberintos que nos ortoga la vida llegan hacer complicados. Pero siempre hay una salida, siempre hay otro ángulo. Así que encuéntralo».
Cuando dijo aquellas palabras todo tuvo otro sentido. Porque no se equivocó al decir que siempre había otro opción. Y quizás no éramos capaces de verla.
—Gracias.—Le dije con sinceridad.
El universo nos mandaba mensajes incluso con personas desconocidas. Aunque no todos estábamos dispuestos a recibirlos.
La tormenta se esfumó, me despedí de aquel amable señor. Y salí de aquel lugar mientras observaba la hermosa luna. Camine por diversas calles y encontré una heladería dónde visualice un cartel con la palabra "se buscá una mesera"
Con una sonrisa ingresé al lugar. No había tanta personas debido a lo tarde
que era, pero aún así tenía un ambiente muy acogedor. Me dirigí al mostrador dónde una chica rubia aproximadamente de mi edad me regaló la mejor de las sonrisas.
—Hola, Soy Valery Morys.—Se presentó amablemente.—En que puedo ayudarte.
—Eh... Soy Galia,vine por el anuncio de trabajo.—Le dije refiriéndome al cartel de la puerta.
Ella me miró con ese brillo de emoción en sus ojos. Cómo si no pudiera creer lo que estaba escuchando.
—Eso es increíble.—Chillo emocionada.—Estas contratada.
La miré anotada sin entender absolutamente nada. Ésto tenía que ser un sueño porque no podía creer que después de haber buscado tanto, lo había conseguido tan rápido.
—Espera eres la dueña.—Pregunté confundida. Y ella se rió a carcajadas.
—Mis padres lo son.—Dijo con simpleza.—Pero algo me dice que no eres una mala persona.
Yo la miré con aprecio mientras le sonreía.
—Gracias por darme la oportunidad.—Le aseguré.— Sólo necesitaré un horario un poco flexible debido a mis estudios.
—No te preocupes tendremos el mismos horario laboral.—Aseveró.—Puedes comenzar mañana, Galia.
—Estas segura que no tendrás problemas con tus padres.—Inquiero dudosa.
—Ellos les encantará tenerte.—Digo segura.—Disculpame, pero debo atender a los demás clientes. Nos vemos mañana, Galia.
—Hasta mañana,Valery.
Al salir de aquel lugar pude sentir que todos mis problemas aún tenían solución. Y estaba tan feliz por ese ello.
Subí a un autobús que rápidamente me dejó lo más cercano a la casa. Le pagué al conductor y baje para luego sumergirme a caminar en la oscuridad de aquellas calles. Las estrellas junto a la luna eran lo único que me acompañaba.
Cuando llegue a la entrada de la casa. Volví a sentir esa sensación de peligro en mi cuerpo. Ingresé y todo estaba completamente oscuro. Alumbre un poco con el celular hasta que llegue a la habitación.
Ya cansada me quite la ropa. Para luego ducharme lo más apresurara posible. Me coloque una camisa de tirá y un shorts cortos.
Me recoste en la cama y poco a poco sentí mis párpados cerrarse. Dejándome sumidas en un sueño profundo.
Esa noche en la madrugada por primera vez, percibí aquel tocó que quemaba, sentían aquellas manos que recorrían mi cuerpo. Y esas sutiles caricias que solo me inquietaban.
Me levanté preguntándome qué pasaba. Intente usar mis manos pero estaban estadas. Entonces las lágrimas comenzaron a deslizarse por mis mejillas.
Temblaba del pánico, mientras gritaba una y otra vez, "¿Quien está hay?".
Entonces de la nada en medio de la oscuridad, con aquellos ojos negros como la noche. Su sonrisa maliciosa se dibujo.
—Te destruiré de la peor manera, que no dejaré nada bueno en tí.—Me aseguro mirándome fijamente.
Mi vista estaba inundada de lágrimas, y estaba asustada como nunca lo había estado. Pero aún así en medio del temor fuí capaz de preguntar.
—¿Porque haces ésto, Adrián?.—Dije en sollozos.
Me agarró del cuello con fuerza para acercarme más a su rostro. Mientras sus oscuros ojos me penetraban el alma.
—Porque nadie podrá librarte de mis garras.
"Después de aquella noche terrible, la alegre niña rubia fue reemplazada por una chiquilla triste y perdida en la oscuridad. Ese sería el comienzo de una larga etapa de tortura y dolor, en la cual la fragilidad de su espíritu sería destrozada hasta convertirse en una estrella sin brillo, negra e inmutable."
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Dos meses después
¿Alguna vez has sufrido en las guerras de un depredador?
Después de aquella noche del 29 de enero.
Todo había cambiado en mi ser.
Ya no sentía alegría.
Mi ropa era cara vez más ancha.
Y cara vez que me miraba al espejo detestaba ver mi cuerpo.
Algunas personas me miraban tratando de entender como una chica tan alegre llegó a caer en la oscuridad.
Sin embargo, que hiban a saber los demás sobre como me sentía.
Sí, nadie estaba al tanto de nada.
Nadie sabe lo que sufro cada noche.
Nadie sabe el asco que siento cuando el me toca.
Nadie sabe que estoy siendo abusada sexualmente por Adrián.
Me paraliza el terror de lo que podría hacerme, de lo que ya ha hecho y no he contado. Su sombra me acecha y crece dentro de mi mente, corro del miedo y aún me persigue. ¿Cómo lidiar con un temor tan inmenso que me golpea en la mente como un relámpago?.
Vuelvo a escribir otro pensamiento en mi cuaderno de notas. Mientras las lágrimas caían con liberación por mi cara. Lo guardé en la mesita de noche junto a mi cama.
Y entonces el teléfono vibro indicando la llegada de un mensaje. Cuando lo revisé trate de sonreír pero ya no había alegría.
Todo se había esfumado.
Padre:
Descansa estrellita.
Mañana regresarás a casa.
Debería estar feliz porque era lo que tanto había esperado. Mi padre había encontrado las pruebas necesaria para recuperar mi custodia.
Pero solo sentía dolor.
No tenía la menor idea de que sucedía en mi cabeza. Sólo sabía que me estaba matando.
Yo:
Eso es increíble.
Descansa :).
Papá:
¿Estás bien?.
No lo estaba y jamás podría estarlo. Yo estaba rota y los pedazos nunca volverían a repararse.
Yo:
Estoy bien.
Apague el teléfono y luego me recoste en la cama. Mientras volvía otra vez a llorar hasta que mis ojos se cerrarán. Solo que no quería que eso sucediera.
Aunque de igual manera el sueño me ganaba.
Y cómo todas las noches aquel tacto me despertaba. Las manos otra vez amarrada, seguidamente de las lágrimas que derramaba.
Aunque gritará nadie lograría escucharme. Y mi madre tomaba pastilla para dormir por eso nunca se había despertado cuando gritaba por ayuda.
Entonces no tenía otra alternativa que soportar qué tocara todas las partes íntimas de mi cuerpo. Mientras yo sentía como me consumía el dolor.
—BASTA... POR FAVOR, BASTA.—Le suplique en sollozós. Mientras lloraba con desesperación.
Las súplicas no lo detenían, no cambiaba nada. Pero aún así no paraba de suplicarle que dejara de lastimarme.
Ya no aguantaba el dolor.
Entonces a diferencias de todas las noches anteriores. Esa noche su maldad estaba desatada y lo demostró de la peor manera.
Me quitó la ropa bruscamente mientras me dejaba completamente desnuda. En ese momento otra persona a lo mejor hubiera luchado, se hubiera inquietado, o hecho cualquier cosa. Yo simplemente me quede estática, no podía moverme ni un poquito.
Entonces él sacó a su miembro de sus boxes y lo pasó por toda la delicada piel de mi cuerpo. El acto en sí mismo, era asqueroso y repugnante. Las lágrimas inundando mi visión, el se colocó en la entrada de mi entrepierna y la introdujo en el interior.
—DEJAME ... ALÉJATE.— Grité con dolor .
Mi madre entro en ese segundo al cuarto. Sentí que por fin me salvaría alguien después de tantas noches de tortura.
Pero me equivoqué por completo. Ella solamente le sonrió a su pareja como si fuera la persona más buena del mundo.
—Sueltala.—Le dijo con una sonrisa cínica.— Ya la destruiste.
Solo esas palabras bastaron para que las piezas del rompecabezas encajaran por conveniencia. Mi propia madre había planeado todo estó, por una ridícula venganza.
La única persona que debía protegerme fué la primera en apuntarme con un arma.Ella salió de mi habitación mientras Adrián cortó la soga dejando mis manos libres.
Ambos se fueron.
Y yo me desgarraba del dolor.
Me levanté sintiéndome frágil.
Entonces me coloque los pantalones más ancho que conseguí, y la camisa más grande que tenía.
Cuando aquellos ojos grises se cruzaron en mi campo de visión en la sala solo la miré con despreció.
—Algunas vez te hice algo para que me hicieras todo estó.—Le pregunté entre lágrimas.
—No hiciste nada, a excepción de existir.—Digo sin remordimiento alguno.
Ya no había nada por decir todo hacia quedado claro. Entonces sin importarme la hora abrí la puerta y me salí de aquella casa.
Un segundo más hay... Me desarmaba.
La fuerte lluvia que caía empapaba la ropa. El frío se colocaba por cada parte de mi cuerpo. Pero no sentía nada, estaba tan desorientada que no era capaz de encontrar un rumbo.
Me senté en un costado de la carretera. Mirando hacia al vacío,mi rostro y respiración estaban agitados.
Las manos me temblaban por el insoportable frío de la noche.
Pero no reaccionaba.
Nunca había experimentado algo de esa forma. Era como estar en presencia pero al mismo tiempo perdido en tu cabeza, divagando.
—Señorita, se encuentra bien.—Pregunto una dulce voz femenina.
Pero yo seguía perdida en algún lugar remotomo de mi mente.
—Chicos ayúdenme.
No supe que sucedió las siguientes horas. Pero lo único qué sé, fue que desperté en un departamento de policía. Donde me informaron que había Sido encontrada por cuatro personas.
Me ingresaron a una sala de interrogatorio. Dónde comenzaron a hacerme miles de preguntas.
¿Dónde vives?.
¿Qué hacías a altas horas en la calle?.
¿Cuántos años tienes?.
¿Tienes algún problema en casa?.
Respondí cada una de las preguntas a excepción de la última. Antes de poder responder mis ojos se cristalizaron inmediatamente.
Entonces me llene de valor y con mucho miedo le confesé mi dolor.
—He Sido violara.— Dije apartando la mirada.
La policía rápidamente anotó el caso en la computadora. Mientras me miraba con empatía.
—¿Quien lo hizo, Galia?.—Pregunto pero yo no era capaz de artícular una palabra.—Tienes que decirme quién es el causante.
Respiré y exhale con tranquilidad.
Para darme un poco de calma.
—Mi padrastro.—Dije finalmente.—Adrian Waverley , sú cómplice fué mi madre.
La oficial inmediatamente comenzó un procedimiento. Llamó a mi padre, él cuál llegó en un par de horas.
Cada caso nuevo que llegaba a la comisaría me hacía sentir peor de lo que ya estaba. Mi cuerpo temblaba del pánico y no comprendía que me secedia.
—Galia, necesito que vengas conmigo.—Digo la misma oficial qué me atendió.
Al entrar a la sala de interrogatorio nuevamente. Me senté y ella comenzó a explicarme todo.
—Tu padre firmó la autorización para hacerte la prueba que compruebe el acto de violación.—Me informó.—¿Estás dispuesta a realizarla hoy mismo por voluntad propia?.
Lo pensé por algunos momentos hasta que asentí en repuesta, tímidamente.
Salimos de aquella sala para juntas ingresar a una patrulla de policía. Al entrar, me coloque el cinturón y miré por la ventana durante todo el viaje, hasta que llegamos al hospital.
Un especialista en estos casos me atendió. El chequeó mi entrepierna tan rápido que me sorprendí. Luego de aquel incómodo momento. Me asignaron para hacerme otra prueba pero esta vez una psicológica.
Entre al consultorio ella simplemente me observo mientras me encontraba sentada temblando del miedo. No me hizo preguntas, solamente me miró.
Acaso con la mirada sabía cómo me sentía. En realidad no entendí esa prueba.
Cuando regresamos a la comisaría. Unos oficiales llevaban a Adrián esposado hacia la sala de interrogación, junto a mi madre quién me miró con furia. Mire hacia la sala de espera y cuando mis ojos conectaron con unos ojos característicos a los míos.
Solamente corrí como la frágil niña que era a sus brazos.
—Todo estará bien.—Me aseguro mientras lloraba.—Te prometo que nadie más te hará daño.
Entonces lloré en los brazos de mi padre mientras lo abrazaba tan fuerte como si temiera perderlo. Todo pasaba tan rápido, y el temblor en mi cuerpo no desaparecía.
Estaba completamenta asustada.
La oficial qué hace poco me enteré que se llamaba Elena, me solicitó en la sala de interrogatorio junto a mi padre. Ingresamos en aquel lugar que había visto tantas veces en ese día. Estabas algunos papeles en cima y el miedo todavía permanecía en mi sistema.
—Señor Brandon Roos, y señorita Galia lamentos infórmale que tenemos malas noticias.—Dice con honestidad.—Las pruebas realizadas comprobaron que no hubo ninguna violación. Y la psicóloga aseguro que no tienes ningún trauma psicológico.
Aquellas palabras me destrozaron. No podía ser verdad. El me quitó todo la alegría, las ganas de vivir, creo inseguridades imposibles de vencer.
Me dejó rota y con grietas.
—No pueden estar diciéndome ésto.—Le digo con lágrimas.—Me tocó, hizo conmigo todo lo que mejor le parecía, como puede decirme que no hubo acto de violación.—Preguntó incredula.
Su mirada me observaba con lastima y como destetaba que me mirada de esa manera.
—Galia, no hubo penetración.—Dijo aquellas palabras con un tono sutil.—Tú denuncia fué por violación pero al no haber penetración se comprueba que no existió tal abuso.
No... Ésto no era cierto.
—Pero lo intentó.—Dije en sollozós, mientras las lágrimas fluyen libremente.—Intento hacerlo independientemente de que no haya habido penetración.
—Estamos al tanto.— Aseguró.— Hayamos un cuaderno donde anotaste cada una de las noches dónde el te hizo daño. Pero no hay pruebas que lo corroboren.
Acaso perdí....
—Entoncer quedó libre por no haber pruebas.—Mencioné con ironía.—Me encontraron a la 3:00am de la madrugada bajo una tormenta perdida en mis pensamientos sólo por una historia inventada.—Reclame perdiendo la poca estabilidad emocional que tenía.—Crees que todo lo que escribí en ese cuaderno es broma. "No hubo penetración", eso es lo más irracional que he escuchado alguna vez. Y sabes porque oficial... Porque yo no solo fuí violara en cuerpo sino también en alma.
Mi declaración la sorprendió aunque decidió de igual manera interferir.
—Solo puede decirte que no podemos hacer nada. Toda persona es inocente hasta que se demuestre lo contrario.—Dijo de manera profesional.—Y lamentablemente en está ocasión no hay nada que podamos hacer por demostrarlo.
Me levanté decepcionada porque no quería imaginar la cantidad de casos de chicas que sufrieron intentos de abusos sexuales. Y que por no tener prueba, marcas en su piel , o cualquier otro indicio. No hayan tenido justicia.
Caminé hacia la puerta pero antes de salir. Me gire para mirar a la oficial directamente.
—Antes de irme solo quiero que me responda algo.—Le pido pacientemente.
Lo dudo por algunos minutos hasta qué por fin asintió.
—Ella lo defendió.—Le pregunto refiriéndome a mi madre.
Baja la mirada un poco apenada. Y cuando la fija nuevamente en mí, supe que lo que hiba a decirme no era bueno.
—No solo éso...También te acuso de difamación. Corroborando que imaginabas cosas que estaban fuera de la realidad.—Digo finalmente.
—Eso quiere decir que aunque intente denunciarlo por intento de violación...
Mi voz se corta y las lágrimas caen.
—Nadie te creerá.—Digo con empatía, la oficial.—Lo lamento mucho Galia, pero no podrás hacer justicia.
"La vida era un castigo para aquellas almas que buscaban justicia. Y yo, un fragmento de lo que había sido, flotaba en las oscuras aguas de mi tormento, sin saber que debía hundirme o nadar hasta el final."
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Doble actualización ;)
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