Capítulo 48 🎤

Gabriela estaba acostada en su cama y observaba las paredes blancas del techo. Sentía frío, mucho frío, un frío que no se le pasaba ni aunque se cubriera con mil mantas, era un frío que se había apoderado de ella tras las palabras de Lautaro: "No puedo estar con una mujer que no es capaz de decidir por su propia vida, Gabriela, lo siento".

Aquellas palabras se repetían en su mente una y otra vez, y desgarraban su alma y sus pensamientos. ¿Qué podía hacer? Él tenía razón, habían destrozado a Pili en un segundo, de hecho, toda su relación se había desmoronado en un solo segundo.

Hacía semanas que no se veían y ni siquiera tenía idea de cuándo acabaría aquella agonía. Matías insistía en que solo fuera Ágatha y ella sentía que se asfixiaba en ese cuarto en donde ya casi no podía hallarse a sí misma, era como si viera a Gabriela ahogarse en sus narices y no pudiera pasarle una mano para salvarla.

Lala le insistía en que no le gustaba cómo llevaban las cosas, pero Matías era intransigente. Habían investigado a Lautaro y no habían hallado nada, y aunque a ella eso le dio tranquilidad, a él pareció irritarlo aún más. Estaba convencido y obsesionado con descubrir quién había hecho pública su identidad.

Mientras tanto, la gira seguía en pie y en contra de todas las predicciones, las entradas a los conciertos estaban agotadas. Tanto, que debieron agregar un par de fechas. Matías decía que a la gente le encantaba los escándalos y el morbo y que, al final, todo aquello había sido de provecho para ella.

—¿A qué precio? —le había preguntado ella cuando él le dijo aquello.

—Al precio del éxito, Ágatha. Siempre supiste que esta vida no iba a ser sencilla, tú la elegiste, tú decidiste ser quién eres y eso tiene su precio. Ahora, la gente que quiso hacerte mal al final no pudo, tu éxito se ha duplicado y todos hablan de ti. ¿No lo ves? ¡Eso es bueno!

—¿Cómo puede ser bueno algo que no me hace feliz? —inquirió ella.

—Tú eres muy idílica —dijo él—. El amor no existe, deberías haber aprendido ya esa lección —añadió—. Las personas se unen a otras personas solo por necesidad y por conveniencia, Gabriela. No solo en relaciones amorosas, también en amistad y trabajo. Yo tengo algo que tú quieres y a cambio yo te doy lo que tú deseas. De eso se trata la vida. ¿Acaso crees que un hombre como el vago al que amas se enamoraría de ti? ¡Solo busca hacerse famoso atrás tuyo! Ya lo intentó con la mujer anterior y no le salió. ¿No te das cuenta?

—No deberías asumir que todos son tan malas personas como tú —zanjó ella enfadada tras oír aquello.

Matías rio con ironía.

—Tú y yo estábamos bien juntos, nos complementábamos y nos servíamos mutuamente. Pero con ese tipo tú pierdes, no tenías nada que sacar de él —añadió.

—No sé cómo no me di cuenta antes de la clase de persona que eres —respondió enfadada antes de salir de la habitación.

Eso había sucedido unas horas antes y lo único que deseaba era hablar con Lautaro y decirle que viniera a verla, que no soportaba más, que no le importaba nada. Sin embargo, Lala le había llamado para comentar lo que se había hablado en el programa de aquella tarde y todo había cambiado.

El teléfono sonó.

—¿Hola? —inquirió ella sin siquiera mirar quién llamaba.

—Gabita... —saludó la voz de su madre—. ¿Cómo estás, cariño?

—Mal, má —dijo ella y se puso a llorar como una niña. La voz de su madre tenía ese efecto.

—Cariño. Vas a venir para Navidad, ¿verdad? Estoy preocupada por ti...

—Sí, mamá. Tengo que actuar en un concierto este fin de semana, es un concierto de varios artistas... Luego de eso, ya voy para allá. No veo la hora, má... ya no puedo más...

—Hijita, lo sé... me imagino todo lo que estás viviendo, pero aquí sabes que hallarás un poco de paz.

—Lo sé... y lo anhelo con locura.

Su madre y su padre vivían en el campo, rodeados por montañas y alejados de la ciudad, por lo que ella estaba segura de que allí podría descansar un poco.

Aquella noche, Gaby no durmió nada. Sus pensamientos iban de Lautaro a Pili, de Pili a Matías, de Matías a su carrera... Se sentía acorralada entre paredes que la apretaban y le impedían respirar.

Entonces, uno de esos pensamientos sin sentido la llevó a recordar una promesa que no había cumplido. Pili le había pedido una muñeca bebé y ella quería regalársela por Navidad. ¿Se la daría Lautaro? ¿Cumpliría con su palabra de no alejarla de ella?

Los extrañaba tanto que sentía que el alma se le partía en pedazos, que nunca lograría ser feliz si no estaba con ellos. Aquel lugar tan enorme y vacío en el que vivía no era nada sin ellos allí, prefería mil veces el reducido espacio de la casa de Lautaro a todo el lujo que la rodeaba, pero sin ellos.

¿Qué era la vida sin su familia?

Se acercó a la cajita de tarjetas y la tomó en sus manos. Cerró los ojos y le pidió a su abuela que le diera un mensaje, entonces tomó una:

"La mayor gloria de la vida consiste en levantarnos cada vez que caemos. Nelson Mandela".

¿Podría ella volver a levantarse alguna vez de aquella caída?

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