6|Su nombre.
6|Su nombre
MAKO
—No sé si fue mi imaginación o él me estaba coqueteando —digo, pensativa.
—De ser así, deberías aprovechar esa gran oportunidad de follarte al vicepresidente de Monarca —responde Sina acercando dos tazas con café humeante a la mesa —. Quizás él logre confiar en ti y te sacará de este espantoso lugar.
La miro con expresión desconcertada.
—Es la idea más descabellada. No lo haría ni, aunque fuera la última alternativa.
Sus orbes oscuros me analizan con curiosidad mientras toma asiento del otro lado de la mesita.
—¿Por qué? Suena a una aventura extrema.
Niego con la cabeza.
—No soy un objeto que se pueda ofrecer —clavo mis ojos en el café —. Y no le haría eso a mi novio, es un buen tipo.
—Espera, ¡¿tienes novio?! —su sonrisa se ensancha e inclina la espalda hacia adelante sobre la mesa —. Vale, pero de todos modos no se va a enterar.
Lanza una risita llevándose la taza cerca de sus labios para soplarlo y beber un sorbo.
—Okeeey, mejor dejemos este raro tema a un lado y hablemos con seriedad. ¿Qué es lo que necesitas de mí?
Ella resopla fingiendo decepción.
—Hubiera sido divertido que jugaras con los sentimientos de Magnum, dejarle en claro que él no tiene poder contra nadie, pero como gustes.
—Las probabilidades de que funcionen serían nulas —comento en un murmullo a lo que ella logra escuchar y eleva una ceja al aire pensando como si lo estuviera considerando. La escudriño enseguida —. No te confundas, no voy a hacerlo.
—Bien, ya me ha quedado claro, Mako.
—¿Y bien?
—Quiero que me saques de aquí si logras encontrar una salida —comenta sujetando su taza —. Llevo unos años encerrada y ya estoy por volverme loca si no vuelvo ver, aunque sea un rayo de sol. Algo que he aprendido siendo estilista y atendiendo al personal casi todos los días, es mantenerme calladita para enterarme de los chismes, entre ellos escuché tu nombre.
—¿Qué escuchaste?
—Que venías del exterior porque Monarca te necesita ya que eres una pieza importante o qué demonios voy a saber. Solo sé que eres tremenda y te tienen en la mira desde hace unos meses, así que te investigué —me cruzo de brazos apoyando mi espalda sobre el respaldo. Sigo atenta a sus palabras —. No veo ninguna amenaza en ti, aparte de tu belleza y esos bonitos ojos con heterocromía.
—Mi padre me ocultó muchas cosas y así es como acabé aquí encerrada.
—Pero, ¿vas a intentar escaparte?
—Si tú no has podido salir de este lugar, dudo que yo lo logre.
—Mierda —se echa para atrás con molestia —. Y yo que tenía esperanzas de largarme.
—¿Tienes familia ahí afuera? —inquiero con curiosidad.
—Sí, pero creen que me mudé a otro país.
—La única familia que me queda esta también está afuera, posiblemente intentado encontrarme —me apresuro a darle un primero sorbo al café, el aroma es embriagador, pero su saber es amargo —. Pero, ¿de qué servirá si Monarca vuelve a ir tras de mí? Lo único que me queda es hacerles creer que estoy de su lado.
—Entonces haz lo que creas necesario para ganarte la confianza de esas personas —sugiere con una sonrisa juguetona —. Al final los tendrás comiendo de la palma de tu mano, principalmente a Magnum que trata de ganarse la aprobación de su padre.
—Sí que sabes mucho.
—Ya te dije —me lanza una mirada coqueta —. Muchos hablan a sus espaldas, todavía no creen que él sea capaz de dirigir esta organización y está desesperado.
—Monarca tiene que desaparecer.
—Suerte intentándolo —chasquea la lengua —. Estas personas tienen mucho dinero y personas bajo su poder, ¿crees que una bomba pueda detenerlos? No mi cielo.
—Pero tengo que intentarlo, al menos cuando tenga en claro que me sucede.
Tomo una bocana de aire tratando de acomodar mis ideas, debo llevarlas a cabo una a la vez o todo se tornará un lío, lo que tengo en claro son las pruebas y sinceramente tengo miedo con lo que vayan a hacer conmigo.
—¿Y cómo es tu novio? —cuestiona tamborileando los dedos en el borde de la mesa —. ¿Es atractivo? ¿Cómo es?
—¿Para qué quieres saber? Ni siquiera te conozco.
—Es que me gusta el chismecito, sobre todo acerca de las parejas —canturrea —. Pueda que no lo parezca, pero los soldados que trabajan para Monarca son muy discretos cuando no están en misiones y he visto una que otra parejita.
—Mejor no quiero saber lo que hacen —le sonrío.
—De lo que te pierdes, nena. La vista es increíble cuando pasas al gimnasio —se abanica con una mano —. Uf, si me gustara hacer ejercicio andaría por ahí ligando para sacar provecho, lástima que no tengo acceso a esa zona.
Frunzo el ceño al instante.
—Espera, ¿no tienes acceso?
—No, he visto que se necesita una tarjeta especial.
—Yo tampoco tengo acceso a esa zona, solo a un gimnasio pequeño. Trato de evitar a los soldados, no se ven simpáticos.
—Es una lástima no tener buenas vistas, lo único que tengo en este cuartito es ese cuadro de la esquina —señala a sus espaldas —. Es aburrido.
—¿A dónde irías si logras salir?
—A la playa —contesta soltando un suspiro —. No soy fanática del sol ni la arena, pero no me vas a negar que la vista al mar es preciosa. Sueño con tener una casa ahí.
Afirmo con la cabeza.
Termino de tomar el café y los pastelitos que asentó poco después en la mesa, Sina tiene buena mano para los postres que me ofrece un par para llevar.
—Si te aburres de estar en tu habitación puedes venir aquí, hace mucho que no hablaba con nadie, solo sé precavida.
—Creo que vendré seguido por los pastelitos.
—Y yo estaré encantada de hacerlos, son mejores que los de la cafetería —plasma una mueca de desagrado.
—No los he probado.
—Y te sugiero que no lo hagas, chica.
Sin nada más que agregar, me despido con un gesto de cabeza y doy media vuelta para salir con cuidado de la estética.
—Si llegas a tener más información, dímelo.
La miro sobre mi hombro.
—Mañana te tendré mucha —me guiña un ojo —. Tengo varios clientes.
—Vale.
🦋🦋🦋
La semana pasa y apenas me doy cuenta con tanto lío en que me he metido con la doctora Nakamura, no ha habido algún resultado en los análisis que indique que es lo que me está sucediendo por lo que todavía no hemos retomado la prueba de los recuerdos.
Y todos los días tengo que sufrir que una aguja atraviese las venas de mis antebrazos.
Justo ahora estoy acostada en una camilla dentro de una máquina de resonancia donde solo llevo una bata encima. Hace frío y los dedos de mis pies lo sienten ocasionando que la corriente suba hasta mi columna vertebral.
Enseguida la máquina emite un pitido y la camilla se mueve hacia afuera dándome a entender que es todo. Dos enfermeras se acercan auxiliándome a sentarme, me hacen un chequeo revisando mis latidos.
Ninguna me informa si todo está en orden. Terminan de hacer su trabajo y se retiran.
—Mako, ya puedes ir a vestirte —se escucha la voz de la doctora Nakamura desde una bocina —. Ha sido todo por esta mañana, luego retomarás tus deberes de la tarde.
No me tomo la molestia de contestar, sé lo que debo hacer por las tardes. Y no es que me alegre la noticia de realizar ejercicio mientras que un grupo de científicos me mira.
Todos abandonan el lugar. Cuando ya no hay nadie, salgo de esa sala llena de máquinas hacia los vestidores, dentro hay varias filas de casilleros pintadas de gris, el sitio está en silencio, por lo que puedo tomarme la libertad de sentarme un momento, sin embargo, antes de poder hacerlo, le echo un vistazo a mi casillero entreabierto, las alarmas me asaltan y apresuro el paso.
—Hijos de... —mi ropa no está dentro.
Cierro de un portazo el casillero hecha una furia. Camino hacia la puerta para ir a mi habitación en busca de otra ropa. Quien sea que me haya escondido el uniforme ha sido una broma de mal gusto.
Pero, empeora en cuento intento empujar la puerta y esta no se abre.
—¿Qué mierda?
Las luces comienzan a titilar convirtiendo los vestidores una imagen digna de una película de terror de esas que no me gustan. Golpeo la puerta varias tratando de llamar la atención de alguien en dado caso que pase, pero no hay ninguna sola.
Por lo que retrocedo rumbo a la puerta contraria donde se fueron las enfermas, al cruzar el umbral, freno es seco al ver un grupo de hombres y mujeres uniformados de color oscuro mirando en mi dirección, mis ojos logran clavarse en el tatuaje que lleva un chico y su acompañante que está a su lado.
Mierda.
Hanssen tiene un tatuaje en el mismo brazo derecho, solo que el de ellos es diferente y sé lo que significa.
Eso quiere decir que estoy en problemas.
—Vaya, miren chicos —comienza a decir la mujer de apariencia juvenil —. Al fin tenemos la dicha de conocer a la novata.
—¿Qué tal novata? —comenta el chico de cabello rubio echándome un repaso de pies a cabeza —. Es justo como imaginaba conocerte. Joder, mi deseo hecho realidad.
—Calma, Steve. Recuerda que ella podría quitarnos nuestro trabajo.
—No se atrevan a dar un paso más.
—¿Qué vas hacernos muñequita? —inquiere la chica —. Dudo que puedas hacer algo con esos bracitos. Somos seis contra uno.
—Ustedes no tienen idea de quién soy.
—La verdad nos importa una mierda que tan importante seas, muñequita, lo que sí me interesa es que no vas a lograr que nos echen de aquí, solo por tus putas habilidades.
—¿Qué?
No sé de qué hablan y tampoco cómo es que por mi culpa podrían echarlos. Los seis soldados son intimidades, uno de ellos tiene una cicatriz en el labio y a otro un parche en un ojo.
Por lo que Hanssen me contó de los soldados es que son asesinos de sangre fría, matan sin piedad siguiendo las órdenes de su jefe al mando. Pero sus ojos no emiten ningún destello azul por lo que no han venido bajo órdenes, lo han hecho por su cuenta y es el doble de angustiante.
No hay salida.
No hay nadie quien pueda escuchar mis gritos de auxilio.
Mi corazón bombea con fuerza al estar muerta del miedo. Doy un paso hacia atrás y luego otro pensando donde podría esconderme. Siento como la garganta se me seca y las palmas de mis manos sudan.
Es inútil y los cabrones lo saben.
—Ve por ella Maxin.
La chica esboza una sonrisa burlesca, comienza a caminar hacia mi dirección. Pego un respingo y huyo hacia la puerta, logra interceptarme abalanzándose sobre mi espalda ocasionando que caiga con brusquedad al suelo y rodemos. Chillo al sentir como su rodilla se clava contra mi estómago.
Logro liberar una de mis manos y hago el esfuerzo por darle un puñetazo justo en la mandíbula, en cuanto eso sucede, la empujo hacia atrás apartándola de encima, el aire me hace falta por lo que cuando tomo una bocanada de aire, las costillas me duelen.
—Maldita perra.
Escupe la sangre en el suelo, comienza a ponerse de pie y hago lo mismo retrocediendo. Esta vez se une el resto siendo espectadores.
—¡¿Qué es lo que quieren?!
Me llevo una mano al estómago, mi respiración se alenta al no poder hacerlo de forma adecuada.
—Dejarte en claro que no eres como nosotros, aunque los científicos crean que sí.
—No intento ser como ustedes, son asesinos, no me convertiría en eso jamás.
Uno de ellos suelta un silbido y niega con la cabeza.
—Tuviste que decir esa palabra para lastimar mi autoestima, primor.
—Basta de charla.
La tal Maxin se abalanza hacia adelante, logro esquivarla y escucho como se impacta contra los casilleros, uno de los soldados me empuja desde la espalda con fuerza regresándome contra ella. La cabeza me palpita de dolor, recibo un puñetazo en el pecho, seguido de una patada que me da en el brazo al girar el torso a tiempo, el cuerpo comienza a mandarme señales que nada va bien.
Cierro los ojos con fuerza reprimiendo las sensaciones de mis cuerpos que duelen muchísimo.
Maxin tiene más masa muscular que yo, me retiene de un brazo y me impacta contra el casillero. El sonido que hace mi cuerpo es seco, caigo al suelo, como puedo trato de ponerme de pie, pero logran tomarme de las piernas y arrastrarme.
Grito con todas mis fuerzas y pataleo, pateo a alguien, no sé quién carajos es, pero chilla de dolor.
Mis ojos comienzan a vidriarse inundada de pavor imaginando las atrocidades que estos asesinos podrían hacerme.
—¿Ahora quien vendrá a salvarte, nena? Tus científicos no están aquí.
—Súbanle la bata.
—¿Qué coño? Vinimos a darle una lección, Steve.
—Y yo a divertirme con esta preciosa.
—Lo dejamos en claro.
—Hagan lo que les pido.
—¡No! —logro decir —. Quita tus manos de encima, maldita sea.
Cierro las piernas ante el forcejeo, siento unas manos tirar del cuello de mi bata, como puedo flexiono una rodilla y reparto golpes a diestra y siniestra. Vuelven a inmovilizarme, jadeo soltando varios quejidos, me dan ganas de vomitar al sentir una mano vagar por mis piernas.
Es tanto el asco y dolor que siento, que por un segundo siento que es todo para mí.
Entonces, formo puños con las palmas de mis manos apretando con fuerza y sucede, una fuerza invisible sale desde el interior de mi cuerpo mandando a volar a los seis soldados en diferentes direcciones, las luces emiten chispas y veo los cuerpos impactarse contra el suelo. Los escucho maldecir y soltar quejidos.
Me apoyo con mis codos contra el suelo reincorporándome quedando sentada, mi respiración se agita con violencia y sorpresivamente, el dolor desaparece y mis sentidos se agudizan. Me pongo de pie escaneando el lugar, los soldados siguen en el suelo posiblemente asimilando lo que ha sucedido.
Me retiro el hilo de sangre que sale de mi boca.
—No vuelvan a acercarse a mí.
—¡Nadie se burla de nosotros! —un tipo grandote trata de interceptarme.
Estiro una mano en su dirección, logro detenerlo antes de estamparse contra mí y lo aviento con violencia contra el techo y lo regreso al suelo. Otra vez mi respiración se agita por el esfuerzo.
—Joder, hay que irnos ya.
Muertos de miedo, algunos logran salir corriendo. Voy detrás de ellos rumbo a la puerta que ha quedado abierta, no doy ni tres pasos cuando pierdo la fuerza y caigo de rodillas como si esa misma fuerza me obligara a detenerme.
Los oídos comienzan a emitir un sonido agudo, siento un líquido caliente resbalarse de mi nariz y la visión se me nubla. Trato de luchar contra el sueño que quiere apoderarse de cada partícula de mi cuerpo, obligo a mi sistema a reaccionar.
El pasillo se torna de color rojo y amarillo. Salgo de mi letargo cuando comienzo a escuchar claramente el sonido de unas alarmas o al menos sigo luchando.
—Aquí estoy —comentan apenas en un murmullo —. Mako, aquí estoy.
—Ayúdame.
—Te sacaré de aquí.
Todo lo veo borroso, no me quedo dormida afortunadamente, pero me siento drogada. Todo me da vueltas mientras que la persona que me ha cargado habla sin poder entender ni una sola oración.
—Ya vamos a llegar, ¿okey? Te prometí que estarías bien y así será.
—¿Dón...de? ¿Adónde...?
—Shhh, shhh, esos golpes te han dejado descolocada, tranquila.
—¿Quién... eres?
—No hagas esfuerzo, Mako.
—¿Quién eres?
Insisto levantando la voz a la vez que giro la cabeza para encontrarme con unos orbes grises.
—¿Ya te olvidaste de mí? Entonces los golpes si son graves.
—Su... suéltame.
—Nunca.
—Di tu nombre.
Le escucho soltar un suspiro.
—Hanssen, soy Hanssen, mi querida mariposa.
🦋 🦋 🦋
La escritora, los lectores y Mako:
👁👄👁
Ahora sí,retomemos donde nos quedamos...
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