I

En la pequeña oscuridad de una cabaña solo se lograba escuchar los ruidos de los grillos que al prestar atención podían reflejarse curiosas melodías...

Entre los decibeles de esos sonidos se sentía cómo los arboles imploraban una noche de juego con los visitantes, todo era música en los alrededores de la cabaña que alquilaba, pero también se contaban secretos.

Una noche, mientras el reflejo de la luna tocaba un lago cercano de mi morada, llegó una joven pareja, esta se mostraba indignada y tuve la sensación que eran dos delincuentes sueltos, afloraba de su enojo los insultos más petulantes que jamás había escuchado.

Con el frío que asechaba, más las súplicas de reconciliación, fundieron sus cuerpos entre los arbustos que eran los espectadores de tal evento desenfrenado en lujuria, intensos gemidos y placer por cada poro que les recorría.

Y yo... estaba ahí desde mi ventana observando cómo se movían esas pequeñas hojas que fueron el inicio de su aventura.

El gozo de ellos fue tan duradero que no pude dormir con tal estruendo que ocasionó su amor salvaje, aquel que fue gritado para sellar su nuevo comienzo; pero así también yo asumía que se preparaban para todo lo que vendría.

Horas más tardes, escuché que alguien osaba en tocar mi puerta, esperaba que sea un interesado en el alquiler de la cabaña, pero no imaginé que los interesados serían los mismos individuos que consumaron todo de ellos ante mis ojos curiosos.

Así fue como conocí a Fabián y Cecibel, con dos años de casados y una supuesta vida por delante.

Accedí de inmediato a alquilar mi propiedad debido a que requería compañía y nuevos amantes recordar leyendas.

—Jóvenes, pueden quedarse el tiempo que sea necesario. Mi nombre es Neide y como verán el precio es muy accesible— les dije con una gran sonrisa—.

—Gracias, Señora Neide—dijo Fabián dudando, mientras Cecibel le pellizcaba el brazo—.

De inmediato pude decir:

Es cierto que parezco de más edad; pero puede llamarme Neide.

No estaremos tan lejos mientras disfruten su estadía, a unos metros de aquí se encuentra mi estudio y ahí permaneceré en cuanto se queden hospedados.

Cerré el trato, acordamos las reglas y segundos después estaban instalados como en casa.

Esos dulces amantes disfrutaron cada espacio de la casa hasta que en la alfombra encontraron una carta que de principio parecía muy extraña, pero al revisarlo fue lo más intrigante que palpaban.

Esta misiva contenía el siguiente mensaje:

Bienvenida a Nabline, lugar de ensueño y prisión encontrada, o quizá lugar de eterno descanso para sus deseados cuerpos.

Mis sinceras felicidades por decidirse una vez más a disfrutar juntos, espero que el calor de su pasión no sea una piedra de tropiezo.

Posdata: Puede usarse todo de la casa, pero la entrada del armario que se encuentra en la habitación principal está clausurada, por percances de los antiguos visitantes.

Con empatía oscura.

Neide

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